LECTORES INTERESADOS DE LA REVOLUCIÓN BOLCHEVIQUE
miguel angel herrera zgaib
profesor asociado, C. Política, Unal. Bogotá.
maherreraz@unal.edu.co
EL Tiempo de Bogotá le ha dado cabida en la sección A Fondo a varios escritos acerca de la Revolución Rusa, con diversa fortuna. Han desfilado las plumas de Constaín, que se define como historiador, y en fecha reciente, Francisco Barbosa, profesor del Externado que enseña relaciones internacionales, y es Ph.D. en Derecho Público, de la U. de Nantes. Empezaré por referirme y comentar apartes de su escrito, donde califica a la revolución rusa como "una historia llena de paradojas".
El punto de arranque es la derrota de Napoleón por los rusos, que hizo no solo viable sino necesario el Congreso de Viena de 1815, que proyectó la figura de Metternich en el firmamento europeo, luego de más de 150 años de prueba de la dinámica caótica de la existencia de los estados nación, que pactaron un modus vivendi menos azaroso en Westfalia, 1648.
El segundo momento, y no es para menos, está marcado por la liberación de los siervos en Rusia, que separa de la tierra a más de 20 millones de campesinos, y aviva el entusiasmo político de las corrientes populistas que nutrirán sus luchas hasta desembocar en el fracasado levantamiento de 1899 contra la dinastía Romanov, donde intelectuales y universitarios hicieron las primeras armas, y quienes salvaron sus vidas terminaron en el exilio.
Sin embargo, el descontento continuó y el desastre en la guerra con Japón hizo posible una nueva y más vigorosa experiencia revolucionaria en 1905, presidida por la figura de un santón, Gapón, quien se dirigió con miles de hambreados y miserables campesinos a solicitar del zar Alejandro II atención por sus vidas. Pero, a cambio, recibieron fuego y represión, a las puertas del Palacio Real, el 9 de enero, en medio de un severo invierno.
Pero, no era posible dejar pasar inadvertida aquella revolución, y diez meses después el zar autoriza la creación, recreación de la Duma (parlamento ruso), y los derechos de libertad de expresión y asociación. El quehacer político de los partidos de izquierda se acrecienta, y en particular la socialdemocracia rusa, influida por Marx y Engels se cualifica, luego de los acontecimientos de 1905, y se prepara en la clandestinidad bajo la orientación de un conductor genial, el abogado, Vladimir I. Ulianov, cuyo hermano fuera parte de las experiencias populistas, y del terrorismo, que lo condujo a sufrir la pena de ahorcamiento.
Hay doce años de preparaciones, con una cualificación de los obreros, inmersos en diversas huelgas reivindicatorias. Pero, la copa que reboza el vaso es la entrada de Rusia, de nuevo, en la guerra interimperialista, lo que significa redoblados sacrificios de los subalternos, obreros, campesinos y soldados, asì como fuga y resistencias de parte de la intelligentsia y sus hijos universitarios y normalistas. La agitación se extiende como reguero de pólvora.
Todo desembocará en una revoluci ón que estalla en febrero de 2017, que se difunde como plaga en varias ciudades, y de modo especial en San Petersburgo y Moscú. El zar quiso abdicar en favor de su hijo, Nicolás II, quien no aceptó. En su lugar se estableció un gobierno provisional en cabeza de Kerenski, apoyado por las mayorías socialrevolucionarias y liberales de la duma.
Hubo una espera de siete largos e indecisos meses, que condujeron a que los bolcheviques desplegaran una medida radical, a raíz de la convocatoria de una asamblea nacional constituyente, que debía encarar las reformas que resolvieran la crisis que padecía la población rusa.
El proceso se empantana, y los bolcheviques copan la asamblea, sacan a los delegados, y reclaman desde abril que el poder quede en cabeza de los soviets. Serán estos los que activen las consignas que ha preparado la dirección bolchevique desde el exilio, una vez que este llegue a Rusia, a través de Finlandia, en un tren blindado que le facilita Alemania en guerra contra el imperio ruso.
(continua)
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