19 de diciembre de 2014

A Contraluz: letras y política

LA MUERTE  Y LA OBRA DE VICENTE LEÑERO

Miguel Ángel Herrera Zgaib

                                                                    Cuando estaba en Ciudad de México, listo para asistir a la primera de las sesiones de la VI Cumbre de Comunicación Política supe que el día anterior, miércoles 3 de diciembre para más señas, ocurrió el fallecimiento del escritor, libretista de cine, periodista Vicente Leñero, quien venía luchando de manera desigual con la muerte, que en la civilización mesoamericana tiene un ritual diferente.

Leñero llevaba en su haber más de 80 años, en los cuales había forjado su vena de escritor y su temple moral, en una relación uno a uno. El periódico del cual saliera en la crisis de julio de 1976, Excelsior, le consagró varias páginas a su memoria, el suplemento "La vida que se queda." Allí había forjado una reputación a toda prueba, trabajando con Julio Scherer, el director a la sazón.

Los dos fueron a parar a una nueva y renovada empresa editorial que crea la revista Proceso, la que hasta hoy es casa de buen periodismo, crítica fundada, y talanquera moral a los desmanes de una revolución descolorida por los avatares de sus dirigentes burgueses, quienes prueban, a la postre, que la mexicana terminó por ser una revolución pasiva, para recordar a Gramsci, estudioso del fracaso de las revoluciones proletarias en Occidente. O una revolución interrumpida, como la llamó Adolfo Gilly, el ensayista y profesor mexicano-argentino, en su célebre libro escrito cuando estuvo preso en la cárcel de Lecumberri.

Vicente empezó su recorrido literario como cuentista, y fue ganando nombradía en el oficio. Observador agudo, en el horizonte cultivado por Mariano Azuela, Rodolfo Usigli, y Juan Rulfo, construyó su casa de habitación repleta de monstruos tiernos y despiadados, junto con el destino tragicómico de los subalternos de las barriadas mexicanas de la segunda posguerra. Pero, su gran laboratorio fueron las radionovelas que escribía para los espacios patrocinados por Palmolive, con notable éxito de audiencia.

A lo largo de su rica vida, intensa en bohemia y audacia letrada, estuvo acompañado por sus cuatro hijas. En particular, Mariana, que al final de las horas sentenció: "Ya había escrito lo que tenía que escribir, ya había dicho lo que tenía que decir. No quería ya hacer nada..." De las mujeres aprendió mucho, entrevistándolas, y quedaron notas que lo recuerdan, en sus reportajes a María Félix, y Dolores del Río, divas de la edad de oro del cine mexicano. Luego de la farándula pasó a dirigir la Revista de revistas en Excelsior, una publicación semanal que se convirtió en tribuna de grandes escritores, a lo largo de cuatro intensos años acompañado de Solares, Ibargüengoitía, Jose de la Colina, Eduardo Elizalde, entre otros.

Leñero nació en Guadalajara, tierra de promisión para la escritura y la literatura oral, el 9 de junio de 1933. Empezó su comercio fecundo con las letras escribiendo en la revista Claudia, junto a Gustavo Sainz y José Agustín, retratista implacable e impecable de la generación del 68, autor de Ciudades Desiertas.

El antecedente que puso a Vicente en contacto con estos narradores fue el premio recibido por el cuento La polvareda, premiado por Arreola  y Rulfo en 1958. El año, precisamente, de la gran huelga ferroviaria nacional, que mostró a las claras que la revolución mexicana se había atascado definitivamente.

(Continuará)

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DEMOCRACIA, GUERRA Y NUEVA REPÚBLICA, 1512-2012.

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