TOMADO DE LA REVISTA CONTRAVÍA. PARTE II.
Entrevistador: HÉCTOR PEÑA DÍAZ, director de la revista.
En estas preguntas, Carlos Gaviria ofrece sus apreciaciones sobre los primeros pasos del nacimiento del PDA, y cuáles son las fallas advertidas desde esta genealogía lúcida, y sin tapujos. Igualmente nos precisa, en sus palabras, qué es la política y el proyecto de su discípulo universitario en términos de política reaccionaria. Con la ventaja, hoy, de poder valorar estos atisbos y el rigor del análisis hecho con 11 años de anticipación. NdR.
De allí que muchos proyectos, a mi modo de ver esenciales, muchas de las propuestas del gobierno en las legislaturas de 2002 y de 2003, las votamos de manera distinta, cosa que para mí era sorprendente, porque si no estamos de acuerdo en los puntos esenciales, afirmar que estamos de acuerdo es una ilusión. Por ejemplo, en la reforma laboral, no todos votamos de la misma manera, ni en la reforma pensional, ni en la reforma tributaria, esos eran proyectos bandera del presidente Uribe.
Luego, a iniciativa de algunos de los miembros del Polo, creo que muy particularmente del senador Antonio Navarro, se propuso la fundación del partido del P.D.I. Incluso yo solicité que se aplazara un poco esa reunión porque yo había programado desde antes un viaje a Europa; tenía varios compromisos relacionados con mi actividad parlamentaria en Madrid y Francfort, pero no fue posible que se aplazara.
Cuando regresé ya me encontré con la realidad del P.D.I. como partido. Se había exigido como condición para ingresar al nuevo partido que los movimientos que lo fueran a conformar renunciaran a su personería. Yo encontré que lo más adecuado, lo más democrático, lo más considerado con las personas que habían estado trabajando por el Frente Social y Político, era que fuese una asamblea nacional convocada para el efecto la que definiera la suerte del movimiento.
Esa asamblea celebrada en agosto de 2003, decidió por unanimidad que no renunciábamos a la personería y que, por tanto, el Frente Social y Político seguía como un movimiento independiente. Eso no significaba ni mucho menos, como fue interpretado por algunos círculos, que estuviésemos declarando la guerra al P.D.I.
Siempre he dicho que nuestro propósito es buscar la unidad, la izquierda siempre ha estado muy dividida en Colombia y ese es un obstáculo para que sea una opción real de poder. De manera que mientras más coincidencias tengamos con el P.D.I., tanto mejor.
P:¿Las realidades electorales no enviaron una señal...bajo esas identidades no se podía avanzar y que más bien la realidad que se impuso en la última elección fue la del P.D.I?
C.G: Yo tengo allí una discrepancia esencial y para eso retomo la observación que le hice al responderle una pregunta anterior cuando le decía que el Polo existía más en la mente de la gente que en la realidad. Yo siempre he pensado que las colectividades políticas, sean movimientos o partidos, hay que formarlas con base en un cuerpo ideológico, alrededor del cual las personas que se incorporan a ese partido están de acuerdo.
Y, por tanto, nosotros hemos venido consolidando esa propuesta, porque una vez más sin entrar a polemizar con el Polo, pensamos que ese ejercicio no se ha hecho en el PDI y que poner en el primer plano la organización sobre la ideología es incurrir en un error grave, porque se hacen a la ilusión de que tienen muchos militantes y uno se pregunta ¿militantes en torno a qué?
Yo creo que la organización es importante, son dos factores que no pueden divorciarse: la organización y la ideología, pero yo pienso que la consolidación ideológica es importante y, además, nosotros queremos mantener con respecto al gobierno una oposición mucho más definida que la que ha mantenido el Polo Democrático.
No descartamos que en un futuro inmediato podamos tener algún acercamiento para acordar algo importante, podría ser, incluso, una candidatura presidencial; pero me parece que en este momento tenemos también alguna diferencia en cuanto a nuestra posición frente al gobierno.
P: Uno de los aspectos que define al gobierno de Uribe es su política de seguridad democrática. En términos generales, ¿cuál es la crítica más profunda que usted le hace a esa política?
C. G: Yo no creo adecuado afirmar que el eje de la política de Uribe sea solamente la seguridad democrática. El eje de Uribe está constituido por dos políticas bien articuladas que se alimentan mutuamente y son la política de orden público, que él ha llamado de una manera sugestiva pero muy poco real "política de seguridad democrática", y la política económica, que es sin duda una política de cuño neoliberal.
Esas dos políticas se alimentan mutuamente por una razón: porque yo pienso que la propuesta del actual presidente es la más retardataria que se le ha hecho al país en mucho tiempo. Desde 1950 no se ha hablado en el país un lenguaje tan definitivamente conservador y reaccionario, desde la época de Laureano Gómez no se hablaba ese lenguaje oficial y algo más, creo que esta propuesta es mucho más peligrosa que aquella porque justamente es una propuesta mejor pensada, mejor articulada y no todos los ciudadanos han descubierto hacia qué apunta el gobierno.
(Continuará)
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