6 de octubre de 2017

LA SAGA DE MARCELO TORRES Y LA JUSTICIA COLOMBIANA
UN LARGO ADIÓS A LAS ARMAS (PARTE II)

MIGUEL ANGEL HERRERA ZGAIB

La onda de la lucha armada decaía en el campo, así como su apoyo clandestino que había empezado por el cerco, el asedio cotidiano a la rebeldía abierta en las ciudades. Convocantes habían sido universitarios e intelectuales, antes de que apareciera el capellán de la Universidad Nacional, Camilo Torres Restrepo, como sacerdote, sociólogo y líder carismático.


Interpelando a pobres y abstencionistas, se hizo leyenda, al intentar impulsar una política diferente, corriendo abiertamente todos los riesgos. Contrariando al Frente Nacional, con el Frente Unido como instrumento de masas. Acompañado en el intento por la flor y nata de la juventud colombiana.


Detrás estuvo el expediente de la Violencia documentado por el cura Guzmán, Fals y Umaña, contenido en un libro prohibido. Los intentos limitados de la acción comunal en Tunjuelito, de la que Camilo fue adalid, siendo decano en la ESAP. De cara a la promesa incumplida de la reforma agraria, que de palabra prometía su "primo" Lleras Restrepo, hasta autorizar la organización campesina que le dio existencia a la Asociación de Usuarios Campesinos, y a los escándalos en la compra de tierrra y adjudicación de baldíos, que presidió el padre del actual alcalde de Bogotá.


En verdad, el bipartidismo dominante buscaba legitimarse, para ponerle una talanquera a la "perniciosa" influencia de la triunfante revolución cubana, y su heraldo de excepción, Ernesto Ché Guevara. Para recuperar a los subalternos emergentes, jóvenes, campesinos pobres y sin tierra, obreros y sectores medios, nacidos de la industrialización a la fuerza hecha durante la acumulación por desposesión, a sangre y fuego, de los de abajo.


Ahora, después del 19 de abril de 1970, empezó a gestarse otro tipo de lucha radical, paralela, y en contravía de la participación electoral, la guerrilla urbana, con diferentes manifestaciones espectaculares.


La más notable entre todas, pero no la única, fue el Movimiento 19 de abril, resultado de la confluencia de muchas disidencias de izquierda y populares de la etapa anterior. Hasta llegar a un momento culminante, con el llamado hecho por diversos frentes guerrilleros tradicionales, y las experiencias urbanas de nuevo tipo.


Todos acudieron a una gran concentración en Bogotá, en el Coliseo Cubierto, ahora en remodelación y rescate, en las inmediaciones del Estadio el Campín. Allí, hasta Gilberto Vieira se atrevió a hacer apología de la lucha armada.


El Moir, por el contrario, no transitó ese camino, y siguió haciendo laboriosamente, su política reformista. Varios regresaron de su descalce en barrios y provincias, a reforzar las tareas de prensa, propaganda, y organización obrera y barrial en las ciudades principales.


En estas consiguieron con grandes sacrificios algún arraigo, tanto político como cultural, en los campos del teatro, la literatura, la pintura y la música, así como en los saberes sociales, que hoy por hoy hacen parte de la nueva cultura nacional.


En todos estos esfuerzos estuvo presente Marcelo Torres, pero, paradójicamente, cuando él quiso culminar su carrera y graduarse como sociólogo, su alma mater se lo hizo imposible, hasta el día de hoy. La universidad tradicional, con excompañeros de aquellas lides de los años 70, le impidieron darle paso a la historia interrumpida de la nueva universidad y sus líderes.


A la muerte de Pacho Mosquera


Sobrevinieron las divisiones de la fuerza política dirigida por el camarada Pacho Mosquera, que hizo incursiones en la política legal, a partir de la segunda mitad del siglo XX, primero que todos otros parientes en la izquierda colombiana.


Después de la experiencia de disputa por la hegemonía cultural en la educación superior colombiana, cuyo hito doble fuera, el cogobierno fugaz y el programa mínimo de los estudiantes colombianos, dos que tres corrientes de universitarios, forjados en la Jupa, tomaron rumbos diferenciados.


Por una parte, los desprendidos de la experiencia de la universidad privada, con los Andes a la cabeza, tienen a Jorge Enrique Robledo como su mayor y más notable exponente. Es la expresión de la centro izquierda, con arraigo principal entre el campesinado medio y el empresariado cafetero diseminado por varios departamentos, el estudiantado universitario y de secundaria, con expresión en la OCE, y en las barriadas populares de algunas ciudades.


Marcelo, y la mayoría de los cuadros forjados en la experiencia de las luchas de la Nacho buscaron y lograron expresión en los sindicatos, y especialmente en el sector servicios, y parte del sindicalismo independiente, que sufrió a su manera, la poda del precario estado de bienestar, durante el dominio "neoliberal" de la apertura que empezó con Barco y continuó César Gaviria, y sus discípulos vergonzante.


Con esa inserción, Marcelo llegó a ser elegido senador, en suplencia de un candidato obrero, el compañero Santos de la USO. En el congreso hicieron agitación antiimperialista, y defensa abierta del derecho de los trabajadores. Hasta quemaron banderas, y fueron percibidos como políticos exóticos, bajo la aplastante égida neoliberal.


Vino la disputa por la marca Moir, y la tendencia marcelista quedó por fuera. El oficialismo, con Valencia, Robledo y otros, la mantuvieron. Pero, en disputa por el legado de Pacho Mosquera, por fuera, Marcelo Torres y los cuadros que lo acompañaron le dieron existencia al PT, con el que transitan hasta estos días.


En alianza, primero, con el progresismo de Gustavo Petro, obtuvieron representación en el Concejo de Bogotá, en cabeza de Yesid Triana, de limpia ejecutoria, sin dejarse contaminar de la tradicional corruptela. Y luego, siendo parte de la denominada Alianza Verde, Marcelo alcanzó el triunfo en la Alcaldía de Magangué, su tierra natal, empeñado en la lucha contra la corrupción, enquistada y manejada, por la Gata, la empresaria del chance que parasita gran parte de los departamentos del interior de la Costa.


Marcelo y su equipo hizo malabares para poderse sostener sin presupuesto durante más de un año de su alcaldía, porque la olla había sido raspada, y comprometida con las tristemente famosas "vigencias futuras," que son la comidilla de la politiquería tradicional, en todos los lugares, incluidas las grandes capitales.


La alcaldía de Marcelo Torres, mantenida con las uñas, a riesgo de su propia vida, teniendo a semejantes centinelas, trató de poner orden en esa ciudad, a orillas del Magdalena, con más de 200.000 almas, sumidas la gran mayoría en la miseria, y el abandono, por el clan de los López, y la matrona Enilse.


Esa alcaldía, al término de la gestión ejemplar de Marcelo, en la resistencia a todos los asedios, resultó en un dolor de cabeza continuado, para este sociólogo no graduado aún, por la resistencia de sus colegas en la Nacho.


Dos historias ante la debacle de la justicia nacional


Marcelo está rodeado de demandas y acusaciones de todo tipo,como las que se estilan en un país leguleyo, donde la justicia está corrompida desde los tiempos de la Gran Violencia. Esta vez, cuando asistía a una diligencia judicial fue apresado, con la amenaza de ser conducido a la mismísima cárcel de Magangué.


Hoy, sus copartidarios, los allegados de su familia, quienes lo han conocido en esta trayectoria política disidente, por más de 60 años, están a la espera, que la Fiscalía de la nación, le haga un pare a esta tragicomedia insultante e insoportable.


Que, por el contrario, el abogado Humberto Martínez. fije la mirada en los grandes desfalcos a la nación, y adelante causa y sanción contra los "cacaos", y en particular contra otro egresado de la Nacional y ese sí con título de ingeniero, dueño del holding del que hace parte Corficolombiana.


Porque no se dedicó a hacer la revolución democrática, como si lo hizo Marcelo, antes y después de los 70, con poco éxito pero con firme convicción, sino a negociar obras civiles, como contratista de éxito, hasta convertirse en gran banquero, y benefactor de la Nacional, cofinanciando el edificio inteligente, que también se inunda.


La otra Universidad Pública, por la que tantos han luchado, en su refundación, tiene que reclamar libertad y juicio justo para Marcelo Torres, sin ambages ni triquiñuelas, como para todos los presos políticos, incluidos los universitarios que son objeto de causas criminales, sin más dilaciones.


Es una manera de darle voz a la Otra Universidad, que exige democracia para disentir, desobedecer, cuestionar a los poderes instituidos, y darle voz y poder a los subalternos. Es la manera de refundar por segunda vez a la que primero se llamó Universidad Central, luego Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, y hoy, Universidad Nacional a secas.


Es la institución que tiene que ser el heraldo de la Paz Democrática,la Universidad de Posguerra, con renovada pasión por la verdad situada, y sembrada en las casas, vidas y porvenir de los grupos y clases subalternas. Para honrar las mejores palabras del discurso de Rafael Correa, expresidente ecuatoriano.


Cuando nos habló del gobierno universitario democrático, financiación adecuada de la educación superior, acceso gratuito a los pregrados, con educación pública buena para todos los grupos y clases; creación de cinco grandes proyectos universitarios para responder a los desafíos del tiempo presente, y disputar la hegemonía cultural y económica del capitalismo global, con una propuesta posneoliberal, reformista que, por supuesto, también admite lecturas alternativas y críticas.


Ahora también, acusado por interpuesta persona, de haber sido presa de la corrupción, al finalizar su mandato, como otros mandatarios, protagonistas de la "década de oro" del progresismo en América del Sur. Un tiempo que empezó con el gobierno del Cdte Hugo Chávez Frías, quien luego de intentar una insurrección fallida aceptó las reglas del juego democrático hasta su muerte intempestiva.


Recordando las palabras de Correa, en presente, a la hablar de la Universidad Latinoamericana, debemos levantar la voz en defensa de la causa y la trayectoria de Marcelo Torres. Ofrecerle solidaridad combativa, y firmeza en los principios, y verdad en la causa que se le sigue. Porque no es un criminal, ni un delincuente en su trayectoria de más de 60 años.

Una reforma democrática a la justicia

Aunque ahora Marcelo aparezca señalado como presunto responsable en una contratación por $1.000 millones, para asistir a la infancia de 0 a 2 años, y tres cargos, como fruto amargo de su paso por la alcaldía en su tierra natal que sigue casi en las mismas, y en poder de los mismos. Luego del esfuerzo moralizador suyo y de la Alianza Verde, que ayer hizo oír su voz con la intervención de Claudia López, en cruce de fuegos con el fiscal de Cambio Radical, el inefable Humberto.


Está claro que la reforma a la justicia es urgente, y tiene que combatir la impunidad, que no puede reemplazarla ningún discurso vacío contra la anticorrupción. Tiene que empezar por el seguimiento de estas causas con el cuidado y la atención que merecen, en primer lugar con la veeduría efectiva y eficaz de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Colombia, de la cual, aún Marcelo Torres no ha podido ser un egresado.


Esperamos que salvado este escollo, probada su inocencia se gradúe. Para reconocer, lo que ha aportado en la construcción de la nueva universidad colombiana que reclama una verdadera democracia que exige una reforma intelectual y moral radical, que pare la vena rota de la impunidad. En cabeza de un frente común, contrario a cualquier guerra disfrazada de paz para los poderosos de la ciudad y el campo.



 Estas acciones tienen como protagonistas fundamentales a los grupos y clases subalternas que hasta hoy sufren explotación, opresión y subordinación, y quienes resisten por todos los medios a su alcance, con terca dignidad, desde la colonia hasta nuestros días.

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DEMOCRACIA, GUERRA Y NUEVA REPÚBLICA, 1512-2012.

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