CONVERSACIONES EN LOS ANDES
Este es el texto escrito y difundido por Fernando Dorado, motivado en la interlocución con el escrito de Francois Houtart.
SI NO ES EL FIN DE UN CICLO… ¿QUÉ ES?
Fernando Dorado
Bogotá, 11 de marzo de 2017
Ecuador confirmó la tendencia. Lo que terminó no fue el ciclo de ascenso de los gobiernos “progresistas”. Lo que declinó fue el auge de las luchas populares que facilitaron la elección de muchos gobernantes democráticos, independentistas y “socialistas”.
Pero, paralelamente, se ha iniciado un nuevo proceso de movilización social protagonizado por nuevos actores sociales –jóvenes y citadinos–, que los movimientos de izquierda y gobiernos “progresistas” parecieran no entender. Algunos ya los acusan de ser manipulados por la CIA o por fuerzas oscuras. La lucha contra la corrupción está entre sus banderas.
Lo ocurrido en las pasadas elecciones en Ecuador realizadas el 19 de febrero, que el analista argentino Atilio Borón llamó la nueva “Batalla de Stalingrado”, confirmó lo que muchos politólogos latinoamericanos querían ocultar o negar: los “procesos de cambio” están a la defensiva, los gobiernos se han desgastado, hay cierta desconexión con los movimientos sociales y la sociedad, y no existe claridad sobre cómo retomar la iniciativa.
En los países en donde los gobiernos “progresistas” fueron derrotados, la gran esperanza de los intelectuales orgánicos de los “procesos de cambio” consiste en que algunas de las figuras destacadas como Lula o Cristina, regresen a los gobiernos aprovechando las falencias de las derechas en sus ejercicios de gobierno. En ningún momento se plantean una autocrítica para no sólo rectificar sus políticas sino replantearse toda la dinámica que llevó a la derrota.
En otros casos, se aboga por que los caudillos se mantengan por tiempo indefinido a la cabeza de los gobiernos, como ocurre con Daniel Ortega en Nicaragua, quien es un ejemplo a seguir. En Bolivia, Ecuador y Venezuela, es una idea bien vista entre los “revolucionarios”.
Además, el marco internacional también es confuso. La teoría centrada exclusivamente en los análisis geopolíticos, en la explicación de los avances o retrocesos de los pueblos y de los trabajadores con base en las acciones (y no-acciones) del imperio estadounidense y/o de sus contrapartes, como Rusia, China, Irán, etc., ya no ofrece respuestas y salidas consistentes.
Incluso, la mirada de lo que ocurre en Europa y EE.UU., en donde el “populismo de derecha” ha logrado canalizar la inconformidad de amplios sectores de los trabajadores y de la población contra la globalización neoliberal, ha cogido fuera de base a nuestros analistas.
Acostumbrados a leer todo con enfoques lineales que giran alrededor de la acción de los bloques geopolíticos (Occidente Vs. Oriente, etc.), y en dónde los pueblos y los trabajadores no aparecen por ningún lado, ahora están desconcertados. La vida no concuerda con sus ideas.
Muchos, por simple reacción –y se les nota a leguas– hacen fuerza por Trump. De acuerdo a su lectura, el Departamento de Estado, la CIA y demás organismos de inteligencia estadounidense, que según ellos todo lo preveían y manipulaban en el mundo, fueron derrotados en su terreno por un “outsider”, un “millonario incapaz, obsesivo y compulsivo”, y por tanto, ya preparan una “revolución de colores” dentro de su propio país. Pero, definitivamente… ¡algo no cuadra!
Esa lectura acomodaticia los lleva a plantear que el actual gobierno estadounidense ya está en la órbita de los aliados de los gobiernos “progresistas”, que son los países de los BRICS. Ahora sus teorías sobre el imperio se centran sólo en los Clinton, Obamas, etc., que si son los verdaderos enemigos.
El problema es que Trump es más obtuso, reaccionario y chovinista que las derechas convencionales y, por tanto… ¿cómo podría ser visto como aliado por los pueblos y los trabajadores latinoamericanos cuando pretende construir un muro en la frontera con México y expulsar millones de inmigrantes? En serio… ¡no cuadra!
Podemos afirmar que una concepción política que ha estado al frente de los “procesos de cambio” en América Latina, que eran un referente para los trabajadores, los pueblos y la intelectualidad revolucionaria del mundo, ha mostrado grandes falencias y contradicciones.
La verdad es que nos toca sentarnos a estudiar. Hoy, el pensamiento de muchos teóricos revolucionarios y de investigadores científicos ha venido avanzando en forma considerable. Se han evaluado y re-valuado muchas de las ideas que hasta hace poco eran aceptadas y catalogadas como “doctrina”, incluidas algunas del mismo Marx. ¡Y eso está bien!
Seguir apegados a una “doctrina” que demostró no estar madura para orientar las luchas de los trabajadores y de la humanidad, es negarse a esforzarse a revisar críticamente nuestras experiencias y duras derrotas. Sería no estar dispuestos a avanzar.
Hay que profundizar mucho más a fin de prepararnos para afrontar los momentos de auge revolucionario que, evidentemente, se están acumulando en el mundo. Debemos atrevernos a volver a pensar y actuar como verdaderos revolucionarios.
Boaventura de Sousa Santos ha dicho que “Europa debe regresar a la escuela del mundo, como alumna”. Yo pienso que todos los pueblos y los trabajadores del mundo debemos hacerlo.
La grave situación de la humanidad y del planeta frente a un capitalismo en decadencia nos obliga a cuestionar a fondo los cimientos teóricos que hemos venido pisando. ¡La vida nos empuja…!
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