PREPARANDO EL X SEMINARIO INTERNACIONAL GRAMSCI, 26-29 DE OCTUBRE
CONTRABANDO, PARAMILITARES Y “CONEJO”
DE VENEZUELA
Miguel Angel Herrera Zgaib
Los entretelones de una
tragicomedia
“No es momento de hacer sonar las trompetas de guerra…” J.M.
Santos, presidente de Colombia.
“Presidente Santos, con todo respeto, a ud lo están
engañando, en todos estos años han
entrado a Venezuela más de 800.000 compatriotas colombianos, y ¿dónde están
esos patriotas y quiénes entran de Colombia para acá?” Nicolás Maduro,
presidente de Colombia.
Hace más de dos semanas que
se inició la crisis fronteriza binacional, que pone en confrontación los
liderazgos políticos y económicos de
Venezuela y Colombia, dos naciones “hermanas”, pero distantes, desde los
tiempos del proyecto Bolivariano de la Gran Colombia, el cual, por lo visto y
dicho por los adversarios de nuevo tipo, dos siglos después, continúa “en pañales”.
La crisis coyuntural partió del
ataque a tres miembros de la Guardia Nacional de Venezuela, que impactó también
a un ciudadano de esa república. La respuesta del presidente Nicolás Maduro no
se hizo esperar, y al poco tiempo se cerraron los pasos de frontera, los dos
dotados de puentes que son las vías de acceso normales, así como las 67 trochas
reconocidas, de las más de 150 que inventarían los baquianos que se mueven
entre un país y otro. Atraídos todos estos años por las ventajas comparativas,
legales e ilegales, que les ofrecía de cuando en vez el rumbo opulento o
deprimido de cada uno de los países, en particular, Venezuela, cuando los
precios de su petróleo eran boyantes.
Los dos escenarios más socorridos
para esta crisis son, de un lado, Cúcuta, y de otro, San Cristóbal. Las dos
capitales del deprimido departamento de Norte de Santander, y la otra del
estado Táchira. La tierra de “los gochos”, donde la derecha venezolana es una
fortaleza, pese a que perdiera recientemente la gobernación de este estado que
está en cabeza de un chavista; y donde se señala que está floreciendo también
la llamado “Boliburguesía”.
Contrabando y
Paramilitares
Hasta cuando hubo el colapso
neoliberal, que protagonizó como líder gobernante, el fallecido Carlos Andrés
Pérez, que catapultó a los pocos años a su enconado rival, el comandante Hugo
Chávez para convertirlo en el sepulturero del Acuerdo de Punto Fijo, y primer
autoridad de la República Bolivariana. El mal, soportable, con buenos precios
del oro negro, era el contrabando de petróleo, de modo principal, y de toda
clase de productos baratos traídos de Estados Unidos y otros destinos.
Del otro lado estaba la compra de mercancías diversas en la ciudad de Cúcuta, y en menor
grado, en Arauca, intocada todavía por la crisis fronteriza, así como el tránsito de capitales colombianos procedentes de
lugares tan distantes como el Valle, Antioquia, o Cundinamarca, para establecer
industrias y surtir los entusiasmos consumistas de la amplia clase media
venezolana en su propia patria. A estos, no les ha pasado nada, que no sean los retardos en los pagos de millones de dólares.
Después, y habiendo salvado la
encrucijada del golpe de estado de 2004, la cosa se agrió, porque el principal
golpista vino a refugiarse en Colombia, bajo el cobijo del derecho de asilo, y
el brazo protector del presidente Álvaro Uribe Vélez, el más enconado
contradictor y rival del que llama Castro-Chavismo, y quien fallecido el Comandante
Chávez mantiene un cerrado duelo de improperios y descalificaciones con su
homólogo del otro lado de la frontera.
El clima se dañó en definitiva,
de una parte, porque el socialismo del siglo XXI atrajo, en palabras de Maduro,
a más de 800.000 colombianos, no solo para votar en elecciones, sino dispuestos
a disfrutar de la derrama del petróleo “socialista”, que sacó de la pobreza a
millones, dotándolos de vivienda, alimentación, educación, salud y recreación;
cosas jamás soñadas por la pobrería, las multitudes a lado y lado de la
frontera, ignoradas siempre por los binomios gobernantes en virtud de los
acuerdos inter-burgueses del Frente Nacional y Punto Fijo, fundados en causas
diferenciadas.
Pero, en esos grandes focos de
miseria, del lado colombiano en particular, estaban la cercanía de las explotaciones de petróleo,
y con ello la presencia guerrillera de años atrás, del Eln y las Farc, y
algunos reductos del Epl, que tienen como cabeza visible a Megateo, en el área
del Catatumbo, en cercanías del Estado
Zulia, y quien es objeto, de nuevo, de cerrada persecución por estos días.
En la frontera se han creado
también comunidades de la pobrería binacional proclives a las insurgencias
subalternas, desde antaño. Pero, luego, con los dos gobiernos de Uribe, el
paramilitarismo, las Auc, se dedicó desde el Magdalena Medio, primero, y luego,
asentándose en el Catatumbo, con la comandancia del extraditado Salvador
Mancuso, se propuso limpiar la extensa zona fronteriza de narco-terroristas y
sus bases de apoyo natural, para darle tranquilidad a la agro-industria con los
inmensos cultivos de palma de aceite, a grandes propietarios, y a los negocios
derivados del petróleo desde la explotación hasta la comercialización ilegal
por mayor y al detal.
La intervención del expresidente Andrés
Pastrana, primero, y la de Álvaro Uribe después, brillaron por su ausencia,
uno, en cuanto a persecución del mal del contrabando; y dos, del
paramilitarismo que se paseó orondo haciendo todo tipo de bestialidades, hasta
extender sus incursiones, también del otro lado de la frontera. Se trataba de
intimidar y perseguir a los asentamientos de invasión, o algunos vecindarios
más consolidados, donde existe simpatía y eventuales apoyos con la causa de la
insurgencia, como se ha divulgado y denunciado desde illo tempore con insistencia.
Uno de aquellos momentos
sintomáticos ocurrió, cuando el expresidente Uribe y sus cuerpos de seguridad
realizaron una operación comando en Caracas, dándole captura al guerrillero Rodrigo
Granda, el 13 de diciembre de 2004. Este era parte del frente internacional de
las Farc-Ep, sustrayéndolo de modo clandestino, con el apoyo de las fuerzas
policiales y la guardia fronteriza del hermano país, para trasladarlo a Cúcuta,
y ponerlo a resguardo de las autoridades colombianas. El incidente produjo una
suspensión de los acuerdos bilaterales que empezó con el llamado al embajador
venezolano para consultas. El incidente se resolvió con la reunión de los
presidentes el 15 de febrero de 2005.
Fue esta una operación similar a
la hecha en Quito, para hacer prisionero a Simón Trinidad, el 3 de enero de
2004, en una operación encubierta, protagonizada por 8 militares colombianos
con el auxilio de la policía ecuatoriana autorizada por el presidente Lucio
Gutiérrez. Ricardo Palmera, su verdadero nombre, fue trasladarlo a Colombia, y
extraditarlo luego a los Estados Unidos, bajo cargos de narcotráfico. Estas
acciones produjeron un ejercicio de belicosidad y peligrosidad en las fronteras
binacionales, y convirtieron a Álvaro en una especie de pequeño César cruzando
el Rubicón a voluntad para darle satisfacción a su programa de “seguridad democrática”.
El presente oscuro y los vociferantes
“Comenzamos a construir lo que fue
desmoronado”. Hugo Chávez, en la reunión de Santa Marta, agosto de 2010.
La elección de Juan Manuel Santos
como presidente, luego de haber sido centurión “de la noche” de la seguridad de
Álvaro Uribe, para sorpresa de su mentor, y rencor manifiesto, cambió el rumbo
de la inseguridad fronteriza ya conocida, porque se dispuso de nuevo a negociar
la paz con la insurgencia de las Farc-Ep, interrumpida por una década.
Entonces el presidente Chávez se
convirtió el nuevo “mejor amigo”, y la canciller María Ángela Holguín, y su
homólogo Nicolás, hoy convertido en presidente, por muerte del Comandante
Bolivariano, desarrollaron una ejemplar relación, de la que el encuentro de Santa
Marta, en la Quinta de San Pedro Alejandrino fue un episodio ejemplar, casi de
postal. Luego que se habían roto las relaciones diplomáticas entre ambos países
el 22 de julio de 2010, se abría un nuevo y promisorio tiempo.
Esta luna de miel, que se
tradujo en tener a Venezuela como acompañante, junto con Cuba y Noruega, de la
negociación de paz de La Habana se ha llenado de cardos y espinas, en mala parte debido a la campaña de desprestigio y señalamientos desarrollado por el
ex Uribe, y su guardia política reunida como jauría en el Centro Democrático. Este problema se hizo mayúsculo cuando hace
algo así como un año la renta petrolera de ambos países empezó a achicarse, y
las posibilidades de asistencia popular, y reparto de la misma en Venezuela se
hizo menos viable.
Sin embargo, el subsidio a la
demanda popular, y fronteriza se mantuvo hasta hace 2 semanas; y entonces vino
el intempestivo cierre del grifo, que en cifras reales señala que la venta y
compra de gasolina venezolana se favorece en una proporción de 1 a 70, a favor
de Colombia. Así que el odiado “socialismo del siglo XXI” es la riqueza de los
avivatos colombianos que realizan la acumulación originaria del capital de las
hormiguitas que mueven el negocio en pimpinas, mientras otros lo hacen en carro-tanques
con la corruptela de venezolanos civiles y militares que los auxiliaban, a
cambio de hacerse ricos a costillas de este ensayo de revolución a medias, en
medio de la voracidad capitalista.
El desenlace de los últimos días
Con
el cierre de los pasos de frontera vino el éxodo de los más débiles, y el
refugio de las cabezas de las Bacrim y los paramilitares de viejo tipo (Auc y
herederos), a uno y otro lado de la espinosa y mísera frontera nacional. Los
colombianos pobres con sus familias llevando sus corotos al hombro, y a como
diera lugar es un paisaje humano desolador, de lo cual los medios de
comunicación colombiano han hecho su agosto sin escrúpulo alguno.
El presidente
Maduro, su canciller, y la cabeza de la Asamblea han respondido, tratando de
disminuir el drama humano, y la destrucción de los barrios de invasión
construidos del lado venezolano, en la franja de 16 kms, que es sitio de
protección que los países tienen en defensa de su soberanía. Lo cual no se
respeta por la pobrería y la delincuencia en ninguna de las fronteras olvidadas
y abandonadas que tiene Colombia, y cuyas desgracias hoy, mas que nunca se
hicieron visibles ante todos.
Hace prácticamente dos días
desfilaron las comitivas oficiales, presididas por las cancilleres, Holguín y
Rodríguez sin sus presidentes respectivos, y no llegaron a acuerdos
definitivos, pero sí se sacaron los cueros al sol. Se quedó por parte de los
defensores del pueblo binacionales que se reunirían para que el de Colombia
pudiera acompañar el éxodo de colombianos deportados, y que pudieran
transportar sus muebles y enseres de una forma humana, y sin más sobresaltos y
humillaciones. La respuesta del lado venezolano no ocurrió, y la consecuencia
ha sido, que el presidente Santos llamó a consultas al Embajador Lozano, y otro
tanto hará el de Venezuela.
A lado y lado de las fronteras,
los antes amigos hoy se muestran los dientes como adversarios, y los
extremistas de derechas de ambos lados, los incitan a que de la noche a la
mañana se conviertan en enemigos. Y las voces liberales de Colombia como Serpa
y Gaviria, han llegado hasta el punto de llamar a seguir con la negociación de
paz con o sin Venezuela, y el otro a calificar a Maduro de dictador y tirano,
repleto de iracundia en sus gesticulaciones.
Maduro, por supuesto, descalifica cada que puede al senador Uribe Vélez, señalándolo como cabeza paramilitar, y criminal
internacional en excesos retóricos cuyas pruebas jurídicas, a lado y lado de la
frontera, hasta hoy son inexistentes, aunque el mandatario de la hermana república diga que las tiene, pero no las hace circular hasta el día de hoy.
Que queda, que los colombianos y
venezolanos pongamos en su sitio a las dirigencias de los dos países,
reconstruyamos las relaciones y transformemos para bien las fronteras
abandonadas donde la vida ilegal y la miseria más abyecta campean con las
riquezas de los delincuentes que se sirven de los trabajadores, pobres y
necesitados, que en su gran mayoría provienen de Colombia.
Dura y urgente tarea, a la que
esta confrontación y éxodo inhumano le han puesto el colofón y el cascabel al
gato. Y no es posible apachurran verdades con detonantes demagógicos y
retóricas de guerra y ofensa ofrecidas a
granel, por equivocadas direcciones políticas de lado y lado de la fementida
patria de Bolívar, ayer como hoy.
Por lo pronto, se anuncia la
ayuda de las instancias regionales e internacionales, en particular, dos,
Unasur, que preside Ernesto Samper, quien ha sido señalado por su “tibieza”
diplomática. Olvidan sus detractores que para intervenir se requiere que lo soliciten ambas
partes.
La OEA, con la actual secretaría del uruguayo Luis Almagro, quien la
orienta desde el 18 de marzo de 2015, se reunió el pasado 31 de agosto, y votó la solicitud formal hecha por Colombia para convocar una reunión de cancilleres. Esta petición se hundió por un voto, pues la proposición consiguió 17 votos afirmativos.
Según lo recordó la Canciller Holguín, Panamá había prometido respaldar al gobierno nacional, frente a la crisis fronteriza, pero, a la postre, el delegado del Istmo se abstuvo, para obrar luego como mediador en la reunión de presidentes que propuso Maduro estando en su gira por Asia.
Luego de estas dolorosas peripecias, OEA y UNASUR, son las dos instancias regionales que definen un
tiempo de transición en materia de relaciones internacionales para el
subcontinente americano. Con esta crisis se ponen a prueba seriamente. Sigue en turno Unasur, y la canciller colombiano ya ha dicho que la reunión tiene que ocurrir esta semana, después ya no concurriría Colombia.
Todo viene ocurriendo bajo
el ojo vigilante de la ONU, y las Ongs, con HRW a la cabeza. La escena
diplomática global está notificada, a la vez que afectada seriamente por los éxodos de las multitudes en
tres continentes, golpeados por los flujos implacables, depredadores de la
globalización capitalista, que ha dejado a millones en la miseria, o los ha puesto a huir de los escenarios de guerras locales y regionales que pululan como hongos en este convulso año de 2015.