1 de enero de 2018

NABOKOV, EL QUIJOTE  Y EL CRONISTA (III)

                                                           Vladimir Nabokov señala en su conferencia sobre el tema de El Cronista, que le resta un punto en el examen de los elementos que denomina estructurales para su análisis explicativo de su lectura de El Quijote, "lo que yo he llamado la materia del cronista". (150)
Al respecto nos señala que en la primera parte de la obra "Cervantes finge ser el revisor de una crónica anónima, obra de un  <> como le llama don Quijote:

<<¡Oh tú, sabio encantador, quinquiera que seas, a quien ha de tocar el ser cronista de esta peregrina historia!>> Luego en el del capítulo 8, Cervantes abandona esta procedimiento: "tenemos que dejarles en esa posición , porque el texto anónimo  termina aquí y no he podido encontrar nada más sobre las hazañas de don Quijote". (151)

De artificios y realidades

Este artificio, recuerda Nabokov, era de uso corriente en los libros de caballerías que Cervantes imita. Nabokov denomina en este episodio al  cronista uno como "historiador anónimo". Luego en el capítulo 9, Cervantes es un compilador contrariado, porque tiene que reemplazar al cronista:
<Esta imaginación me traía confuso y deseoso de saber real y verdaderamente toda la vida y milagros de nuestro famoso español donde Quijote de la Mancha, luz y espejo de la caballería manchega...

Digo, pues, que por estos y otros muchos respetos es digno nuestro gallardo Quijote de continuas y memorables alabanzas, y aun a mí no se me deben negar, por trabajo y diligencia que puse en buscar el fin desta agradable historia." (152)

Entonces Cervantes sigue con su infundio, y comenta que en Toledo encontró manuscritos escritos en árabe de Cide Hamete Benengeli, y a través de éste habla nuestro escritor castellano, diciendo que acudió a la traducción que realizó un morisco bilingüe en un mes y medio. Hila don Miguel  la conexión con la siguiente parte con el final del capítulo 8, en la escena del combate entre Quijote y el vizcaíno.

Viene luego la descripción del entorno real vivido por Cervantes en aquel tiempo, 1603 0 1604:
"Trabajaba frenéticamente sin releer ni planificar. La pobreza lo espoleó a escribir la primera parte. La pobreza y la exasperación engendraron la segunda parte, redactada diez años después, porque mientas que escribía ésta Cervantes tuvo que habérselas con un encantador en la vida real..." (153)

Cuando la historia se hace real

A todas estas, dice Nabokov, Cervantes incluye en su narración ya, a dos historiadores, uno anónimo y el otro es Cide Hamete, y previene cualquier reproche sobre la realidad de su héroe: "apelando a la autoridad de la crónica  que él había mandado a traducir, y a la condición de morisco de su autor:

"Si a esta se le puede poner alguna objeción cerca de su verdad, no podrá ser otra sino haber sido su autor  arábigo, siendo muy propio de los de aquella nación ser mentirosos; aunque, por ser tan nuestros enemigos, antes se puede entender haber quedado falto en ella que demasiado." (153)

Viene a renglón seguido el comentario de Cervantes acerca de los historiadores:
"...habiendo y debiendo ser los historiadores puntuales, verdaderos y no nada apasionados, y que ni el interés ni el miedo, el rencor ni la afición, no les hagan torcer el camino de la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso  de lo presente, advertencia de lo por venir..." (154)

Por último, hay un nuevo artificio, en el capítulo 14, la aparición del bachiller Sansón Carrasco, disfrazado, impersona al caballero de los espejos. Carrasco dirá ante el Quijote:

"Pero de lo que yo más me precio y ufano es de haber vencido en singular batalla a aquel tan famoso caballero don Quijote de la Mancha, y échole confesar que es más hermosa mi Casildea que Dulcinea; y en sólo este vencimiento hago cuenta que he vencido todos los caballeros del mundo, porque el tal don Quijote que digo los ha vencido a todos;" (155)

Lo curioso es que mientras Cervantes utilizaba en su obra la fórmula de los encantadores de toda laya, le apareció uno de verdad, porque antes que él publicara su segunda parte, en Tarragona alguien se le adelantó, y dio a la venta un "segundo tomo", cuando expiró la salvaguardia que tenía él sobre su primer tomo publicado, el 26 de septiembre de 1614. Quien firmaba esta suplantación se llamaba Alonso  Fernández de Avellaneda, cuya identidad sigue sin resolverse.

(continua)

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