7 de septiembre de 2017

CAPÍTULO 2.

SOCIALISMO VS POPULISMO  

Desaparición de la riqueza

Todos sabemos que la vida de la aldea/pueblo que hemos descrito como una referencia hipotética o como un modelo, no transcurre de manera tan simple. Tomemos como ejemplo al campesino.

En su camino se puede atravesar un imprevisto que afecte su vida o el ciclo productivo de su finca: una enfermedad larga que le impida trabajar o cuyo tratamiento drene sus recursos; un cambio en su manera de vivir de manera que su dinero se esfume en gastos innecesarios, el juego y la parranda; una sequía, inundación, incendio forestal o plaga que destruya la cosecha; una epidemia, una huelga o un desastre natural que lo dejen sin jornaleros que le ayuden a producir o sin consumidores que le compren la cosecha.

Otras amenazas tienen la fortuna y la virtud del campesino: los costos de los insumos o la tasa de impuestos crecen de manera desproporcionada con respecto a sus ingresos; un vecino codicioso se vale de las autoridades o de los criminales sobre los que tiene influencia (a veces los dos al tiempo) para forzarlo a vender a menos precio o falsifica títulos de propiedad o deuda para quitarle la tierra; el prestamista del pueblo (un agiotista o un banco que a veces es agiotista con licencia legal) le hace efectivo un préstamo leonino que no pudo pagar; una guerra con bombarderos, tanques y tropas saqueadoras destruye casa, tierra, herramientas y mercados.

Finalmente, el campesino puede morir a deshora y dejar a su familia con algún patrimonio que desaparecerá en manos de los cuñados de la viuda, de los tíos de los huérfanos o de los abogados de herederos litigiosos.
Así desaparecen fortunas en todos los niveles de la economía y en todo tipo de empresa, y las herencias no se transmiten de padres a hijos. Pero no es este el destino de todas las fortunas. También con frecuencia la riqueza acumulada pasa de padres a hijos  y se conserva en un mismo linaje. Colombia, Estados Unidos, Francia tienen ejemplos bastante socorridos.

Esfuerzo humano, producción y acumulación de riqueza

En el proceso de producción se combinan varias formas de esfuerzo humano:
1) La fuerza bruta y las destrezas manuales,

2) La inteligencia, el conocimiento y el ingenio, y

3) La gerencia o habilidad para coordinar los esfuerzos de otros.

Estos tres factores (llamados capital humano y que podemos englobar en la diligencia personal) no se excluyen entre sí ni se personifican uno a uno en el obrero manual, el técnico de conocimientos especializados y el administrador.
Esos mismos tres factores juegan en la acumulación de riqueza y se combinan con los siguientes:
4) la capacidad de ahorro personal y de vivir frugalmente,

5) la valorización que adquieren las cosas como resultado del crecimiento de la población, el desarrollo económico y el gasto público, en obras públicas, por ejemplo (por aplicación de la regla del Código de Bello que dice: “el dueño de una cosa pasa a serlo de lo que […] se junta a ella”),

6) la suerte (un tesoro oculto, el premio gordo de la lotería, herencias, la oportunidad de un negocio imprevisto –ej., demanda súbita por un producto que uno tiene en el momento-),

7) el efecto bola de nieve de la fortuna, que beneficia a quienes ya la tienen (es más fácil para los que ya tienen patrimonio conseguir préstamos para la inversión, para los que ya tienen una red de distribución agregar productos nuevos, para los que controlan una compañía financiera canalizar recursos hacia sus otras empresas y, finalmente, cuanto más grande el patrimonio personal mayores las ganancias, así, por ejemplo, solo una gran fortuna puede aprovechar las permutas o compra-ventas de muy corta duración de moneda extranjera o de papeles bursátiles[i]),

8) el aprovechamiento de oportunidades legales para quedarse con bienes ajenos a una fracción del precio (ej., remates, subastas, casas de empeño, ejecución de hipotecas),

9) la mala fe (quiebra fraudulenta, defraudación de socios, clientes, proveedores o trabajadores, adquisición violenta de bienes ajenos, aprovechamiento indebido de cargos públicos o privados en beneficio personal, evasión de impuestos, contrabando, tráfico ilegal de mercancías, testaferrato y complicidad en negocios de delincuentes), que ojalá fuera de menos ocurrencia en el mundo real.

Observe el lector que solo con respecto al enriquecimiento de mala fe hacemos un juicio moral, en los demás casos nos limitamos a hacer una descripción.

La visualización de estos procesos se dificulta a medida que se hace más compleja la economía con el desarrollo tecnológico y la diversificación de productos y servicios: la producción se diversifica, la división del trabajo se hace más detallada, compradores y vendedores individuales pierden control de los precios, surgen monopolios, oligopolios y carteles, se globalizan los mercados.
Los apologistas de derecha nos quieren hacer creer que la diligencia personal, el ahorro y la vida frugal son las fuentes más importantes de acumulación de riqueza y que las demás se pueden pasar por alto en los análisis económicos y socio-políticos. Ellos saben que están promoviendo una falacia.
Riqueza real y riqueza de papel
Durante la mayor parte de la historia humana la riqueza ha estado representada en cosas reales, tangibles, que en la modernidad tienen existencia general bajo la forma mercancía: tierras, casas, herramientas, fábricas, materias primas, mercancías, joyas y dinero; esclavos y siervos en momentos horrorosos de nuestro pasado, convertidos después en fuerza de trabajo asalariada.
Entonces uno era poseedor directo de las cosas -y de la vida de seres humanos productivos-, o tenía título sobre una fracción de ellas como miembro de las primeras sociedades comerciales del mundo preburgués, que caracterizan el mercantilismo que se desarrolló con vigor entre los siglos XIII al XVI, de lo que son ejemplos notables, las repúblicas italianas, y los burgos de la liga hanseática, a manera de ejemplo.
En el mundo de hoy hemos creado una forma de riqueza completamente hipotética o nocional, especulativa, desconectada del esfuerzo humano productivo o de servicios necesarios para el bienestar y crecimiento de los individuos. Para construirla han sido inventados los instrumentos financieros derivados. Tales creaciones inmateriales son los llamados futuros, opciones, forwards, swaps, acuerdos de recompra y venta de acciones a plazo e infinidad de variaciones y combinaciones de los mismos.

Estos están remotamente emparentados con los instrumentos de deuda negociables del pasado, y se han convertido en un juego de especulación y albur; es el llamado “capitalismo casino”, que tiene una conexión lejanísima con la riqueza material. Los especuladores y planificadores financieros apuestan en las bolsas de New York, Frankfurt, Londres, Tokio y otras capitales financieras a que los precios de otros instrumentos financieros van a subir o bajar, o a que ciertos eventos hipotéticos –por ejemplo, oscilaciones en la oferta y demanda de materias primas- van a ocurrir.

Muchas transacciones sobre estos instrumentos no requieren inversión inicial o pago total del precio o se hacen con préstamos garantizados por los mismos instrumentos, lo cual aumenta la riqueza ficticia y el riesgo inherente en la operación.

Capitales inmensos invertidos en este mercado han llegado a dominar ciertos sectores del mundo financiero y de la vida económica de los pueblos[ii].
Esta pirámide de riqueza imaginaria, basada en la fe/confianza de que no habrá individuo ni evento aleatorio que la ponga en peligro, afecta de tal modo el sistema financiero que cuando falla una de sus partes el estado se ve forzado a usar sus recursos para impedir el efecto dominó que podría tener en otros sectores de la economía o en otras empresas. 

Las tareas del mundo financiero en el pasado eran servir de intermediario en transacciones y movimientos de dinero, administrar el ahorro privado y proveer crédito para la industria, el comercio y el consumo público y privado; ahora son de importancia secundaria.

Incentivos para el enriquecimiento

Históricamente la humanidad ha inventado dos tipos de incentivos o recompensas materiales que recibe la gente para que se mantenga ocupada, generando más riqueza:
1) ingresos, representados en salarios, honorarios, intereses, y

2) acumulación personal de riqueza y el nivel de vida que le va anexa; esta acumulación resulta de los ingresos personales ahorrados y de que la riqueza producida por un individuo es transferida a otro que no la ha producido.

Los salarios, honorarios, intereses, bienes acumulados, necesitan un entramado social y comunitario para funcionar, implican una interacción con los demás actores económicos. Además no actúan por sí solos. Su efectividad depende de emociones y sentimientos que impelen a ganarse un salario o a hacer una fortuna. 

Nos referimos a cosas que nacen del corazón, como la necesidad, el altruismo, la codicia, la ambición y la envidia. De las dos primeras es fácil hablar pues tienen cierta nobleza moral, las otras preferimos pasarlas en silencio, pues pocos comentaristas las consideran ideales[iii].

Motivadores: la codicia, la envidia, la ambición

Adam Smith, un ilustrado escocés, quien ofrecía cursos de moral, en la Riqueza de las naciones describe la codicia como el motor de la actividad económica y el progreso: el empresario busca por encima de todo su beneficio personal y sus esfuerzos terminan beneficiando a la sociedad aunque esa no fuera su intención.

Sin embargo, su reconocimiento de la codicia como la fuerza social que es tiene un límite, pues él mismo observa que el poder económico concentrado en un individuo o en un grupo de individuos asociados perjudica a la sociedad misma[iv].

En la Teoría de la clase ociosa Thorstein Veblen describe el impulso de acumulación y gasto ostentoso de los muy ricos como motivado por el deseo de hacer rabiar de la envidia a sus pares, protegerse de la envidia que estos mismos les pueden causar y hacer sentir a las clases inferiores la pequeñez de sus recursos[v]. A su turno, las clases inferiores imitan el patrón de gastos de sus superiores en fortuna obedeciendo la misma motivación[vi].

La ambición está ligada al poder que confiere la riqueza. La mucha riqueza da a sus dueños una desmedida influencia –que no siempre es respetuosa del bien común, como lo explicó Adam Smith- en las decisiones políticas y económicas de los estados, como lo muestra el papel, con frecuencia jugado tras bambalinas, de familias y corporaciones multimillonarias. El poder permite blindar fortunas, acrecentarlas e impedir la prosperidad de otros.

A esta influencia sobre el estado se refería el presidente estadounidense Andrew Jackson, esclavista, latifundista, hombre de negocios, en 1832: “Es cosa de lamentar que los ricos y poderosos con demasiada frecuencia manipulan las actuaciones del gobierno para su propio  beneficio”. Él mismo se hizo célebre al ensayar los primeros correctivos de esta situación, que recordaron de manera diferente la batalla contra la usura en el medioevo tardío y las enseñanzas del dominico Tomás de Aquino sobre este tema.

Motivadores: necesidad y altruismo

La necesidad es el motivador más importante y común del esfuerzo productivo. La lucha de la mayoría de los seres humanos la mayor parte del tiempo ha sido contra el hambre, la intemperie, la enfermedad y la muerte y contra las amenazas a la supervivencia de su grupo familiar. La necesidad de sobrevivir es tan poderosa que por ella el hombre tolera la pérdida de su libertad y dignidad.

El altruismo o generosidad como motivador de la actividad económica es una realidad de la que hace parte un pequeño segmento de la humanidad capaz de trabajar sin darle prioridad a su propio beneficio. Los agentes económicos, especialmente los más depredadores, quisieran que nosotros creyéramos que generoso empeño guía sus empresas. La filantropía empresarial publicitada es un disfraz de la codicia. Adam Smith se refiere a los empresarios generosos con desdén.

Los ideólogos del capitalismo de estado se empeñaron en crear el “hombre nuevo”, despojado de egoísmo, con el que poblarían sus sociedades imaginarias. Estaban infatuados con el poder que tenían, eran incapaces de reconocer que las motivaciones de la gente son variadas o extrapolaban el ejemplo de individuos excepcionales. De todos modos se equivocaron.

Uno ve que el altruismo inspira acciones de solidaridad, desapego y sacrificio de muchas personas. La generosidad colectiva es importante en circunstancias excepcionales, como en accidentes y desastres naturales. Hay un nivel de confianza en los demás que sostiene la convivencia humana, tenemos fe en una decencia elemental de nuestros conciudadanos, apostamos a que en el curso normal del día no van a poner en peligro la vida, la salud o los bienes ajenos[vii].

Sin embargo, la conducta de rusos, chinos, vietnamitas, norcoreanos, europeos orientales y cubanos criados y educados por el Partido Comunista indica que el altruismo ni se puede imponer por mandato de las autoridades ni es confiable como guía de acción de los funcionarios gubernamentales y partidistas que supervisan a la ciudadanía o como regla de conducta del ciudadano promedio[viii].

Motivadores y prioridades sociales

Una sociedad bien organizada y con líderes prudentes -¡oh, utopía!-reconoce el papel de motivaciones egoístas y filantrópicas en su funcionamiento, y crea, por tanto, mecanismos para canalizarlas en beneficio de las mayorías o para minimizar el daño que puedan hacer.

En esto hay que tener prioridades claras: la generación de riqueza es necesaria para satisfacer las necesidades de la población y su acumulación lo es para sostener el bienestar social y el desarrollo tecnológico y cultural. Para lograr estos objetivos hay que darle juego a todos los motivadores del ser humano y permitir que se expresen de manera socialmente adecuada.

De la supervivencia al mejor vivir: El florecer de la cultura

Al observar el esfuerzo y el ingenio que la gente aplica a la creación y la acumulación de riqueza nos podemos preguntar: ¿Para qué?

Una vez asegurada su supervivencia la humanidad presta atención a otras necesidades, busca maneras de vivir mejor y dedica parte de sus energías al entretenimiento, el conocimiento, la ciencia, el perfeccionamiento de las técnicas de producción, las artes y el embellecimiento del entorno, el desarrollo de las instituciones de gobierno y las reglas de convivencia social, las oportunidades para desarrollar talentos y destrezas individuales, la búsqueda de la libertad y el reconocimiento de la dignidad personal[ix].

Un gobierno comprometido con el populismo distributivo tiene políticas inmediatas para atender las necesidades básicas de las clases bajas, esto es, su alimentación, salud, educación, vivienda y entretenimiento. Los críticos lo llaman despectivamente pan y circo. Los populistas acumulativos hacen lo mismo, pero en menor escala, para prevenir la agudización de los conflictos de clase. Históricamente los gobiernos populistas de todo tipo no han dado prioridad al desarrollo cultural aunque muchos de ellos se han distinguido por usar la cultura para hacer propaganda política.

Un gobierno socialista tiene un plan de gobierno para crear riqueza social y satisfacer las necesidades básicas de las clases bajas a corto y largo plazo y da prioridad al florecimiento de la cultura de manera que tanto las masas como las elites intelectuales tengan oportunidad de desarrollar sus poderes creativos.




[i] En el mundo financiero esto se llama arbitrage o compra y venta simultánea de divisas o papeles bursátiles para aprovechar diferencias muy pequeñas en los precios en diferentes mercados.

[ii] En la novela Dos años, ocho meses y veintiocho noches Salman Rushdie narra la historia de Daniel “Mac” Aroni, presidente del banco más grande Estados Unidos. Poseído por un genio perverso, “Mac” Aroni divulga información secreta sobre una conspiración para “destruir la economía de los Estados Unidos con la introducción de deuda derivativa, la cual representa dieciséis veces el valor del PIB mundial…”

[iii] Ayn Rand es la excepción más notable a esta observación; ella dedicó su vida y su obra a justificar la codicia y la ambición y a promover el derecho del más codicioso y ambicioso a dominar la sociedad. Sus libros han sido editados muchas veces. Sus seguidores la consideran gran filósofa, muchos filósofos la consideran gran charlatana.

[iv] Adam Smith enfoca su análisis en el capitalismo industrial temprano y considera como único esfuerzo productivo el del que fabrica cosas; al darle énfasis al proceso manufacturero consideró a los proveedores de servicios como personal no productivo ya que sus tareas no se cristalizaban en mercancías vendibles. 

En la economía contemporánea se puede identificar dos clases de servicios no productivos en el sentido usado por Smith: los burócratas del estado y la empresa privada que están ahí sin calificaciones para el cargo y los corredores de la bolsa de valores. Estos, en mi opinión, son parásitos sociales que nada aportan a la producción de riqueza real.

[v] La bella mujer recién casada con el secretario del tesoro del gobierno de Trump puso en su cuenta de medios sociales una fotografía suya saliendo de un avión oficial con su esposo con esta nota en la que ella enfatiza la marca de su prendas de vestir: “Great #daytrip to #Kentucky! #nicest #people #beautiful #countryside #rolandmouret pants #tomford sunnies, #hermesscarf #valentinorockstudheels #valentino #usa”. http://www.huffingtonpost.com/entry/louise-linton-steve-mnuchin-wife-instagram_us_599b9b16e4b04c532f43dd69?ncid=inblnkushpmg00000009

[vi] Hace poco fui testigo de un evento que evidencia la inclinación al gasto imitativo en las clases subalternas. Acompañaba de compras en Nueva York a una empresaria latinoamericana exitosa pero no multimillonaria. Al pasar al lado de un lote de carteras de lujo producidas en la China y ofrecidas por inmigrantes africanos en un andén dijo: “No. Estas son solo para secretarias y muchachas del servicio”. Su reacción obedeció al bajo precio de la mercancía y a la presunción de que probablemente era falsificada. Nada tenía que ver con el valor intrínseco de la misma. Puesta a escoger en su oficina de negocios entre una versión auténtica y una falsificada de la misma mercancía ella no sabría la diferencia.

[vii] Una nota relevante para el momento que  vivimos. El terrorismo es efectivo porque mina esa confianza en la decencia elemental de los demás y en la habilidad de las autoridades de protegernos.

[viii] Los buenos novelistas son los que mejor describen la farsa en que terminan los intentos de crear el “hombre nuevo”; tres nombres me vienen a la memoria en este momento: Senel Paz, Leonardo Padura y Víctor Serge.

[ix] Abraham Maslow, psicólogo estadounidense, creó su jerarquía de necesidades para sistematizar los motivadores de obreros y administradores de una sociedad industrial avanzada.



Luis Mejía
7 de septiembre del 2017
Publicado en blogluismejia.blogspot.com

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