EVITANDO UN RÉQUIEM
PACHO POSADA, BRECHT
Y EL TEATRO EN COLOMBIA
Miguel Angel Herrera
Zgaib
“¿Es realmente posible una lectura
teórica de Brecht?”. Francisco Posada[1]
Por
estos días se han hecho tímidos homenajes a Pacho Posada, un profesor e
investigador de la Universidad Nacional, quien fuera decano de la que entonces
se llamaba, sin pretensiones, Facultad de Humanidades, en la parte final de la
década de los 60.
Francisco de
formación marxista, y con la experiencia de haber viajado a Alemania, escribió
sobre temas de historia, filosofía y estética principalmente; y, en particular,
a propósito del marxismo, donde en la parte final
de su periplo intelectual le dio especial importancia a la "escuela"
de Louis Althusser, cultor de la epistemología materialista y del
estructuralismo como método riguroso de entender la producción intelectual y el
mundo real.
Teatro
y secularismo
“Nosotros proponemos
una relectura, vale decir, una ruptura con todos aquellos supuestos que han
servido para fosilizar, borrar o hacer la imagen de Brecht un artículo de
consumo.” Francisco Posada, Op. cit., p. 251.
Aquí y ahora me referiré a un trabajo dedicado a la estética
materialista, que Pacho publicó en editorial Galerna, de Buenos Aires, en abril
de 1969. Lo hago en interés de contrapuntear, a la vez que abrir ventanas, en
el marco de divulgación cultural y artística que la dirección de la Nacional
hace en el marco de una nueva versión del Festival iberoamericano.
Esta es obra notable
y perdurable de la teatrera Fanny Mickey, quien antes que nada fuera una
magnífica empresaria de la cultura, en todas sus formas. Empresa
"sacrílega", avanzada secular que muerde y sobrepone el teatro a la
estentórea fórmula de la semana mayor, en la que se repite este ritual.
La nuestra es una
república contrahecha, y cómo no, que se pretende amparada por la tutela del
santoral cristiano, mientras se desangra en un alucinante "calvario"
de forma sádica y compulsiva durante medio siglo. Marcada por “la Violencia”
que se expande desde 1946, y que los gobernantes de antes y ahora aúpan con
cínico descaro, aduciendo la mar de razones asesinas para continuarla.
El teatro, su culto,
oficial y alternativo, en las mismas fechas en que se eleva el culto regular al
cristianismo es al tiempo un punto de fuga, a riesgo que se pierda su función y
su mensaje. Es urgente democratizar su organización y ejercicio.
Quizás el recuerdo
de lo hecho y propuesto por Brecht vuelva a ayudar en este giro que lo proyecte
y lo retroalimente en las 20 localidades, y lo saque también como evento de
multitudes a los municipios del área metropolitana.
Trasegando con el realismo y la obra de Brecht
“El
esfuerzo es, pues, doble. Por una parte, el discurso de la teoría debe emerger
en medio del sarpullido de ideas; por otra, este discurso se desdobla en dos
grandes ramas: la de la teoría de la producción artística y la de la estética
del nuevo realismo.” Francisco Posada, o.c., p. 252.
Dicho lo anterior, esta vez voy a fijar la atención en el libro de
Posada titulado "Lukacs, Brecht y la situación actual del realismo
socialista (1969)", del cual el mismo autor señalaba, con modestia y
prudencia, que "Su objeto propio es primordialmente la descripción de una
polémica en el seno de las diversas teorías socialistas del arte."
Sin embargo, para
este caso, yo centraré la atención en un apartado de su libro que corresponde
al capítulo IV. Brecht, hora cero, y,
en específico, al intertítulo II. Arte y
producción, donde Pacho Posada presenta su enfoque de la estética
brechtiana acudiendo a la perspectiva althusseriana.
En lo particular,
conviene decirlo, el propio Louis Althusser dio prueba en materia estética al
lidiar con la obra misma del dramaturgo alemán, quien después de su exilio
viviera en la extinta RDA, orientando el trabajo creativo e investigativo del
Berliner Ensamble.
El punto de
encuentro de los dos tiene que ver con la relación entre arte y producción, y
según Posada, entre otros asuntos, ella
implica “una ruptura con la idea de una creación, la cual depende de la de un
sujeto “omnipresente,”[2]
quien dirige el proceso y modela las formaciones sociales. Para este
planteamiento, que Althusser critica, “El sujeto crea la obra artística. El
tema de la producción se encuentra por consiguiente, fuera de los
planteamientos indicados.”[3]
Es Lenin, antes que
Brecht quien de manera indirecta trata al arte desde la perspectiva de la
producción. Para este, el arte como producción social desecha el esquema
sujeto/objeto como base de interpretación del fenómeno estético. Además,
conviene recordar con Marx que el “arte es una actividad social y conlleva que
el sujeto desaparezca en tanto centro de iniciativas, dice Posada.
En Bertolt Brecht la
palabra cultura e ideología son intercambiables; y abarca no solo lo pensado y
representado conforme con los intereses de la clase dominante, sino también lo
que corresponde al conglomerado, la
comunidad política en su conjunto. Y la ciencia, de otra parte, para
constituirse tiene que “acribillar la ideología burguesa”, según decir de
Brecht.
Por último, la
producción artística y su irreductibilidad no descartan el condicionamiento y
tampoco la función social del arte. Conviene ahora examinar de qué práctica se
trata. Así como existen modos de producción de la verdad existe la producción
de la obra de arte, cuyo fin específico, de acuerdo con Althusser, no es el de
producir conocimientos. También se toma distancia de Hegel, para quien hay “una
historia homogénea que ignora las historias “parciales” de las diversas
prácticas”.[4]
El marxismo de cuño
hegeliano, entonces, desembocaba en sociologismo, y éste en economicismo. De
ese modo no se explica cómo “una idea puede convertirse en fuerza material,
apenas afirma la existencia de u1na conversión”[5].
La respuesta empieza
por establecer que lo material y lo ideal son momentos de un proceso de
producción. Para Brecht, también, el arte es una práctica humana, con sus características
y su historia; es una práctica entre otras, subraya Francisco Posada. De este
modo se evita el dualismo propio de la filosofía materialista de la presencia.[6]
En la misma vena de
Althusser, Posada señala que las prácticas tienen un modo, no el mismo, de
entrelazarse en cada sistema social, y hay, además, una práctica (la economía)
que tiene la característica de determinarlo en última instancia. Es lo que
corresponde a lo que Althusser en Pour
Marx denomina “articulación jerarquizada de prácticas”.[7]
Un giro necesario y oportuno
“Cuanto
más queremos que el público nos acompañe en una travesía en común, en un sentir
paralelo, tanto menos está en condiciones de aprehender las relaciones
sociales, tanto menos puede captar racionalmente.” B. B. Op. cit., T III, p. 88
Por último, huelga destacar con Brecht, el cambio en la función del
arte, propio de una sociedad dividida en clases, en estos términos: “los
historiadores del arte avanzados reconocen el valor de uso de la obra artística
siempre como decisivo”. [8]
El interés de Posada, al final de los años 60, era mostrar cómo Brecht, por lo
demás, se encuentra lejos de los marxismos que postulan un materialismo
metafísico o una suerte de idealismo objetivo o subjetivo, en este caso, de
cuño kantiano, participando del debate epistemológico y estético, de una parte.
Para Brecht, de otra
parte, el “gran arte sirve a grandes intereses”, el arte no carece de una
actitud. En suma, el arte ofrece la ideología, destaca Posada en su
explicitación del planteamiento de Brecht, pero no para justificarla, sino da a
percibir, cumple la operación del revelamiento, en lugar de reflejo, apoyándose
en el decir de Althusser.[9]
Dicho lo cual,
conviene tomar en consideración, teniendo delante el final de una nueva entrega
del Festival Iberoamericano de Teatro en Bogotá, que
“El arte nos revela
el mundo por medio de un mundo, valiéndose de convenciones…”[10]
El arte es una vivencia de vivencias, cuya función social, como realismo
actual, es “la de coadyuvar a gestar la situación social, política e
intelectual que haga viable un tránsito de la sociedad capitalista a la
sociedad socialista…valiéndose del arte mismo.”[11]
Lo que traducido en
nuestra coyuntura actual conduce a pensar el teatro de cara al asunto no
resuelto aún de la paz y de la guerra. Una causa que se sigue represando en la
voluntad de las representaciones del gobierno y las guerrillas, mientras a la
sociedad civil se la sujeta a ser un espectador de segunda.
Aquí tenemos la
oportunidad de destacar la importancia del arte y cómo puede afectar de manera
más eficaz el resto de estructuras sociales, tomando en cuenta el trabajo
exploratorio y divulgatorio de Francisco Posada, al fijar su atención en las
contribuciones de Bertolt Brecht, padre de la mayoría de los teatreros de
Colombia, que tuvieron como primer laboratorio a las universidades públicas y privadas
en las fecundas décadas de los 60 y 70. Esta cosecha tiene que ser repotenciada
audazmente.
Esto proponía, en fórmula
abierta, que resulta un desafío en presente:
“No basta que el
artista dé “modelos de la convivencia; requerimos imágenes de otro orden que
nos descubran las estructuras de diversa índole, las cuales hacen que la
convivencia entre los hombres sea lo que es en la actualidad.”[12]
[1]
Posada, Francisco (1969). Lukacs, Brecht
y la situación actual del realismo socialista. Editorial Galerna. Buenos
Aires, p. 245.
[2]
Op. cit., p. 253.
[3]
Ibídem., p. 254.
[4]
Ibíd., 260.
[5]
Ib., p. 261.
[6]
Ib., p. 262.
[7]
Ib., p. 263.
[8] Brecht, Bertolt (1968). Schriften zur Politik und Gesellschaft.
T. I. Berlín, p. 103.
[9]
Althusser, Louis (1966). Sur la
connaissance de l´art, en : La nouvelle critique N. 175. París.
[10]
Posada, Francisco, op. cit., p. 266.
[11]
Ib., p. 268
[12] Brecht, Schriften zur Politik und Gesellschaft. T VII, p. 12 ss. Ver Francisco Posada, op cit., p. 301.
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