2 de enero de 2016

HISTORIA SUBALTERNA REGIONAL

NARIÑO, COMUNEROS Y SOCIALISTAS, 1872-1880. 

(PARTE IV)

Miguel Ángel Herrera Zgaib.

Proyecto Pensamiento de Ruptura. Marx-Gramsci, 1937-2017.

La Comuna se expande
“Ciertos sacerdotes de elevada jerarquía, de malos antecedentes, en verdad, pero revestidos de insignias miradas con respeto por la multitud, fueron los que tramaron una conspiración contra Veintimilla…” Marieta Veintimilla, Páginas del Ecuador.

“Defended a nuestro Dios combatiendo el ateísmo. Defended la sociedad ecuatoriana combatiendo la Internacional y la Comuna.” Juan Morillo, Historia del Ecuador, 1876-1880.

Para entonces se piensa en los artesanos de Quito y los intelectuales que apoyan a Juan Montalvo. Los comuneros ingresan a Ecuador. El presidente García Moreno ha sido asesinado, y existe una situación caótica.

Los conservadores y el clero ecuatoriano reaccionan con el presidente Borrero llamando a la “guerra santa” contra el general Veintimilla. Según ellos, el general levantado en armas es enemigo declarado deautoridad, familia, propiedad y religión. Es lo que comenta el historiador
colombiano Sergio Elías Ortiz, en el Boletín de Estudios Históricos (1936).

Se trata, claro está, de una invasión al Ecuador, sin el consentimiento, además, del estado colombiano. Y Guerrero, quien sigue al frente de la administración municipal de Pasto recibe las presiones internas. 

Para entonces se impulsaban en territorio colombiano acciones confiscatorias, las que afectaban a radicales que participaron del remate de bienes de manos muertas. Las milicias populares continúan en pie y activas. (p. 141)

El gobierno plebeyo intenta recuperar la educación laica aprovechando las instalaciones conventuales cerradas por más de un año. Los problemas de una reforma agraria y educativa bloqueadas conducen a una especie de sin salida. Es la oportunidad para que el gobierno central intervenga en Pasto, es diciembre de 1878.

El burgomaestre Guerrero es destituido, apresado y remitido a Bogotá. Murillo Toro le ofrece el exilio, en lugar de la cárcel sabanera. La experiencia del alcalde socialista está a punto de desvanecerse, y los jefes de la Comuna aún libres intentan sobreaguar. La precaria hegemonía construida en casi dos años vive el asedio ahora de los radicales liberales a lado y lado de las fronteras.

El resultado inmediato es el nombramiento de un nuevo jefe municipal que reemplazó al destituido Guerrero. Es el radical Félix Fernández de Córdoba que no logra parar a a los Communards en armas. Él solicita el concurso de los militares, a la vez que propicia la vuelta de los Filipenses para devolver sus propiedades. 

Es ya enero de 1879. Se hacen presentes en Pasto el general Otero y el coronel Ezequiel Hurtado. Con este apoyo hay dos campos a punto de chocar, comuneros y militares mandados por el gobierno radical.

La cruzada Anti-comunera

La cruzada anti-comunera no sólo tiene expresión militar sino también ideológica. La contrarrevolución en curso tiene la presencia de un trío evangelizador, dice el historiador consultado para esta crónica.

Ellos son Trabuco, es decir, Manuel Canuto Restrepo, y Ezequiel Moreno Díaz, tristemente célebre por su catequesis en los Llanos con los pueblos originarios, más Mario Valenzuela, quien se reclama experto en reprimir a comunistas y “especies” similares para este tiempo de reacción.

Mención especial tiene la “defensa” de la familia, y la intención de echar atrás las medidas favorables a la liberación femenina del yugo feudal que la Comuna de Pasto propició durante su ascenso y breve gobierno. Se cita por Jaramillo Giraldo al historiador José Rafel Sañudo al respecto, quien menciona como apoyo a la cruzada reaccionaria la teología del francés Bossuet.

Hay también soldaderas en lo que era la guardia popular comunera. Pero a ellas los reaccionarios las equipara con prostitutas, como pasará después en otro entorno, pero de manera exactamente contraria, durante la experiencia de la revolución mexicana. Porque su papel se celebra también luego en la música popular en la figura de las Adelitas.
Las que inmortalizarán las fotografías de Agustín Víctor Casasola (1874-1938), en cuyo archivo se documentan escenas memorables de la revolución mexicana, entre ellas, en la que aparecen Pancho Villa y Emiliano Zapata en el palacio presidencial de Ciudad de México.

Los listados de aquellas mujeres nariñenses, combatientes, las Gualumbas se leen por los curas en los púlpitos para obtener, demandar su escarnio público. Esto último está referido por el investigador Alberto Quijano Guerrero, al que también acudió Carlos Arturo Jaramillo Giraldo.

Esta lucha para liquidar a los comuneros que aún resisten, recuerda un poco a lo que ocurrió en Francia, en la represión a los triunfadores de la Comuna de París, que son aplastados por la acción conjunta de las fuerzas de Thiers, y los apoyos del ejército de ocupación alemán. 

Sobre lo que sucede en Pasto y en la frontera dan cuenta informaciones que se publican en el periódico El Pupo, que editado en Tulcán refiere las escaramuzas fronterizas.

Aquí, como resultado de la acción reaccionaria, mueren muchos cuadros socialistas y liberales de raigambre masónica. Es también una lucha entre símbolos, insiste nuestro autor en recrearla. 

Recordando el Barrio mítico de La Culebra, que remite a la simbología recuperada por Simón Bolívar en su Carta de Jamaica (1815), para contrastrarla con la imaginería de la Virgen Inmaculada que pisa la cabeza de la serpiente.

La debacle del radicalismo
La derrota de la experiencia de las Sociedades Democráticas y los intentos socialistas utópicos impulsados por la influencia subversiva de la Comuna parisina tendrá repercusiones en la historia posterior de Colombia. Pues se desencadenará luego una guerra civil más brutal, para responder a la imposición de la Constitución Centralista de 1886, precedida por un Concordato firmado entre los artífices de la Regeneración, Rafael Núñez y Miguel Antonio Caro, con el Vaticano (1885).

El avance de la “Regeneración” vendrá acompañado al filo del siglo, por la pérdida de Panamá, que es la presa que el gobierno conservador entrega al intervencionismo de Theodoro Roosevelt, a cambio del “apoyo” del tercero imperialista que disuadió con su marina de guerra al general Benjamín Herrera de continuar la guerra en Panamá.

Es el Istmo el último lugar para este desenlace catastrófico. Allí se concentran los ejércitos del general Benjamín Herrera que reciben el apoyo de las tropas liberales movilizadas por el General Eloy Alfaro desde el Ecuador, para recuperar el terreno perdido en Panamá, en lucha contra los conservadores del general Víctor Manuel Salazar.

Aquel dilema se resolvió primero  con la firma de la Paz de Neerlandia, entre liberales y conservadores, y luego a bordo del Wisconsin. Allí se sepulta, por un buen tiempo, la rebeldía plebeya, traicionada, por los militares liberales radicales, que se dispusieron a firmar un armisticio.

La pluma magistral del Gabo recupera en la ficción la figura del decrépito coronel Aureliano Buendía, que parece calcado de la trágica figura del general Rafael Uribe Uribe, quien, en efecto, firmó la paz en la Finca Neerlandia.

El coronel es un militar supérstite, errante de la Guerra de los mil días. Él el hilo rojo que simboliza el manifiesto político de “Cien años de soledad”, que se extiende dramáticamente hasta nuestros días de renovada, brutal violencia.
Esta guerra interrumpida, con un hiato de 45 años, es el resultado de un divorcio entre las multitudes y sus dirigentes. Es una traición de los intelectuales, doblegados éstos por las tentaciones de la reacción, y por sus creencias deístas. 

Engañados todos, entonces, por el apoyo manifiesto, voraz del centinela extranjero armado, el heraldo de la expansión capitalista sobre Suramérica, que el propio Bolívar fracasó en conjurar en la temprana Anfictionía de Panamá en 1826., con la que se opuso pírricamente a la Doctrina Monroe.

No hay comentarios:

VII SEMINARIO INTERNACIONAL ANTONIO GRAMSCI

DEMOCRACIA, GUERRA Y NUEVA REPÚBLICA, 1512-2012.

GRUPO DE INVESTIGACIÓN PRESIDENCIALISMO Y PARTICIPACIÓN.

UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA

Carlos Bohrt; Sandro Mezzadra, Justo Soto, Francisco Hidalgo, Miguel Angel Herrera