30 de abril de 2014

En breve

ATLETIC  Y CHELSEA. LO MISMO PERO DIFERENTE.

                                                            Si el partido es como lo pintó el primer tiempo, entonces la final de la Champions será, por la primera vez, resuelta por dos equipos madrileños. El inicio de esta fiesta tuvo dos personajes, el niño Torres, que se parece por lo espigado y serio a Cristiano, y el otro, que puede ser el coautor de la victoria, es Adrián.

Mourihno y el Cholo, la escuela portuguesa,  y la rioplantense pasada por el agua europea, sin embargo, en algo se parecen. Son una suerte de fútbol total, donde el laboratorio y el estado físico son argumentos compartidos.  Pero, los riflazos con pelota quieta es mortal.

Eto´o, acaba de cometer una falta contra Diego Costa, parece que pondrá números definitivos al encuentro. El que pateó fue Costa, y dejó frío al estadio londinense. La bruma cubre la altiva mirada de Mourihno.


Los Colchoneros de los dos Diego

Los colchoneros empiezan a caminar por la alfombra verde, y a preparar la que será una final de ensueño. Un premio para la Madrid que se levantó, después de ser subyugada y masacrada durante la guerra civil que entronizó al dictador Francisco Franco.

En la república futbolera, con otro tipo de internacionalismo, los indignados madrileños bailarán hoy pero no alrededor de la fuente de Cibeles protegida de antemano para evitar los desmanes de ayer y los de hoy.

Dos Diego, Simeone, que recuerda otra leyenda del futbol argentina, y Costa, que subió a a dos la cuenta, puso la "tapa" en esta noche de espanto. Y Arda Turán le clavó el tercero, sin "agüero". Es el derrumbe del portugués, y el ascenso de un director que ha hecho una carrera de vértigo; y que celebra ante la tribuna como el pibe de mi barrio.

Ahora nos toca vernos en Portugal, en Lisboa, la tierra que coronó a Saramago, Pessoa y Eça de Queiroz, para que el dolor sea mayor. Y no es fácil pronosticar quién ganará, si el Real o el Atletic. Es posible que nuestro Falcao quien no podrá jugar el mundial, reciba el premio de ver ganar a un cuadro que lo quiere entrañablemente.

Hoy la fiesta no será en la plaza Neptuno, tampoco en las Cibeles, sino una que queda a mitad de camino, la de Apolo. Los de abajo celebran hoy, y la república vuelve a palpitar en medio de una monarquía que se desmorona, y un Partido Popular que reparte la crisis de arriba mezquinamente con los de abajo. Política y fútbol se tocan. 

29 de abril de 2014

EL PARO AGRARIO

¿EL PUPITRAZO A "PUPITRAZO"?

miguel angel herrera zgaib
profesor asociado, ciencia política, unal, bogotá
grupo presidencialismo y participación, Unijus/Colciencias (sin clasificación)

No pocos se preguntan desde ayer, con razón, qué distingue al movimiento agrario de las dignidades, donde César Pachón es líder conocido, y el llamado MIA, animador de la Cumbre Agraria, celebrada a comienzos de este año 2014, y sobre la cual se ha pronunciado, entre otras personalidades, Piedad Córdoba, la senadora defenestrada.

Es sabido que los animadores y las bases de la Cumbre agraria no están involucradas en el paro actual, y que anuncian dicha medida para el 5 de mayo, una vez se surtan las asambleas de las comunidades campesinas y mineras que son partícipes de esa estructura organizativa y de lucha.

 ¿Por qué no hay acuerdos de acción conjunta?

                                    Al interior de las Dignidades, en noviembre diciembre se efectúo un desprendimiento, que se ha hecho vocero con el apoyo del ministerio del interior de un organismo llamado Integración Agraria Nacional, en cuyo nombre se expresa el agrónomo de Palmira, Roberto Correa, quien fuera concejal en reemplazo de Jorge Child, a raíz de su fallecimiento.

El nuevo grupo no está con el paro, y lo descalifica por político y electorero, y pretexta la defensa, por sobre todo de los intereses gremiales del campesinado. De otra parte, esta el MIA, que tiene fuerte arraigo en la zona del Catatumbo, donde, entre otras, está en dsputa desde hace dos años el reconocimiento de una zona de reserva campesina.

Por diversas que sean las dinamicas, y paralelas sus luchas, no hay razones valederas para que no haya acciones transversales en favor de la democratización del campo colombiano, y para redefinir públicamente los destinos de la riqueza nacional, y en particular la plusvalía que resulta de la explotación del trabajo y la expoliación de los recursos naturales de Colombia.

El caso y el sujeto universitario

Al interior de la acción político-gremial la Nacho tiene tres expresiones organizativas con representación, la FEU, ACEU  y OCE, que tienen, al parecer diversas visiones y preferencias con respecto a los actores político-gremiales que se expresan en las luchas campesinas y agro-mineras.

Lo dicho tiene que ver, en parte con lo ya ocurrido ayer, 28 de abril, y lo que pasará hoy 29, y de aquí hasta el 1 y el 5 de mayo. En las vecindades de la disputa de un proceso electoral descolorido, donde la izquierda y la democracia separados llevan, por lo pronto la peor parte, enfrentados a la reelección, Zuluaga y Ramírez, si sumamos preferencias pre-electorales.

La acción del pupitrazo, propuesta para hoy refleja tal quehacer que rehuye la consideración de los rivales, y la disposición para un quehacer conjunto. Dos organizaciones, FEU ACEU, quienes ganaron el primer lugar en la representación estudiantil de la sede, invitan a los estudiantes, allegándose la vocería, sin consultar a quienes obtuvieron la segunda posición, la OCE.

¿Por qué?.

Que se pierde con consultar previamente, unos y otros, antes de actuar. ¿Por qué se invita a participar, en lo que el liderazgo, la cúpula organizativa, en lugar de hacerlo con todo el estudiantado, en primer lugar, y luego con el resto de la comunidad universitaria que va a ser afectado, positiva y/o negativamente.

Por qué el escozor democrático en relación con nuestros procederes, que si tienen que ver con causas justas, y lo son, no tienen por qué ser afectados, negados por una aplicación del procedimiento democrático que no excluye ni presupone.

Esta vez, y ayer tampoco ocurrió así. No se puede confrontar a los procederes antidemocráticos, autoritarios de la directivas, y de las instituciones nacionales con las mismas armas y argumentos, a riesgos de perder táctica y estratégicamente en estas luchas fundamentales, que tocan con la realización de la igualdad real y efectiva como imperativo dispuesto en la parte progresiva y democrática de la Constitución de 1991, su artículo 13, que conviene leer y releer por estos días.

28 de abril de 2014

EL PARO AGRARIO  Y LAS UNIVERSIDADES.
Lecciones  y  elecciones

MIGUEL ANGEL HERRERA ZGAIB


Una experiencia deliberativa
                                               Hoy a las  8 am., cuando estábamos en la primera clase del día, con los jóvenes de primer semestre, tratando el tema del poder constituyente y la multitud, se escuchaban unas explosiones, y luego vino el repique dos veces de la sirena de desalojo del campus, que se ha vuelto una costumbre de los dos últimos años.

Pronto se acercó el responsable de la vigilancia del edificio de la Facultad para notificarnos la orden impartida por la directiva local de la Nacho. Con los estudiantes plantee mi desacuerdo con estas órdenes de desocupar el salón de clase y la universidad, que en apariencia da resultado. Evitando que las confrontaciones con el Esmad produzcan situaciones que lamentar, que las directivas buscan precaver.

Con un grupo de estudiantes decidimos reunirnos por fuera del edificio y tratar alternativas a esta fórmula autoritaria que no encuentra  en apariencia alternativas. De lo conversado, se acordó por la reunión de veinte estudiantes elaborar un comunicado incluyendo las propuestas para socializarlas a todos los niveles.

Lecciones colectivas

Abrir un espacio de reflexión y proposición que avance en la dirección de un auto-gobierno democrático, y que más allá de la lógica de mayoría y minoría responda a justas reclamaciones que nos afectan como el paro agrario que arrancó este 28 de abril, y que en forma indirecta tocó a la puerta de la academia, encontrando respuestas diversas, siendo una, de varias posibles, el ejercicio recurrente del tropel. 

Tal fue la respuesta en las tres universidades públicas más sensibles y beligerantes, la Nacho, la Pedagógica y la Distrital. Pero, la situación del agro colombiano exige más que esa confrontación. Exige un pronunciamiento del conjunto de la comunidad universitaria para recabar el respaldo de todos.

Elecciones en común

Se trata de que haya un cumplimiento efectivo de los compromisos establecidos de manera razonable y conducente con el agro; y similares exigencias para atender a las urgencias de las universidades públicas y de la nacional en particular. Ofreciendo el espacio deliberativo de la Universidad para que se reúnan las partes, y los universitarios seamos garantes de cara a la nación de lo que se acuerde, y de lo que no se ha cumplido por el gobierno y sus instancias. 

Tales serán los preliminares de un proceso constituyente, una cátedra viva, práctica de ciudadanía con la que estamos comprometidos y de la que nos encontramos urgidos después de un medio siglo de desastres, y quehacer autoritario, dentro y fuera de la educación superior. 

22 de abril de 2014

Conversaciones fuera de la Catedral
THOMAS PYNCHON  Y GARCÍA MÁRQUEZ

Encuentro lejano y descentrado

“Cervantes es el representante del Renacimiento, de la decadencia de España, y Gabo, de la posmodernidad, de la llegada de América Latina a los horizontes globales.” Gerald Martin, conversación telefónica, en ET, 20/04, 2014, p. 2.
                                                                                Al otro lado, arriba del Atlántico, más allá del Caribe, otro escritor invisible, Thomas Ruggles Pynchon Jr., borrado de la cotidianidad por voluntad propia. Nacido en un paraje de Nueva Inglaterra, en Glen Cove, Long Island (New York), diez años después que Gabo, el 8 de mayo de 1937, ha seguido con gran cuidado y delectación su trayectoria. Es su alma gemela por una buena cantidad de años; lo sobrevive escribiendo con rabiosa lucidez sobre Estados Unidos y su circunstancia posthumana.

Ambos han estado dedicados a conmover con su carga de profundidad antimoderna la república liberal de las letras. García Márquez y Pynchon han batido con laboriosa filigrana  la pócima  que desentraña, disuelve los misterios incestuosos y asesinos de la socialidad domeñada por el capital.

Bajo la doble  impronta de la anti-modernidad y la posthumanidad, los dos reinventan la narrativa, en procura de un punto de fuga. Recuperan la sensibilidad borrada, blandiendo el sentido común de la oralidad subalterna, en sostenida rebeldía contra lo estatal existente.

Las dos trayectorias arrancan de la modernidad sembrada y cosechada, en el comercio con las letras norteamericanas. Se apropian con maestría de lo que Marshall Berman distinguió como el modernismo literario, y que incluye, entre otras obras, El Manifiesto Comunista. Los dos encuentran sus claves literarias en el  trajín con la poesía, y la contemplación y escucha inagotable del mar.

La disputa con la modernidad del sujeto individuado, antes todopoderoso, ahora fragmentado es saldada literariamente con la energía del inconsciente de los dos artistas. Madres todopoderosas son la piedra de toque, sumergidos en la tempestad de paternidades ausentes, para que sus palabras singulares no se ahoguen  en la errancia.

El rito iniciático de Thomas Pynchon se cumple  expurgando el poema libro del modernista Thomas  S. Eliot, The Waste Land, mientras Gabriel García Márquez hace lo propio, primero, a través del contacto poético anacrónico con España, con la poesía de la tardía ilustración, leída a ritmo de tranvía hasta  la catástrofe del 9 de abril de 1948, que puso fin a su peripatetismo sobre rieles en la soledad fría de la sabana de Bogotá.

El estudiante provinciano, viviendo en una pensión de tercera, escanciaba recuerdos infantiles leyendo poesía. Imaginaba, tejía mundos entre la calle 72, el barrio Chapinero, en extremo el norte, y Las Cruces, el habitáculo de la pobrería en el extremo sur. Era el espacio social de la Bogotá del medio siglo pasado.

Gabo había sido iniciado antes su lectura poética en comercio literario con un maestro libertario, en el Liceo nacional de Zipaquirá. Aquí vino a parar aquel calentano arrancado por decisión materna del Liceo Celedón, en la ardiente y húmeda Santa Marta, con sus fantasías y amores juveniles. Así está escrito en el único de tres volúmenes prometidos de sus Memorias:  Vivir para contarla.

El caribeño trasterrado, transplantado  de repente a la atmósfera gris,  envuelto en la negra rutina que interrumpía con sobresaltos la algarabía de la república liberal, convivía con el orden impuesto por  “orejones” de tercera. Ellos habían fabricado una independencia a medias, al independizarse de España.

Así las cosas, Gabo habitaba una modernidad contrahecha. En fuga existencial, pronto se hermanó, encontró un alma gemela en la obra del checo Franz Kafka.  En aquella lectura deslumbrante descubrió, desenmarañó su vocación de escritor, recuperando el sentido común, la fantasía de una resistencia preñada de religiosidad popular, donde Cervantes fue también su gran maestro. Aunque muy poco haya dicho al respecto, que se sepa.
(Continua)

20 de abril de 2014


UNA CONVERSACIÓN  IMAGINADA: PYNCHON  Y GARCÍA MARQUÉZ.

Miguel Angel Herrera  Zgaib

                                                                                En medio del caos ambiente, en el tiempo “mágico” de la semana mayor, se produjo la muerte intempestiva, por esperada, del más genial  narrador colombiano del siglo XX, Gabriel García Márquez. A quien en confianza todos llamamos, los que no lo conocemos, principalmente, Gabo.

Pero, eso sí, antes de marcharse hizo el viaje ritual a la semilla, viajó en forma triunfal, con su mujer a Aracataca/Macondo, el lugar donde todo comenzó para él, y en un cierto sentido también para la Colombia que conocemos hoy. Atravesada en el corazón por una paz mal curada, por la soledad de una guerra que acaba de cumplir cien años, y de la que casi nadie tiene memoria.

Pero  Gabo, desde entonces, era el año 2007, desapareció como autor, se descentró de este mundo al cumplir los 80 años. Los primeros en enterarse de ello fueron sus familiares, y, en primera persona, su mujer, Mercedes Raquel Barcha Pardo. Se unió a ella desde que era un adolescente, en un conjuro entre ambos, desde sus tempranos años mozos; luego que la conoció en Magangué, a punto de irse a estudiar a Zipaquirá.

Los dos pegaron de manera indeleble e imborrable el desarraigo siendo cómplices y alegres de puertas para adentrO. Así  vivieron riéndose del poder, de todo y de todos, con ironía y sarcasmo, como si ya conocieran  las claves del cuento de ser colombianos.

A ella, a Mercedes, juró fidelidad a la manera costeña, enamorando a cuantas pudo por el camino, empezando míticamente por las que llamó mis putas tristes, con quienes convivió en inquebrantable fidelidad hasta que se marchó de este mundo, en cuerpo y alma. En secreto, Gabo juró resolver el misterio propuesto por otro paria, argentino para más señas, Jorge Luis Borges, quien cualquier día, en uno  de sus cuentos memorables, al lado de una vestal escandinava, Ulrika, pronunció la siguiente sentencia: ser colombiano es un acto de fe, o algo así.

Del poder se burló hasta perder la memoria, según lo recordaba, una de sus amigos más contradictorios y enigmáticos, en un especial de televisión, Plinio Apuleyo Mendoza, en la noche del sábado de semana santa.

Un poder simbolizado en la anécdota de una llamada que le hiciera Juan Manuel Santos para su onomástico 80. Preguntado por Plinio, éste se enteró de boca del escritor que Gabriel no sabía con quien hablaba. Ya había perdido su “memoria corta”; y poco, casi nada, le importaban los nuevos "mejores amigos", quienes suelen ser los heraldos negros del poder y la soledad incoloras.


(Apartes de un ensayo "en progreso" que se publicará en la Revista Escarabeo  15. Espérela!)

19 de abril de 2014

EVITANDO UN RÉQUIEM

PACHO POSADA, BRECHT Y EL TEATRO EN COLOMBIA

Miguel Angel Herrera Zgaib

“¿Es realmente posible una lectura teórica de Brecht?”. Francisco Posada[1]
                                                                Por estos días se han hecho tímidos homenajes a Pacho Posada, un profesor e investigador de la Universidad Nacional, quien fuera decano de la que entonces se llamaba, sin pretensiones, Facultad de Humanidades, en la parte final de la década de los 60.
Francisco de formación marxista, y con la experiencia de haber viajado a Alemania, escribió sobre temas de historia, filosofía y estética principalmente; y, en particular, a propósito del marxismo, donde en la parte final de su periplo intelectual le dio especial importancia a la "escuela" de Louis Althusser, cultor de la epistemología materialista y del estructuralismo como método riguroso de entender la producción intelectual y el mundo real.

Teatro y secularismo
“Nosotros proponemos una relectura, vale decir, una ruptura con todos aquellos supuestos que han servido para fosilizar, borrar o hacer la imagen de Brecht un artículo de consumo.” Francisco Posada, Op. cit., p. 251.
                                                    Aquí y ahora me referiré a un trabajo dedicado a la estética materialista, que Pacho publicó en editorial Galerna, de Buenos Aires, en abril de 1969. Lo hago en interés de contrapuntear, a la vez que abrir ventanas, en el marco de divulgación cultural y artística que la dirección de la Nacional hace en el marco de una nueva versión del Festival iberoamericano.
Esta es obra notable y perdurable de la teatrera Fanny Mickey, quien antes que nada fuera una magnífica empresaria de la cultura, en todas sus formas. Empresa "sacrílega", avanzada secular que muerde y sobrepone el teatro a la estentórea fórmula de la semana mayor, en la que se repite este ritual.
La nuestra es una república contrahecha, y cómo no, que se pretende amparada por la tutela del santoral cristiano, mientras se desangra en un alucinante "calvario" de forma sádica y compulsiva durante medio siglo. Marcada por “la Violencia” que se expande desde 1946, y que los gobernantes de antes y ahora aúpan con cínico descaro, aduciendo la mar de razones asesinas para continuarla.
El teatro, su culto, oficial y alternativo, en las mismas fechas en que se eleva el culto regular al cristianismo es al tiempo un punto de fuga, a riesgo que se pierda su función y su mensaje. Es urgente democratizar su organización y ejercicio.
Quizás el recuerdo de lo hecho y propuesto por Brecht vuelva a ayudar en este giro que lo proyecte y lo retroalimente en las 20 localidades, y lo saque también como evento de multitudes a los municipios del área metropolitana.

Trasegando con el realismo y la obra de Brecht
“El esfuerzo es, pues, doble. Por una parte, el discurso de la teoría debe emerger en medio del sarpullido de ideas; por otra, este discurso se desdobla en dos grandes ramas: la de la teoría de la producción artística y la de la estética del nuevo realismo.” Francisco Posada, o.c., p. 252.

                                                        Dicho lo anterior, esta vez voy a fijar la atención en el libro de Posada titulado "Lukacs, Brecht y la situación actual del realismo socialista (1969)", del cual el mismo autor señalaba, con modestia y prudencia, que "Su objeto propio es primordialmente la descripción de una polémica en el seno de las diversas teorías socialistas del arte."
Sin embargo, para este caso, yo centraré la atención en un apartado de su libro que corresponde al capítulo IV. Brecht, hora cero, y, en específico, al intertítulo II. Arte y producción, donde Pacho Posada presenta su enfoque de la estética brechtiana acudiendo a la perspectiva althusseriana.
En lo particular, conviene decirlo, el propio Louis Althusser dio prueba en materia estética al lidiar con la obra misma del dramaturgo alemán, quien después de su exilio viviera en la extinta RDA, orientando el trabajo creativo e investigativo del Berliner Ensamble.
El punto de encuentro de los dos tiene que ver con la relación entre arte y producción, y según Posada,  entre otros asuntos, ella implica “una ruptura con la idea de una creación, la cual depende de la de un sujeto “omnipresente,”[2] quien dirige el proceso y modela las formaciones sociales. Para este planteamiento, que Althusser critica, “El sujeto crea la obra artística. El tema de la producción se encuentra por consiguiente, fuera de los planteamientos indicados.”[3]
Es Lenin, antes que Brecht quien de manera indirecta trata al arte desde la perspectiva de la producción. Para este, el arte como producción social desecha el esquema sujeto/objeto como base de interpretación del fenómeno estético. Además, conviene recordar con Marx que el “arte es una actividad social y conlleva que el sujeto desaparezca en tanto centro de iniciativas, dice Posada.
En Bertolt Brecht la palabra cultura e ideología son intercambiables; y abarca no solo lo pensado y representado conforme con los intereses de la clase dominante, sino también lo que corresponde al conglomerado,  la comunidad política en su conjunto. Y la ciencia, de otra parte, para constituirse tiene que “acribillar la ideología burguesa”, según decir de Brecht.
Por último, la producción artística y su irreductibilidad no descartan el condicionamiento y tampoco la función social del arte. Conviene ahora examinar de qué práctica se trata. Así como existen modos de producción de la verdad existe la producción de la obra de arte, cuyo fin específico, de acuerdo con Althusser, no es el de producir conocimientos. También se toma distancia de Hegel, para quien hay “una historia homogénea que ignora las historias “parciales” de las diversas prácticas”.[4]

El marxismo de cuño hegeliano, entonces, desembocaba en sociologismo, y éste en economicismo. De ese modo no se explica cómo “una idea puede convertirse en fuerza material, apenas afirma la existencia de u1na conversión”[5].

La respuesta empieza por establecer que lo material y lo ideal son momentos de un proceso de producción. Para Brecht, también, el arte es una práctica humana, con sus características y su historia; es una práctica entre otras, subraya Francisco Posada. De este modo se evita el dualismo propio de la filosofía materialista de la presencia.[6]
En la misma vena de Althusser, Posada señala que las prácticas tienen un modo, no el mismo, de entrelazarse en cada sistema social, y hay, además, una práctica (la economía) que tiene la característica de determinarlo en última instancia. Es lo que corresponde a lo que Althusser en Pour Marx denomina “articulación jerarquizada de prácticas”.[7]

Un giro necesario y oportuno
“Cuanto más queremos que el público nos acompañe en una travesía en común, en un sentir paralelo, tanto menos está en condiciones de aprehender las relaciones sociales, tanto menos puede captar racionalmente.” B. B. Op. cit., T III, p. 88

                                                                   Por último, huelga destacar con Brecht, el cambio en la función del arte, propio de una sociedad dividida en clases, en estos términos: “los historiadores del arte avanzados reconocen el valor de uso de la obra artística siempre como decisivo”. [8] El interés de Posada, al final de los años 60, era mostrar cómo Brecht, por lo demás, se encuentra lejos de los marxismos que postulan un materialismo metafísico o una suerte de idealismo objetivo o subjetivo, en este caso, de cuño kantiano, participando del debate epistemológico y estético, de una parte.

Para Brecht, de otra parte, el “gran arte sirve a grandes intereses”, el arte no carece de una actitud. En suma, el arte ofrece la ideología, destaca Posada en su explicitación del planteamiento de Brecht, pero no para justificarla, sino da a percibir, cumple la operación del revelamiento, en lugar de reflejo, apoyándose en el decir de Althusser.[9]
Dicho lo cual, conviene tomar en consideración, teniendo delante el final de una nueva entrega del Festival Iberoamericano de Teatro en Bogotá, que
“El arte nos revela el mundo por medio de un mundo, valiéndose de convenciones…”[10] El arte es una vivencia de vivencias, cuya función social, como realismo actual, es “la de coadyuvar a gestar la situación social, política e intelectual que haga viable un tránsito de la sociedad capitalista a la sociedad socialista…valiéndose del arte mismo.”[11]

Lo que traducido en nuestra coyuntura actual conduce a pensar el teatro de cara al asunto no resuelto aún de la paz y de la guerra. Una causa que se sigue represando en la voluntad de las representaciones del gobierno y las guerrillas, mientras a la sociedad civil se la sujeta a ser un espectador de segunda.
Aquí tenemos la oportunidad de destacar la importancia del arte y cómo puede afectar de manera más eficaz el resto de estructuras sociales, tomando en cuenta el trabajo exploratorio y divulgatorio de Francisco Posada, al fijar su atención en las contribuciones de Bertolt Brecht, padre de la mayoría de los teatreros de Colombia, que tuvieron como primer laboratorio a las universidades públicas y privadas en las fecundas décadas de los 60 y 70. Esta cosecha tiene que ser repotenciada audazmente.
Esto proponía, en fórmula abierta, que resulta un desafío en presente:
“No basta que el artista dé “modelos de la convivencia; requerimos imágenes de otro orden que nos descubran las estructuras de diversa índole, las cuales hacen que la convivencia entre los hombres sea lo que es en la actualidad.”[12]



[1] Posada, Francisco (1969). Lukacs, Brecht y la situación actual del realismo socialista. Editorial Galerna. Buenos Aires, p. 245.
[2] Op. cit., p. 253.
[3] Ibídem., p. 254.
[4] Ibíd., 260.
[5] Ib., p. 261.
[6] Ib., p. 262.
[7] Ib., p. 263.
[8] Brecht, Bertolt (1968). Schriften zur Politik und Gesellschaft. T. I. Berlín, p. 103.
[9] Althusser, Louis (1966). Sur la connaissance de l´art, en : La nouvelle critique N. 175. París.
[10] Posada, Francisco, op. cit., p. 266.
[11] Ib., p. 268
[12] Brecht, Schriften zur Politik und Gesellschaft. T VII, p. 12 ss. Ver Francisco Posada, op cit., p. 301.

17 de abril de 2014

OTRA VEZ SANTOS mintió. GABO SE FUE.

miguel ángel herrera zgaib
Grupo presidencialismo y participación. Unal, Bogotá.

                                                      Apenas ayer, un presidente en campaña mentía sobre la situación de García Márquez. Afirmaba, a manera de prueba, que se había comunicado directamente con su familia en México. Un día antes, el diario El Universal, que jamás oculta sus visos de amarillismo, anunciaba la condición de inminente muerte de Gabo, y no se equivocó.

Hoy cuando la muerte fue comunicada por todos los medios que aguardaban a las puertas de la casa del Nobel en el Pedregal de San Angel, nadie en su familia ha confirmado de qué murió; pero, lo que se indica es que el cáncer que había padecido, un cáncer linfático siguió avanzado, e hizo metástasis. La asistencia médica que se le ofreció la última vez fue, en verdad, para aliviarle los días y horas que le quedaban.

Ahora, no pocos, incluidos los presidenciables le cuelgan al ilustre fallecido el compromiso de honrarlo avanzando con paso firme en la paz de Colombia. La gran mayoría de las voces se prodigan en elogios, desde el presidente Obama, hasta su gran amigo de antaño, el autor de Historia de un deicidio, con quien terminó una amistad liándose a puños, por causa  dicen, de lo que fueron infidencias de aventuras amorosas.

Una conversación premonitoria

                                                              A un Nobel se le perdona casi todo. Más cuando tiene las dimensiones de un portento de la escritura en lengua castellana, que inmortalizó el innane, cruento devenir de la guerra en la Colombia del siglo XIX.

Ayer, precisamente, en una tertulia entre amigos, hablamos del Gabo, y de Fernando Vallejo, de quien El Espectador publica una nota ácida donde se refiere al escritor y al intelectual sin miramientos, como es costumbre en este heredero del "divino" Vargas Vila.

En nuestra reunión, Rubén Jaramillo destacaba su inocultable admiración por GGM, al tiempo que señalaba a Vallejo como un conservador, nostálgico de la Antioquia de sus mayores, a pesar que lanzara rayos y centellas en su producción autobiográfica la más de las veces.

Comentábamos también cómo en Cien Años todo trascurre en la intemporalidad. Sus figuras, el sinnúmero de sus personajes están suspendidos en el tiempo, se agotan en la soledad más inmarcesible, en medio de las guerras y los asesinatos. 

No hay duda que esa novela es el resumen de la modernidad postergada de Colombia, para seguir la categorización sintética que ha ofrecido Jaramillo Vélez en uno de sus textos.

Un doloroso caudal de obituarios

                                                                   Todos estábamos, sin embargo, en suspenso esperando lo peor, pero con una pizca de optimismo que el jueves "santo" difuminó del todo. Con Gabo se añadía una cuarta personalidad en el mundo de la cultura latinoamericana en una semana mortífera. 

Antes, y muy cerca de su deceso quedaron Cheo Feliciano, mortalmente estutanado contra un poste yendo a considerable velocidad en un jaguar, a la madrugada. Antes, el día anterior había fallecido Eliseo Verón, notable intelectual y semiólogo, que se codeó con las más prominentes figuras del discurso, aquejado de una enfermedad letal. Y por último, el primero que encabezó esta luctuosa lista, Ernesto Laclau. 

Los dos últimos fallecieron a la edad de 78 años, fueron compañeros juveniles de lucha política, y se ignoraron mutuamente, y emularon con sus famas paralelas, como en una nunca acabada historia de las que escribió su paisano Julio Cortázar, quien barajó hasta la muerte a "cronopios y famas". 

Cheo les tomó un año apenas de ventaja en este mundo. Pero, sin duda, el más longevo fue el Gabo, con 87 años soberbiamente vividos, los que incluyeron aciertos y desaciertos políticos, y muchos amores, desde los tiempos en que era normalista en Zipaquirá. Ahora, música, escritura, discurso  y leyenda nos quedan de sus trayectorias.

11 de abril de 2014

En el Festival de Teatro

EL CIRCO DE LA JUSTICIA. FLATUS  VOCIS

                                                           Durante esta semana, previa a la de vacaciones "piadosas", esperaba Colombia, cuando menos su incipiente opinión pública la respuesta del  magistrado ponente, Gerardo Arenas, del Consejo de Estado, en relación con el conceder o no, medidas cautelares en defensa del destituido alcalde Gustavo Petro, en su acción de nulidad y restablecimiento del derecho.

El magistrado, quien ha hecho antes carrera académica en la Nacional resultó preguntando en lugar de decidiendo. Situación más grave aún, cuando fue parte del equipo de 11, que no estuvo de acuerdo con la decisión mayoritaria del mismo tribunal, que despachó negativamente las 300 y más tutelas.

Ahora, ¿qué?

Ahora, al magistrado se le ocurre devolver el expediente al procurador, para que este responda, su despacho, dentro de los 5 días siguientes, al asunto de las medidas cautelares. Además, con este proceder, se abstiene de decretarlas, indicando que ya dizque no hay urgencia, porque  el alcalde está ya destituido por el presidente de Colombia.

Santos, a su turno manifiesta, que él sigue el curso obediente de la justicia, excepto la internacional, porque contravino lo decidido por la CIDH hasta hoy. Como si fuera poco, en la misma semana, que ya casi agoniza, el presidente de la C. Constitucional, por fuera del quehacer judicial se manifiesta diciendo que lo decretado por la CIDH es vinculante, de obligatorio cumpimiento para el Estado, y que el mismo tribuna colombiano, lo ha repetido en cinco sentencias antecedentes.

El equipo jurídico del presidente responde, que los jueces hablan mediante sentencias, autos y resoluciones. Sin embargo, el propio Consejo de Estado, como recordarán, actuó aplicando una suerte de conducta concluyente, antes que se comunicara cualquier providencia en el mismo asunto de la destitución con relación al trámite de pedido de medidas cautelares. 

Sí, pero no!

A ninguno de estos funcionarios, incluido el propio presidente les afectó tal violación del procedimiento. Ahora ya no vale, no es relevante la vocería del togado Vargas.

El episodio de la destitución y la inhabilidad contra el alcalde ha puesto a prueba el saber de los Tribunales superiores del sistema judicial colombiano, y de la academia, porque hay representación de todas las escuelas de derecho. 

Los ciudadanos vemos en primera fila esta fórmula circense que urge curar con el bálsamo siempre riesgoso de la democracia en el segundo país, dicen, más desigual de la tierra. Y a fuerza nos preguntamos estamos asistiendo a una función ampliada del Festival Iberoamericano de Teatro, o nos preparan academia y poder judicial para repetir los pasos de un calvario, en medio del descrédito de la justicia.

9 de abril de 2014

Después del 7 y 9 de abril

BOGOTÁ, REBELDÍAS Y MULTITUDES. (Parte I)

"Señor Presidente: aquí no se oyen aplausos; sólo se ven banderas negras que se agitan! J. E. Gaitán. Oración del silencio, 7/02/1948.

                                              Uno de los expositores del II Foro, Miguel Eduardo Cárdenas, profesor e investigador social y político nos recordó que en 1892 hubo una revuelta en Santafé de Bogotá, en 1892. Los amotinados gritaban vivas a La Comuna, recordando al París de 1871, acontecimiento sobre el que escribieron Marx y otros revolucionarios. 

Aquel levantamiento de hace dos siglos fue sofocado, como había ocurrido también en 1854, cuando las Sociedades Democráticas y el general Melo se hicieron con el gobierno nacional, y el foco principal del levantamiento fue Bogotá. Así que entre uno y otro hecho hubo 38 años de diferencia.  

Después, el 9 de abril de 1948, se precipita otro ejercicio insurreccional, ocasionado por el asesinato de Jorge E. Gaitán, hecho que aún mueve imaginación y comentarios acerca de si  Roa Sierra fuera o no el asesino. Mucha más tinta ha corrido para señalar a los determinadores intelectuales del magnicidio. Nada se ha podido probar desde entonces al respecto.

Parábola de un exalumno

"(El movimiento obrero) carecía de espíritu revolucionario y era lamentable que en el país hubiera apenas 93.000 sindicalizados." J.E. Gaitán, El fantasma sindical (1943).

                                                 Ninguno puede olvidar que Jorge Eliécer Gaitán estudió y se graduó en derecho con una tesis que todavía se comenta, "Las ideas socialistas en Colombia". En la Nacional esta fue una tesis polémica, bajo la hegemonía deológica conservadora; pero ella definió la vocación igualitaria, a su manera, que fijó la trayectoria al "negro" Gaitán, un liberal socialista hasta su sacrificio, que ahora se conmemoramos en circunstancias diferentes.

Hoy, Bogotá, que fuera gaitanista en los años 40, está conmovida y polarizada por dos propuestas de ciudad: la fórmula neo-liberal, de un lado; y la social y humana de los de abajo, apenas bocetada y llena de borrones. Esta coyuntura ha sido posible, debido en parte a la elección seguida de tres alcaldes influidos  por el pensamiento de izquierda bajo diversos matices. 

Pero, ante todo, porque ellos han sido votados por una población  que fluctúan entre los 550.000  y los 900.000 ciudadanos, esto es, una minoría decisiva que está concentrada en la capital de la república y hace parte de una cultura política influida por el cristianismo de base, el liberalismo y una izquierda de matices variopintos, que en todo caso está conectada por el reclamo de igualdad en todos los órdenes de la vida social. 

Un recuerdo redivivo

"Se veía una gran multitud por esa calle, parecía una procesión, como dije, por esa calle, estrecha, larga, ya se puede decir de miles de gentes." Fidel Castro, en: Arturo Alape, "El Bogotazo" (1983), p.  293.
                                                     Aquí conviene recordar que Gaitán fue alcalde nombrado por el presidente Alfonso López, después que aquel desistiera de la UNIR, Unión Nacional Izquierdista Amor Revolucionarioa, al sufrir este movimiento y sus simpatizantes urbanos y agrarios la represión asesina, y un pobre resultado electoral.  

Ser alcalde fue un reconocimiento del jefe de la "revolución en marcha", toda vez que Gaitán hizo su reingreso al Liberalismo, pues había militado a comienzos de los años 20, después de la histórica convención de Ibagué; y se destacó como congresista junto a Gabriel Turbay, un animador inicial de células marxistas en Girardot y Bogotá, con quien denunciaron la bestial masacre de las Bananeras y acusaron la injerencia del imperialismo norteamericano.

El episodio salvaje de las Bananeras quedó literariamente grabado en la obra de Álvaro Cepeda Samudio, y en Cien Años de Soledad, por Gabo, hijo de Aracataca. Aquella masacre, coronó un beligerante quehacer obrero que orientaba el partido socialista revolucionario de Raúl Mahecha, Torres, María Cano, y que cerró la intentona insurreccional protagonizado por los llamados Bolcheviques del Líbano (1929), signatarios de las 21 condiciones establecidas por la III Internacional. 

Antes había ocurrido en la incipiente sociedad civil nacional la huelga del ferrocarril del Pacífico (1926), liderada por Ignacio Torres Giraldo que obtuvo el 3 de septiembre la jornada de 8 horas pactada con el gerente Alfredo Vásquez Cobo. 
Después vendría la convención colectiva de Bavaria, el 23 de julio de 1928. 

Allí quedó también plasmada la conquista de 8 horas con la asesoría sindical de Jorge Eliécer Gaitán, quien no empezó su fulgurante trayectoria de abogado como penalista, sino como abogado de sindicatos obreros y pliegos agrarios, después de su activa y valiente denuncia de la masacre de las Bananeras. (Ver Martínez Fonseca, JM. Paternalismo y resistencia. Los trabajadores de Bavaria, 1889-1930. Rodríguez Quito editores. Bogotá, 2007).

2 de abril de 2014


DEMOCRACIA Y PRESIDENCIALISMO DE EXCEPCIÓN EN COLOMBIA, 1999-2010

Miguel A. Herrera Zgaib

CAPITULO VII


La mutación del  hiperpresidencialismo
                                                     “La realidad no nos cuenta cuáles instituciones son esenciales y cuáles son contingentes en relación a un concepto normativo como el de democracia y, de este modo, no estamos en condiciones de determinar qué contingencias podemos manipular con el fin de preservar lo que es esencial a tal concepto.” Carlos Santiago Nino (1992), El hiperpresidencialismo argentino y las concepciones de la democracia, p. 21.

“Corresponde  al Congreso hacer las leyes, por medio de ellas ejerce las siguientes atribuciones: “Revestir pro-témpore al Presidente de la República de precisas facultades extraordinarias, cuando la necesidad lo exija o las conveniencias públicas lo aconsejen (76.10).

“…mediante tal declaración quedará el presidente investido de las facultades que le confieren las leyes y, en su defecto, de las que le da el derecho de gentes para defender los derechos de la Nación o reprimir el alzamiento. Las medidas extraordinarias o decretos de carácter provisional legislativo que dentro de dichos límites, dicte el presidente, serán obligatorios siempre que lleven la firma de todos los ministros.” (Constitución Política de Colombia, 1886).

                                                                      La excepcionalidad como regla es manifiesta en la tensión creada dentro del marco instituido por la forma democrático burguesa con la cual el bloque en el poder pretendió conjurar y, en lo posible, resolver  una crisis de hegemonía de larga duración, una vez que no encuentra una solución política en el arreglo constitucional de  1991.

Así las cosas, el diseño institucional que resultó  de la Constitución de 1991 cada vez tomó la forma de un régimen neopresidencial, una especie de hiper-presidencialismo  de la representación,[1] oculto bajo la promesa incumplida al pueblo soberano de investirlo de poderes efectivos de participación.[2]

Este hiper-presidencialismo que cubrió los años 1991- 1999 se caracteriza, porque “no asegura que el consenso que resulta del debate público se refleje permanentemente en la formación y ejercicio del gobierno.”[3] Este régimen implica, decía Carlos Santiago Nino, en el contexto argentino, “un considerable apartamiento de las condiciones que otorgan valor epistémico a las operaciones del gobierno democrático”.[4]

Tal conclusión la hago extensiva a la situación colombiana para comprender la dinámica posconstitucional  que encuentra un límite en la crisis económica y política del año 1999, sin que esta se resuelva tampoco del modo como se hizo en aquella república suramericana.

Sin embargo, durante aquel periodo, Colombia, su bloque en el poder ensayó una articulación entre la promesa de democracia liberal bajo la impronta de un régimen hiper-presidencial. Este régimen resultaba de la presencia de una tercera fuerza, distinta al bipartidismo tradicional, la Alianza Democrática-M19. De otra parte, el Estado social de derecho era portador de  la promesa de  garantizar los derechos individuales de la población colombiana, sin exclusiones.

Hacer efectivo tal pacto político, que no tocaba los factores reales de poder, exigía el ejercicio de las libertades políticas y civiles en el ámbito de la sociedad civil urbana, la rural era otra cosa, donde las fuerzas insurgentes ejercían su influencia política militar con un arraigo de un cuarto de siglo.

La eficacia de los derechos y libertades la garantizaba la existencia de un bloque de constitucionalidad mediante el dispositivo, eso sí limitado de la tutela, o amparo, cuyo ejercicio había quedado limitado a la acción de defensa individual, aunque hubo al inicio de la nueva Constitución el intento de extenderla a acciones colectivas. Tal y como lo propuso el magistrado de la Corte Constitucional, Ciro Angarita, en algunas de sus providencias.

 A la vez los delegados elegidos propusieron y establecieron, en paralelo, un entramado institucional neo-presidencial para regir la sociedad política, al tiempo que establecer salvaguardas al potencial ejercicio constituyente de la ciudadanía. Así quedó consagrado el monopolio de la decisión política en cabeza del presidente.
El poder ejecutivo continuaba siendo la clave de bóveda del conjunto del sistema de gobierno recién sancionado, que comprendía como en las democracias liberales clásicas la existencia de las ramas del poder público, para obrar de cierto modo como su complemento, pero casi nunca en términos de “pesos y contrapesos”, tal y  como lo reclama en la práctica la teoría liberal clásica del presidencialismo estadounidense.
La nueva propuesta política de arreglo superestructural es compleja, comparada con el modelo de dominación legal que existió bajo los parámetros de la Constitución de 1886. Lo es en Colombia en el sentido de que abarca tanto a la sociedad política como a la sociedad civil, articuladas  bajo la forma del Estado social de derecho. [5]

Atrás quedó  atrás la forma anterior del Estado gendarme-vigilante nocturno, según la  expresión de Ferdinand Lasalle, que era la propia de la centenaria Constitución de 1886, derogada en todo y sus reformas por la nueva Constitución de 1991. Tal y como lo estableció su artículo 380.

Sin embargo, mientras estuvo vigente, la Constitución de 1886, y sus reformas, tenía los poderes de intervención ordinaria y excepcional, cuya práctica, en lugar de atenuarse se extremó cuando se puso término institucional a la Violencia, - cuyos brotes iniciales arrancan de la coyuntura de 1946 -, mediante el plebiscito de 1957.

El uso de estos poderes instituidos de intervención excepcional discrecional  al generalizarse definieron el rumbo político-constitucional del régimen presidencial pos-plebiscitario, sujeto al dispositivo autoritario, cuasi permanente, del “estado de sitio”. Hasta el punto de que los especialistas denominaron al orden pactado por dieciséis años, al régimen del Frente Nacional como “La República de las armas”[6]. A su turno,  las organizaciones políticas socialistas que lo resistían y enjuiciaban, lo definieron como una “dictadura civil”.
En todo caso, en Colombia se impuso inicialmente mediante los acuerdos pactados en Sitges y Benidorm, entre los expresidentes Alberto Lleras y Laureano Gómez, un régimen de coalición entre las elites liberales y conservadores, so pretexto de preservar los altos designios de la paz.[7] Es lo que sostuvo con detalles relevantes el politólogo estadounidense Jonathan Hartlyn, aunque afectado por la influencia teórica de su maestro Arend Lijphart. Es un trabajo realizado con relativa distancia objetiva y disposición comprensiva con respecto al periodo de la Violencia, de aguda crisis orgánica,  y la fórmula bipartidista que la conjuró parcialmente con el pacto del Frente Nacional.

Los antecedentes de una larga transición

El antecedente fáctico de esta transición de la guerra a la paz fue la dantesca contabilidad de 300.000 muertos, campesinos y pobres urbanos, liberales y conservadores en su gran mayoría. Esta vorágine hasta hoy permite calificar a la Violencia como de evidente raíz bipartidista. Los cálculos de víctimas de esta guerra civil no declarada corresponden desde la primera mitad de los años 40 hasta el año 1961.

Tal fue el balance registrado en el libro La violencia en Colombia, con la triple autoría del sacerdote Germán Guzmán, el sociólogo Orlando Fals Borda, y el jurista Eduardo Umaña Luna. Al publicarse por primera vez, la denuncia que contenía se tradujo en que fue prohibida su libre difusión por el segundo gobernante del Frente nacional, el  conservador Guillermo León Valencia,  el mismo año de 1962.

Después de 1974 ocurrió con altibajos el desmonte del Frente nacional, que estuvo sujeto también a las críticas de la oposición liberal-conservadora, y en particular, las que elaboró el dirigente liberal del MRL, Alfonso López Michelsen, quien vivió el tiempo de la Violencia en el exilio mexicano, junto a su padre, el expresidente López, destacado protagonista del reformismo durante el periodo de la República liberal.

El experimento “pacificador” del Frente Nacional, la reforma plebiscitaria de la Constitución de 1886, fue concebido dentro de los lindes del orden constitucional regenerador de 1886.[8] Más aún, cerró casi todas las puertas para su reforma, haciendo de la Constitución colombiana una norma de normas rígida, pétrea.

Esta cerrazón constitucional de la política logró superarse en parte con la Constitución de 1991, que requirió, con todo, de una legislación habilitada por decreto del presidente liberal Virgilio Barco Vargas, quien intentó primero aclimatar una débil práctica de la oposición entre conservadores y liberales. El interés era desmontar la prolongación del Frente nacional, conducir con éxito negociaciones de paz con las guerrillas colombianas interesadas, y combatir la oleada terrorista del narcotráfico que respondía a la extradición.

La Constitución de 1991, en cambio,  reconoció  a la oposición política tout court, por fuera de los límites impuestos por el bipartidismo plebiscitariamente. Ahora no solo se avanzó en el desarrollo y garantía del  principio fundamental de la igualdad política y civil, a través de los derechos y libertades individuales, amparados por el Bloque de constitucionalidad, sino que, por sobre todo, introdujo como novedad política el Título IV. De la participación democrática y de los partidos políticos, cuyo capítulo III se llama Del Estatuto de la Oposición.

Sin embargo, hasta el día de hoy el Estatuto de la oposición espera ser reglamentado, así como otras partes del Título IV, que tienen que ver con formas de participación colectiva dispuestas en el último parágrafo del artículo 103. Las reglamentaciones de las otras formas de participación son tan exigentes que hacen casi imposible que su práctica, cuando la realiza la ciudadanía prospere.

La Constitución de 1991 señaló para el Estado  la tarea progresiva de conseguir la igualdad social. Ella supone, ni más ni menos que disolver la estructura de privilegios ancestrales que hacen impracticable tal igualdad, y señalan a Colombia hasta hoy como uno de los países más desiguales del mundo.

Contra estos privilegios se lucha desde la derrota comunera de 1781, que por la vía del levantamiento  armado puso en cuestión al orden colonial español alcabalero y extractivo.[9] Este propósito constitucional, a hoy se encuentra sujeto, y bloqueado en buena parte el denominado criterio de “sostenibilidad fiscal” que torna irrisorios los avances que se obtengan en tal sentido, y que vayan más allá de los derechos humanos tutelados individualmente.

Desde la perspectiva más puntual, el examen de la transformación del presidencialismo colombiano, la entronización del hiper-presidencialismo, obedece a la tensión que partía de la prolongación de la crisis orgánica del orden político pos-plebiscitario. Esta crisis adquirió un carácter dramático al enfrentar dos gobiernos sucesivos, los de Belisario Betancur y Virgilio Barco, sin eficacia, la amenaza terrorista de los “capos del narcotráfico”.

Entonces lideraba el terrorismo contra el Estado el cartel de Medellín, a cuya cabeza se encontraba Pablo Escobar Gaviria, quien consiguió incluso su inclusión como suplente a la Cámara de representantes con la principalía de Jairo Ortega. Él sufrió la afrenta de ser expulsado del Nuevo Liberalismo por su dirigente principal, Luis Carlos Galán Sarmiento, quien denunció su carácter delincuencial. Él y su compañero político, Rodrigo Lara Bonilla, perdieron la vida en el intento. Este último siendo el ministro de justicia del gobierno de Belisario Betancur.

El Estado gendarme vivía bajo estas circunstancias una recurrente crisis de legitimidad, que ahora experimentaba el desafío del monopolio de la fuerza, no solo en las acciones subversivas rurales, sino los ataques terroristas del narcotráfico en las grandes ciudades, y en la propia capital de la República, contra las instituciones oficiales, y contra centros comerciales  y espacios de la vida civil. Esta crisis de legitimidad empezaba a cuestionar, igualmente, la relación gobernantes/ gobernados empezaba a afectarse seriamente, agrietando el edificio de la dominación y la precaria hegemonía que se ejercía sobre la sociedad civil, con el acompañamiento de la institucionalidad eclesiástica, y las formas clientelares del bipartidismo.

Las formas de expresión política subalterna, la dinámica política de la izquierda legal e ilegal, empezaba a contemplar formas de articulación de la lucha urbana y rural, y lo hacía manifiesto en público. Aprovechaba el avance de los procesos de negociación de la paz, en primer lugar, con las Farc-ep, que dieron existencia a la Unión Patriótica, primero.

Luego al romperse la negociación de paz con las Farc-ep, en Tlaxcala, y el genocidio contra la Unión Patriótica, hubo un intento de frente político, animado también por la otra más importante organización insurgente, el Eln-Comandos Camilistas, que animaba  el proyecto político-militar A Luchar.  Hasta el punto de llegar a plantearse, para finales de la década de los años 80 la posibilidad de construcción una Coordinadora Nacional Guerrillera, incluyendo a otras fuerzas guerrilleras, un proyecto de alianza estratégica subalterna que se frustró a la postre.

Antesala del proceso Constituyente

La coyuntura de combate contra el narcotráfico y la subversión, reabrió la propuesta de negociar la paz, con organizaciones guerrilleras diferentes a las Farc y el Eln. El proyecto de reforma constitucional, y para nada un ejercicio constituyente inicial, era la alternativa del bloque de poder, después de la masacre del Palacio de Justicia, de lo cual asumió total responsabilidad el presidente en funciones, Belisario Betancur.

Su sucesor, Virgilio Barco, quiso darle curso a un elenco de reformas frustradas, y a un proceso de modernización capitalista que requería también ajustes, arreglos institucionales en lo político y en lo económico. Se buscaba aclimatar un nuevo acuerdo nacional, porque el Frente Nacional agonizaba. La convocatoria a la reforma por vía ejecutiva fue objeto de control constitucional por la Corte Suprema de Justicia, transformándola en un potencial ejercicio constituyente, sin precedentes, porque implicó echar para atrás los cerrojos impuestos por el Plebiscito  de 1957, en materia de reformas a la Constitución.

Ante tales realidades político constitucionales, el bipartidismo con la dirección de un presidente liberal, y las fuerzas de oposición a éste, unidas en una alianza democrático electoral, que juntaba a movimientos cívicos, regionales, organizaciones sociales de diversa procedencia, y al M19, en proceso de negociar la paz, dieron lugar a un impensado pluralismo político. Fue el resultado forzado en parte por el secuestro del eterno presidenciable conservador, Álvaro Gómez Hurtado.

Entonces dos bloques políticos y sociales se dispusieron a librar una lucha en materia electoral, primero, para conseguir la mayoría de delegados a la Asamblea Constituyente, que tendría a 70 elegidos, más 4 incorporados con voz pero sin voto, en la elección de 9 de diciembre de 1990. Uno de los constituyentes, Augusto Ramírez Ocampo, resumía así el proceso constituyente vivido con inocultable asombro:
“Resulta casi increíble entender que la tarea hubiera podido cumplirse en 150 días de deliberaciones, donde se presentaron 157 proyectos, de los cuales 10 integrales, antecedidas por 5000 mesas de trabajo a todo lo largo y ancho de Colombia, sistematizadas gracias a los primeros pasos de la computación.”[10]

En lo fundamental se trataba de superar la crisis de legitimidad y representación que aquejaba al bloque dominante, cuando se ponía en cuestión su permanencia como dirigencia de las superestructuras complejas, la sociedad política, primero que todo; y la sociedad civil, que, sin embargo, no estaba afectada aún por una crisis económica parangonable.

De otra parte, la Alianza democrática-M19 resultó la segunda fuerza más votada, después del Partido liberal, que puso en práctica con éxito electoral la “operación avispa”.  Las representaciones obtenidas, en efecto, solo abarcaron a 14 departamentos más Bogotá; las mujeres solo obtuvieron cuatro lugares; el único afro-colombiano elegido fue el entrenador de fútbol, Francisco Maturana; y hubo cinco líderes sindicales elegidos a través de diferentes fuerzas políticas. Es el inventario que hace  Augusto Ramírez Ocampo, en el prólogo “De la ilusión a la realidad”, al libro De la expectativa al desconcierto (2008).

El bloque dominante con la dirección bifronte de Horacio Serpa y Alfonso López, de una parte, y de otra, los conservadores Álvaro Gómez y Misael Pastrana  proponían cooptar la democracia que los de abajo reclamaban por vías legales y de hecho. Desmontar y dividir la dirección de los grupos y clases subalternos, partícipes en la asamblea constituyente era la consigna. Estos, los subalternos, por demás, constituían  una heterogénea tercería, independiente de liberales y conservadores,[11]en procura de la autonomía política.

El presidente electo César Gaviria y su ministro de defensa, el mismo día que se elegían los delegados a la Asamblea, intentaron sin éxito reprimir ejemplarmente a la disidencia armada de las Farc-ep. El secretariado fue bombardeado en su principal campamento en la Uribe (Meta). Con el Eln y el Epl (su disidencia) no se intentó en lo inmediato una fórmula similar;  se congelaron las conversaciones que volvieron a estimularse con Ernesto Samper y su ministro de gobierno, Horacio Serpa Uribe. Hasta llegar al Acuerdo de Puerta del Cielo, de Maguncia (Alemania), de 15 de julio de 1998.

Los arreglos con esta fuerza plural de oposición, la AD-M19 de orígenes legales y de oposición armada “amnistiada”, pasaron de asamblea constitucional con hoja de ruta preestablecida a ser una asamblea constituyente con plenos poderes para sus delegados electos. La decisión provino de la Corte Suprema de Justicia.

Ellos estuvieron de sopetón ante el ejercicio de la excepcionalidad investidos como estaban de poderes constituyentes, y su primer acto fue suprimir la representación congresional recién electa, y prohibirse ser integrantes del nuevo congreso por elegir. Esto es, protagonizaron un ejercicio de poder constituyente al revés, concentrando todos los poderes en la asamblea, y olvidándose del refrendo ciudadano de lo que luego legislaron.

El acto de suprimir en tanto poder constituyente en ejercicio, una cadena de privilegios premodernos, experimentó el parto de los montes, “en lugar de la montaña jacobina”. En particular, quedaron pendientes de solución la cuestión agraria, sometida al poder terrateniente legal y mafioso; la inclusión social de las minorías avanzó, y con ella el esfuerzo por establecer una igualdad política. Pero tornar ésta efectiva, en el sentido que quedó enunciada en el artículo 40,[12] implicaba ni más ni menos que hacer “una revolución por decreto”. 

Realizar estos propósitos conducía a romper la forma de la dominación en el campo y en la ciudad, cambiar la forma de acumulación propia de capitalismo político, para optar por una forma mercado-céntrica.  La  pretensión era quebrarle el espinazo al interior del bloque histórico a una clase parasitaria, los nuevos y viejos terratenientes, que siguen siendo clave de bóveda del capitalismo político bajo la modalidad del “estado de compromiso”, ya estudiado por Marcelo Cavarozzi para Argentina y extensivo a América Latina; así como por Edgar Reveiz para Colombia entre los años ochenta y  la encrucijada de los años noventa. Partiendo de ciertas intuiciones anteriores, con dos aportes notorios, los trabajos de Fernando Guillén Martínez,[13] y los hechos por Alfredo Vásquez Carrizosa.[14]

Ambos intelectuales, sociólogo de la política y jurista e historiador constitucional,  estudiaron el poder político, y presidencial en Colombia, en la década de los setenta, intentado una primera genealogía. De  otra parte, están los aportes críticos hechos por Estanislao Zuleta al entendimiento de la democracia en nuestras condiciones, como resultado de su tarea como consejero en el proceso de paz que animó la presidencia de Belisario Betancur; y los trabajos del filósofo Rubén Jaramillo, que ha historiado  lo que él llama la modernidad postergada de Colombia.[15]

El punto de partida para esta reflexión sobre la relación entre democracia liberal y excepcionalidad en el tiempo de la posmodernidad se vale de las contribuciones de Michel Foucault, estudioso del Estado de gobierno, que se define por “la masa de la población, su volumen, su densidad y ciertamente su territorio sobre el que la población se asienta… y utiliza como instrumento el saber económico, corresponde a una sociedad controlada por los dispositivos de seguridad”, lo caracteriza la gubernamentalidad para la defensa de la sociedad.[16]

 Igualmente me valgo de los aportes de Carl Schmitt y Giorgio Agamben, lector agudo de Foucault, a propósito de la excepcionalidad, que es el otro extremo de la gubernamentalidad para responder a la revolución, a la quiebra intempestiva del bloque histórico dominante por los grupos y clases subalternas, o prevenir los ejercicios contra-hegemónicos en la disputa por la democracia en un tiempo de guerra civil planetaria.

Ellos me sirven en la  explicación el tránsito en cierto modo fallido en Colombia de la sociedad disciplinaria a la sociedad de control, en la pretensión de consolidar una democracia liberal a través de la reforma a las instituciones de la constitución de 1886, sin tocar el régimen de la propiedad privada, la vértebra de ambas constituciones, la de 1886 y la de 1991. Apostándole en cambio a avanzar en procura de la igualdad política, con la exclusión explícita de los reformistas armados, esto es, las guerrillas y las bandas dedicadas narco-tráfico y los cultivos ilícitos.







[1] La expresión hiper-presidencialismo  fue utilizada por Carlos Santiago Nino, un destacado constitucionalista argentino, en un ensayo titulado El hiperpresidencialismo argentino y las concepciones de la democracia (1992), incluido en el libro colectivo El presidencialismo puesto a prueba. Centro de Estudios Constitucionales. Madrid. 
[2] El artículo 3 de la Constitución establece:
“La soberanía reside exclusivamente en el pueblo, del cual emana el poder público. El pueblo la ejerce en forma directa o por medio de sus representantes, en los términos que la Constitución establece”. ¿Cuándo la ejerce en forma directa? En una sola op ortunidad, en las elecciones periódicas de autoridades, de gobernantes. En todos los demás casos está mediados por los demás poderes que son, en verdad, constituidos no constituyentes.
[3] NINO, Carlos  Santiago, op. cit, p. 55.
[4] NINO, Carlos Santiago, op. cit, íbídem.
[5] La nueva constitución de 1991, establece en su artículo 1º. Colombia es un Estado social de derecho organizado en forma de  República unitaria, descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales, democrática, participativa y pluralista, fundada en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integra y en la prevalencia del interés general.
[6] Tal es el nombre que Gustavo Gallón, un constitucionalista colombiano, le dio al periodo de la alternación política bipartidista que debía concluir en 1974, con la presidencia del conservador Misael Pastrana Borrero. Es el título de su libro “La República de las armas: relaciones entre fuerzas armadas y estado en Colombia, 1960-1980. Cinep. Bogotá, 1983.
[7] Régimen de coalición es el nombre que le dio en su trabajo publicado en los años 90, el politólogo estadounidense Jonathan Hartlyn. El aventajado discípulo de Arend Lijphart, connotado politólogo holandés estudioso del consociacionismo de las sociedades divididas y las democracias occidentales, tituló su libro “La política del régimen de coalición: la experiencia del Frente Nacional en Colombia”. Tercer Mundo/CEI. Bogotá, 1993.
[8][8] El constitucionalista y expresidente Alfonso López Michelsen, había dicho acerca  del carácter de la Constitución de 1886, lo siguiente: “El rasgo característico, o quizá, la parte más cuestionable de nuestras instituciones y de la propia constitución de 1886, es el número de atribuciones que disfruta el presidente de la  República y la forma como todas las instituciones convergen para que, como lo dijera en alguna ocasión Caro, se constituyera una monarquía desgraciadamente no hereditaria”, en: “El presidencialismo excesivo”.  Revista Lecturas dominicales. Intermedio editores  S.A.  Bogotá, 1986, ps. 3-7.
[9] Al hablar de extractivo incorporamos la noción de instituciones extractivas e inclusivas, económicas y políticas, que elaboran y aplican los investigadores Daron Acemoglu y James A. Robinson. Las instituciones extractivas son aquellas que hacen posible la depredación, la extorsión de la riqueza social, y nugatoria la democracia política. Consultar al respecto, Por qué fracasan los países. Los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza (2013). Tercera reimpresión. Deusto. Grupo Planeta. Editorial Printer, Bogotá. Igualmente, un libro anterior es una buena referencia conceptual, Economic Origins of Dictatorship and Democracy (2006) . Cambridge University Press. New York.
[10] ZULUAGA GIL, Ricardo (2008). De la expectativa al desconcierto. El proceso constituyente de 1991 visto por sus protagonistas. Pontificia Universidad Javeriana. Sede de Cali, pp: 8-9.
[11] Me refiero a la Alianza Democrática- M19, que obtuvo la segunda mayor votación superando al partido Conservador, uno de los dos partidos históricos de Colombia.
[12] El artículo 40 de la Constitución nacional dice: “Todo ciudadano tiene derecho a participar en la conformación, ejercicio y control del poder político. Para hacer efectivo  este derecho..siguen siete numerales, y remata con la siguiente declaración “Las autoridades garantizarán la adecuada y efectiva participación de la mujer en los niveles decisorios de la Administración Pública”. Y éste un proveído, y no el único que sigue siendo objeto de enconadas disputas, y notorios incumplimientos.
[13] GUILLÉN MARTÍNEZ, Fernando (1996). El poder político en Colombia. Planeta. Bogotá.
[14] VASQUEZ CARRIZOSA, Alfredo (1978). El poder presidencial en Colombia. Dobry Editores. Bogotá.
[15] JARAMILLO VELEZ, Rubén (1998). Colombia: la modernidad postergada. Argumentos. 2ª edición. Bogotá
[16] FOUCAULT, Michel (1981). La gubernamentalidad, en: Espacios de Poder. La Piqueta. Madrid

VII SEMINARIO INTERNACIONAL ANTONIO GRAMSCI

DEMOCRACIA, GUERRA Y NUEVA REPÚBLICA, 1512-2012.

GRUPO DE INVESTIGACIÓN PRESIDENCIALISMO Y PARTICIPACIÓN.

UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA

Carlos Bohrt; Sandro Mezzadra, Justo Soto, Francisco Hidalgo, Miguel Angel Herrera