APUNTES SOBRE EL LIBRO DE RUBÉN JARAMILLO:
LA PRIMACÍA DE LA PRAXIS.
ENSAYOS CRÍTICOS
EN TORNO A MARX Y EL MARXISMO.
miguel angel herrera zgaib
Profesor asociado, ciencia
política, unal
Director del Seminario
Internacional Gramsci
En la colección Pensamiento Crítico, de Ediciones Veramar,
al cuidado del poeta, experto en D. H., Héctor Peña Díaz, con la edición del
maestro Juan Carlos García Lozano, continua circulando con gran interés y
atentos y sesudos comentarios este libro compuesto de varios ensayos del
filósofo crítico Rubén Jaramillo Vèlez.
Fue el resultado de un trabajo de recopilación, selección y
atenta revisión, adelantado a lo largo de dos años con la asistencia de un trío
de jóvenes, Cristian, Juan David, y Martín, orientados por el profe Juan
Carlos, y Héctor, quienes se reunieron "religiosamente" hasta darle
luz, de modo generoso, a este brillante parto decembrino.
La presentación del libro
Fue el inolvidable colofón del XIII
Seminario Internacional A. Gramsci, que se cumplió con un formato de
conversatorio tejido a través de un elenco de preguntas que hilvanaron una
suerte de columna vertebral que abre una de varias posibles avenidas para que
cada curioso, ávido lector podría recorrer con grande provecho.
Conviene repetirlo, que esta publicación
se ofreció, primero, a la Facultad de Ciencias Humanas, y, en particular, a la
carrera de Filosofía, donde su director, luego de varios meses de silencio,
desestimó su publicación.
Entonces la fundación SoloDemocracia se
abocó a la exitosa tarea de financiar la publicación que contribuye a
esclarecer la magra historia de las publicación que sobre Marx y el marxismo se
han hecho en Colombia, a lo largo del último medio siglo.
El grupo Presidencialismo y participación
acompañó este esfuerzo, y lo hizo parte de la interlocución que a propósito de
Marx y con Marx viene adelantando desde el comienzo del año 2017, en el marco
del proyecto del Seminario Internacional Gramsci.
Conviene recordarlo, para celebrar el 150
años de aparición del primer volumen de El Capital, y que continuará con el 200
aniversario del nacimiento del hijo de Trier y la causa del proletariado
mundial.
Entrando en materia
"Ser radical es tomar las cosas por la raíz...y para
el hombre la raíz es el hombre"
Yendo al contenido del libro mismo, la
presentación nos advierte que lo componen 11 ensayos, que tienen como primer
ensayo, el que Rubén publicó en el Espectador, "En defensa de la libertad
de prensa: Marx Periodista," para conmemorar los cien años de su
muerte.
El acto mismo de publicarlo fue un
excelente contrapunto en una sociedad como la colombiana esperanzada, entonces,
con los anuncios de una paz con la insurgencia subalterna. Tal y como la
prometía Belisario Betancur, un outsider de pura apariencia.
Porque su paz se cerró con una doble
tragedia política y humana, en 1985 con la toma y retoma del Palacio de
Justicia, por una parte; y por la otra, con el asedio criminal al proyecto de
la Unión Patriótica que había nacido con los auspicios de las Farc-ep, y un
contingente de demócratas de diversa procedencia.
La presencia y el contexto de los escritos
del joven Marx, documentados con profusión de datos y referencias a la Alemania
que conoció Rubén en sus años de permanencia en Berlín.
Las referencias cruzadas que de Alemania
hace a lo largo de este y otros ensayos, transforman de entrada cualquier
lectura acartonada, vulgar, adocenada del marxismo, uno que se fue
empobreciendo desde los tiempos de la circulación de los manuales, que
empezaron con la égida de José Stalin.
Así que, el propio autor de los ensayos,
en otros de los escritos del libro que comento, hace un ajuste de cuentas con
la relación intelectual, y en particular, en el campo filosófico y
epistemológico entre Federico Engels y Carlos Marx.
A propósito de una materia fundamental
El
denominado materialismo dialéctico, una expresión que no es de ninguno de los
dos célebres amigos, pero la que sí hizo circular entre el gran público un
breve ensayo del propio Stalin, titulado Sobre el materialismo
dialéctico y el materialismo histórico (1938).
Este breve ensayo fue leído y distribuido
en Colombia en la escuelas de formación política, hegemonizadas por la Unión
Soviética y sus publicistas, antes y después del XX Congreso del PCUS, cuando
arrancó la campaña interna de denuncia y destape promovida por el secretario
Nikita Kruschev, ante el Comité central, el 29 de febrero de 1956. Él, lo sabemos, a los pocos años fue defenestrado
por la nomenklatura.
Ahora bien, quien empleó la expresión materialismo dialéctico, por primera vez, fue Yuri Plekhanov, discípulo principal de Federico Engels, desde los tiempos de la II Internacional que éste comandó. Fue guiado para escoger tal denominación por un trabajo crítico de Engels, el Antidhüring, en el cual contribuyó Marx con algunas páginas.
Allí Engels comenzó a hablar de la
dialéctica de la naturaleza, una expresión y una reflexión, que reclama y
subraya también Rubén Jaramillo, no corresponde tampoco a la obra del joven
Marx, y tampoco del maduro, como no lo señala de manera suficiente el
epistemólogo marxista Louis Althusser.
Sin embargo, el trabajo de Stalin de
nefasta vulgarización tenía el antecedente inmediato del ejercicio cumplido por
Nicolás Bujarin, bolchevique notable, compañero de lucha de Lenin, Kamenev,
Zinoviek, Trotsky. A la muerte de Lenin, él se convirtió en el escudero
filosófico de Stalin durante los tiempos de agria y asesina disputa con la
oposición de izquierda del bolchevismo.
Esta saga culminó trágicamente con el
asesinato de Bujarin, luego de vivir una dantesca ordalía que incluyó su previa
"confesión" en los llamados juicios de Moscú, teniendo como acusador
al fiscal de opereta Vishinky. Sobre el particular escribieron varios
disidentes, uno de ellos, Víctor Kravchenko, quien pasó sus últimos años en
Bolivia, dando impulso a un proyecto comunal en los años 60.
Bujarin fue autor del Ensayo de Sociología Popular, que criticó con claridad Antonio
Gramsci en las notas que sobre filosofía elaboró en sus célebres Cuadernos de
la Cárcel, en su Introducción a la filosofía. y siguiendo la intervención de
Bujarin en el congreso mundial de filosofía en Londres.
Pero, como bien lo recuerda Rubén
Jaramillo, antes que Gramsci, Gyorg Lukács, y Karl Korsch habían sido críticos
de tales desfiguraciones del legado filosófico de Marx en el campo del
materialismo, alejadas del monismo filosófico materialista.
Ambos marxistas europeos tienen
esclarecedores antecedentes en su lectura de las obras de juventud, en
particular, de Carlos Marx la Contribución
a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, de la que es bastante
conocida la Introducción.
Más precisamente, los dos releyeron las Tesis acerca de Feuerbach, que Engels publicó como suplemento a su
trabajo Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana. Al
respecto, Jaramillo nos recuerda en su libro la serie de ensayos
de Lukács, reunidos en Historia
y Conciencia de Clase, así como el trabajo de Korsch, Marxismo
y Filosofía.
Fue importante la cercanía que ambos
mantuvieron con el gran trabajo de recopilación y divulgación cumplido por
David Riazanov y su equipo, en la serie de la MEGA, que publicó las obras de
Marx y Engels, obra monumental que fue interrumpida por la destitución, y luego
la eliminación de su director.
Naturaleza y Praxis
“El trabajo es en primer lugar un proceso entre el hombre y
la naturaleza, un proceso en que el hombre media, regula y controla su
metabolismo –intercambio orgánico- con la naturaleza.” Carlos Marx, El Capital.
Rubén Jaramillo
puntualiza que Jorge Plejanov fue más un discípulo de Federico Engels que de
Marx, en particular, a través del quehacer teórico y práctico de la II Internacional.
Pero esto no ocurrió en todos los casos. A manera de ejemplo relevante, el
filósofo y pedagogo italiano Antonio Labriola, quien no solo disputó con el
saber de Engels, sino que se mantuvo como un socialista independiente.
El proceso de la dialéctica no es algo que
ocurre al interior de la naturaleza, así no lo entiende ni lo asume Marx,
quien, en cambio habla, de stoffwechsel prozess, que corresponde a la expresión
metabolismo. Así lo registra Jaramillo, que Wenceslao Roces traduce
correctamente como un intercambio
orgánico para tratar de “la transformación de la naturaleza para satisfacer
las necesidades de los hombres.” (Ver La
primacía de la praxis, p. 52)
A partir de lo dicho se distingue una
dialéctica a través de la naturaleza de
una dialéctica en o de la naturaleza, que son derivaciones del discurso
engelsiano. El arranque de esta efectiva ruptura marxiana ocurre en su lectura
del materialismo de Feuerbach, como se registra en sus tesis de 1845, y, en
particular, en la primera de éstas:
“El defecto fundamental de todo el
materialismo anterior, incluido el de Feuerbach, es que sólo concibe a las
cosas, la realida, la sensoriedad, bajo la forma de objeto o de contemplación,
pero no como actividad sensorial humana, como praxis, no de un modo subjetivo.”
Más allá de la filosofía de la identidad
El camino seguido por el joven Marx, dice Jaramillo,
citando a Horkheimer, supera la filosofía de la identidad de Hegel, esto es, la
filosofía del espíritu absoluto. Porque la dialéctica marxiana es una
dialéctica práxica, una “dialéctica a partir del intercambio con la naturaleza.”
(p. 53)
La ruta seguida por Engels fue otra, tal y
como quedó plasmado en el texto escrito contra el divulgador Eugen Dühring,
quien ejercía la docencia en Berlín, y quien asimilaba el materialismo marxiano
con una forma de positivismo que acompañaba el vigoroso despertar de las
ciencias naturales durante el siglo XIX.
Engels fue presa también del positivismo,
a pesar de su intento crítico filosófico contra Dühring, donde hubo una
brevísima colaboración de Marx, aún no suficientemente acotada.
Al contrario, los discípulos rusos de
Engels difundieron con Plejanov a la cabeza, la noción de materialismo
dialéctico, quien lo hizo parte de su “concepción monista de la historia”.
Esta marcha va en contravía de lo que Marx
establece en El Capital, y en las Tesis sobre Feuerbach. En el primero
libro Marx establece que “…El hombre se enfrenta a la materia misma como un
poder natural, pone en movimiento las fuerzas naturales que pertenecen a su
corporeidad, brazos y piernas, cabeza y manos a fin de apoderarse de los materiales
de la naturaleza, bajo una forma útil para su propia vida.” (Marx, El Capital,
Volumen I)
Jaramillo destaca también que sin leer el
Capital, de haberse conocido el trabajo de Los
manuscritos de 1844, que sólo se recuperaron en la edición MEGA dirigida
por Riazánov, aparecidos en 1932, la propuesta del materialismo dialéctico no
hubiera prosperado. Esta la cita de prueba directa:
“Pero el hombre no sólo es un ser natural,
sino un ser natural humano, puesto que existe para sí mismo, y por tanto a
nivel de especie tiene que confirmarse por su propia acción, tanto en su ser
como en su saber.”
En este escrito de 1844, la praxis aparece
formulada en términos de acción humana transformadora. Al respecto, Jaramillo
anota, que está aún presente, también, la influencia del Hegel de la Fenomenología del Espíritu, en
particular, el famoso capítulo IV. Pero conviene precisarlo, se trata del lado activo del idealismo, tal como
lo expresará luego Marx, de manera más directa, en su crítica contenida en las Tesis sobre Feuerbach.
Pero Jaramillo quiere hurgar más atrás en
la obra de Hegel, en procura de la praxis; pero, que en todo caso, es, insisto,
la praxis idealista, como aparece expresada en la Lógica real de Jena. Para citar a Hegel, el filósofo
colombiano acude allí a un trabajo de Habermas, el más célebre discípulo vivo de la escuela de Frankfurt.
Habermas desarrolla este planteamiento en
su ensayo Trabajo e interacción,
donde él enuncia la tríada hegeliana de trabajo-lenguaje-familia. Será él, y no
solamente Hegel, quien no prosigue la senda del materialismo, que, en cambio,
si hará el Marx del materialismo activo, cuando rompe con el materialismo
contemplativo de Ludwig Feuerbach durante los años 1845/1846.
Habermas, lo hará más explícito en su
madurez teórica, cuando propone La
reconstrucción del materialismo histórico (1976), que es antesala de su Teoría de la Acción Comunicativa (1981).
Él revisará el legado marxiano, separando teoría y práctica, valiéndose para
esta operación, epistemológica y política a la vez, de la normatividad del
lenguaje para luego proponer la lógica del mejor argumento.
Pero, Jaramillo reconoce, que antes de
Habermas, en la disputa en torno a la dialéctica y sus alcances, estuvo el
trabajo del fenomenólogo Maurice Merlau Ponty, una perspectiva plasmada en su
ensayo Marxismo y filosofía (1956),
que coincidió con la invasión soviética de Hungría; y que él incluyó después en
su libro Sens et non sens (1965).
Jaramillo Vélez incorpora su traducción
del filósofo francés:
“Si la naturaleza es la naturaleza, es
decir, exterior a nosotros y a ella misma, no se pueden encontrar ni las
relaciones ni la calidad que son necesarias para fundamentar una dialéctica.”
Merlau Ponty, interlocutor de Jean Paul
Sartre en Temps Modernes, precisa su
argumento del siguiente modo: “Si ella (la naturaleza) es dialéctica, es porque
se trata de esta naturaleza percibida por el hombre e inseparable de la acción
humana de la cual Marx habla en las Tesis
sobre Feuerbach y en la Ideología
Alemana” (p. 55)
La cita de la Ideología Alemana es rotunda, a propósito de la pretendida
dialéctica de o en la naturaleza que no es una posición filosófica de Marx:
“Esta actividad, esta acción y este
trabajo sensibles continuos, esta producción, constituyen el fundamento de todo
el mundo sensible tal y como él existe actualmente.” (p. 56)
Rubén Jaramillo cierra el planteamiento
citando al Marx de 1846: “el mercado
mundial ya había incorporado los cinco continentes de la tierra a las
operaciones mercantiles y bursátiles de los grandes centros metropolitanos, y
si aparecía una isla por causa de un movimiento telúrico esa isla bien pronto
era incorporada a una dimensión de la praxis humana.” (p. 56)
La interlocución con Habermas
Para
Habermas, trabajo y lenguaje son más antiguos que el hombre y la sociedad. Al
historizarlos, uno y otra, él recuerda, apelando a la antropología, que el
trabajo, - pensando en Engels de paso -, distingue a los homínidos de los
primates en el proceso de la evolución que propuso en El
papel del trabajo en la transformación del mono en hombre.
Pero, según Habermas trabajo y trabajo
social corresponden a escalas diferentes de la evolución de la especie, porque
éste, el trabajo social, implica interacción, esto es, en últimas, comunicación
que es el objeto de su principal aporte teórico crítico.
Habermas no tiene clara la relevancia de
la subjetividad en Marx. Dándole más importancia al legado engelsiano de la
segunda internacional en el rumbo de la socialdemocracia. Porque, en efecto,
Marx es un moderno. Así lo entiende y divulga, singularmente, otro marxista
heterodoxo, Marshall Berman.
Sobre el particular, aunque Jaramillo
Vélez fue uno de los mejores conocedores en Colombia de la escuela de
Frankfurt, destaca, por contraste con la revisión propuesta y defendida por
Habermas, que “la noción marxiana de praxis es heredera de la problemática de
la subjetividad y de la historia de la subjetividad. Por ello supera Marx el naturalismo
ingenuo de Feuerbach…” (p. 58)
Sin embargo, Jaramillo vuelve a la
genealogía de la propia obra de Habermas y su singular interlocución con Marx,
a través del libro Conocimiento e interés
(1967), anterior a la Reconstrucción,
diciendo: “Al idealismo objetivo, que quiere explicar el ser en sí de la
naturaleza como un presupuesto del espíritu absoluto, que no ha sido captado
como tal como el espíritu subjetivo, Marx no se limita a contraponer un
materialismo vulgar.” ( p. 60)
Aquí, Habermas se aproxima al punto de
quiebre con el asunto del idealismo objetivo de Hegel: “El espíritu para
nosotros como presuposición propia a la naturaleza de la cual es la verdad y
por lo tanto lo primero absoluto. En esta verdad la naturaleza ha desaparecido…”
Enseguida, Jaramillo, cita a Habermas
sobre el planteamiento materialista de Marx: “la naturaleza es frente al
espíritu lo absoluto primero”. Porque el hombre es un ser de necesidades.”” (p.
60)
Por esa vía se reivindica también a
Feuerbach, quien postula al hombre como un ser de necesidades, reivindica el
lugar de las pasiones, la condición finita del ser humano, poniendo así, en
crisis, la denominada filosofía de la identidad de G.W. Hegel.
Entre el pensamiento crítico y la ruptura
“Sin embargo, la primera tesis contra Feuerbach va ya mucho
más allá. Cuando Marx habla del hombre como un ente objetivo no lo hace en
sentido antropológico sino gnoseológico.” Jürgen Habermas.
Habermas, en todo caso, en la lectura del
joven Marx y su disputa con Hegel, señala en su trabajo ya citado, esto es, al libro Conocimiento
e interés: “De todas formas Marx, en
un primer momento, parece limitarse sólo a renovar el naturalismo de la
antropología de Feuerbach.”
Jaramillo Vélez polemiza con tal “parecer”,
que se enreda en la definición de qué es lo objetivo. Para Marx, en cambio, objetivo
lo es en el sentido del atributo de objetivar, de proyectar.
El colombiano lo relaciona con las expresiones alemanas gegenständliche y gegenstand para
designar objetual y objecto, que son el producto del trabajo social, y no del
trabajo asumido de modo general. Él toma distancia también de aquel Habermas y
su comprensión de Marx, cuando reduce el enfoque marxiano a lo gnoseológico,
porque el sentido es también antropológico, “porque la tesis también alberga un
sentido antropológico.” (p. 63)
Sin embargo, en este esclarecedor
recorrido, pienso que Jaramillo Vélez cae de nuevo en la tentación absoluta de
la influencia de la Fenomenología del
Espíritu, para el pensamiento de Marx que no ha producido todavía una
ruptura. citándolo:
“… a
través del trabajo llega el ser para sí a sí mismo”. (61) Él nos precisa que el
hombre tiene atributos corporales, materiales, que se expresan en una actividad
objetiva pero “ inespecífica”.
Jaramillo Vélez vuelve a Habermas y su
lectura de Marx:
“(El hombre) sólo puede exteriorizar su vida en los objetos reales-sensibles, sigue Marx encerrado en el círculo de las representaciones naturalistas.” (p. 62)
“(El hombre) sólo puede exteriorizar su vida en los objetos reales-sensibles, sigue Marx encerrado en el círculo de las representaciones naturalistas.” (p. 62)
Hasta que Habermas llega a las tesis de Marx
“contra” Feuerbach, donde aquel reconoce que se produce un avance que va más allá
de la crítica de Hegel, y de sus propias representaciones naturalistas. Este
momento, en mi comprensión, marca la emergencia explícita de la ruptura con Hegel,
y con todo el materialismo anterior, el materialismo burgués de carácter
contemplativo:
“la parte activa que el idealismo había
desarrollado en oposición al materialismo tiene que ser comprendida
materialisticamente.” (p. 63)
Al respecto, Jaramillo Vélez, precisa lo
que implica tal afirmación marxiana:
“Pero la parte activa comprendida de una
manera materialista es la praxis, es
la actividad transformadora de la naturaleza, para satisfacer las necesidades
humanas: sin la praxis no se hubiera producido el hombre mismo.” (p. 63)
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