9 de abril de 2014

Después del 7 y 9 de abril

BOGOTÁ, REBELDÍAS Y MULTITUDES. (Parte I)

"Señor Presidente: aquí no se oyen aplausos; sólo se ven banderas negras que se agitan! J. E. Gaitán. Oración del silencio, 7/02/1948.

                                              Uno de los expositores del II Foro, Miguel Eduardo Cárdenas, profesor e investigador social y político nos recordó que en 1892 hubo una revuelta en Santafé de Bogotá, en 1892. Los amotinados gritaban vivas a La Comuna, recordando al París de 1871, acontecimiento sobre el que escribieron Marx y otros revolucionarios. 

Aquel levantamiento de hace dos siglos fue sofocado, como había ocurrido también en 1854, cuando las Sociedades Democráticas y el general Melo se hicieron con el gobierno nacional, y el foco principal del levantamiento fue Bogotá. Así que entre uno y otro hecho hubo 38 años de diferencia.  

Después, el 9 de abril de 1948, se precipita otro ejercicio insurreccional, ocasionado por el asesinato de Jorge E. Gaitán, hecho que aún mueve imaginación y comentarios acerca de si  Roa Sierra fuera o no el asesino. Mucha más tinta ha corrido para señalar a los determinadores intelectuales del magnicidio. Nada se ha podido probar desde entonces al respecto.

Parábola de un exalumno

"(El movimiento obrero) carecía de espíritu revolucionario y era lamentable que en el país hubiera apenas 93.000 sindicalizados." J.E. Gaitán, El fantasma sindical (1943).

                                                 Ninguno puede olvidar que Jorge Eliécer Gaitán estudió y se graduó en derecho con una tesis que todavía se comenta, "Las ideas socialistas en Colombia". En la Nacional esta fue una tesis polémica, bajo la hegemonía deológica conservadora; pero ella definió la vocación igualitaria, a su manera, que fijó la trayectoria al "negro" Gaitán, un liberal socialista hasta su sacrificio, que ahora se conmemoramos en circunstancias diferentes.

Hoy, Bogotá, que fuera gaitanista en los años 40, está conmovida y polarizada por dos propuestas de ciudad: la fórmula neo-liberal, de un lado; y la social y humana de los de abajo, apenas bocetada y llena de borrones. Esta coyuntura ha sido posible, debido en parte a la elección seguida de tres alcaldes influidos  por el pensamiento de izquierda bajo diversos matices. 

Pero, ante todo, porque ellos han sido votados por una población  que fluctúan entre los 550.000  y los 900.000 ciudadanos, esto es, una minoría decisiva que está concentrada en la capital de la república y hace parte de una cultura política influida por el cristianismo de base, el liberalismo y una izquierda de matices variopintos, que en todo caso está conectada por el reclamo de igualdad en todos los órdenes de la vida social. 

Un recuerdo redivivo

"Se veía una gran multitud por esa calle, parecía una procesión, como dije, por esa calle, estrecha, larga, ya se puede decir de miles de gentes." Fidel Castro, en: Arturo Alape, "El Bogotazo" (1983), p.  293.
                                                     Aquí conviene recordar que Gaitán fue alcalde nombrado por el presidente Alfonso López, después que aquel desistiera de la UNIR, Unión Nacional Izquierdista Amor Revolucionarioa, al sufrir este movimiento y sus simpatizantes urbanos y agrarios la represión asesina, y un pobre resultado electoral.  

Ser alcalde fue un reconocimiento del jefe de la "revolución en marcha", toda vez que Gaitán hizo su reingreso al Liberalismo, pues había militado a comienzos de los años 20, después de la histórica convención de Ibagué; y se destacó como congresista junto a Gabriel Turbay, un animador inicial de células marxistas en Girardot y Bogotá, con quien denunciaron la bestial masacre de las Bananeras y acusaron la injerencia del imperialismo norteamericano.

El episodio salvaje de las Bananeras quedó literariamente grabado en la obra de Álvaro Cepeda Samudio, y en Cien Años de Soledad, por Gabo, hijo de Aracataca. Aquella masacre, coronó un beligerante quehacer obrero que orientaba el partido socialista revolucionario de Raúl Mahecha, Torres, María Cano, y que cerró la intentona insurreccional protagonizado por los llamados Bolcheviques del Líbano (1929), signatarios de las 21 condiciones establecidas por la III Internacional. 

Antes había ocurrido en la incipiente sociedad civil nacional la huelga del ferrocarril del Pacífico (1926), liderada por Ignacio Torres Giraldo que obtuvo el 3 de septiembre la jornada de 8 horas pactada con el gerente Alfredo Vásquez Cobo. 
Después vendría la convención colectiva de Bavaria, el 23 de julio de 1928. 

Allí quedó también plasmada la conquista de 8 horas con la asesoría sindical de Jorge Eliécer Gaitán, quien no empezó su fulgurante trayectoria de abogado como penalista, sino como abogado de sindicatos obreros y pliegos agrarios, después de su activa y valiente denuncia de la masacre de las Bananeras. (Ver Martínez Fonseca, JM. Paternalismo y resistencia. Los trabajadores de Bavaria, 1889-1930. Rodríguez Quito editores. Bogotá, 2007).

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