CAMPESINOS VUELVEN A TOMARSE EL CENTRO DE BOGOTÁ
Miguel Angel Herrera
Zgaib[1]
La sepultada cuestión agraria, desde los años 80 en adelante, ha vuelto
a "resucitar" con las luchas que tuvieron por centro el reciente paro
nacional agrario, que tuvo como eje principal las poblaciones campesinas
empobrecidas y arruinadas del minifundio andino que gravitan en torno a los
deptos insignia de Boyacá, Cundinamarca y Nariño, que, por supuesto, no agotan
la diversidad y dispersión del campesinado nacional en los cuatro puntos del
país.
Confrontación directa
El momento de máximo roce lo protagonizaron el líder del movimiento,
César Pachón, quien ahora organiza la toma de Bogotá, recolecta firmas para
presentar una lista al congreso, y con ellos confluyen otras expresiones
sociales y políticas, entre ellas Dignidad, en la cual hay influencia directa
del Polo/Moir, y que se expresa políticamente en la vocería del senador Jorge
Enrique Robledo, y que organiza a campesinos del sector cafetero, con asiento
principal en las tradicionales zonas cafeteras de Colombia.
Juan Manuel Santos enfrentó la protesta agraria afirmando que
no había el tal paro, y militarizó los espacios y vías de movilización más
socorridas. Esta acción represiva y mendaz despertó una solidaridad nacional de
los grupos y clases subalternas, y hasta el oportunista mensaje del ex AUV,
quien es un defensor caracterizado e impulsor de los grandes proyectos agro-industriales.
Al poco tiempo el presidente tuvo que recular.
Empezó entonces un proceso de negociaciones, que incluyó como
medida inmediata la compra de papa a precios aceptables, pero la cual apenas si
toca la mayor parte del pliego petitorio, cual se suspendió la protesta
campesina hasta el día de hoy 3 de diciembre.
Ayer en la noche, el nuevo y cuestionado ministro Rubén Darío
Lizarralde, desestimó todos los reclamos de los campesinos movilizados hacia
Bogotá, y los argumentos de Pachón, sin atreverse a acusarlo de estar haciendo
ahora proselitismo político.
Recorrido de una lucha
y nacimiento de un partido agrario
Un
investigador sueco, Anders Rudqvist, de la U. Uppsala, escribió un “paper”
titulado, La organización campesina y la
izquierda. Anuc en Colombia, 1970-1980. Allí pasa revista al ascenso de la
lucha campesina que arranca en los postrimerías de los años 68, cuando el
gobierno de Carlos Lleras impulsa a su modo un programa de reforma agraria, y
le da existencia a la Anuc, la organización campesina que le diera sostén y
concreción a este ambicioso propósito de la Alianza para el progreso.
Hoy, en Washington, en la atensala de la reunión entre Santos
y Obama, el colombiano se anticipó a proponerle una segunda Alianza para el
progreso y la paz, con la particularidad que la cuestión agraria está en la
cresta de la ola, y en contravía con lo que declama la prosperidad
"democrática". Hasta el punto que el mismo día, hoy, de la reunión de
Bogotá, más de 20.000 campesinos de diferentes regiones de Colombia se disponen
a marchar y concentrarse en la plaza de Bolívar, donde se anuncia que no podrán
permanecer por problemas de luz.
Intelectuales,
políticos y campesinos
Pero, los antecedentes de la
lucha agraria que arranca con la implementación de la ley de reforma agraria tiene como referencia, el
Primer Congreso campesino, y la consigna de "la tierra para quien la
trabaja", el Segundo Congreso, en Sincelejo, donde la corriente socialista
contribuye a radicalizarlo, "Tierra sin patronos", para responder a
la contrarreforma acordada en el Pacto
de Chicoral.
Sobreviene luego el Tercer Congreso, donde se hace patente la
disputa ideológica y política, y la presencia de dos líneas de acción al
interior del campesinado movilizado, la línea radical, llamada de Sincelejo, y
la línea moderada, Armenia, tachada y señalada de divisionista. Anders calcula
que los campesinos agrupados en la línea radical eran alredor de 300.000,
mientras que los otros no pasaban de 10.000. Pero aquella división produjo un
retiro y una desmovilización de 500.000 trabajadores y propietarios del campo.
Pero, el momento culminante de este recorrido ascendente es
la marcha campesina de agosto de 1974, convocada por el Congreso de Anuc, línea
Sincelejo, que trajo a Bogotá a 40.000 campesinos, que representaban 26
delegaciones. La disputa más enconada estuvo entre las delegaciones de Córdoba
y Antioquia, con la intermediación incómoda para ambas de la Fundación La
Rosca, orientada por Orlando Fals Borda, con la presencia de los investigadores
Víctor Bonilla y Gonzalo Castillo, entre otros.
El drama de la Rosca y
el Maoismo: autogestión o dirección partidista
El grupo de la Rosca se
reclamaba independiente en política, y tenía un importante bastión en la
Fundación Caribe de Montería. Desde allí promovían los llamados Baluartes de autogestión campesina, que se hacían parte
eco del proyecto del socialismo yugoeslavo que insistía, cuando menos de
palabra, en la autogestión. Al respecto hay referencias esclarecedoras en los
ensayos políticos de Zizek, entre otros.
Pero, después del corto interregno del Bloque socialista en
la orientación ideológica del campesinado en movimiento y organizado, el
control y orientación pasó al PC ML, afectado por sus divisiones internas, que
tuvieron fuerte expresión en Córdoba, donde el llamado Comité Central realizó
una campaña de desprestigio y descrédito final a la obra de Fals Borda y la
Rosca, acusándolo de darle financiación imperialista al quehacer campesino;
pero, además, al enjuiciar el modo de articular los Baluartes con el mercado de
productos agrícolas.
Hubo disputas y desmentidos hasta el año de 1974, esto es,
las deliberaciones del Tercer Congreso, y fue la despedida de la
intelectualidad de izquierda crítica de la orientación del campesinado. Éste
vivió luego los vaivenes y divergencias del maoísmo armado y desarmado, hasta
la postración de la iniciativa reivindicativa y política que había arrancado
promisoria a finales de los 60.
¿Nacimiento de un
partido agrario?
Hace más bien poco vimos desfilar también por las calles de Bogotá una
heterogénea presencia del campo colombiano, donde concurrían campesinos,
afro-colombianos, indígenas y colonos, en una abigarrada multitud superior a
los 30.000, bajo la divisa del movimiento político Marcha Patriótica.
Es el antecedente más cercano del despertar del campesinado,
luego de un sueño/pesadilla de casi 40 años. Solo que ahora, con esta
movilización, la presencia es neta del campesinado de las diferentes regiones,
y hace que Bogotá se sacuda de la tontería comercial de diciembre.
Desde el parque Nacional hasta la Plaza de Bolivar se calcula
que se movilizan más de 20.000 campesinos, que vienen portando su pliego de
peticiones, y la denuncia de los
acuerdos incumplidos en casi todos los puntos. Mientras, se supone, Santos
conversa hasta la 1 pm., de hoy con Barack Obama, al frente de una presidencia
imperial, cada vez con más problemas en casa, y ruidos por fuera.
No sabemos de qué hablarán los dos, pero, por supuesto, la
paz es uno, si no el punto central, o la continuación de la guerra. Tal y como
lo hizo también Andrés Pastrana, cuando la paz se oscurecía y el Plan Colombia
se convertía en un plan de guerra abierta contra las representaciones
subversivas del campesinado subalterno.
Santos dijo también ayer que no quiere pasar a la historia
como el presidente que le dio más concesiones a las Farc-Ep. Pero, él, no
advierte que hay pasos de gigante en la inmediata movilización campesina, que
en sí misma abre las puertas, por fin, al nacimiento de un partido agrario.
Después de 40 años de andar en el desierto, de ser conducida
equívocamente, por la izquierda armada y desarmada, la dirección campesina
forjada en esta lucha contra el neoliberalismo y los TLCs sin condiciones,
autónomamente agencia con sus bases airadas y dispuestas los intereses de los pobres
del campo, y de los medianos propietarios arruinados por la apertura pactada
bilateralmente con EUA, la UE y otros socios menores en el capitalismo global.
Los grupos y clases subalternas de Colombia, la
intelectualidad que se identifica con ellos, saluda, el proceso de convergencia
en pos de la construcción de un bloque histórico alternativo, contra-hegemónico
que le cierre el paso al disfrute egoista y cortoplacista de la prosperidad
para una exigua minoría.
Su antigua dirigencia rememora las cifras de pobreza e
indigencia que en 1975 signaba a Colombia: 43% tenía menos del mínimo salario,
y el 30.6% de la población estaba en la indigencia. Eso decía el investigador
Jesús A. Bejarano, asesinado en los predios de la Nacional.
Ahora que se ha iniciado luego de tanto tiempo un nuevo censo
de la propiedad rural, el gobierno nacional porfía que la pobreza y la
indigencia han bajado considerablemente, y que la inflación está en el 7,8 %,
alcanzando el nivel de 1995. Estamos caminando con seguridad hacia la
prosperidad, es lo que porfía JUan Manuel, otra cosa piensan los de abajo. Y es
tanto así que se disponen a agenciar por si mismos sus intereses organizándose
políticamente de manera autónoma.
De hoy en adelante pasarán este examen, el más serio y definitivo
para la suerte del campesinado, en procura de que la igualdad proclamada en la
Constitución de 1991, no sufra más aplazamientos. Ellos son actores de primera
línea, junto a otros contingentes de la Constituyente Social que haga posible
por fin una negociación de paz con los insurrectos que los representan.
O cuando menos,
justifican su lucha de medio siglo contra los gobiernos autoritarios que se
entronizaron en Colombia desde 1948 t hasta hoy, en defensa cerrada y cínica de
los intereses del país político, de la oligarquía de todos los pelambres.
[1]
Profesor Asociado, Ex director de Ciencia Política y Unijus, Unal. Ex rector
U.Libre de Colombia.
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