LA SAGA DE MARCELO TORRES Y LA JUSTICIA COLOMBIANA
UN LARGO ADIÓS A LAS ARMAS (PARTE II)
MIGUEL ANGEL HERRERA ZGAIB
UN LARGO ADIÓS A LAS ARMAS (PARTE II)
MIGUEL ANGEL HERRERA ZGAIB
La onda de la lucha armada decaía en
el campo, así como su apoyo clandestino que había empezado por el cerco, el
asedio cotidiano a la rebeldía abierta en las ciudades. Convocantes habían sido
universitarios e intelectuales, antes de que apareciera el capellán de la
Universidad Nacional, Camilo Torres Restrepo, como sacerdote, sociólogo y líder
carismático.
Interpelando a pobres y abstencionistas, se hizo leyenda, al intentar impulsar una política diferente, corriendo abiertamente todos los riesgos. Contrariando al Frente Nacional, con el Frente Unido como instrumento de masas. Acompañado en el intento por la flor y nata de la juventud colombiana.
Detrás estuvo el expediente de la
Violencia documentado por el cura Guzmán, Fals y Umaña, contenido en un libro
prohibido. Los intentos limitados de la acción comunal en Tunjuelito, de la que
Camilo fue adalid, siendo decano en la ESAP. De cara a la promesa incumplida de
la reforma agraria, que de palabra prometía su "primo" Lleras
Restrepo, hasta autorizar la organización campesina que le dio existencia a la
Asociación de Usuarios Campesinos, y a los escándalos en la compra de tierrra y
adjudicación de baldíos, que presidió el padre del actual alcalde de Bogotá.
En verdad, el bipartidismo dominante
buscaba legitimarse, para ponerle una talanquera a la "perniciosa"
influencia de la triunfante revolución cubana, y su heraldo de excepción,
Ernesto Ché Guevara. Para recuperar a los subalternos emergentes, jóvenes,
campesinos pobres y sin tierra, obreros y sectores medios, nacidos de la
industrialización a la fuerza hecha durante la acumulación por desposesión, a
sangre y fuego, de los de abajo.
Ahora, después del 19 de abril de
1970, empezó a gestarse otro tipo de lucha radical, paralela, y en contravía de
la participación electoral, la guerrilla urbana, con diferentes manifestaciones
espectaculares.
La más notable entre todas, pero no
la única, fue el Movimiento 19 de abril, resultado de la confluencia de muchas
disidencias de izquierda y populares de la etapa anterior. Hasta llegar a un
momento culminante, con el llamado hecho por diversos frentes guerrilleros
tradicionales, y las experiencias urbanas de nuevo tipo.
Todos acudieron a una gran
concentración en Bogotá, en el Coliseo Cubierto, ahora en remodelación y
rescate, en las inmediaciones del Estadio el Campín. Allí, hasta Gilberto
Vieira se atrevió a hacer apología de la lucha armada.
El Moir, por el contrario, no
transitó ese camino, y siguió haciendo laboriosamente, su política reformista.
Varios regresaron de su descalce en barrios y provincias, a reforzar las tareas
de prensa, propaganda, y organización obrera y barrial en las ciudades
principales.
En estas consiguieron con grandes
sacrificios algún arraigo, tanto político como cultural, en los campos del
teatro, la literatura, la pintura y la música, así como en los saberes
sociales, que hoy por hoy hacen parte de la nueva cultura nacional.
En todos estos esfuerzos estuvo
presente Marcelo Torres, pero, paradójicamente, cuando él quiso culminar su
carrera y graduarse como sociólogo, su alma mater se lo hizo imposible, hasta
el día de hoy. La universidad tradicional, con excompañeros de aquellas lides
de los años 70, le impidieron darle paso a la historia interrumpida de la nueva
universidad y sus líderes.
A la muerte de Pacho Mosquera
Sobrevinieron las divisiones de la
fuerza política dirigida por el camarada Pacho Mosquera, que hizo incursiones
en la política legal, a partir de la segunda mitad del siglo XX, primero que
todos otros parientes en la izquierda colombiana.
Después de la experiencia de disputa
por la hegemonía cultural en la educación superior colombiana, cuyo hito doble
fuera, el cogobierno fugaz y el programa mínimo de los estudiantes colombianos,
dos que tres corrientes de universitarios, forjados en la Jupa, tomaron rumbos
diferenciados.
Por una parte, los desprendidos de la
experiencia de la universidad privada, con los Andes a la cabeza, tienen a
Jorge Enrique Robledo como su mayor y más notable exponente. Es la expresión de
la centro izquierda, con arraigo principal entre el campesinado medio y el
empresariado cafetero diseminado por varios departamentos, el estudiantado
universitario y de secundaria, con expresión en la OCE, y en las barriadas
populares de algunas ciudades.
Marcelo, y la mayoría de los cuadros
forjados en la experiencia de las luchas de la Nacho buscaron y lograron
expresión en los sindicatos, y especialmente en el sector servicios, y parte
del sindicalismo independiente, que sufrió a su manera, la poda del precario
estado de bienestar, durante el dominio "neoliberal" de la apertura
que empezó con Barco y continuó César Gaviria, y sus discípulos vergonzante.
Con esa inserción, Marcelo llegó a
ser elegido senador, en suplencia de un candidato obrero, el compañero Santos
de la USO. En el congreso hicieron agitación antiimperialista, y defensa
abierta del derecho de los trabajadores. Hasta quemaron banderas, y fueron
percibidos como políticos exóticos, bajo la aplastante égida neoliberal.
Vino la disputa por la marca Moir, y
la tendencia marcelista quedó por fuera. El oficialismo, con Valencia, Robledo
y otros, la mantuvieron. Pero, en disputa por el legado de Pacho Mosquera, por
fuera, Marcelo Torres y los cuadros que lo acompañaron le dieron existencia al
PT, con el que transitan hasta estos días.
En alianza, primero, con el
progresismo de Gustavo Petro, obtuvieron representación en el Concejo de
Bogotá, en cabeza de Yesid Triana, de limpia ejecutoria, sin dejarse contaminar
de la tradicional corruptela. Y luego, siendo parte de la denominada Alianza
Verde, Marcelo alcanzó el triunfo en la Alcaldía de Magangué, su tierra natal,
empeñado en la lucha contra la corrupción, enquistada y manejada, por la Gata,
la empresaria del chance que parasita gran parte de los departamentos del
interior de la Costa.
Marcelo y su equipo hizo malabares
para poderse sostener sin presupuesto durante más de un año de su alcaldía,
porque la olla había sido raspada, y comprometida con las tristemente famosas
"vigencias futuras," que son la comidilla de la politiquería tradicional,
en todos los lugares, incluidas las grandes capitales.
La alcaldía de Marcelo Torres,
mantenida con las uñas, a riesgo de su propia vida, teniendo a semejantes
centinelas, trató de poner orden en esa ciudad, a orillas del Magdalena, con
más de 200.000 almas, sumidas la gran mayoría en la miseria, y el abandono, por
el clan de los López, y la matrona Enilse.
Esa alcaldía, al término de la
gestión ejemplar de Marcelo, en la resistencia a todos los asedios, resultó en
un dolor de cabeza continuado, para este sociólogo no graduado aún, por la
resistencia de sus colegas en la Nacho.
Dos historias ante la debacle de la
justicia nacional
Marcelo está rodeado de demandas y
acusaciones de todo tipo,como las que se estilan en un país leguleyo, donde la
justicia está corrompida desde los tiempos de la Gran Violencia. Esta vez,
cuando asistía a una diligencia judicial fue apresado, con la amenaza de ser
conducido a la mismísima cárcel de Magangué.
Hoy, sus copartidarios, los allegados
de su familia, quienes lo han conocido en esta trayectoria política disidente,
por más de 60 años, están a la espera, que la Fiscalía de la nación, le haga un
pare a esta tragicomedia insultante e insoportable.
Que, por el contrario, el abogado
Humberto Martínez. fije la mirada en los grandes desfalcos a la nación, y
adelante causa y sanción contra los "cacaos", y en particular contra
otro egresado de la Nacional y ese sí con título de ingeniero, dueño del
holding del que hace parte Corficolombiana.
Porque no se dedicó a hacer la
revolución democrática, como si lo hizo Marcelo, antes y después de los 70, con
poco éxito pero con firme convicción, sino a negociar obras civiles, como
contratista de éxito, hasta convertirse en gran banquero, y benefactor de la
Nacional, cofinanciando el edificio inteligente, que también se inunda.
La otra Universidad Pública, por la
que tantos han luchado, en su refundación, tiene que reclamar libertad y juicio
justo para Marcelo Torres, sin ambages ni triquiñuelas, como para todos los
presos políticos, incluidos los universitarios que son objeto de causas
criminales, sin más dilaciones.
Es una manera de darle voz a la Otra
Universidad, que exige democracia para disentir, desobedecer, cuestionar a los
poderes instituidos, y darle voz y poder a los subalternos. Es la manera de
refundar por segunda vez a la que primero se llamó Universidad Central, luego
Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, y hoy, Universidad
Nacional a secas.
Es la institución que tiene que ser
el heraldo de la Paz Democrática,la Universidad de Posguerra, con renovada
pasión por la verdad situada, y sembrada en las casas, vidas y porvenir de los
grupos y clases subalternas. Para honrar las mejores palabras del discurso de
Rafael Correa, expresidente ecuatoriano.
Cuando nos habló del gobierno
universitario democrático, financiación adecuada de la educación superior,
acceso gratuito a los pregrados, con educación pública buena para todos los
grupos y clases; creación de cinco grandes proyectos universitarios para
responder a los desafíos del tiempo presente, y disputar la hegemonía cultural
y económica del capitalismo global, con una propuesta posneoliberal, reformista
que, por supuesto, también admite lecturas alternativas y críticas.
Ahora también, acusado por
interpuesta persona, de haber sido presa de la corrupción, al finalizar su
mandato, como otros mandatarios, protagonistas de la "década de oro"
del progresismo en América del Sur. Un tiempo que empezó con el gobierno del Cdte
Hugo Chávez Frías, quien luego de intentar una insurrección fallida aceptó las
reglas del juego democrático hasta su muerte intempestiva.
Recordando las palabras de Correa, en
presente, a la hablar de la Universidad Latinoamericana, debemos levantar la
voz en defensa de la causa y la trayectoria de Marcelo Torres. Ofrecerle
solidaridad combativa, y firmeza en los principios, y verdad en la causa que se
le sigue. Porque no es un criminal, ni un delincuente en su trayectoria de más
de 60 años.
Una reforma democrática a la justicia
Aunque ahora Marcelo aparezca
señalado como presunto responsable en una contratación por $1.000 millones,
para asistir a la infancia de 0 a 2 años, y tres cargos, como fruto amargo de
su paso por la alcaldía en su tierra natal que sigue casi en las mismas, y en
poder de los mismos. Luego del esfuerzo moralizador suyo y de la Alianza Verde,
que ayer hizo oír su voz con la intervención de Claudia López, en cruce de
fuegos con el fiscal de Cambio Radical, el inefable Humberto.
Está claro que la reforma a la
justicia es urgente, y tiene que combatir la impunidad, que no puede reemplazarla
ningún discurso vacío contra la anticorrupción. Tiene que empezar por el seguimiento
de estas causas con el cuidado y la atención que merecen, en primer lugar con
la veeduría efectiva y eficaz de la Facultad de Derecho de la Universidad
Nacional de Colombia, de la cual, aún Marcelo Torres no ha podido ser un
egresado.
Esperamos que salvado este escollo,
probada su inocencia se gradúe. Para reconocer, lo que ha aportado en la
construcción de la nueva universidad colombiana que reclama una verdadera
democracia que exige una reforma intelectual y moral radical, que pare la vena
rota de la impunidad. En cabeza de un frente común, contrario a cualquier
guerra disfrazada de paz para los poderosos de la ciudad y el campo.
Estas acciones tienen como protagonistas
fundamentales a los grupos y clases subalternas que hasta hoy sufren
explotación, opresión y subordinación, y quienes resisten por todos los medios
a su alcance, con terca dignidad, desde la colonia hasta nuestros días.
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