13 de noviembre de 2013


PONENCIA 

SEGUNDA JORNADA, SUBALTERNOS Y DEMOCRACIA

13 DE NOVIEMBRE DE  2013. VIII SEMINARIO INTERNACIONAL GRAMSCI.


LA MARCHA PATRIÓTICA Y EL NACIMIENTO DEL PARTIDO AGRARIO*


Miguel Angel Herrera Zgaib
Profesor Asociado, ex Director de UNIJUS y  Ciencia Política; director Grupo Presidencialismo y Participación, Universidad Nacional. Ex rector Universidad Libre. Catedrático maestría de Estudios Políticos, Universidad Javeriana, Bogotá.
Email: maherreraz@hotmail.com, presid.y.partic@gmail.com

* Este texto fue destinado a su publicación en la Revista Foro, que circula en su edición del mes de noviembre de 2013.

El misterio de la cuestión agraria

“Paradójicamente, los últimos veinte años han sido de crisis, de regreso, de declinación, de recesión económica, simultáneamente a la demolición del Estado social; sobre todo del derecho al trabajo –conquistado con muchas luchas por muchas décadas-, que ha sido casi totalmente destruido, y hoy no se cuenta con garantías sobre la estabilidad del puesto de trabajo.” Luigi Ferrajoli. Entrevista con UnNorte, mayo-junio 2013, p. 12.

                                           El presente año, 2013, marca para Colombia el retorno de la cuestión agraria,  en un tiempo de crisis económica global y desmonte del proyecto del Estado social que borra el derecho al trabajo; y con ello la necesidad de resolver su misterio, que pesa sobre las cabezas de todos los vivos, y la memoria trágica de varios cientos de miles de muertos que se extiende desde el sangriento declinar de la conquista colonial española en lo que se identificaba como el Virreynato de la Nueva Granada.

Es la irrupción de la cuestión agraria, su perturbadora presencia, lo que simboliza el sacrificio de José Antonio Galán, un arcabucero, del regimiento Fijo de Cartagena, quien se rebela y se junta a la causa de la insurrección comunera de 1780-81, en la que marchan juntos pequeños propietarios agrarios, peones, comerciantes pobres de las villas lejanas de Santafé, junto a comerciantes influyentes, parte de la elite socorrana como Juan Francisco Berbeo y Salvador Plata. Galán terminará descuartizado y repartido a lo largo y ancho de su marcha rebelde, traicionado por la oculta entrega al partido de la dominación colonial.

Estos episodios de “castigo ejemplar”, en un orden pastoral tardo-ilustrado, le  darán paso luego, contrariando la voluntad de encomenderos, predicadores y rábulas, “reinados” desde ultramar,  al naciente orden disciplinar en tierras americanas.

La primer parte de la solución al complejo misterio de la cuestión agraria  viene de la mano con la tortuosa conquista de las libertades individuales en Colombia enfrentando el despojo, racismo y exclusión coloniales. Tal conquista se gesta en la primera independencia, donde el carácter y la visión de Simón Bolívar consiguen prestancia universal hasta estos días, cuando el raquítico ejército libertador se puebla de colores con su llamado directo a la sublevación de los esclavos negros y lo siervos indios para, sumados a la causa insatisfecha de los criollos, hijos de “dañado y punible ayuntamiento”, librar la guerra a muerte; ante la vista socarrona de los gobernantes peninsulares, ocupantes a la fuerza de las nuevas tierras, y parásitos de la explotación del trabajo de los grupos subalternos “importados” o raizales de estas tierras. A esta historia ancestral está ligada la Marcha Patriótica según su propio decir como veremos en seguida.

La partida de nacimiento del nuevo sujeto

“La Marcha Patriótica (MP)…hace suyo  el ideario político de Simón Bolívar y de todos los pensadores de nuestra América que han contribuido a concebir la patria grande, digna y soberana…respalda y promueve el proceso de construcción de sentido y de referentes simbólicos de las gentes del común.” Ver Plataforma de la Marcha Patriótica.

                                                 Los antecedentes histórico-sociales indicados de modo comprimido arriba, en un esfuerzo de reconstruir sumariamente la historia discontinua de los subalternos[1] desde las postrimerías del siglo XVIII. Ellos permiten anudar, por manifestación expresa, la causa, la razón de ser principal del evento fundacional que conocimos  como  Marcha Patriótica y Cabildo abierto por la Independencia, el 20 de julio de 2010.

Dicha movilización concitó, obtuvo en su presentación inicial la participación de 18.000 personas, la mayoría habitantes del campo colombiano. Todos en abierta oposición ciudadana para contrariar a las políticas del presidente por segunda vez, Álvaro Uribe Vélez, un nuevo terrateniente enfeudado en la Costa Atlántica. 

Porque Uribe Vélez y el bloque de poder transnacional que presidía,[2] con la injerencia del gobierno estadounidense, ahora bajo el comando republicano de George W. Bush, estaba dispuesto a imponer la voluntad de hierro de la alianza de grandes propietarios de la tierra y las finanzas en el marco de la globalización capitalista, donde se articuló a Colombia como guardián y reproductor del orden imperial en Suramérica con la entrada en vigencia del Plan Colombia.
Aquella era una medida estructural requerida para implementar la Iniciativa de las Américas, un remedo de la Alianza para el progreso de la era Kennedy. El Plan Colombia fue aprobado en su inicial versión desarrollista por los presidentes Bill Clinton y Andrés Pastrana, hijo del ejecutor de la contra-reforma agraria, el Pacto de Chicoral.
Fue Misael Pastrana, quien concedió “soberanía plena”, abierta gobernabilidad al comando del capital especulativo, pues impuso la Upac al reino del mundo urbano; dándole paternidad a las pirámides financieras, durante los finales del segundo Frente Nacional. Medidas que son la plataforma para el lanzamiento del neoliberalismo que se ensayó primero en Chile cum manu militarii.[3]
Marcha Patriótica  reclama, con estos antecedentes, su participación en la tarea de construir y conseguir la Segunda Independencia. Haciéndose eco explícito de lo proclamado por los barbudos de la Sierra Maestra al triunfo de la Revolución cubana, y ante todo, del legado histórico Bolivariano por su lucha antiimperialista contra la expansión estadounidense en los comienzos del siglo XIX.
Lo cual de entrada, le añade complejidad política ideológica a este nuevo proyecto  porque lo sitúa, cuando menos, en una doble interlocución con los más radicales y persistentes proyectos de la insurgencia armada colombiana de raigambre campesina, las Farc-Ep y el Eln, y en menor medida con los reductos del Epl afincados en Norte de Santander y zonas aledañas.
Fidel Castro, Camilo Cienfuegos, Haydée Santamaría, Ernesto Guevara, Oswaldo Dorticós, entre otros emprenden la ruta desconocida a la revolución socialista en América Latina, después del fracaso del experiencia democratizadora en Guatemala, en 1954. Articulan, luego de la fracasada expedición del Granma a Cuba,  a los sectores rurales, los goajiros con los urbanos animados por el Partido del pueblo cubano (ortodoxo), dirigido por el periodista Eduardo René Chibás, y el Directorio estudiantil universitario, en una lucha guerrillera exitosa.
Esta vanguardia dispuso luego del triunfo contra el régimen de Batista, y los bloqueos del gobierno estadounidense, la aplicación de un programa de reforma agraria radical, que acompañó de un acelerado proceso de nacionalizaciones, la caña de azúcar en primera línea. Estas reformas “burguesas” tocaron de modo directo los intereses agro-industriales de los Estados Unidos de América, con el consiguiente aislamiento que éste impuso como retaliación bloqueando  la zona de articulación “natural” de la Isla con el mercado capitalista.
El  hermano mayor, ubicado a algo más de 90 millas náuticas, se convirtió en centinela, y Guantánamo en base ininterrumpida de complots, conspiraciones y atrocidades hasta hoy. Estados Unidos eleva con esta inaceptable presencia la dignidad de la resistencia cubana al imperialismo norteamericano, hasta convertir en leyenda viva la expresión “Cuba, primer territorio libre de América”, que traduce de hecho el logro de una segunda independencia, pilar, estandarte ideológico de la lucha que propone civilmente la Marcha Patriótica desde sus orígenes.
Los primeros pasos de la criatura colectiva
“… no existen  las suficientes condiciones y garantías políticas para la participación electoral, dada la configuración criminal del régimen  y la trayectoria de genocidio…” Declaración de la VII reunión de Copan. 
                                                       En su génesis, la Marcha Patriótica está compuesta por organizaciones sociales y políticas de procedencia diversa, tales como Anzorc, Acvc, la Conap, Fensuagro, a las que se unen luego, agrupamientos políticos como el Partido Comunista y su juventud, entre varios cientos de adherentes locales, regionales y nacionales. Todas reclaman al unísono la negociación del conflicto armado, la reparación a las víctimas, la reforma agraria integral y la soberanía popular para Colombia.
La fundación de Marcha Patriótica, MP, ocurre el 21 de abril de 2012, y en su plataforma política manifiesta el propósito de juntar las rebeldías, y se dispone a interpretar y hacerse parte de los acumulados y de las nuevas dinámicas de la acción colectiva.  La MP quiere ser “expresión organizada del movimiento real de las resistencias y de las luchas de las gentes del común y de los sectores sociales y populares que actúan por una patria grande, digna y soberana.”
La MP publicita su plataforma política que contiene trece puntos, siendo el primero: la solución política del conflicto social y armado y paz con justicia social; el segundo apunta a la democratización de la sociedad colombiana; el quinto exige la dignificación del empleo y la humanización del trabajo; el octavo y noveno  reclaman la reformas integrales agraria y urbana.
De otra parte, el punto doce de la Plataforma demanda un nuevo orden mundial, internacional así como la integración de nuestra América, y por último, se compromete con la continuación de las luchas por la dignidad, la emancipación y la liberación.
Se encuentra, igualmente, una especial mención e indicaciones a propósito de la causa de los Derechos Humanos, para indicar que estos se refieren a la viabilidad y urgencia de “un orden material alternativo del poder y el derecho, basado en la garantía efectiva de los derechos, con enfoque de género, diferencial, intercultural y pluriétnico.” Es una formulación que recoge casi en su integridad lo que está consagrado, con independencia de su desarrollo, en el orden constitucional de 1991.
Para referirse a la vida intelectual y cultural de Colombia, la MP, y en particular, de sus juventudes, “propugna por una transformación cultural del modo de vida y de producción impuesto por el neoliberalismo…la solidaridad, la cooperación y la fraternidad.” Para que esto obre en efecto, ella propone la “redefinición sustancial del proceso educativo en todos los niveles y modalidades con fundamento en pedagogías para la emancipación…”
La Plataforma señala también que “respalda y promueve procesos de construcción de sentido y de referentes simbólicos de las gentes del común.” En lo cual se advierte la influencia, entre otros, del legado gramsciano, para  pensar y actuar la contra-hegemonía subalterna, aunque no lo diga.
 Lo que sí hace es declarar inspiración en el ideario político de Simón Bolívar, y líderes nacionales entre los que se incluyen a Antonio Nariño, precursor de la independencia, y Jorge Eliécer Gaitán, el caudillo socialista y liberal más influyente del siglo XIX.
¿En la dirección de un Nuevo Príncipe?
                                                         En la brevísima trayectoria presente de la MP, hay un documento que es sintomático de sus propósitos y alcances, El manifiesto por la tierra y la paz. El diálogo es la ruta. Allí se lee, que es fruto de un promisorio encuentro de comunidades campesinas, indígenas y afro-descendientes que se reunieron en Barrancabermeja durante la segunda semana de agosto de 2011.
Como fruto de las deliberaciones en el Manifiesto se establece que dicho Encuentro tiene el carácter de toma de partido “por el futuro de nuestra tierra, territorio y recursos, la democracia, y la garantía de nuestros derechos”. Al mismo tiempo es explícito el documento suscrito, cuando señala “rechazo frente a las políticas gubernamentales (y)…este modelo económico que destruye la economía campesina, los territorios de las comunidades indígenas y afro-descendientes.”
De todo lo anterior se desprende una guía  para la praxis de la MP, “avanzar en la concepción y materialización de una ruta de paz…la conformación de un movimiento de alcance nacional…” Para avanzar este propósito se asevera que, “el diálogo es la ruta…construir y ampliar garantizando el respeto a las organizaciones sociales y a su autonomía.”
Al mismo tiempo, y para destacar su novedad y raíces, el Manifiesto establece que “su punto de partida se encuentra en las innumerables manifestaciones de la acción colectiva social y popular, en los diversos procesos organizativos” que le son coetáneos, y contemporáneos.”
Para tomar en consideración la praxis de la MP, es importante lo informado por la Junta Nacional de impulso COPAN, de junio de 2011, en la cual se hace referencia a la movilización del 1o. de mayo, donde se usa una terminología de acento estratégico, que suma el recuerdo histórico de las movilizaciones de auto-defensa de tiempos de la Violencia de los años 40 y 50, porque habla de bloques de marcha, y dice que se movilizaron en tal fecha 60.000 personas, en lo fundamental organizaciones campesinas y algunas organizaciones estudiantiles, en menor medida. Por lo que se dispone de la urgencia de acercarse a los sectores urbanos, las organizaciones sindicales, barriales, populares y juveniles.
A la MP le preocupa y reconoce que a esa fecha hay departamentos que no cuenta con la forma organizativa  de los Consejos Patrióticos ni tampoco con juntas de impulso a estos, que son fundamentales para la auto-organización de los de abajo, lo que yo denomino la forma de construir autonomía por parte de los grupos y clases subalternas, desprendiéndose de la formas corporativo-gremiales. 
En virtud de esa orientación, hay después la reunión del Consejo Patriótico Nacional de 17 de diciembre de 2011. Con ocasión de esta  se registra que en Bogotá ya existe el Comoscol  de Bogotá, y en otras pocas ciudades de Colombia, que es una forma organizativa pensada como un espacio para realizar la unidad de acción social y política.
En particular, los Comoscoles son las Coordinadoras de movimientos y organizaciones sociales y políticas de Colombia que impulsa la Marcha Patriótica para promover e incentivar la participación de las multitudes, de las que ella llama gentes del común. Una de sus reuniones fue la del 5 de agosto de 2011, a la cual concurrieron y se movilizaron entre otras organizaciones: la Gran Coalición democrática, la Minga nacional indígena y comunitaria, el Congreso de los pueblos, el PDA, la Cut, Marcha Patriótica, Anthoc, Sintraunicol, Aspu, Movice, Cedetrabajo, Planeta Paz, el PST, Censat Aguaviva, Uneb, Modep, Fensuagro, Federación Médica Nacional, entre tantas otras.
Al pasar revista a su procedencia, y luchas no queda duda de la heterogeneidad de sus componentes, y la disposición de ser cambio, y comprometerse con la paz de Colombia. En ese espíritu y de manera sectorial, Marcha Patriótica convocó luego al Primer foro agrario por la paz, en el corregimiento de La Moralia, del municipio de Tuluá, en enero de este año. En el Foro participaron 133 delegados pertenecientes a 33 organizaciones campesinas de Colombia, quienes como fruto de sus deliberaciones aprobaron lo que denominan Proyecto alternativo de ley agraria.
En materia de comunicación e información virtuales, la Marcha Patriótica se ha dotado en los últimos meses de una plataforma virtual, desde la cual se tiene acceso a los documentos más importantes de la organización, así como a noticias y pronunciamientos de relevancia para las luchas de los grupos y clases subalternas en los niveles local, regional, nacional, internacional y mundial.
En el mismo espacio virtual un visitante cualquiera tiene acceso al Canal Independiente TV, Itv, igualmente,  a la Radio Independiente, y otra ventana que se denomina Fotografía en Marcha. A través de estos tres instrumentos, cualquiera puede enterarse de los desarrollos, alcances y protagonistas de la vida política y social de los de abajo.
Al hacer un recorrido por sus contenidos más recientes, hay tres temáticas notabilísimas, las negociaciones de paz en La Habana, el Paro Agrario Nacional, y la lucha de los estudiantes universitarios.
Por ejemplo, de su consulta, cualquier visitante del portal de Marcha Patriótica obtiene la información multimedia más completa de las jornadas universitarias promovidas por la Mane los días 17 y 18 de octubre, y que condujo a la ocupación pacífica del Icetex, y la Desnudatón.
Al respecto de la campaña por obtener financiación adecuada para la educación superior, que es deficitaria en 11.3 billones a la fecha. Y en el plano internacional el portal informa también de lo que fueran las sesiones de la OCLAE en Bogotá, 9-14 de septiembre pasados. En uno y otro caso, entre varias se escuchan las voces de los líderes estudiantes colombianos, María Alejandra Rojas y Jairo Rivera.
En la brega de construir un Partido Agrario
“América Latina está viviendo una fase de pasión civil.” Luigi Ferrajoli, Entrevista en periódico UnNorte, mayo-junio 2013, p. 12.
“La cuestión de la tierra remite a un país que no consiguió deshacerse del fardo del latifundio colonial, añeja cristalización del poderío político con base en clientelas, marcador de riqueza, estatus y prestigio social. De ahí deriva el latifundismo como una ideología profundamente arraigada, esponja que absorbe, “los derechos de propiedad”. Marco Palacios, Daños colombianos, en: Lecturas de El Tiempo, 09/2012, p. 17.
                                                              En otro apartado de su plataforma, la MP manifiesta “su vocación de poder y señala la necesidad de producir un cambio político que conduzca a la superación de la dominación imperialista y la hegemonía impuesta por las clases dominantes durante cerca de dos siglos de vida republicana.”
La anterior es una caracterización, que en su filiación gramsciana, entrañaría decir que, por una parte, la dominación es extranjera, imperialista, estadounidense, en lo principal, mientras que las clases dominantes de Colombia han ejercido la hegemonía, esto es la dirección, el consenso sobre los grupos y clases subalternas por cerca de dos siglos de vida republicana.
A lo dicho arriba, el historiador Marco Palacios, polémico exrector de la Universidad Nacional en dos oportunidades, piensa de otro modo según lo consigna en el prólogo de su libro Violencia pública en Colombia, 1958-2010. Allí, él se refiere a la incapacidad de ejercer “hegemonía gramsciana” por parte de las clases dominantes, transformadas por la misma emancipación nacional en clases dirigentes del Estado o élites del poder; “la fragmentación de las clases dominantes” fue compensada en la primera mitad del siglo XX por el éxito del modelo liberal cafetero (Palacios, 1979; Palacios, 1980).”
Al respecto, tanto Marcha Patriótica como el historiador Palacios lidian con “la cuestión de la tierra, y los sujetos potenciales del cambio social y político realizado desde abajo. Un año después, con ocasión de lo acontecido en la región del Catatumbo, primero,  una especie de fulminante, donde los campesinos en rebeldía reclamaban por la creación de una zona de reserva campesina, y fueron violentamente reprimidos por la policía, con saldo de cuatro campesinos muertos.
Después con la generalización de la protesta campesina que desembocó en la realización del paro nacional agrario, cuyo liderazgo se centró en los minifundistas de la zona andina con Boyacá a la cabeza, y el respaldo de los paperos y lecheros, principalmente,  de Cundinamarca y Nariño, la cuestión de la hegemonía se ha despejado con suficiente claridad.
El bloque agrario de la dominación, los señores del campo, si tuvieron la dirección de los subalternos rurales, los pobres del campo, y los pequeños propietarios, alguna vez, la viene perdiendo con anterioridad, y esta se remonta a lo sucedido en los años 50 del siglo pasado con las guerrillas liberales levantadas en contra de la violencia conservadora, y en respuesta al asesinato del caudillo social liberal Jorge Eliécer Gaitán.[4]
En un momento inicial, es el fruto amargo de la Violencia bipartidista, la que radicalizó a una parte minoritaria del campesinado que se alzó como movimiento guerrillero liberal, y concentró su poder defensivo, primero, en las comunidades rurales y semi-rurales amenazadas por las operaciones punitivas de los pájaros y chulavitas, y ofensivo luego, concentrándose en los Llanos, hasta que ocurrió su dejación de armas como resultado de la mediación de la dirección nacional liberal, que prometió  la consecución de la paz con la presencia “pacificadora” del general Gustavo Rojas Pinilla.
La minoría campesina y urbana rebelde que había hecho la lucha guerrillera, influida por cuadros comunistas no aceptó entregar las armas, y tuvo que enmontarse para resistir la represión que se desencadenaría contra ella. Pero, hay un episodio bisagra que refiere esta mutación.
Me refiero ahora, al inicio de la crisis de control hegemónico sobre la masa campesina del centro y sur del país, las laderas cafeteras de los Andes, luego de la primera mitad del siglo XX. El campesinado había pasado progresivamente del control y dirección de los conservadores a los liberales, a raíz de las promesas de la fallida ley de tierras del presidente Alfonso López Pumarejo, que quería combatir según la letra al latifundio improductivo.
 Uno de sus más acervos críticos de este intento y sus resultados fue el joven socialista liberal Jorge Eliécer Gaitán, quien había asistido a las luchas de los aparceros en las haciendas cafeteras de Cundinamarca, valiéndose de la Unir, Unión Nacional Izquierdista Revolucionaria, que se derrumbó con la masacre de una manifestación campesina en Fusagasugá, cuando defendía los reclamos de los peones y aparceros de la finca del Chocho, en lo que es hoy Silvania, junto con la derrota electoral en las elecciones de mitaca, donde Gaitán aspiraba a ser electo congresista.[5]
El episodio de la separación definitiva de este reducto de campesinos rebeldes del bipartidismo hegemónico tuvo que ver con la suerte corrida por Jacobo Prías Alape, el “Charronegro”. Es una historia contada y recontada por Pedro Claver Téllez, cronista de la causa de los rebeldes primitivos y bandidos, según la denominación del historiador marxista Eric Hobsbwan,[6] o los bandoleros, a secas, que  empleó el cronista en varios de sus relatos.[7]
Así refiere Claver Téllez el episodio del asesinato de Charronegro, cuando lo entrevistó en abril de 2013, Yolanda Gómez:
“Mientras le hacía la curación Joaquín Sánchez, el dueño de la droguería, le preguntó a Téllez de donde venía. “Le dije que de Marquetalia y que estábamos haciendo un reportaje sobre la región veinte años después de la toma por parte del Ejército,”le respondió el cronista.
“Aquí en el andén de mi negocio, mataron a Charronegro, le contó Sánchez, quien había sido buen amigo del guerrillero y fue testigo de su asesinato (11 de enero de 1960). El día del crimen…Sánchez se inclinó sobre el cuerpo de su amigo y comprobó que estaba muerto.
Y él mismo (Joaquín Sánchez) era todo un personaje. Me hizo un retrato de `Charronegro´, Tirofijo, Isauro Yosa, Guaraca, el “Chiquito” Pardo y otros miembros de la guerrilla comunista”.[8] Más adelante, casi al final de la entrevista, Claver Téllez le confía a Yolanda Gómez lo siguiente, que relaciona el episodio con la posterior fundación de las Farc:
“En el año 2010 cayó en mis manos una entrevista con Isauro Yosa, legendario líder agrario. Y en esa entrevista volví a encontrar detalles de la muerte de Charronegro y de los días que siguieron, estaba frente a los hechos reales y a las circunstancias que marcaron el nacimiento de las Farc, porque, días después del crimen de su cuñado, Jacobo Prías Alape, Tirofijo y los demás dirigentes campesinos volvieron a las armas.”[9]
Después del 11 de enero de 1960, en Marquetalia, pequeño territorio del corregimiento Gaitania, en el municipio de Planadas (Tolima) se empieza a tejer la historia del campesinado contemporáneo, en procura de su autonomía política y social. Los que antes habían sido liberales, en la experiencia de las luchas de la Violencia cambian el rumbo, y transforman paulatinamente su ideología.
En el caso de las Farc-Ep, estos campesinos optan para su supervivencia por la vía de las autodefensas armadas, y hacen célebres a las llamadas por el conservador Álvaro Gómez Hurtado, “repúblicas independientes”, y lo eran en el sentido que no aceptaban más la tutela liberal/conservadora. Ese mismo recetario, en clave contra-insurgente, entonces y ahora, acompañando la acción legal de los cuerpos del Estado, bajo condiciones de excepcionalidad constituida, se le aplica desde los tiempos del Plan Lasso hasta los actuales del Plan Colombia.


Pero, ¿qué es lo nuevo?
“La unidad histórica de las clases dirigentes se produce en el estado, y la historia de estas clases es esencialmente la historia de los estados y de los grupos de estados…la unidad histórica fundamental para su concreción es el resultado de las relaciones orgánicas entre el estado o sociedad política  y la “sociedad civil”.” Antonio Gramsci. Apuntes sobre la historia de las clases subalternas. Criterios de método, en: Escritos Políticos, p. 359.
                                                                          Siguiendo entonces, las líneas indicadas por Gramsci en el epígrafe seleccionado, ¿qué pasa con las clases subalternas, que no grupos? Ellas “por definición, no se han unificado y no pueden unificarse mientras no puedan convertirse en “estado”; su historia, por tanto, está entrelazada con la de la sociedad civil, es una función “disgregada” y discontinua de la historia de la sociedad civil y, a través de ella, de la historia de los estados o grupos de estados.”[10]
Luego para hacer la historia política y social de los subalternos, y de modo particular en este caso para responder al otro componente del título, el nacimiento del partido agrario de los de abajo, según Gramsci habría que estudiar lo siguiente:
1) la forma objetiva de los grupos sociales subalternos, 2) su adhesión activa o pasiva a las formaciones políticas dominantes, 3) el nacimiento de partidos nuevos de los grupos dominantes para mantener el consenso y el control de los grupos subalternos, 4) las formaciones propias de los grupos subalternos para reivindicaciones de carácter reducido y parcial, 5) las nuevas formaciones que afirman la autonomía de los grupos subalternos, pero dentro de los viejos marcos, 6) las formaciones que afirmen la autonomía integral…”[11]
A la vista de lo dicho, con tales criterios, uno podría decir, que la experiencia del campesinado rebelde en Colombia muestra que han cumplido con la experiencia anotada en los primeros cuatro puntos arriba enunciados, y que estamos ante la presencia de una transición a lo que establece como criterio el punto 5, esto es, “las nuevas formaciones que afirman la autonomía de los campesinos, pero dentro de los viejos marcos”, aunque hay avanzadas en relación con lo que se anota ya en el punto 6, organizaciones en procura de la autonomía integral del campesinado.
Por supuesto, que decirlo en los anteriores términos, implica ubicar a Marcha Patriótica en esa propuesta analítica elaborada por Gramsci en la parte final de su vida activa, comoquiera que morirá en el año 1937. Pero, fue esta una reflexión que  Gramsci trazó inicialmente en un escrito inacabado,  Algunos temas sobre la cuestión meridional (1926), lidiando con los problemas no resueltos por la revolución proletaria en Italia.
Esto ocurre después de surtida la experiencia insurreccional de los consejos obreros de Turín, que da paso a forjar una conciencia comunista del proletariado, y la fundación del partido en el Congreso de Livorno, cuando los socialistas de Turín y otros lugares se escindieron  del Partido Socialista de Turatti, Mussolini y Enrico Ferri, entre otros.
En las condiciones actuales de la lucha política y social colombiana, tomando como referencia de dos grandes eventos, el paro cívico nacional (1978), y el paro agrario nacional (2013), asistimos a dinámicas relevantes en el proceso de lucha por la autonomía que libran los grupos y clases subalternas urbanas y rurales. En esta oportunidad, la atención está fija en el devenir autónomo del campesinado. Más allá de los programas de las organizaciones políticas de izquierda y democrático radicales que han pugnado por orientarlo y hegemonizarlo, después del quiebre, la crisis de representación experimentada frente al bipartidismo histórico.                            
En esta coyuntura, la del presente año, hemos visto esta emergencia, esta irrupción como protagonista de la multitud campesina, en su diversidad, expresándose en las cuatro esquinas de la geopolítica nacional. El primer atisbo se dio en el norte, a pesar del control para-político. Luego vino la rebeldía del campesinado del Catatumbo, donde la influencia de la Marcha Patriótica es evidente.
Después el lugar protagónico lo consiguió el minifundio andino, y Boyacá y Cundinamarca, junto a Nariño, y en este quehacer se proyectó el liderazgo de César Pachón. Y luego la movida se traslada al sur, en Putumayo y Caquetá, tierra de luchas agrarias y resistencias armadas desde los tiempos de la Violencia, donde campesinos, raspachines e insurgencia guerrillera han tenido una coexistencia compleja, conflictiva e inestable.
Ahora, en el corriente mes de octubre, el teatro de los acontecimientos se trasladó al Cauca, Risaralda y Tierradentro, en las ámbitos cordilleranos conlindantes de varios departamentos, donde las comunidades indígenas, el Cric y la Onic, el Congreso de los Pueblos, y la presencia del líder Feliciano Valencia, quien dispuso presentarse como candidato presidencial contrariando lo dicho en julio de 2012. Entonces sostenía: “Si llegara al senado o a la cámara, me haría echar en una semana.”[12] Él ha sido interlocutor válido y lúcido de presidentes, y dolor de cabeza de Álvaro Uribe, quien pretendió timarlo e intimidarlo en su propio territorio ancestral y tacó burro.
Feliciano recuerda, en un reportaje relativamente reciente: “MI abuelo fue esclavo de terratenientes que le dieron los apellidos. Nosotros heredamos los nombres y ellos nos robaron la tierra.”[13]  Valencia nació en el resguardo de Canoas, en el municipio de Santander de Quilichao, y fue bautizado bajo el canon católico, y recuerda: “La única razón por la que mis padres accedieron fue porque se trataba del padre Ulcué,” quien fuera asesinado en 1984, cuando estaba comprometido en la causa de la restitución de tierras.
En el espacio nuevo de todas estas interlocuciones, Marcha Patriótica es protagonista, con su voz, y su propuesta plural en lo que aquí se anuncia como el nacimiento del partido agrario de nuevo tipo, en el que el proletariado industrial no es el protagonista de primera línea, alrededor del cual se alinderan los demás grupos y clases subalternas. Y tampoco aquel donde el campesinado aspira a reemplazarlo en la misma tarea, después de vivida la experiencia de las revoluciones china y vietnamita.
Se trata entonces, de un proyecto plural, inacabado, abierto a la variedad de expresiones conocidas, y que se han precipitado en la coyuntura de agosto de 2013. Y que han puesto entre las cuerdas a la monserga de la “prosperidad democrática”, que para infortunio del presidente Juan Manuel Santos ha sido desnudada en su catadura de clase.
Por lo que ahora, el negociador de la paz, en representación del bloque dominante, no solo tendrá que atender a las rivalidades secundarias con el partido del centro reaccionario, y el líder terrateniente de nuevo tipo, Álvaro Uribe Vélez, sino a las exigencias de los subalternos, el campesinado, en primera línea, para honrar los acuerdos, y sin poder descalificar a Marcha Patriótica, señalándola como instrumento de la insurgencia armada.
Tiempo de guerras y paces asimétricas
                                                       A la espera están Santos, y los movimientos sociales y políticos en resistencia, de qué diga el Consejo de Estado del estatus político senadora Piedad Córdoba, defenestrada disciplinariamente por el Procurador, ahora respaldado por el fallo negativo a la tutela que ella interpuso. El argumento esgrimido es que la más caracterizada dirigente de Marcha Patriótica, potencial candidata presidencial en una tercería democrática y de izquierda, tiene que esperar al dictamen del Consejo de Estado sobre la validez de las pruebas con las que fue sancionada, porque la Corte adujo que no es competente para hacerlo.
Mientras todo esto ocurre, la tercería por fuera de la dinámica electoral del año 2014, crece y se cualifica en la competencia de otras fuerzas que hacen parte de un heterogéneo espectro. Mientras tanto, no cabe duda que el campesinado organizado, y diverso como nunca, juega ya papeles protagónicos, junto a otro movimiento dinamizador, con altibajos, el estudiantado, que ha recuperado la iniciativa coyunturalmente, en la lucha por la gratuidad en la educación pública superior y a todos los niveles con la calidad debida; y por el rescate de la Universidad Pública endeudada y desfinanciada. Con este sector, Marcha Patriótica no solo es interlocutora, sino que ella tiene dirigentes de su seno, en puestos de comando y organización.
Así están las cosas a un mes de que se cumpla el plazo pensado por el gobierno para concretar  los seis puntos de la agenda de paz  que  acordó con las Farc-ep  en agosto del año 2012. Sin embargo, las partes están sin agotar el punto dos que toca, ni más ni menos, que con la participación política.
Es en estos precisos momentos, cuando se despliega un nuevo despertar político de los subalternos. Campesinos, indígenas y estudiantes retoman el rumbo de la revolución democrática, que es activa, desde abajo, enfrentada a una época de guerra de posiciones global. Esta se libra entre dos extremos, si damos crédito al diagnóstico de Negri y Hardt,[14] la democracia de los subalternos, de una parte, y la guerra imperial del capitalismo global a través de su gobernabilidad mixta, de la otra.
Es, pues, el tiempo de las guerras asimétricas y las paces asimétricas, cuando aparece como viable y urgente el nacimiento de un partido agrario, del cual existen trazas en el pasado, y luego de cuarenta años de grandes movilizaciones y toma de tierras por el campesinado organizado en la Asociación de usuarios, luego dividida y disuelta por luchas intestinas y partidistas de la izquierda de entonces.
De este pasado aprende Marcha Patriótica, así como hace parte en presente, como uno de los actores del emergente partido agrario, que informalmente anima el bloque contra-hegemónico, en construcción del nuevo príncipe democrático que quiere acabar de modo radical con la guerra como realidad y como amenaza de una vez por todas. Dándole paso a una reforma agraria integral, y a otro trato con el orden de la interdependencia global, del cual Colombia es sierva obsecuente. Porque estas son premisas que harán viable la segunda independencia que es objetivo estratégico de este nuevo movimiento político y social, al que es transversal la causa irresuelta del campesinado colombiano.             




[1] La historia política y social de los grupos y clases subalternos es el programa de investigación del Grupo Presidencialismo y participación, y sus asociados en el proyecto del Seminario Internacional Antonio Gramsci, cuya primera fase está centrada en acotar y concretar el estudio comparado de la Subalternidad en la región Andino-amazónica, donde concurren intelectuales e investigadores de Ecuador,  Venezuela, Argentina, Perú  y Bolivia, e Italia, principalmente.
 La investigación adquiere cuerpo y definición específica durante el segundo semestre del año 2008, pero su gestación se remonta al segundo semestre del año 1999, en el espacio académico de la facultad de Derecho y Ciencia Política de la Universidad Nacional, cuando le doy inicio al semillero de investigación Presidencialismo y participación política con un grupo de estudiantes de ambas carreras, cuyo primer resultado registra el libro doble Seguridad y Gobernabilidad Democrática. Neo-presidencialismo y participación en Colombia, 1991-2003. DIB/UNIJUS. Universidad Nacional de Colombia. Bogotá, 2005.
[2] Con su anclaje inicial en el proyecto contra-insurgente que lideró como gobernador de Antioquia, con directa aplicación en la zona de expansión capitalista del Urabá antioqueño, donde fue diezmada y casi liquidada la resistencia subalterna armada o legal, o cooptada, en los sectores más atemorizados y proclives a la colaboración de las dirigencias sindicales agrarias
[3] El primer frente nacional, siguiendo la intuición de Fernando Guillén Martínez es el que le dio nacimiento al Estado centralista y unitario, cuyos perfiles y operatividad fijaron la Constitución de 1886 y el Concordato de 1885, con los que se marcó la derrota histórica de los reformistas burgueses del radicalismo, nacido de las reformas del medio siglo XIX.
Todo lo cual significó, primero, el aplastamiento del proyecto político de las Sociedades Democráticas, que estos reformistas traicionaron  en 1854, con el extrañamiento del general Melo, la muerte y el destierro de los insurrectos, militares y civiles, quienes gobernaron por escasos meses la incipiente república. Para los radicales, su connivencia con los grandes hacendados y comerciantes fue su prematura acta de defunción, tal y como lo expresa  la “traición” del cartagenero Rafael Núñez,  el tristemente célebre solitario de El Cabrero.
[4] Al respecto, hay una producción colectiva del teatro La Candelaria, bajo la dirección de Santiago García, Guadalupe Años sin cuenta, que ofrece la versión comunista ortodoxa, con ciertas variaciones menores, del desenlace del levantamiento guerrillero de los Llanos, sellado por el asesinato de Guadalupe Salcedo Unda, uno de sus líderes en la ciudad de Bogotá.
[5] Ver el libro El apóstol desnudo (1936), escrito por el unirista desencantado Fermín López Giraldo, padre del ya fallecido cardenal católico ultraconservador, Alfonso López Trujillo. En el libro denuncia y desecra  la figura de Gaitán por su defección, y su regreso a las toldas liberales. En aquella experiencia política de izquierda reformista también fue acompañado por el publicista y tribuno liberal  Carlos Arango Vélez, abuelo del expresidente Andrés Pastrana Arango, como él acostumbra a recordarlo de vez en cuando, y según la conveniencia del momento.
[6] HOBSBAWN, Eric (1976). ¿Qué es el bandolerismo social? En: Bandidos. Editorial Ariel. Barcelona
[7] Ver CLAVER TELLEZ, Pedro (2013). Punto de Quiebre, el asesinato que marcó el comienzo de las Farc. Intermedio Editores. Bogotá.
[8] Reportaje a Pedro Claver Téllez.  El Tiempo, 20 de abril de 2013. Bogotá, p. 21.

[9] Op cit., p. 21.
[10] GRAMSCI, Antonio (1934). Apuntes sobre la historia de las clases subalternas. Criterios de método, en: Antonio Gramsci. Escritos políticos III. Cuadernos de Pasado y Presente 54. Siglo XXI editores. México, p. 359.
[11] Op. cit., p. 360.
[12]  Ver entrevista con María Paulina Ortiz, en El Tiempo, 23 de julio de 2012. Bogotá, p. 19.
[13] Reportaje a Feliciano Valencia por María Paulina Ortiz. Las razones del indio Valencia, en El Tiempo, 23 de julio de 2012, p. 19.
[14] HARDT, Michael, NEGRI, Antonio (2004). Multitud. Guerra y democracia en la era del imperio. Random House Mondadori. Barcelona.
Ponencia para la Tercera Sesión del VIII Seminario Internacional
Gramsci

Subalternos: Paz, Democracia y Constituyente Social


Psicoanálisis, Sociedad y el Proceso de Paz en Colombia


Santiago Barrios Vásquez
Médico, psicoanalista
Teléfono 6157599, 3102805667
Avenida 127 # 21-60 (205), Bogotá, Colombia

Resumen:

Esta ponencia sopesa las posibilidades de alcanzar la paz. Un trabajo de psicoanálisis aplicado que comenta la dinámica social y el proceso de paz colombiano. Empieza con anotaciones sobre el caso de Juan: un modelo para pensar la psicodinamia de la violencia, el trastorno de personalidad antisocial y la neurociencia de la delincuencia. Luego el psicoanálisis de grupo, el tratamiento simultáneo de varias personas explorando las fuerzas inconscientes que rigen la colectividad. Como en el psicoanálisis individual, los pensamientos requieren una mente para pensarlos, la meta es descubrirlos y seguir sus transformaciones para vivir con satisfacción.

El hombre es gregario. La colectividad gratifica, complementa, define, da punto de punto de referencia por lo que se es, y lo que no se es. No avasalla, por el contrario, da objetos de identificación, sentido de identidad, arraigo y continuidad existencial, incluso para la agresión. El mínimo grupo es 3, entonces aparecen dinámicas inconscientes que cambian cualitativamente las relaciones. Nacer es la primera experiencia colectiva. En familia empieza la dialéctica entre lo individual y lo social, experiencias que conforman el carácter.

Finalmente, figuran exploraciones sobre la actualidad del proceso de paz a octubre de 2013 desde los ángulos urbano y político, con un homenaje modesto a las víctimas de la primera quincena del mes, una proporción bajísima de los afectados por más de 50 años de combates con las Farc, que tiene la dudosa distinción de ser la guerrilla más vieja del mundo. En conclusión, este es un enfoque optimista moderado sobre el proceso de paz.

Abstract:

This essay reflects on the human possibilities of achieving peace. A work of applied psychoanalysis about social dynamics and the Colombian peace process. It begins with some notes on John: a case, a useful model to think about the psychodynamics of violence, antisocial personality disorder and the neuroscience of crime.
Group psychoanalysis, the simultaneous treatment of several individuals, explores the unconscious forces that guide the community. It works as individual psychoanalysis: thoughts require a mind to think them, and the goal is to discover them, and follow their transformations to build a more satisfying way of being.

Man is gregarious. Community rewards, complements, defines, it gives a reference of what is, and what is not. It does not enslave the individual, it gives him objects of identification, a sense of belonging, an existential continuity, even for violence. The minimal group is 3 people, unconscious dynamics changes qualitatively the relationships with others. Birth is the first collective experience. The dialectic between the individual and the group begins in the family, experiences that make up the character.

Finally, an exploration of the current situation of the peace process as of October 2013 from the urban and political perspectives, as well as a modest tribute to the victims of the first two weeks of the month, very few of those affected by more than 50 years of conflict with Farc, a terrorist group with the dubious distinction of being the oldest guerrilla in the world. In summary, this is a moderately optimistic approach on the peace process.

Palabras clave:

Psicoanálisis aplicado, eros, tánatos, epistemofilia, neurociencia de la delincuencia, psicoanálisis de grupo, identificación, proceso de paz.

El consultorio del psicoanalista es un observatorio de la condición humana. Es un laboratorio donde se pone a prueba la personalidad del paciente en relación con la del analista, con la finalidad de elaborar conflictos emocionales y reparar pérdidas, en una sola palabra, construir nuevos modos de relación para vivir mejor consigo mismo y los demás. Es un nexo terapéutico. Un vínculo asimétrico porque el paciente busca ayuda. Se trata de una experiencia que desarrolla todavía más la capacidad para pensar y tolerar la adversidad, además ensancha la habilidad para estar solo, no solo en el sentido de estar sin compañía, me refiero a sentirse cómodo consigo mismo al aceptarse, responsabilizándose de lo propio y respetando la diversidad humana. La estabilidad del ambiente psicoanalítico es fundamental. La actitud discreta y receptiva del psicoanalista, sin juzgar ni opinar, solo interpretando los mecanismos inconscientes que surgen del devenir del proceso genera el cambio en el punto de vista al editar recuerdos y modificar hábitos del pensamiento. Se trata de cambios en la mentalidad que se dan a través de la neuroplasticidad, es decir, de la capacidad cerebral de modificarse por el influjo de las circunstancias.
Y estoy seguro de que a nadie sorprendo cuando afirmo que psicoanalistas y pacientes, como cualquier otra persona, están inmersos en la sociedad, en la cultura, en las circunstancias. De modo que el psicoanalista del siglo XXI es paradójico, está, por un lado, imbuido en el relativismo de la posmodernidad y, por el otro, tiene la tendencia hegeliana a crear un sistema para clasificar todo lo humano y lo divino, tal como lo hace la psiquiatría y la neurociencia. A diario vemos en los medios masivos de comunicación la espectacularidad de los resultados de investigaciones que si bien amplían el conocimiento sobre el funcionamiento cerebral, distan muchísimo de describir el contenido mental del individuo y de explicar todas las personalidades concebibles. O sea, ya nadie disputa la unidad psicosomática, pero estamos muy lejos de ofrecer un ley universal, como la gravedad, que explique todas las conductas, y que describa punto por punto la psicología de cualquier persona.
De manera que la actualidad nacional e internacional nos afecta. Por esta razón acepté gustoso esta invitación para hacer este ensayo a cerca del proceso de paz que se ha iniciado en La Habana con las Farc, un acontecimiento dominante en la vida colombiana. Este trabajo pertenece al género del psicoanálisis aplicado. Lo digo porque en él utilizo conceptos de nuestra disciplina para explicar asuntos que están afuera del ámbito clínico, lejos de la relación transferencia contratransferencia que caracteriza el vínculo terapéutico entre el psicoanalista y el paciente. Y con estas pálidas letras defiendo la idea de que me considero un optimista moderado de las posibilidades humanas de alcanzar la paz en el mundo en general, y en particular en Colombia.
Para ello seguí el consejo de León Tolstoi: “describe tu aldea, y describirás el mundo”. Le di un enfoque inductivo. Partí de lo particular con algunas anotaciones sobre el caso de Juan, por supuesto, protegiendo su identidad. Este material sirve aquí de modelo para pensar sobre la relación transferencia contratransferencia, para ilustrar el proceso psicoanalítico, pero también para aproximarse a la psicodinamia de la violencia, a la agresividad ex ovo, en el individuo, con algunas consideraciones sobre el trastorno de personalidad antisocial y la neurociencia de la delincuencia. Luego pasé al psicoanálisis de grupo. El tratamiento simultáneo de varias personas, explorando las fuerzas inconscientes que rigen la colectividad, mientras el líder es el terapeuta, esto con el objetivo de dibujar la mecánica inconsciente de la comunidad desde el ángulo del psicoanálisis actual, conocido también como postkleiniano o intersubjetivo. En el analista se proyectan fantasías infantiles omnipotentes y primitivas que se inoculan mediante la identificación, y movilizan a todos, porque el hombre es emocional, y necesita comunicar sus afectos. Como en el psicoanálisis individual, los pensamientos existen en el inconsciente, y requieren una mente para pensarlos, así que la meta es descubrirlos y seguir sus transformaciones.
La colectividad ofrece un ambiente para gratificarse y complementarse, enseña a partir de la experiencia. Define al individuo. Le da punto de referencia, testigos de la existencia que dan sentido de identidad, de continuidad existencial, arraigo. La relación con los demás ofrece una posición relativa por lo que se es, y lo que no se es. Así como hay psicoanalistas y pacientes, hay políticos, académicos y civiles, pero también hay soldados, policías y terroristas, víctimas y victimario. Desde el nacimiento empieza la tensión dialéctica entre lo individual y lo colectivo, vicisitudes que bruñen el carácter. Y tenga en cuenta que el mínimo grupo es 3 personas -como en el caso de la familia, padre, madre, hijo-, pues da lugar a dinámicas inconscientes de donde surgen cambios cualitativos en las relaciones, mientras que en pareja predomina la psicología individual. Así que el grupo no somete al individuo, por el contrario, le da objeto de identificación. Las personas se vinculan según sus necesidades inconscientes, no al azar.
Por último, hice algunas exploraciones sobre la actualidad del proceso de paz a octubre de 2013 desde el punto de vista del país urbano, del país político y de la otra Colombia, a donde está la mayoría de las víctimas del conflicto. Un homenaje a los afectados en la primera quincena del mes pasado, una proporción bajísima de los que han sido tocados por este conflicto de más de 50 años con las Farc, la guerrilla más vieja del mundo. Se trata de un gesto simbólico para esas personas.

***

Juan llegó a mi consultorio con veinte minutos de retraso como cosa rara. Venía risueño. La noche anterior recibió de regalo un equipo de sonido que hizo sonar a todo volumen con su música metálica predilecta. Su mamá se enfureció, gritó, lo insultó y apagó el aparato arrancando de un zarpazo el cable de la conexión eléctrica de la pared. La consideraba una mujer temperamental y explosiva que justificaba su agresividad con la preocupación y las dificultades que tenía que sortear al ser una madre sola educándolo a él. Se separaron poco después de su nacimiento, y el papá se casó de nuevo formando otro hogar afuera de Bogotá. Con el tiempo, la madre tuvo dificultades económicas y lo mandó a vivir a la casa de la abuela y de una tía. Ellas le pegaban. Eran represivas y dictatoriales. También vivió, por esa época, temporadas con su tío homosexual y muy malhumorado.
Cuando llegó a la adolescencia empezó a buscar al padre, pero no lo encontró, Juan intuyó que no quería vivir con él junto a su nueva familia. Al muchacho le habría gustado muchísimo que vivieran juntos. Pero los años pasaron, y ya no tenía interés en eso. Aseguraba que ya era tarde. Además, a través del teléfono, con insultos y reclamos, el padre interpretaba sus dificultades académicas y personales como pura pereza y negligencia de él y de su madre. Por último, antes de dar por terminada su exposición, sentenciaba que Juan nunca llegaría a ninguna parte, lo que le hacía falta era disciplina y pasar trabajos que le formaran el carácter.
Había dejó el colegio unos años antes sin graduarse. Tampoco trabajaba. Así que pasaba la mayor parte del tiempo entre la casa. A decir verdad, no sabía qué quería hacer con su vida. Así que sus días transcurrían todos iguales. Era un internauta dedicado. Cuidaba de su perro, un pitbull demasiado activo como para vivir recluido en la casa de la familia, y lo reprendía violentamente cuando se manejaba mal. Después de almuerzo regresaba su sobrino del colegio. Con él tenía una relación muy cariñosa. Se sentía con la obligación moral de proteger al niño, y de acompañarlo, pues no quería que tuviera el mismo destino de abandono que él había padecido, ya que su hermana también era una madre sola. Por lo demás, no le gustaba salir a la calle. ¿¡S¡ salía quién cuidaría del perro y de su sobrino!? Una postura tan firme  que por esa misma razón no iba al colegio ni a trabajar, ni a ninguna otra parte, para él, salir de la casa era abandonar a sus 2 seres más queridos en el mundo, el perro y el niño. No confiaba en nadie. Su único amigo era un primo suyo con el que hacían cosas que le parecían divertidísimas, incendiaron un avispero en alguna oportunidad, por ejemplo, y en otra ocasión trabajaron demoliendo una casa. Destruirla le causó un deleite indescriptible.
Tenía 19 años. La piel muy blanca con algo de acné, nada excesivo, los ojos claros y el pelo castaño cortado bien bajito. Al reclinarse en el diván esa mañana, observé que venía vestido con una chaqueta militar azul, un bluyín gris desteñido sin dobladillo, lo que sobraba del pantalón estaba doblado hacia arriba. No pude saber si era una prenda nueva o vieja. Traía unas botas brillantes negras inspiradas en las de dotación de los soldados, con los cordones trenzados en escalera. Pero lo que llamó mi atención de su manera de vestir fue que a la sesión pasada había venido acompañado de su primo quien traía puesta esa misma chaqueta. Al señalárselo me dijo que era suya, se la había prestado, pero ya se la había devuelto.
Y quedó rondando entre mi cabeza que hasta ese momento no había notado su apariencia soldadesca. Esta era la transferencia, el pedido inconsciente de Juan. Se psicoanalizaba conmigo desde hacía 1 mes, y solo ahora llevaba al consultorio su fascinación neonazi y su afecto por el movimiento skin head. Me explicó el significado de su pinta. Me informó que esta manera de vestir era, por así decirlo, el uniforme de los skin heads. Así se reconocían cuando caminaban por la calle, y eso de por sí ya producía un sentimiento de hermandad, así no cruzaran palabra. También me enseñó que los primeros skin heads aparecieron en Inglaterra. Obreros que protestaban contra el establecimiento, y se reconocían porque vestían de esa manera, además se caracterizaban por ser beligerantes, nacionalistas y rendirle culto a Adolfo Hitler. Para Juan era importante que quedara claro que para ser un skin head había necesidad de estudiar, de informarse y de tener una convicción a toda prueba. También profesaba ideas revisionistas: el Holocausto Nazi, insistía, había sino una exageración de los medios de comunicación, le parecía razonable que Hitler fuera una víctima de la mala prensa. Además se consideraba homofóbico, no le gustaban los extranjeros, ni las cosas nuevas, era violento, así que era un neonazi de corazón. Con frecuencia había tropel, es decir, peleas entre los skin heads y otros grupos de muchachos, verbigracia, los capitalistas, reconocidos por su predilección por la ropa de marca, o contra los socialistas, que creían que todos los seres humanos eran iguales. Sin embargo, Juan no solía participar en esas reyertas, prefería observar los combates desde la distancia. Casi no salía de la casa. Estaba en contacto con los skin heads a través de la Internet.
El motivo de consulta de Juan fue que unos días antes de la entrevista inicial tuvo una pelea con su madre. Al calor del momento la agarró por el cuello y la aprisionó contra el muro. Ella se liberó pegándole en la cabeza con una taza. Este no fue un incidente aislado. El muchacho estaba desilusionado de la vida. Pero lo consolaba su amiga de pelo azul a quien no conocía en persona, solo a través de su perfil en Facebook. La niña vivía afuera de Bogotá, de modo que él consideraba una imposibilidad llegar encontrarla afuera de la realidad virtual. Se cruzaron por primera vez en las páginas web de los grupos neonazis que frecuentaban. Ella le producía una tranquilidad inquietante, así el contacto fuero solo cibernético, le parecía como mágica la relación con ella, le gustaba mucho su compañía virtual. Hasta le perdonaba sus incoherencias filosóficas: aun cuando ella también era afín al movimiento neonazi, no tenía ningún conflicto en tomar cerveza extranjera, por ejemplo.
Me sentía paternal, esta era la contratransferencia, mi respuesta inconsciente frente a Juan. Mi comprensión de su mentalidad era que estaba al borde del precipicio. Se movía entre el Caribdis de ser una buena persona, y el Escila de volverse un delincuente. Me sentía responsable, me preocupaba, me conmovía, me enternecía. Además me inquietaban dos elementos: en primer lugar, tenía una cierta lejanía emocional que me hacía sentir que en cualquier momento se iría, y no volvería al consultorio, acabaría con el proceso psicoanalítico porque nada cambiaba, se aburría, me sentía presionado para ayudarle rápidamente; y, en segundo lugar, Juan se presentaba con argumentos tautológicos, superficiales, planteamientos circulares que no conducían a ninguna parte, pero que me hacían pensar que se sentía perseguido en las sesiones, tenía una cualidad indiferente, inalcanzable, parecía incapaz de sorprenderse. Todo esto sucedía entre mi cabeza, pero no se lo informaba, le expresaba mis ocurrencias a través de interpretaciones que le ayudaran a comprender su terror a la libertad, el dolor de encarar los duelos no resueltos frente a su realidad que en nada se parecía a lo que había imaginado y a reparar los objetos sagrados y degradados que para él representaba sus seres queridos, pero sobre todo, él mismo. En las sesiones empezaba a perdonarse, sí, pero también había una fuerza que lo llevaba hacia la enfermedad, una cierta nostalgia por lo inanimado.
En todo caso, los síntomas mentales siempre son una transacción entre el inconsciente y las circunstancias, es el mejor equilibrio psicológico que se ha logrado dado el contexto personal. Lo angustiaba mejorarse para construir un nuevo mundo, estudiando, trabajando, creando una vida propia, alejándose de su madre. Como sucede con tanta frecuencia, cuando crecen en el infierno creen que son el diablo. La agresividad que lo dominaba era expresión de rabia y angustia, de sus conflictos inconscientes, pero también el muchacho vivió en un entorno violento, de abandono y rechazo. Sin embargo, aun cuando agresivo e impulsivo, Juan tenía un freno moral que no lo dejaba salir a la calle a ejercer la violencia abiertamente con alguien diferente de su madre y el perro. Como si afuera de la casa corriera el riesgo de perder el control por completo y caer al vacío, matando a alguien verdaderamente.
Juan estaba vinculado a los skin heads porque se identificaba con ellos sin conocerlos de cerca, solo estaba familiarizado con la teoría, pero, de igual modo, pudo escoger cualquier otro grupo violento, como las Farc, por ejemplo. Y esta barrera que él mismo se imponía me daba la idea, como hipótesis de trabajo, que en la medida en que elaborara sus dificultades inconscientes, la violencia se expresaría de maneras más civilizadas supeditándola a los aspectos constructivos de su personalidad. Verbigracia, al escoger un oficio en el que sus tendencias destructivas fueran útiles, como en ciertas especialidades del ejército o la policía, por ejemplo. Se busca con el tratamiento psicoanalítico que la persona encuentre, por sus propios medios, con la ayuda del analista, un camino más equilibrado y fértil. Que no persevere por en el aislamiento y la esterilidad y la destrucción, que su universo inconsciente no sea tan inhóspito y persecutorio, para que pueda llegar a ser lo mejor que pueda ser. Pues parte del proceso de madurez psicológica es aprender a expresar y a canalizar la agresividad de una manera socialmente aceptada.
Y para los partidarios del enfoque psiquiátrico de la mente, la preocupación es que los rasgos violentos de Juan dominen su personalidad, generando un trastorno antisocial -que también se ha llamado psicopatía, sociopatía y trastorno dissocial, según el sistema de clasificación de los DSM IV (American Psychiatric Association 1994), diagnóstico que se mantiene en el DSM V, lanzado este año-. Estos criterios son: desconocimiento de los derechos de los demás de manera persistente desde los 15 años de edad al menos, con agresividad hacia personas y animales, destrucción de la propiedad privada, acoso, robo y otras actividades ilegales; se trata de una persona que no acata las normas sociales actuando de maneras que lo llevan a la cárcel; miente y manipula, usa pseudónimos y engaños para obtener placer y lucro; es impulsivo, no mide las consecuencias, ni planea, cambia con frecuencia de trabajo, domicilio y pareja, es irritable y peleador, golpea a sus parejas y a sus hijos; es descuidado con la seguridad personal y la de los demás, es irresponsable, incapaz de mantener la rutina laboral y de cumplir con los compromisos financieros; no siente culpa, es indiferente ante el sufrimiento de los demás y racionaliza cuando lesiona, maltrata o roba. Por lo general se quejan de aburrimiento y tristeza y ansiedad. No suelen ser empáticos, tienden a ser agrios, cínicos y desdeñan los sentimientos de los demás, son pretenciosos, arrogantes y volubles, envuelven a los demás con su discurso superficial. Son promiscuos hasta el punto de jamás tener una relación de pareja exclusiva. Tienden a empobrecerse, a ser desempleados y a pasar tiempo en la cárcel, además es probable que mueran en circunstancias violentas y prematuras. Para hacer este diagnóstico, la persona debe tener por lo menos 18 años, y no siempre se asocia con esquizofrenia ni con manía, también puede ser drogadicto, somatizador y tahúr. El trastorno de personalidad antisocial se asocia con maltrato infantil, con abandono, con padres inconsistentes, contradictorios y ausentes. En la población general se presenta en el 3% de los hombres, y en mujeres, en el 1%. Esta discrepancia se debe a que con frecuencia el diagnóstico pasa desapercibido en ellas porque los criterios están muy relacionados con la violencia física. En ambientes que seleccionan a estas personas, como hospitales psiquiátricos y cárceles, se estima que su incidencia hasta el 30%. Y, tal vez, organizaciones terroristas como las Farc también sean atractivas para personalidades antisociales, esta podría ser la pregunta de investigación de un trabajo muy interesante. Por otro lado, no todos los crímenes se cometen por personas con este trastorno. En todo caso, es un padecimiento crónico, aun cuando tiende a ser menos evidente después de los 40, pues disminuyen la criminalidad, los conflictos con los demás y el consumo de estupefacientes. Por otra parte, suele ser común entre los hijos, adoptados y biológicos, de personas con trastorno antisocial, y es todavía más frecuente si se acompaña de somatización y drogadicción. Pero, por otro lado, cuando los hijos de antisociales son adoptados en hogares no antisociales, el riesgo disminuye sustancialmente. Así que para este trastorno el ambiente es un factor más importante que el genético. Hay esperanzas para las generaciones venideras, y en el caso de Juan a lo sumo podríamos decir que cumple con algunos criterios diagnósticos de este trastorno.
La neurociencia de la delincuencia es otra perspectiva de este asunto. Jonathan H Pincus (2001), entre muchos otros, es un neurólogo norteamericano que se dedicó a estudiar 150 asesinos en masa. Cabe anotar que ‘asesino en masa’ es quien mata a más de una persona sin motivaciones personales para hacerlo, sencillamente, lo hace, se trata de una categoría amplia que también abarca a los sicarios. Se estima que más de la mitad de los asesinos en serie tienen diagnósticos como esquizofrenia paranoide y es común encontrar en ellos una historia familiar de violencia, persecución y abandono, junto con anormalidades anatómicas del cerebro.  Pero mucha gente tiene trastornos mentales severos, historias familiares tremendas y anormalidades cerebrales sin que sean agresivos; entonces Pincus propuso que era la confluencia de estos 3 elementos lo que causaba la mente del asesino en masa. En todo caso, no podemos decir que Juan cuadre con el perfil del asesino en masa según Pincus.
Por otro lado, más recientemente, Kent A Kiehl (Haederle M 2013) ha venido perfeccionado una investigación utilizando la tecnología novedosísima de la resonancia nuclear magnética funcional del cerebro. Se la aplicó a 3,000 presos en cárceles en Nuevo Méjico y Wisconsin. Encontró, consistentemente, una disminución en la actividad metabólica de la corteza del cíngulo anterior, junto con otras anormalidades en la anatomía y el funcionamiento cerebrales, verbigracia, menos sustancia gris en el sistema perilímbico, un área asociada a la regulación de las emociones. Este hallazgo podría explicar la indiferencia, la tendencia a mentir, la falta de empatía y la impulsividad del antisocial. Así que desde la neurociencia de la criminalidad, el desdén del psicópata por los derechos de los demás obedece a una habilidad que falta de la misma manera en que la dislexia interfiere con la lectura al invertir las percepciones del lector. Así que, aun cuando tradicionalmente se ha considerado la psicopatía un trastorno de mal pronóstico, este enfoque abre la posibilidad de desarrollar terapéuticas nuevas aprovechando la neuroplasticidad, la capacidad del cerebro de modificarse continuamente frente a estímulos novedosos, como ya dijimos. Por último, este investigador, como otros, pretende utilizar estos datos para hacer una estimación del riesgo del reo de reincidir en el crimen. Así que la naciente neurociencia de la delincuencia plantea la potencialidad de predecir el crimen, de anticipar la probabilidad de que un violador reincida, por ejemplo.
Para muchos esta aspiración es temeraria. No puede afirmarse con certeza quién cometerá un delito, y quién no, pues no hay una conexión firme y constante entre las imágenes cerebrales y el contenido de la mente de una persona en un momento particular. Lo que estos trabajos muestran es solo un hallazgo probabilístico, además las imágenes anatómicas y funcionales del cerebro no dan a conocer la personalidad.
En todo caso, se trata de reflexiones interesantes con implicaciones éticas y jurídicas (Satel, Lilienfeld 2013). Porque si la criminalidad pasa a ser una enfermedad cerebral que afecta el buen juicio, los delincuentes dejarían de ser responsables de sus actos, es un problema de su cerebro. No es baladí. Este argumento ya se ha utilizado en varias ocasiones en los estrados judiciales norteamericanos afectando desenlaces, y hasta aliviando condenas. Se abre entonces un debate candente que afecta las decisiones judiciales, si el condenado va a la cárcel o al hospital psiquiátrico o se libera, por ejemplo. En todo caso, dilemas que llevan al milenario problema del libre albedrío y el determinismo: si la persona es autónoma, entonces decide libremente, es responsable de las consecuencias de sus acciones; pero sí, por el contrario, se considera que toda iniciativa es una reacción, que todo está determinado por una cadena sinfín de eventos ajenos a la persona, la gente no es responsable de nada porque las cosas suceden a causa de algo más.
Temas fascinantes por fuera de los confines de este ensayo de psicoanálisis aplicado sobre sociedad y el proceso de paz en Colombia. Lo cual nos trae de regreso a la colectividad, y a la tensión constante entre lo constructivo, lo destructivo y el aprendizaje a partir de la experiencia.

***

La humanidad es un conjunto de individuos (Barrios 2013). Si bien la libertad no es un regalo de la civilización, la cultura, de por sí, no es nociva para la salud mental. Por el contrario, es objeto de identificaciones. Regula las relaciones humanas, incluso la sexualidad y la agresividad. Siempre hay deseos de amar y ser amado, de expresar la agresión sin retaliación, así como de comprender y ser comprendido, motivaciones que permean las relaciones con los demás, con los objetos, las ideas y los sentimientos (Freud 1923; Klein 1957; Bion 1963; Britton R 1999; Solms, Turnbull 2002). El grupo aporta tanto en el sentido constructivo, como en el destructivo. El hombre no existe solo. La colectividad no desdibuja la identidad, por el contrario hace parte de quien se es. Integrarse a la comunidad, identificarse, es una elección inconsciente pues las personas se vinculan según sus vicisitudes psíquicas, así se determina el papel que desempeñan, sea líder o seguidor, integrador o rebelde. La conducta grupal es regresiva –y tenga en cuenta que el adjetivo ‘regresivo’ en el argot psicoanalítico se refiere a una forma del recuerdo que evoca sentimientos y funcionamientos inconscientes infantiles, no alude a la hipnosis, ni a la búsqueda de las vidas pasadas, para los que creen en la reencarnación-, así que la comunidad no enajena, más bien abre el espacio para expresar los aspectos más primitivos de la personalidad.
Y en el caso que traíamos de Juan, al vincularse a los skin heads se rebelaba como adolescente, pero también era una manera de expresar su sentimiento de soledad, de acompañarse en medio de su sensación continua de ser un extraño a quien ni siquiera su madre comprendía ni toleraba. Su deficiencia era el rechazo del padre, ambivalente, lo quería pero también lo odiaba, después de todo, lo había abandonado. El grupo neonazi que escogió le era afín: le ofrecía la sensación oceánica de pertenecer a un grupo poderoso, temible, omnisapiente, omnipotente, una colectividad en la que Adolfo Hitler, un padre maligno idealizado, lo protegía, aun cuando también le parecía que era un incomprendido tratado injustamente, como él mismo. La perspectiva melancólica, paranoide y envidiosa del mundo, hacía que Juan viera todo macabro, inhóspito, así que esta agrupación le ofrecía la oportunidad de realizar la angustia y el dolor ante la futilidad de la existencia, repudiaba todo lo que fuera diferente, ajeno. Por fin  encontraba un lugar en el mundo a donde depositar homofobia, intolerancia, xenofobia, sectarismo, una colectividad despiadada que lo protegía, intimidando a los demás.
En los grupos hay miembros de todo tipo, depende de la personalidad de cada cual (Billow 2003). Las colectividades no son comunidades apacibles, ni siquiera cuando son terapéuticos. La gente siempre tiene deseos y necesidades y metas. De modo que así como hay agrupaciones productivas, equipos de trabajo cohesionados y dinámicos, también existen las que son conflictivas y destructivas. Funcionan con identificaciones y fantasías poderosas, supuestos básicos, sobre la integridad y la supervivencia del grupo según la situación, la función y la historia de la colectividad. En primer lugar, hay supuestos básicos de fuga y de lucha. Un sentimiento dirigido a un enemigo histórico, por ejemplo, o a un subgrupo con un punto de vista considerado peligroso o desleal, incluso podría ser un líder opresivo o, por el contrario, débil. En todo caso, estas ideas persecutorias surgen alrededor de amenazas al límite de la comunidad con preocupación por mantener la frontera intacta, la pureza y la invulnerabilidad del grupo. Por ejemplo, esta es una función de la junta directiva de los clubes sociales. Pero también existen fantasías de que la comunidad podría llegar a perder el amor del líder o, peor aún, la razón, debido a un de dependencia irreal y exagerada en el caudillo. Sin su guía, se especula, surgirían ansiedades de castración e impotencia, de ser inadecuados y de exponerse a fuerzas caóticas. Una lógica que también puede incluir la sumisión a una divinidad o a una ideología. Este es el caso de lo que sucede en los partidos políticos. Por otro lado, hay fantasías de apareamiento. Ideas envidiosas y voyeristas con amenazas a la estabilidad de la comunidad, como sucede con tanta frecuencia entre las agrupaciones fundamentalistas que giran alrededor de alianzas con preocupación erótica,  buscando neutralizarla, hacerla aparecer irreal. Hasta podrían emerger fantasías sobre el nacimiento de un redentor en el seno del grupo con un nexo especial con el líder, un dios. Los integrantes se entusiasman al exhibir poder sexualizado. Por último, en las regresiones de grupos desestructurados hay fantasías de fusión serena con defensas contra una agresión intensa, usualmente con envidia y tendencia hacia el pensamiento grupal. Como en el caso de las barras bravas. En suma, hay que decir, los grupos incorporan diferentes aspectos de estas fantasías. Verbigracia, los ultrapatrióticos pueden perderse de manera irreflexiva en la idealización del país y de su líder cediéndole el poder sin cuestionarlo, y luchando con fiereza contra fuerzas enemigas.
Por otro lado, protestar no es rebelarse. Muchos pasan la vida entera quejándose sin abandonar el grupo, incluso desobedecen, son refractarios y difíciles, pero en realidad no son rebeldes porque no desafían la estructura de la colectividad, ni su funcionamiento, tampoco cuestionan sus valores, ni sus premisas. A la docilidad le falta creatividad. El conformismo es un síntoma que suele acompañarse de rigidez, sexismo, moralismo y agresividad. En el grupo siempre hay desacuerdo, búsqueda de poder, rivalidad, tráfico de influencias, así sea pequeño. No hay poder pequeño. Estas vicisitudes determinan el crecimiento, la evolución y la estructura de la comunidad, sea reaccionaria o revolucionaria.
Y en el caso del psicoanálisis de grupo, es terapéutica la experiencia de interpretar la respuesta cuando una facción se revela. Es fértil el trabajo sobre cómo reacciona el grupo ante el conflicto, y cómo lo resuelve. Se requiere libertad de pensamiento y de expresión para que haya progreso y desarrollo, la rebelión implica autenticidad. A menudo se trata de una estrategia de una minoría, un último recurso. Un juicio que depende de la receptividad de los demás y de la influencia del rebelde, pues se sienten sometidos por los principios de la comunidad. Además están seguros de que sus premisas son irreconciliables, moralmente absolutas, y no están abiertas a discusión, ni a negociación, mucho menos aceptarían descartarlas. Su protesta es legítima. No hay otro camino, pues siempre hay tensión entre la sumisión adaptativa y la identidad individual, así que la estabilidad del grupo depende de los valores de la comunidad y del líder. La rebelión intenta movilizar en otras direcciones, es una estrategia de acción social para modificar la situación actual. Es inevitable. Y no siempre se resuelve el desencuentro, a veces la rebelión tiene éxito rompiendo el grupo. Esto no es negativo, abre la puerta a la discusión y al cambio.
Existen varias maneras de rebelarse. Primero, el desafío, la presión contra el proceso y el contenido del grupo terapéutico, un signo favorable de confianza y seguridad que comunica progreso, una señal de necesidad de atención y de diálogo, que puede ser amigable u hostil, abierta o sutil. En segundo lugar, hay una tendencia a la secesión y a exiliar al rebelde. Fragmentar el grupo es una necesidad inconsciente que al lograrla los hace sentir culpables. Es el resultado de una ruptura en la comunicación, una solución frecuente aun cuando extrema. Pero también puede ser un signo de madurez del grupo terapéutico, pues el individuo ya no comparte los ideales de la colectividad, y la comunidad hace el duelo aceptando que se va, y que llegará alguien más. En tercer lugar existe la anarquía. Todo el mundo se resiste a pensar sobre lo doloroso, para eso sirven los mecanismos de defensa, y los conflictos se proyectan en lugar de reflexionarlos y aceptarlos, entonces se crean, también inconscientemente, confusiones, malos entendidos, desordenes, todo con tal de no pensar. Entonces el anarquista condena, repudia y desafía al grupo terapéutico, y hasta puede llegar a destruirlo. En cuarto lugar, la revolución. En este caso la facción rebelde domina al grupo terapéutico iniciando una nueva era para la colectividad. Las rebeliones no siempre son crudas, inmediatas ni evidentes, tampoco surgen de un solo evento, ni son dramáticas. De todos modos, esta posibilidad origina defensas paranoides aun cuando no siempre implica destrucción. De las revoluciones también aparecen elementos constructivos.
Pero el psicoanalista también se rebela. Es quien genera la sensación de cohesión, continuidad y regularidad, pero también es el instrumento del cambio. De modo que su función es asumir todos los papeles de la rebelión: desafía, instiga, es anarquista, exilia y es revolucionario, según sea el momento del proceso. Lo constructivo es que el grupo florezca o se desintegre, nunca que se indiferencie. Poner las cosas en palabras es el mayor acto de rebelión, pues conmueve al grupo con interpretaciones que lo sacan del sentimiento grupal regresivo. Intervenciones que impulsan a la madurez.
Sin embargo, el psicoanalista no es un oráculo. El psicoanálisis de grupo es un diálogo honesto y humilde con la colectividad, una manifestación de empatía. Muchos psicoanalistas han estudiado la dinámica del grupo con fines terapéuticos: a veces su eficacia depende del efecto catártico de la confesión pública, sí, pero, sobre todo, de la experiencia de descubrir factores inconscientes que condicionan un buen espíritu de grupo. En estas sesiones el problema es colectivo, emerge de la relación con el grupo y el psicoanalista. Se abren espacios para discutir las implicaciones de los conflictos emocionales: el paciente siempre está centrado en sí mismo, y se resistente a la cooperación, pero, por otro lado, casi nunca está en un ambiente en el que todos están en igualdad de condiciones; además no quiere tratarse, y cuando la desesperación lo lleva a hacerlo, tampoco está del todo convencido de querer hacerlo.
La conjetura de la etología es que existe una base biológica para el comportamiento gregario. Formar comunidades bajo la égida y la tutela de un líder elegido por su fuerza, habilidad y desempeño sexual es lo habitual entre los mamíferos. El hombre cuenta con el lenguaje y la metáfora, con la tecnología y la posibilidad de elucubrar sobre el pasado y el futuro, con la cultura que interpreta la comunidad y el ambiente. Además la posibilidad de simbolizar y la relación consciente inconsciente aportan el aspecto inefable de las experiencias de dominación y sumisión, de atracción y repudio, en el contexto de la necesidad de un líder, fuerte y empático. Sin él una sensación de caos inminente se adueña del grupo desorganizándolo. La vida comunitaria parte de reacciones emocionales basadas en experiencias infantiles favorables y desfavorables. De modo que la relación entre el líder y el grupo es compleja: implica alianzas, requiere confianza en que la colectividad perdurará, en especial, la disponibilidad de los recursos, además regula el ambiente social para que siga estable en caso de un relevo en el mando. El grupo no se aísla del líder, por el contrario, juntos conforman una unidad indivisible. A la vez que el líder es capaz de ver el grupo desde la distancia, en una suerte de identificación parcial, una integración peculiar del narcisismo y el colectivismo, logra darle otros matices e implicaciones a la vida social. Está dotado de rasgos de personalidad que le permiten mantener el contacto con la realidad a la vez que conserva un cierto potencial paranoide que lo hace reconocer amenazas. Además su narcisismo le alimenta la idea de que en efecto está capacitado para liderar, sabe algo que los demás no.
El líder efectivo tolera las regresiones colectivas. Maneja la agresión y la competencia desde el interior del grupo reorientándolas hacia la exploración colectiva de estas emociones y conductas. Su carisma se apoya en la capacidad visionaria y de motivación. Si tiene un estilo tiránico o, por el contrario, uno democrático, también cuenta: el autoritarismo es deseable si se requieren resultados rápidos, pero si lo primordial es la estabilidad del grupo, son preferibles lo estilos participativos y democráticos. Los valores y las motivaciones del grupo también importan para establecer la conexión entre el líder y la cultura y el desempeño colectivo. Pero también su capacidad para manejar situaciones complejas. Se trata de talentos y competencias, estilos del líder ejecutivo y exitoso que explican cómo algunos son capaces de lograr el apoyo colectivo más allá de su habilidad de estructurar tareas, resolver conflictos, tener consideración y capacidad para inspirar respuestas afectivas. Un factor X al que se atribuye que el líder es capaz de canalizar la regresión destructiva de la colectividad transformándola en una experiencia que fortalece. Hay líderes que personifican la sed de espiritualidad, por ejemplo, pero también los hay que se hacen cargo de ideas vindicativas, racistas, imperialistas y mesiánicas. Hay fantasías inconscientes en el grupo que determinan el estilo del liderazgo, que son mucho más complejas que la personalidad del líder y sus resultados. En todo caso, la persona expresa sus aspectos neuróticos, psicóticos y psicopáticos en la colectividad, como Juan. La gente se vincula al grupo con su mentalidad, el grupo no la causa, lo acoge abriendo un espacio para que la gratifique, lo constructivo y la agresión afloran independientemente de las condiciones socioeconómicas, académicas y culturales. La vida en el seno del grupo nunca es apacible, siempre hay algún iconoclasta, la tensión entre el individuo y la colectividad es continua.
La función de la comunidad de trabajo es clara. Su estructura y liderazgo, adecuadas para evitar que se desarticule. La identificación es el vehículo de la fantasía regresiva dominante en el grupo, lo moviliza, al igual que a su líder. Que solo puede guiar cuando tiene libertad de articular esos contenidos inconscientes de manera implícita o explícita, y dirige al grupo ya sea de manera constructiva o explotarlo. El líder lleva a la cooperación expresando las ideas y fantasías del grupo, pero también puede manipularlas para beneficio propio y de su círculo íntimo. El uso que hace el líder de las fantasías dominantes en el grupo puede darse a nivel inconsciente, intuitivo, pero también puede ser consciente, premeditado.
El grupo tiene un objetivo común, sea la patria, revelarse en contra del establecimiento, encontrar a dios, derrotar al enemigo en el campo de batalla o al adversario en el campo de juego, y en el caso de los grupos terapéuticos, la meta es tratar la neurosis. Objetivos que se alcanzan con la guía del líder. En todo caso, se trata de una persona que por su experiencia conoce sus limitaciones, respeta la integridad del grupo, no busca simpatías, ni hostilidades, ocupa una posición de responsabilidad en momentos de decisiones definitivas; es alguien que ostenta autoridad cuando los demás no saben qué hacer, es digno de su investidura, vive en estrecha relación con sus camaradas; y en el caso del grupo terapéutico sabe que su tarea consiste en producir gente que se respeta a sí misma, personas adaptadas a la comunidad asumiendo sus responsabilidades, libres de sentimientos de culpa que entorpezcan su eficacia. Las amenazas para el grupo de trabajo son variadísimas. El gran enemigo es la incapacidad para funcionar de manera fértil. La fuerza que se opone al rendimiento, a lo constructivo, al progreso, un problema colectivo que debe trabajarse para superar las resistencias, y ocuparse de ello es el objetivo terapéutico del psicoanálisis de grupo. Del mismo modo en que para el psicoanálisis individual es imprescindible un límite que desarrolle la capacidad para pensar y reflexionar, y así como el niño construye su percepción del mundo a partir de la experiencia de proyectar ansiedades en la madre, quien las contiene y se las devuelve atenuadas como ideas, en el grupo terapéutico también se hace consciente la diferencia entre el sujeto y los demás, se desarrolla la capacidad para afrontar adversidades para tolerar la vida. La agresividad, las relaciones con los demás y la impotencia para actuar, pasan de la teoría a la práctica. En la medida en que la persona va en uno o en otro sentido dentro del campo de observación del grupo terapéutico hay cambios al elaborar conflictos inconscientes. Al hablar de las cosas que emergen, de su marco de referencia, consideraran las actividades como si fueran observadores externos promoviendo los descubrimientos de los contenidos inconscientes al interior del grupo terapéutico. Juzgan la sinceridad de la motivación de la colectividad. Unos colaboran, otros no. Y surgen elementos terapéuticos al trabajar juntos. Nace el pensamiento de la discusión. Se enfrentan varios tópicos: cómo la gente va y viene del grupo, cómo se adaptan y cómo se despiden; cómo afectan las diferencias afuera del grupo, cómo las asimetrías generan inconformidades y agrados. Se requiere que el psicoanalista sea intuitivo, las dificultades giran alrededor de anteponer el bien colectivo al individual, así el paciente puede ser libre y espontáneo según sus conflictos.
En suma, el buen espíritu de grupo es tan difícil de definir, como la noción de salud mental. Es un propósito común. Pero también es reconocer los límites de la colectividad, su posición y función. Además tiene la capacidad de recibir y de despedir miembros sin temor a desintegrarse, es flexible, y cuando hay subgrupos no tienen fronteras rígidas. No es excluyente. Tampoco está centrado en un individuo ya que el valor de cada uno se reconoce como colectivo. Aprecia al individuo y su contribución, todos tienen libertad. Cualquiera es capaz de discrepar y de resolverlo sin amenazar al grupo. Y esta es la meta del grupo terapéutico, y, en general, de los grupos de trabajo eficaces, como empresas, ciudades y, por qué no, países.

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Todo el mundo sabe que las encuestas no describen la realidad con exactitud, pero sí ofrecen una descripción interesante de lo que sucede, por así decirlo, se aproximan a la fantasía dominante de los colombianos. Según la “Encuesta Gallup: Proceso de Paz” (2013) -que se aplicó a 1,200 personas con un intervalo de confianza del 3%-, la mayoría de los entrevistados creen que las Fuerzas Armadas de Colombia podrían derrotar militarmente a la guerrilla, que insistir en los diálogos de paz hasta lograr un acuerdo es la mejor opción para solucionar el problema de la guerrilla, ven con buenos ojos que el gobierno haya iniciado negociaciones con las Farc y serían partidarios de iniciar negociaciones semejantes con el ELN. Pero también la mayoría no cree que en esta oportunidad se llegue a un acuerdo que ponga fin al conflicto armado con las Farc, no están de acuerdo con que los miembros de esa guerrilla, una vez hayan dejado las armas, puedan participar en política sin tener que pagar cárcel, ni piensan que una vez firmado el acuerdo con ellos dejará de existir la violencia de origen ideológico en nuestro país; tampoco confían en que se distribuirá mejor la riqueza en el campo, que las Farc ayudará a combatir el narcotráfico, ni harán grandes esfuerzos para reparar a las víctimas. Por último, solo una minoría cree que la guerrilla colombiana podría llegar algún día a tomarse el poder por la fuerza. Así que, podemos concluir, los entrevistados en esta oportunidad son predominantemente optimistas moderados con el proceso de paz en La Habana. Una posición razonable, a mi manera de ver las cosas.
La carátula de la revista Semana del 21 de octubre de 2013 estaba decorada con una paloma blanca, símbolo tradicional de la paz en Colombia, en esta ocasión estaba medio congelada. Y debajo de ella podía leerse el dilema de sabor shakesperiano: “Congelar o no Congelar”, del que podía inferirse el pensamiento del país político. En el artículo central estaba consignado que el presidente Juan Manuel Santos preguntó a los parlamentarios de la U, en un desayuno, qué creían debía hacer con las negociaciones de paz luego de un año de discusiones. Muchos coincidieron en que era optimista suponer que estas conversaciones tomarían meses, en lugar de años. A procesos como este hay que tenerles paciencia, en especial cuando patinan. Además, para complicar las cosas todavía más, estos diálogos coincidirán con elecciones y reelección presidencial. Así que el proceso de paz podría desvertebrarse porque hay tensiones entre el santismo en pro de los diálogos de paz, y el uribismo, en contra de esa metodología. 
Aun cuando todo sugiere que la mayoría de los colombianos cree que lo mejor es buscar una solución negociada al conflicto, y que sería equivocado y prematuro suspenderlo, el proceso cada día pierde más adeptos por la falta de resultados. Los adversarios del gobierno se fortalecen, y se debilitan sus defensores. Situación adversa a las aspiraciones reeleccionistas del santismo.
Pero romperlo tendría efectos colaterales. Si el gobierno acaba con los diálogos unilateralmente y sin argumentos incontrovertibles se espera que se afecten las relaciones con Venezuela y otros gobiernos de la izquierda latinoamericana. Aun cuando, de todos modos, que el presidente le haya dado a las Farc la oportunidad de una salida política a fuera del país sin despejar territorio con una agenda concreta para ponerle fin al conflicto, es un discurso político hábil que le da margen de maniobra para defenderse de los críticos.
La otra alternativa es desconectar los diálogos de las elecciones. El presidente ha mencionado esta alternativa, y a las Farc les parece bien, en principio, pues les quita presión. También se ha sugerido una pausa con cese unilateral de las hostilidades de las Farc. Incluso algunos más propusieron un cese bilateral con un acuerdo político por la paz y compromisos específicos en relación con los desaparecidos, los muertos en cautiverio y las minas antipersonal. Pero negociar mientras el gobierno mantiene sus ofensivas militares es fundamental para que el proceso de paz avance. Si no se concreta en relación con la participación política, discutida desde hace cuatro meses, no tiene sentido dejar las hostilidades. Además una pausa en este momento sería interpretada por el uribismo como una aceptación del fracaso del gobierno. Por otro lado, el proceso de paz quedaría sujeto a las elecciones, se convertirían en una suerte de plebiscito sobre si retomar o no los diálogos. Adicionalmente quedaría en vilo la retoma de las conversaciones en el porvenir, en especial si a la bancada uribista le va bien en las elecciones. Además, en este escenario, no sería dable dejar a los guerrilleros de las Farc en Cuba mientras se retoman los diálogos. Para que el proceso de paz quede protegido se necesitaría avanzar. Pero en los temas relacionados con el desarrollo rural y la participación política la percepción pública es que el gobierno hace concesiones, mientras esperan las decisiones de las Farc en materia víctimas, dejación de las armas y narcotráfico. Temas que los negociadores no han aceptado.
Seguir adelante parecería ser la mejor alternativa, por ahora, al menos hasta lograr resultados irreversibles, o que se rompa si no avanza. Todo depende del gobierno, y de su capacidad para moderar el hambre electoral, por un lado, y de las Farc, por el otro, que insiste en propuestas afuera de la agenda pactada demorando el acuerdo. Interrumpir el proceso de paz antes de fin de año se considera prematuro, claro, pero necesita defenderse por sí solo, requiere resultados.
Solo quedan las últimas tres rondas de conversaciones de las diez que se pactaron. Y la guerrilla debe aceptar que el uribismo es una posibilidad política real en contra de la solución negociada del conflicto, que se beneficia del sentimiento de futilidad que dejan los diálogos de paz. Además, si se sobreponen las elecciones al proceso todos los bandos manipularán las negociaciones para fines electorales. De modo que a las Farc y al santismo les conviene la reelección. Hay que esperar a ver qué es capaz de producir el proceso en sí, pero sea cual sea el estado de los diálogos, la paz será un tema en las elecciones. En todo caso en Colombia hay elecciones cada 2 años, así que es imposible pretender separar la política del proceso de paz para ponerle fin a una guerra de medio siglo de evolución. Anotaciones que dejan un mal sabor puesto que hacen pensar que la paz colombiana es un asunto más de los políticos y sus conveniencias, que un tema comunitario.
Luego, a la semana siguiente, el 7 de noviembre, pasó por el país una oleada de desánimo al ver las fotos de los negociadores de las Farc disfrutando de un paseo en lancha por el Caribe cubano. Después regresó el optimismo cuando el gobierno anunció que por fin se había logrado un acuerdo en lo concerniente al punto de la participación política. Aun cuando el Procurador se preguntó qué había de nuevo, si Colombia es una democracia en la que todo ciudadano que no tenga cuentas pendientes con la justicia puede aspirar a cargos públicos.
Y el siguiente número de la revista Semana, el que apareció el 11 de noviembre de 2013, llevando en la carátula el símbolo de la justicia, con el título: “Corrupción en la Justicia. Los Últimos Escándalos Demuestran que es Inaplazable una Reforma en el Poder Judicial”. En el artículo central, en alguna parte, el autor se pregunta: “¿Por qué se llegó tan lejos? ¿En qué momento se jodió la justicia?”. Pésimas noticias que llevan a una mayor desilusión y desconfianza de la comunidad en sus instituciones, porque aluden a las dificultades enormes para defenderse de las fuerzas disociadoras provenientes del interior de la colectividad. Además, si a eso se le suma que Nicaragua recientemente tomó posesión de un pedazo enorme del Caribe colombiano, que un avión ruso sobrevoló el espacio aéreo nacional de manera ilegítima y que un buque de la armada gringa también pasó sin permiso por nuestros mares territoriales, queda en duda la capacidad de nuestro país de proteger la soberanía. Entonces también hay desconfianza en su capacidad de contrarrestar fuerzas disociadoras provenientes del exterior.
Pero, a pesar de todo, amamos a nuestra patria indefensa, es la única que tenemos. Ser colombiano implica cierto estoicismo. Y tal vez por suceden cosas como que tantos hinchas se identifican todavía con el Santa Fe, el equipo de fútbol bogotano que no lograba títulos en la liga colombiana desde hacía 37 años, por ejemplo.
Sería muy interesante explorar psicoanalíticamente cómo funciona la mecánica inconsciente en el seno de las Farc. En especial si tenemos en cuenta que es un grupo cohesionado y estable y activo desde hace 50 años. Un protocolo de investigación que enseñaría sobre la guerra en Colombia, sobre nuevas maneras de comunicarse, cómo puede aligerarse el camino hacia una coexistencia más pacífica. Si bien el psicoanálisis ha tenido tradicionalmente un prestigio elitista, también es cierto que se ha usado con éxito en pedagogía y en temas sociales. Al terminar la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, muchos trabajos se emprendieron con la finalidad de conocer más sobre lo sucedido, con el objetivo de cicatrizar las heridas colectivas que dejó el Holocausto Nazi. También entre los sobrevivientes de la guerra de Kosovo se hicieron trabajos de investigación sobre el efecto de las experiencias intensamente traumáticas en la mente de los niños, esto desde el punto de vista de la neurociencia y del psicoanálisis.  Y luego, con los eventos del 11 de Septiembre en Nueva York sucedió algo semejante. Las sociedades psicoanalíticas de la región crearon sistemas de apoyo abiertos a la comunidad para contribuir en el manejo de terror que dejó ese evento nefasto. Enseñanzas dolorosísimas aportan conocimiento.
Hace unos 2,500 años Tucídides (404 AC) ya había planteado la idea de que la historia es un género literario, una narrativa que depende del punto de vista del autor, no es base para predecir el futuro, ni para prevenir acontecimientos, lo que busca es comparar situaciones para entenderlas. Esta sigue siendo la perspectiva dominante entre los historiógrafos de la actualidad (Iggers 1997). Además la historia es una manera de difundir valores y cultura, no es una ciencia. Y en el caso del terrorismo, quién gana la guerra escribe la historia consagrándose como héroe para la posteridad. Pero no todas las épicas son memorables. En todo caso, la historia parece indicar que la paz es una quimera. Aun cuando no es un círculo vicioso, da la impresión de que en el ser humano hay una tendencia a regresar a la violencia, como si estuviera poseído de una compulsión a la repetición, como decía Freud, un eterno retorno, como lo llamó Federico Nietzsche. Y en el siglo XXI la situación no ha cambiado, la paz no parece alcanzable para el ser humano.
De modo que hay necesidad de moderar las aspiraciones: se busca convivir sin que los grupos irregulares lleguen a tener tanto poder como para hacer tambalear las instituciones. La agresividad hace parte de la condición humana. Lo destructivo es instintivo, hace parte de la naturaleza. Sin embargo, es posible integrar lo tanático a lo erótico, como tratan de enseñarles los padres a sus hijos, como busca Juan en el proceso psicoanalítico que ha iniciado. Así el ser humano ha poblado la Tierra con éxito, y sigue creciendo el número de habitantes, mientras que nunca había tenido mayor capacidad destructiva, y el progreso y la tecnología le han permitido conocer y adaptarse a los ecosistemas del planeta. Todo parece indicar que la guerra y la paz son aspectos de la vida de todos, de modo que, parafraseando a Tolstoi, la pregunta sería: “¿qué puedo hacer desde mi aldea para ayudar al mundo?”.
Y a manera de ilustración, para subrayar que la violencia es universal y perene, consideremos la semántica de los sustantivos ‘sicario’, ‘asesino’ y ‘terrorismo’. Según Fernando Socca y otros lingüistas, los Sicarii, origen de ‘sicario’, fueron un grupo de resistencia que se oponía al dominio del Imperio Romano, lo cual incluía los habitantes de los territorios ocupados que colaboraban con ellos, en particular los judíos. Los Sicarii empleaban la violencia para intimidar a la población con una finalidad ideológica, lo cual los diferenciaba de los criminales comunes y corrientes. Posteriormente, cerca del año 1090, una rama musulmana, la Nueva Doctrina o Fedayeen, fue desplazada desde Egipto a raíz de las luchas intestinas por la sucesión de la dinastía Fatimide, ellos conformaron grupos armados que llegaron hasta Irán, Iraq, Siria y Líbano. Entonces persiguieron a sus opositores como infieles, mientras se defendieron hasta con ataques suicidas. Pues resulta que un musulmán integrista dirigía en Siria una pequeña banda de Fedayeen que ejecutaba aterradoras masacres y estimulaba la crueldad de sus hombres invitándolos a consumir hachís, en árabe, hassís. Así se volvían más despiadados. Entonces los llamaron hassasí, o consumidores de hachís. Término que se generalizó para designar a todos los homicidas sin tener en cuenta sus motivaciones. Aun cuando las actividades de los hassasí perduraron solo hasta que los exterminaron los mongoles luego de su invasión, los cruzados trajeron el vocablo ‘asesino’ a Occidente. Apareció por primera vez en el español en 1300; y así mismo llegó al francés y al inglés como assassin, así como al italiano y al portugués¸ assassino.
Por otra parte, el vocablo ‘terrorismo’ apareció después de la Revolución Francesa para describir las acciones de los Jacobinos durante el Régimen del Terror entre 1793 y 1794, cuando ejecutaron en la guillotina aristócratas, clérigos y personas de clase media, pero sobretodo, artesanos y campesinos. Murieron muchos. Este sustantivo originalmente provino de la raíz indoeuropea tres-, que significa temblar, de donde surgió terrere en latín que quiere decir atemorizar. De allí nacieron palabras como ‘terrible’ y ‘terror’. Hoy se considera terrorista sinónimo de: separatista, liberador, extremista, revolucionario, militante, paramilitar, guerrillero y rebelde.
Un acto criminal en todo el mundo, se trata gente que causa la muerte de civiles mediante el uso ilegal de la violencia para intimidar coaccionando sociedades en busca de objetivos variados. Ataques dirigidos contra la población no combatiente en busca, sobretodo, de impacto psicológico. Los atacantes se esconden mezclándose con las víctimas para despistar las autoridades y crear mayor impacto, una sensación de vulnerabilidad, de inseguridad general. Una estrategia de coacción empleada por la izquierda y la derecha, y hasta por los estados. Con el progreso de las comunicaciones y el transporte, los explosivos y las armas de fuego durante los siglos XIX y XX, el terrorismo tuvo un nuevo aire. Los ejemplos son innumerables y se distribuyen en todos los continentes, no hay un lugar a salvo de él. Y a través del cubrimiento de los medios masivos de comunicación se difunden todavía más los métodos inhumanos de estos grupos.
Las Farc apareció luego del derrocamiento del general Gustavo Rojas Pinilla a partir de grupos de autodefensas establecidas en la época de la Violencia en la región del Alto Magdalena. Operaron inicialmente al sur de la cordillera oriental, donde protegieron los terrenos privados de invasores. Luego el gobierno del presidente John F Kennedy promovió grupos paramilitares mediante la Operación de Seguridad Latinoamericana que trataba de controlar la influencia soviética en la región, respaldando acciones de contrainsurgencia y la formación de una red de inteligencia. Se instalaron en especial al sur del departamento del Tolima para erradicar liberales radicales y autodefensas ubicadas en Marquetalia. Todo esto bajo la dirección del General Alberto Ruiz Novoa, comandante del ejército, ministro de defensa y un veterano de la guerra de Corea que siguió recomendaciones de expertos militares norteamericanos bajo el mando del general William Yarborough. El intento fracasó. No lograron expulsar la insurgencia de la zona, muchos escaparon y se unieron a las Farc. Aun cuando en alguna época fue el brazo armado del Partido Comunista, se dedicó a secuestrar, matar, robar, extorsionar, al abigeato y al narcotráfico para buscar financiación. Una lucha asimétrica, que no puede llamarse guerra, porque se da contra un ejército ilegítimo, con motivaciones que incluyen conflictos personales, confrontaciones por la propiedad de la tierra y los recursos, rebelión contra el gobierno y la miseria de la región (Bushnell 1993).
Hoy la actividad terrorista de las Farc se ha recrudecido. Las víctimas aumentan en la otra Colombia, donde la guerra es la cotidianidad. Durante la primera quincena de octubre de 2013 hubo 25 atentados en nueve departamentos. Me parece razonable recordarlos, así sean sucesos que no tiene la intensidad suficiente como para figurar en las noticias televisivas, y los expertos los consideren eventos típicos del pulso entre las partes que negocian en medio de las hostilidades. La Fundación Ideas para la Paz, que observa el proceder de las Farc desde la década de 1990, clasifica sus acciones en tres categorías: de alto esfuerzo militar, como ataques a poblaciones y a bases militares, de mediano esfuerzo, como hostigamientos y emboscadas, y las de bajo esfuerzo, como la detonación de explosivos, acciones fáciles de ejecutar y difíciles de contrarrestar. Las acciones de alto esfuerzo militar casi han desaparecido, predominan las de poco esfuerzo, el año pasado fueron el 60% de todas sus acciones, y casi el 40% fueron de esfuerzo medio. Actividades que se han concentrado en la periferia del país, lejos de las ciudades grandes e intermedias. Tumaco y cuatro municipios aledaños estaban sin luz a causa de la destrucción de varias torres de energía, así como Matanzas, Antioquia y El Paujil, Caquetá, entre otros municipios a donde destruyeron las subestaciones eléctricas; los oleoductos de Putumayo, Arauca y Norte de Santander fueron dinamitados varias veces, al igual que el gaseoducto binacional de la Guajira; el tráfico fluvial en buena parte del Atrato chocoano estuvo paralizado por amenazas de un paro armado y se interrumpió el tráfico terrestre de Quibdó a Medellín y a Pereira; adicionalmente hubo hostigamientos contra la estación rural de Policía en Tibú, Norte de Santander, así como en Las Mercedes y en Sardinata, a donde dejaron a una profesora herida, así mismo sucedió en Murindó, Chocó, y en Fortul, además en repetidas ocasiones atacaron en Bellavista y en Bojayá, Chocó, donde utilizaron granadas; y, por otra parte, murieron 4 soldados en Arauquita, 2 civiles y 1 policía resultaron heridos en San Andrés de Cuerquia, Antioquia, mientras que en Solano, Caquetá, murió el comandante de la estación y 2 policías acribillados en un restaurante; también se descarrilaron 43 vagones del tren del Cerrejón a causa de un atentado, mientras que en la vía Quibdó Istmina incendiaron dos vehículos y un bus, así como en la vía de San Juan de Arama, Meta, y atacaron a tiros a otro en Valdivia, Antioquia, además en la pista de Vigía del Fuerte, Antioquia, quemaron una avioneta en la pista, y atravesaron un camión en la vía bloqueando la troncal de Medellín a la Costa; así mismo un carro bomba estalló en la carrera Panamericana cerca a Santander de Quilichao en Cauca, dejando nueve heridos y varias viviendas en ruinas mientras en Arauca bloquearon dos vías, robaron maquinaria petrolera y explotó un artefacto que mató a 1 policía e hirió a otros 2, fuera de eso, un niño de 13 años falleció al pisar un artefacto explosivo. Mientras tanto, el presidente anunció la formación de un comando conjunto: 2 nuevas fuerzas de tarea y 2 batallones de fuerzas especiales dirigidos contra la actividad de los bloques Oriental y Sur de las Farc.

Referencias

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VII SEMINARIO INTERNACIONAL ANTONIO GRAMSCI

DEMOCRACIA, GUERRA Y NUEVA REPÚBLICA, 1512-2012.

GRUPO DE INVESTIGACIÓN PRESIDENCIALISMO Y PARTICIPACIÓN.

UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA

Carlos Bohrt; Sandro Mezzadra, Justo Soto, Francisco Hidalgo, Miguel Angel Herrera