PROYECTO HISTORIA SUBALTERNOS
ANTONIO GRAMSCI (SERIE)
CUATRO
Nenneta Cuba, amiga de Grazietta, en Ghilarza, vecina de los Gramsci tiene estos recuerdos de la infancia de Antonio (Nino):
Nino no siempre había sido jorobado. Al contrario, de pequeño era muy hermoso. Quizá delicado, pero hermoso, una flor... Tenía cuatro años menos que yo, bromeaba y recuerdo muy bien cómo era antes de enfermar: un muchacho guapo, normal, de pelo rizado, abundante y de color claro; tenía los ojos azules.
Después, no se por qué, empezó a salirle en la espalda una especie de nuez y él dejó de crecer, se quedó bajito, pequeñito. La tía Peppina la pobre, lo probaba todo para combatir el mal. Parecía siempre confusa y asustada. Lo tendía boca abajo y le daba masajes con tintura de yodo, pero nada. La nuez era cada día mayor.
Así que decidieron ir a ver al médico, en Oristano. También lo llevaron a Caserta: tiu Gramsci lo hizo visitar por un especialista. Al volver, la cura que les aconsejaron consistía en suspenderlo de una viga del techo. Le habían construido una especie de corsé y tiu Gramsci o Gennaro lo colgaban del techo dejándolo suspendido en el aire. Pensaban que era el mejor modo de enderezarlo.
Pero el bulto de la espalda y luego incluso el pecho, aumentó y nunca pudo encontrar un remedio. Ninop siguió siendo pequeño. Ni siquiera de mayor llegó a pasar de metro y medio. ( p. 17)
Acerca de la enfermedad de Gramsci, comentó también Teresina, la hermana menor de Antonio:
Y un día le descubrieron en la espalda una hinchazón sin que nadie llegase a entender el motivo. Nuestra madre, muy impresionada, no dejaba de pensar en ello. Llamó a la sirvienta y le dijo: ¿se te ha caído de los brazos? Dime la verdad, si así ha sido. La mujer insistía en que no, pero acabó admitiéndolo." (17)
Con el problema físico de la "joroba," Antonio sufría de otras dolencias. Él mismo lo recordaba estando en la cárcel:
Cuando era niño, a los cuatro años tuve hemorragias durante tres días seguidos, acompañadas de convulsiones: me dejaron completamente exánime. Los médicos me dieron por muerto, y me madre conservó hasta finales de 1914 un ataúd pequeño y vestidos con que tenían que enterrarme. (17)
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