24 de junio de 2015

PROYECTO  PAZ SUBALTERNA

REBELDÍA  EN EL MANGO, CAUCA. 
PARAR LA GUERRA EN COLOMBIA! 

"Aquí, la policía no está brindando ninguna seguridad". Dice habitante del corregimiento de El Mango.

Un testimonio directo

"No incendiamos una estación de policías, sino unas camisetas y basura." Dagoberto, acción comunal, El Mango

                                            Dagoberto, habitante del corregimiento de El Mango, y activista de la causa de la vida en ese pueblo azotado por la guerra, destruido en una tercera parte por ataques y combates entre las Farc-ep  y la Policía nacional, comentó el pasado día lunes que este pueblo decidió darle cumplimiento a lo dispuesto por la asamblea ciudadana de esta población de 2.000 habitantes, azotada por la guerra de manera ininterrumpida.

Lo hecho, que produjo la salida de 60 policías que tuvieron que marcharse hacia la cabecera municipal de Argelia, coincidió con lo dispuesto por el poder judicial nacional, que ya sentenció en un caso similar en Arauca, que no se pueden instalar cuarteles ni puestos de policía en zonas aledañas a poblaciones que son teatro de combates regulares. El emplazamiento policial fue desmantelado con el uso de un bulldozer, tal y como aparece en una de las fotografías difundida, donde se muestra cómo son removidos los sacos de arena que servían de trinchera a los uniformados.

Dago, líder de acción comunal, desmintió el comunicado del general Palomino, quien no estuvo en el escenario de la acción común, cuando la población reunida decidió que la policía tiene que salir del centro del casco urbano, se anticipó a hacer señalamientos, y a sugerir participación de la insurgencia en esta acción drástica de la ciudadanía deliberante contra la guerra civil que continua al mismo tiempo que se desarrollan las negociaciones de paz en La Habana. 

La voz de un policía

                                                Un policía señala, frente a la censura del general Palomino, quien los llamó cobardes, que, por el contrario, el gobierno nacional los abandonó. Además, los pobladores denuncian que los policías metidos en funciones que no le corresponden viven en unas condiciones deplorables, y por vía de tutelas no les permiten ocupar inmuebles dentro del casco urbano de El Mango.

Porque son preventivas las funciones  que caracterizan a este cuerpo, que existió en la antigua Grecia, con la denominación politia/politeia, quienes fueron destinados a tareas de orden público en esta zona caliente están ateridos, apeñuscados, viviendo 60 efectivos en una casa improvisada en el centro del corregimiento, en una situación miserable, sin garantía de poderle ofrece seguridad a los residentes en el corregimiento.

Recordando un episodio de la historia española, que inspiró un celebrado drama de Lope de Vega, cuando la población de Fuenteovejuna se subleva contra el Comendador y pone orden en medio del desorden institucional, los habitantes de El Mango ponen el dedo en la llaga como colectividad, y no aceptan ser títeres estratégicos en una guerra sin sentido, que se prolonga sin ton ni son.

La paz subalterna

                                      La población en rebeldía, porque sabe y le comenta a las autoridades que se prepara un ataque con cilindros por las Farc-ep, realiza el primer acto significativo, autónomo que reclama otro tipo de paz, distinto a los bombardeos, a la respuesta con tatucos y minas; y mucho menos utilizar a la gente como escudos en una guerra fratricida, pretextando que se puede seguir negociando en medio de la guerra.

La gente de El Mango pone el grito en el cielo, para evitar luego de dos años, cuando menos, a raíz de lo escrito por la periodista Salud Hernández, protesta y rechaza que siga siendo utilizada como rehén, por la burocracia civil y policial que se apoltrona "cómoda y segura" en Bogotá. Ahí está la prueba de esta absurda guerra, y de una prometida y jamás cumplida seguridad: 75 casas destruidas, y abandono.

No se puede seguir "chupando"  El Mango impunemente. El general Palomino tendrá que rectificar la acusación que lanzó contra toda una comunidad. Es el tiempo que la gente de Colombia, que no está inoculada por la ética de la muerte porque la sufre en carne propia, salga a la calle, y fuerce una fórmula sensata, inmediata. 

Parar la guerra. Vamos!

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