23 de septiembre de 2014

ANTONIO GARCÍA NOSSA, HARDT Y NEGRI:

TRES PERSPECTIVAS PARA LA RUPTURA DEMOCRÁTICA[1]

GIOVANNI  MORA

Los actuales momentos exigen una mirada a aquellos autores que plantean y señalan los problemas de la democracia en Occidente, así como las dificultades de realizar un proceso democrático en Colombia.

Para empezar, la crisis de la democracia representativa y su consecuente matriz liberal es uno de los problemas que en diferentes momentos han señalado estudiosos colombianos como es el caso de Antonio García Nossa en su clásico libro “la dialéctica de la democracia”, y autores más contemporáneos como Michel Hardt  Antonio Negri en su libro “Multitud”, el segundo volumen  de la serie “Imperio.”

La presente ponencia buscará resaltar aquellos puntos de ruptura que proponen los autores ya citados y su particular interpretación de la democracia que dista de ser la misma que desarrolla la concepción liberal que pone su acento principal en la democracia representativa. 

ANTONIO GARCÍA: PIONERO DE LA RUPTURA CON LA DEMOCRACIA REPRESENTATIVA

Dentro de vasta obra de García Nossa nos detendremos para efectos de esta ponencia en su libro de 1972 titulado “Dialéctica de la Democracia”. Es necesario resaltar el importante análisis que hace este intelectual sobre la democracia en Colombia y en América Latina y los puntos analíticos de ruptura que plantea con la democracia de corte liberal o representativa. De igual forma, podemos valorar este trabajo académico como pionero en la formulación de la democracia absoluta donde se rompa con la concepción moderna de gobernantes y gobernados.

Desde la perspectiva del autor, el pensamiento y la práctica liberal en América Latina al no desarrollar cambios profundos en el seno de sus sociedades, dejó una frustración histórica. Las élites dirigentes asumieron acríticamente los modelos de vida europeos sin detenerse en la reflexión de dichos modelos. De igual forma, el pensamiento liberal latinoamericano no asumió los reales problemas del atraso y la dependencia heredados después de más trescientos años de colonialismo español. Así lo recalca el investigador colombiano:     

“El problema de la alienación de las clases o élites dirigentes, se fundamentó en dos aspectos; uno, de absoluta integración al mundo metropolitano y europeo, a su cultura, a su economía, sus aspiraciones; y otro, de evasión de la realidad, de los problemas, de las condiciones estructurales de América Latina tal como emergió del status colonial y de las guerras de independencia” (García, 2013 P. 26)

A la falta de análisis y de reflexión sobre la realidad latinoamericana, y por supuesto colombiana, después de las guerras de independencia, se suma la incapacidad de las elites dirigentes de hacer del liberalismo una fuente de inspiración de los cambios  que se requerían en ese momento de la historia. De lo que se trataba en esos primeros años de la República no era otra cosa que “crear un nuevo país”, sin embargo, la ideología liberal fue más un instrumento de colonización y de dominación que de creación audaz que fuera capaz de incluir a todos los sectores sociales que en la colonia española fueron excluidos. 

Así lo recuerda García:
    
“Este esquema histórico explica por qué el liberalismo llegó, a la América Latina no como una ideología creadora sino como una ideología de colonización y por qué la alienación de la nueva burguesía (y de las élites intelectuales de las clases medias) condujo tanto a las frustración de esta como a la frustración del crecimiento capitalista latinoamericano, insertando la economía del hemisferio dentro de los engranajes de una nueva estructura colonial” (García, 2013 P. 26).

En tal sentido, tenemos una imitación muy mala de las instituciones de representación democráticas que se alejan de las demandas de la población o en los términos de Hardt y Negri de la Multitud. Evidentemente, encontramos aquí un claro punto de ruptura con García Nossa, el tiempo de los cambios sociales que pudo haber hecho la ideología liberal ya pasaron, de lo que se trata ahora es de inventar un proyecto nuevo.

Los marcos de referencia liberales y socialistas han dividió en asunto de la democracia en sus partes desconociendo el todo. El pensamiento liberal ha pretendido, siguiendo al autor, montar la democracia sobre el piso del capitalismo (hoy diríamos sobre la economía de mercado). A más capitalismo más democracia. Por su parte, como observador de los socialismos realmente existentes, García analiza como en tales regímenes hay la tendencia a considerar a la democracia como el resultado de la abolición de la propiedad privada y de las clases sociales, es decir el asunto se resuelve desde el punto de vista económico.

Continuando con su crítica a lo que podría ser la concepción de la democracia en los socialismos que se desarrollaron en la URSS y la Europa de Este, García rompe  con dichas interpretaciones pues considera que la democracia no puede ser la fase final del proceso revolucionario. La tesis leninista que la democracia sería el resultado de la propia extinción del Estado toda vez que “la organización directa de los propios trabajadores y de las masas explotadas a los que se les da toda clase de facilidades para organizar por sí mismos el Estado y gobernarlos a su manera” (García, 2013 P. 20) es para nuestro analista parcial y no total.

Frente a los distintos populismos que se desarrollaron en América Latina, García es categórico en su afirmación; redistribuir la riqueza, ampliar la participación y modernizar el Estado siguen siendo medidas que no abordan la complejidad de la construcción de una sociedad verdaderamente democrática. Para este cientista social se debe propender por una filosofía de la integración. La cultura, la política, la economía, los temas sociales son las partes de un todo que se deben integrar de manera dialéctica. Lo  que se ha conocido o se ha llamado como democracia son solo experiencias parcializadas y muy limitadas.  
  
La democracia para García Nossa es un problema total, así lo afirma en los siguientes términos; “el problema de la democracia no puede ser teóricamente retaceado, ni resuelto por segmentos o partes: es un problema de todo o nada” (García, 2013 P. 27).

LA DEMOCRACIA ORGÁNICA

Abordar la democracia como un todo significa estructurar un tipo de sociedad donde la economía, la política y lo social se relacionan y se retro-alimentan. García entiende que ninguna de estas tres dimensiones se puede quedar rezagada con respecto a la otra si pretendemos desarrollar un proyecto democrático. 

Leamos su análisis sobre el particular:
  
“La democracia orgánica es el marco estructural de la democracia funcionando como un todo, como un sistema de partes articuladas e interrelacionalas o como un método o adecuación dialéctica entre medios y fines, entre funciones cualitativas y cuantitativas. La democracia orgánica implica la organización de la democracia como un sistema de vida y el funcionamiento práctico de la ecuación democracia económica-democracia política-democracia social” (García, 2013, P 156).

Continuando con García Nossa la democracia política no sería otra cosa que la expresión cualitativa de la conciencia política del pueblo, la adopción de un régimen de responsabilidades tantos de las personas como de los órganos y por supuesto un régimen de relaciones y de normas. Y entre los factores orgánicos que señala, está el de la estructuración de la representación, la participación y la movilización; partidos, sindicatos, cooperativas, asambleas en diversos niveles de la organización estatal darían vida y un espíritu nuevo a este ensayo democrático.

Frente a la democracia económica la apuesta estaría en enriquecer las prácticas que en el socialismo del siglo XX se ensayaron y que dejaron resultados positivos. La sustitución de la propiedad privada por una socialización de la misma. La planificación económica en los tres niveles conocidos; la agricultura, la industria y los servicios. En tal sentido, la cuestión es crear una metodología de utilización de los recursos humanos, físicos, financieros, culturales, y tecnológicos.

La democracia económica ensayada en algunos países, siguiendo al autor, logró superar las condiciones de atraso y ha permitido revertir esa estructura heredada de la colonia. En otras palabras la democracia orgánica es la salida para encontrar las sendas del desarrollo.

¿Cómo lograr este giro democrático? ¿Sobre quienes recaería este proyecto común? Dejemos que sea Gerardo Molina uno de los discípulos de Antonio García el que nos responda estas preguntas:

“La revolución requerida será, en consecuencia, la obra de un movimiento orgánico de unidad popular, capaz de integrar todas las fuerzas sociales y generacionales identificadas en el objetivo estratégico de los cambios estructurales, y organizado para construir los bases del nuevo tipo de Estado: ese que identifica los intereses y aspiraciones de la nación y del pueblo. Esa nueva categoría histórica es la representada en la imagen del Estado nacional popular” (Molina, 1988, P. 321).

La consecución de un Estado nacional popular se lograría con la participación directa de la población. Es necesario señalar aquí, que en la formulación de García, existirían escenarios constantes de participación toda vez que su propuesta se basa en las asambleas municipales, regionales y nacionales. Donde los partidos políticos, los entes económicos, el gobierno, la justicia y los planificadores tengan asiento en cada uno de los espacios ya mencionados.

Tal vez uno de los puntos más polémicos es su propuesta de la convivencia de empresas estatales, cooperativas y auto-gestionarias. De igual forma, mixtas y privadas que no compitan entre sí, sino que más bien se articulen y se integren ¿Es pertinente esta propuesta para romper con las concepciones económicas del siglo XXI? ¿Cómo lograr cooperación en lugar de competencia? ¿No será este camino un esquema de reproducción de la ideología liberal?

Asimismo, la estructuración de un sistema de partidos y no de un partido político único, haría parte de la propuesta de socialismo democrático de García Nossa ¿Cómo construir un sistema de partidos sin que existan antagonismos? ¿No será esta una dialéctica más idealista que materialista? ¿La forma partido político tal y como la conocimos en el siglo XX es posible para el XXI? 
La respuesta a estos interrogantes no es solo teórica, el análisis de los procesos sociopolíticos de los subalternos, la experiencia, la práctica, nos darían una respuesta más acertada. Ahora, García no fue testigo de los poderosos cambios que hoy asistimos, es un hijo de su tiempo, sin embargo, es un referente para los que quieran pensar y actuar de manera contracorriente. Es necesario entonces, beber de otras fuentes. Autores que como Hardt y Negri problematizan a su manera el concepto democracia rompiendo con la matriz liberal.

Pasemos entonces al análisis de algunas de sus propuestas.
                                             

EL PROYECTO DEMOCRÁTICO DE LA MULTITUD

El proyecto democrático de la multitud es una invitación que hacen los autores Hardt y Negri que vale la pena pensar en las actuales circunstancias globales. Pero antes de indicar en qué consiste dicho proyecto globalizado, detengámonos en uno de los conceptos más polémicos y actuales de la ciencia política y social. Me refiero al de Multitud.

En el actual momento caracterizado por los autores como de posfordismo y en ocasiones como posmodernidad, donde emergen realidades distintas a las manifestadas en la modernidad, es menester entrar a valorar y calificar a los gobernados o a la población como la Multitud. En buena parte de la teoría política moderna se interpretó al pueblo como una entidad homogénea. A pesar de las diferencias de clases sociales, el concepto pueblo reducía a los habitantes de una nación a una identidad única.

La diferencia entre pueblo y Multitud, en esta nueva gramática con la que los autores afirman debe leerse e interpretarse las nuevas realidades de la globalización, es que la Multitud es singular y múltiple. El pueblo es uno solo. La Multitud es por el contrario diversa y plural.

Pero cuidado, la Multitud, siguiendo a los autores, es un concepto de clase. El marxismo reducía la configuración de las clases sociales a dos grandes sectores; la burguesía y el proletariado. Los análisis liberales por el contrario identificaban una múltiple configuración de clases sociales. La denominada clase media por ejemplo, de la que se señala su crecimiento cuantitativo en los países europeos. Sin embargo, esta consideración empírica de la case social no considera la otra realidad y es la definición política de la misma clase.
En otras palabras, la pregunta no sería ¿Qué es la Multitud? sino más bien ¿Qué puede llegar a ser la Multitud? Por lo tanto, el concepto y su definición pretenden ser abiertos no acabados. Algo de desconocido encerraría la propia definición en la medida en que estamos viviendo el tránsito de una época a otra y no logramos aprehender la totalidad de los cambios, sino más bien las tendencias. Sin embargo, hay más pistas para entender este nuevo concepto, escuchemos a los autores:

“En nuestro planteamiento inicial concebimos la multitud como la totalidad de los que trabajan bajo los dictados del capital y forman, en potencia, la clase de los que no aceptan los dictados del capital. El concepto de multitud, por lo tanto, es muy diferente del de clase obrera, al menos en la forma en que se utilizó este concepto durante los siglos XIX y XX. El concepto de clase trabajadora es fundamentalmente un concepto restringido, basado en exclusiones”. (Hardt y Negri, 2004, P. 143).

Llamo la atención en la primera frase de la cita arriba transcrita del libro Multitud, la que reza; “en nuestro planteamiento inicial”. A nuestro entender, los autores pretenden hacer ver el desconocimiento que hoy tenemos frente a las posibilidades de desarrollo de la Multitud. Es decir, la Multitud es un concepto abierto, a la espera de experiencia colectivas futuras que le den una realidad. No es por lo tanto, un punto de partida es un punto de llegada. 

Igualmente, la Multitud tiene la potencia del cambio social global, está formada por todos aquellos que vivimos bajo la dirección de la lógica del capital y de los que en su misma subjetividad no aceptan y no pretenden seguir bajo esos designios. Aquí la valoración es clara. La Multitud no sería una aglomeración pasiva, sino activa, revolucionaria.

Ahora, ¿Por qué el concepto de clase obrera se muestra restringido? ¿Qué ha cambiado para que a clase obrera no sea suficiente para el cambio social? Básicamente por dos razones. La primera porque asistimos a la paulatina consolidación del trabajo inmaterial. Las fábricas industriales fueron las hegemónicas en el siglo XX, y su producción material. Por el contrario, las relaciones de producción de hoy se caracterizan por los nuevos empleos que se identifican con la comunicación, las ideas, las imágenes, los códigos lingüísticos. Por la capacidad cognoscitiva.

No quiere decir esto que las fábricas y la clase obrera este desapareciendo, siguiendo con los autores, se debe identificar la tendencia. Dicha tendencia es que los mismos espacios y tareas que antes eran exclusivos de las fábricas se deslocalizan. Hoy miles de personas trabajan desde su casa. Su producto del día no es un tangible sino un intangible. Correos electrónicos, reuniones, charlas, teleconferencias sin moverse de su lugar de residencia. De igual forma, miles de profesionales del mundo entero entregan al final del mes información; reportes, informes, balances y un largo etcétera.

Los espacios y las tareas de las fábricas industriales del siglo XX han cambiado en el siglo XXI. Hoy se pueden encontrar oficinas con cocinetas adecuadas para que las personas que laboran allí no pierdan tiempo saliendo a la calle, sino que tomen sus alimentos en el mismo sitio de trabajo. Hay expertos profesionales que pasan realizando pausas activas en los puestos de trabajo, para que las personas se relajen y puedan continuar con las funciones laborales.

La tendencia señalan los autores se denomina posfordismo. El trabajo en el siglo XXI se trastoca en los propios horarios. Hoy llevar el trabajo a la casa hace parte de la rutina de muchos. Los tiempos de trabajo se modifican toda vez que la jornada laboral no se diferencia con exactitud de los tiempos de ocio. Los trabajadores pueden estar contratados por algunos meses del año, es decir su dinámica se mueve entre el empleo y el desempleo.     

Así, las personas que se autoemplean en la informalidad en muchas ciudades latinoamericanas o las que venden determinado tipo de servicio de manera ocasional, distan de tener las mismas características de la antigua clase obrera de los siglos XIX y XX. Sin embargo, el trabajo que realizan no escapa al entramado de las relaciones capitalistas. Los propios desempleados como los piqueteros en Argentina padecen la explotación y la excusión del sistema capitalista, en otras palabras padecen las formas flexibles de explotación. Por lo tanto, ante esta nueva realidad, la Multitud se revela como la concreción de todas las singularidades y la posibilidad de un proyecto común.   

Ahora bien, con lo anteriormente dicho ¿En qué consiste el proyecto democrático de la Multitud? Para los autores la salida a la guerra perpetua y global a la que asistimos es precisamente la democracia. El remedio no es la representación es la democracia absoluta.

La democracia representativa no es democracia, cuando los asuntos públicos se restringen a los representantes, siguiendo a los autores, se imposibilita cualquier posibilidad real de consecución de la democracia. Así, el proyecto democrático de la Multitud no centraría la discusión en la dicotomía paz o guerra. De la guerra salimos es precisamente con democracia.

En tal sentido, los autores rompen con la democracia representativa. La dicotomía representantes/representados ha dejado de ser un referente válido para el monstruo, como llaman Hardt y Negri a la Multitud  de manera irónica. La democracia representativa no permite el desarrollo de la pluralidad propia de la Multitud, más bien la restringe, pretende homogenizarla. Los representantes solo ven pueblo donde en realidad  hay es Multitud. 

La pluralidad de los grupos y clases subalternas guardan elementos comunes que pueden ser revisados de manera existencial y práctica. En tal sentido, los subalternos se pueden constituir, siguiendo a Hardt y Negri en Multitud. Un nuevo sujeto político global que construiría un proyecto democrático común. Un común globalizado, ¡pero atentos! No sería una sociedad global comunitaria, sino una sociedad global comunista. Que se va construyendo no es un punto de salida es un punto de llegada.       

¿Cómo lograrlo? 

En el libro ya citado los autores describen movimientos de la Multitud que comprueban empíricamente y en situaciones concretas dicho ensayos. Pero la mayoría de mecanismos y propuestas están por inventarse. La nueva ciencia de la democracia, propuesta que es acuñada por los autores sería la encargada de dar luces en este sentido.                      
        
       
BIBLIOGRAFIA

Garcia Nossa,Antonio (2013). Dialéctica de la democracia, sistemas, medios y fines: políticos económicos y sociales.

Hardt, Michael & Negri, Antonio (2004). Multitud: Guerra y democracia en la era del Imperio.

Molina, Gerardo (1988). Las ideas socialistas en Colombia.
  
    
                              
                  
           
        



[1] Giovanni Mora Lemus, sociólogo Universidad Nacional y Magíster en Estudios Políticos Universidad Javeriana. Miembro de grupo Presidencialismo y Participación, GPyP, UNIJUS/UNAL. Profesor Fundación Universitaria Monserrate. Email: presid.y.partic@gmail.com

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