MATERIALES PARA VIII SEMINARIO INTERNACIONAL A. GRAMSCI
500
AÑOS, DE PRINCIPATIBUS, NICOLÁS MAQUIAVELO
Conferencia
ESTADO, REVOLUCIÓN Y CONSTRUCCIÓN DE
HEGEMONÍA,
A
CARGO DEL VICEPRESIDENTE DEL ESTADO PLURINACIONAL DE BOLIVIA,
ÁLVARO
GARCÍA LINERA
Maracaibo, 27 de noviembre de 2011
Muy buenas noches a todos ustedes. Un saludo muy cariñoso, muy fraterno
a los hermanos y a las hermanas de la hermana República Bolivariana de
Venezuela, en especial a los hermanos y las hermanas de acá de la ciudad de
Maracaibo.
Le comentaba a nuestro Vicepresidente (Elías Jaua) que había
escuchado hablar de Maracaibo en las novelas; siempre aparece Maracaibo en las
telenovelas venezolanas que se ven en todas partes de América Latina, y ahora
me siento muy contento, muy feliz de estar acá en esta tierra caliente, de
corazón amplio y definitivamente hermoso.
Quiero agradecer por supuesto a nuestro Vicepresidente del
Estado venezolano, al presidente Hugo, con quien pude hablar hace un ratito por
teléfono, a quien le decíamos y le decimos siempre: Hugo, aquí tiene siempre a un
bolchevique al servicio de la causa continental y de la causa mundial
(aplausos). Y le decíamos, usted es una persona muy sencilla, muy humilde, y le
decía, Presidente Hugo, el
continente depende de usted, de su lucha, de su esfuerzo. El continente
está con él y lo acompaña en esta nueva batalla física, de la cual estamos
seguros que con su energía, su fuerza, su sol que alumbra, va a triunfar por
encima de la adversidad. Estamos contigo, Presidente Hugo, todo el continente está acompañándote
(aplausos).
Quiero saludar muy respetuosamente a nuestro Ministro de
Cultura, a la compañera Carmen Bohórquez que ha tenido la amabilidad de invitarme,
gracias por invitarme compañera (aplausos) y por supuesto a los profesores que
están acá, al compañero Enrique (Dussel), profesor de filosofía; a la compañera
Marta (Harnecker), y varios profesores
de quienes hemos aprendido mucho en la vida. Los errores son de nosotros, las
virtudes son de los profesores que nos han enseñado a comprender nuestro
continente, a comprender nuestra realidad y a comprometernos.
El tema de este Foro Internacional de Filosofía es: Estado, Revolución y Construcción de Hegemonía; nada más pertinente que ese título. Inmediatamente que me llegó la invitación, le dije a nuestra embajadora Cris (González) que me vino a la mente el libro de (Vladimir I.) Lenin, El Estado y la Revolución, que no sé con qué tiempo ese compañero escribía en pleno proceso revolucionario, a él le daba tiempo de escribir El Estado y la Revolución, le daba tiempo de leer los textos de (Karl) Marx, de (Friedrich) Hegel, para exponer su punto de vista en pleno momento revolucionario. El que hoy en América Latina, y gradualmente en el mundo, acá en Venezuela, en Ecuador, en Bolivia estemos hablando del Estado, la Revolución y la Construcción hegemónica es porque viene al caso, viene a interrogarnos sobre lo que está pasando en el continente.
¿Qué
tipo de revolución?
Ha habido procesos políticos muy importantes que dicen del
Estado, que interpelan al Estado, que están haciendo revolución con el Estado. ¿Qué tipo de revolución están
llevando adelante, cuál es el alcance, el contenido de estas revoluciones? Y sobre
la construcción hegemónica, ¿cuál es el sedimento, la profundidad cultural de
estos procesos de cambios y su capacidad expansiva social?
Felicito a los compañeros que estén debatiendo esto, que se
pongan a dialogar alrededor de esto, porque no hay nada más pertinente para
definir la situación del continente: Estado Revolución y Construcción de Hegemonía.
Yo voy a intentar
incorporar en el debate un conjunto de elementos que vienen de nuestra
construcción teórica, pero sobre todo de nuestra comprensión y de nuestro vivir
la situación boliviana.
Cuando hablamos del Estado, ¿a qué nos estamos refiriendo,
qué es el Estado? Evidentemente
el Estado tiene que ver con el gobierno, con la presidencia, con la
vicepresidencia, con los ministros. ¿Es Estado? Sí, es Estado; pero no
únicamente, sino que tiene que ver con el trabajo de distintas instituciones
del Estado: Ministerios, Dependencias, Gobernaciones, Alcaldías. ¿Es eso
Estado? Sí, es Estado; pero no únicamente es eso Estado.
El Estado también tiene que ver con el ámbito de las
instituciones legales, las cortes de justicia, los juzgados, los tribunales. El
Estado tiene que ver con la policía, con las fuerzas armadas, con el parlamento,
con el sistema de partidos políticos, ese es uno de los elementos del
conglomerado llamado Estado.
¿El Gobierno es Estado?
Sí, pero el Estado es
mucho más que Gobierno, no asociemos, a veces tendemos a asociar Gobierno con
Estado, el Gobierno es parte del Estado; éste es Gobierno, sus instituciones,
el ámbito judicial, el ámbito coercitivo legal, el ámbito administrativo. Estado también es el ámbito
institucional cultural
que tiene cualquier organización estatal, el sistema educativo universitario, el
sistema educativo inicial. Es nuestra primera aproximación al
concepto de Estado.
Si ustedes se fijan hemos mencionado ahorita a varias
instituciones: presidencia, parlamento, ministerios, tribunales de justicias,
fuerzas armadas, policías, régimen cultural, sistema de partidos políticos. En un primer acercamiento entonces,
el Estado son instituciones, el Poder Ejecutivo, el Poder Judicial, el Poder
Legislativo, el ámbito coercitivo, el ámbito legal, tantas instituciones
conforman el primer componente de la estructura estatal.
Estado es, en primer lugar, instituciones, diversas instituciones, pero en segundo lugar no es solamente eso, no es solamente instituciones, el Estado también es ideas, palabras, símbolos, memorias. Es parte del Estado, por ejemplo, conforme al estado estatal, el conjunto de maneras en que las personas recordamos la historia a través del sistema educativo, entendemos nuestro pasado, valoramos o depreciamos a nuestros héroes, a nuestros dirigentes, a nuestros libertadores. Esa narrativa de nuestro pasado, el cómo está ordenada la narrativa de nuestro pasado es parte del orden estatal.
El régimen de
enseñanza de ideas legítimas, qué se enseña en colegios y qué no debe enseñarse
en colegios; qué es valorable del aprendizaje en la universidad y qué no es
valorable en el aprendizaje universitario, eso también forma parte del Estado.
Son ideas, pero también son creencias. El Estado a lo largo de su existencia,
sedimenta, difunde en la mente y en el alma de las personas creencias, valores,
principios, ordena en la formación de los niños, de los jóvenes, en la vida
cotidiana, en el trabajo de las instituciones, esquemas morales de la vida,
esquemas morales de la sociedad, esquemas morales de lo que debiera ser el
futuro, el porvenir.
Esta es una dimensión más complicada, pero tanto o más
decisiva que la institucional de la existencia del Estado. El Estado es también, entonces,
ideas fuerza, ideas vigentes, sentido común de las cosas, sentido común de lo
que fue el pasado, sentido común de lo que es el presente, sentido común de lo
que debe ser el porvenir. Eso también es Estado.
Estado es la aceptación del ciudadano cuando ve una luz roja
y detiene el automóvil, no hay un cañón apuntándonos para que nos paremos, nos
paramos con la movilidad (automóvil), esa creencia de que tengo que pararme
ante una luz roja, de que cuando el legislativo emite una ley y tengo que
acatarla aunque no me guste, esa es una creencia, es una tolerancia, eso es
también Estado. Si no
hubiera ese ámbito del Estado, de la creencia, de la idea fuerza, del sentido
común, muchas de las decisiones de las que toma el Estado no se acatarían,
porque no se podría imponer todo por la fuerza, por lo coercitivo; se
requiere una aceptación, una tolerancia, un esquema mental o un conjunto de
esquemas mentales que nos hace aceptar, nos hace comprender y nos hace validar
la decisión del gobernante, puede ser del presidente, del ministro, de la
autoridad, del jefe policial, del parlamentario, del ámbito judicial, o del
juez o del fiscal. Ese ámbito social funciona gracias a creencias, gracias a
aceptaciones, gracias a esquemas morales, a esquemas éticos, que llevan al
ciudadano a aceptar o acatar tal o cual decisión. Este segundo ámbito ideal de la vida social, es el
segundo componente del Estado, el Estado como un sistema de creencias, el Estado
como un sistema de tolerancias, de ideas, de preceptos ordenadores de la vida
cotidiana de las personas; esa es la segunda dimensión del Estado.
Pero
hay también una tercera dimensión del Estado
Si ustedes quieren
el Estado es la suma de estos tres componentes: Instituciones, creencias,
sentido común sobre distintas actividades de la vida; y el tercer elemento de
la existencia del Estado es lo que llamaríamos la correlación de fuerzas.
¿Y qué significa esto?, que en cualquier institución, puede ser el ejecutivo,
puede ser la universidad, la gobernación o la alcaldía, hay grupos de personas que
tienen mayor influencia sobre tal o cual decisión, y hay otro grupo que tiene
menos capacidad de decisión e influencia en alguna acción estatal.
Desde la alcaldía, desde el puesto policial, desde el
juzgado, la gobernación, el parlamento, el ministerio, la presidencia,
absolutamente todas las instituciones del Estado tienen grupos, estructuras,
colectividades que tienen mayor influencia en la toma de decisiones, y hay colectividades,
grupos sociales que tienen menos influencia en esa toma de decisiones. El
Estado es también, entonces, una estructura de correlación de fuerzas sociales.
Hay colectividades, clases sociales, identidades sociales
que tienen mayor presencia y capacidad decisoria, sobre tales o cuales temas y
hay otras colectividades que tienen menos capacidad decisoria, menos presencia
en la toma de decisiones. A
esa diferenciación de capacidades decisorias, le vamos a llamar el Estado como
correlación de fuerzas. Entonces el Estado es instituciones; entonces el Estado
son ideas, son creencias que ponen en funcionamiento la aceptación, la
tolerancia moral entre gobernantes y gobernados; y el Estado es correlación de
fuerzas.
Entonces tenemos una mirada o acercamiento al Estado como algo muy
dinámico, como un flujo cultural. A veces en la lectura, en nuestra
formación marxista o de izquierda, veíamos al Estado como una máquina, como una
especie de herramienta externa para la sociedad, y no ha sido tanto así. Evidentemente
es una máquina que tiene normas, tiene reglas, tiene funciones. Evidentemente
es una máquina, pero es también una máquina relacional; en esas normas,
procedimientos y jerarquías hay una correlación de fuerzas previas, puestas en
juego.
Ha habido gente que ha hecho la norma, ha habido otro grupo
que ha elaborado el procedimiento, ha habido grupos o clases sociales que
elaboran tal o cual proyecto. La norma, el procedimiento, la jerarquía del Estado es un producto de
correlación de fuerzas, no ha caído del cielo, no es algo inorgánico, es
una prolongación
orgánica de la propia estructura jerárquica de la sociedad.
Entonces tenemos un
primer acercamiento al Estado como una máquina relacional: es Institución, es
creencia y es correlación de fuerzas. Pero el Estado es Estado porque tiene el
control, el monopolio. Usando las palabras de Marx, el Estado es Estado en
tanto monopoliza ciertas decisiones, a saber, monopoliza la cohesión legítima,
monopoliza la tributación, monopoliza la legitimidad. Esta máquina relacional territorial,
porque se desenvuelve en un territorio, en un ámbito poblacional, irradia su
presencia en un ámbito territorial, tiene al menos tres monopolios; en verdad
cuatro, pero son tres los más conocidos: el monopolio de la coerción legítima,
trabajado inicialmente y fundamentalmente por Marx, por Lenin; el Estado como
una máquina de dominación de una clase sobre otra, la coerción legítima.
Si todas las clases, los grupos y las regiones tuvieran el control de la
coerción legítima, no habría Estado, tendríamos múltiples republiquetas, como
de alguna manera sucedió al principio de la formación de la República.
Un Estado se
consolida porque concentra gradualmente con el tiempo, el monopolio de la
coerción, de la coerción reconocida como válida, de la coerción reconocida como
legal, de la coerción reconocida como valedera. Pero un segundo monopolio del
Estado es la tributación. Desde ayer, allá en Bolivia, yo hacia
una reflexión sobre las empresas del Estado; de cómo ahora las empresas del Estado
concentran el 35% de la economía nacional. Hemos nacionalizado muchas
empresas, y eso le permite al Estado concentrar recursos, concentrar tributos,
tributos por las compras, por las ventas de mercancías; pero también tributos
por renta petrolera, por la renta del gas, por la explotación de minerales, y
eso le da al Estado recursos económicos con los cuales construye escuelas,
construye hospitales, construye carreteras, construye universidades, etc.
Si no tuviera ese monopolio de la tributación, no tendría
recursos para utilizarlos colectivamente: es un segundo monopolio del Estado. Entonces,
un segundo monopolio es la
tributación social. Tenemos entonces el monopolio de la coerción legítima y el
de la tributación social; monopolio de la legitimidad, es decir, lo que la
gente cree que es correcto, válido, aceptable, legal. Si no tuviera ese
monopolio, las instrucciones del Estado no se acatarían; las instrucciones de
los gobernantes a nivel nacional, a nivel departamental o de gobernaciones y de
municipios no se tomarían en cuenta.
El Estado, esa es la
parte trabajada por (Max) Weber y por Bourdieu, también monopoliza entonces la
legitimidad, un monopolio de la legitimidad social. El Estado es una máquina
relacional, con tres componentes internos: ideas, instituciones, correlación de
fuerzas, que tiene tres monopolios: el de la legitimidad, el de la coerción y
el de la tributación. Pero hay un cuarto monopolio fundamental, trabajada por
los clásicos del marxismo, pero olvidado, el monopolio o el intento al menos de
monopolio, que es algo dado que se disputa cada día, que no es más que el de la universalidad.
Cuando sale una ley, no sale una ley para unos y para otros
no, sale una ley que tiene que ser cumplida por todos. Cuando sale una
reglamentación, se supone que tiene que ser acatada por todos. Cuando
construimos Fuerzas Armadas o policías, son instituciones que tienen que
ejercer el control de la seguridad interna y externa para garantizar la unidad
territorial de todos o la seguridad territorial de todos. El Estado tiene ese monopolio,
un monopolio de lo general, de lo universal; por eso, a su modo,
(Immanuel) Kant hablaba del Estado común como un yo colectivo.
Si no tuviera esa función de disputar el sentido de lo
universal, el Estado no tendría la legitimidad que tiene en la sociedad
moderna. Entonces,
tenemos al Estado como un monopolizador continuo de la coerción, de la
tributación, de la legitimidad y de la universalidad, de lo común, de lo que es
de todos.
¿Por
qué es importante este acercamiento al Estado de esta manera?
Porque nos permite ver desde adentro esta máquina tan
complicada que es objeto permanente de disputa, y que en nuestra América Latina
ha sido objeto de disputa y de lucha en los últimos años. A raíz del derrumbe
de las concepciones de la izquierda en los años 60, 70 y 80, surgió un debate
respecto a que si el pueblo, los proyectos revolucionarios emancipativos debían
luchar o no por la toma del poder estatal.
Hubo un artículo famoso del escritor (John) Holloway que hablaba de “cambiar el mundo
sin tomar el poder”. He querido detenerme en este debate del Estado,
justamente para mostrar el significado del mismo. En parte, la sociedad es partícipe
directa o indirectamente siempre del Estado. Aún en los Estados más
despóticos hay una sociedad participando como ente dominado, relegado, no
consultado, marginado; pero partícipe dentro de la estructura general del Estado.
Cuando se plantea que
hay que dejar el Estado, que no hay que pelear por el Estado, en el fondo
estamos planteando sin darnos cuenta, quiero creer, que esos mecanismos de marginamiento,
de incorporación subordinada, marginada se mantengan, se los deje intactos;
porque el Estado está presente en toda nuestra cotidianidad,
está presente en el momento en que pagamos la factura de luz, que vamos al
mercado a comprar productos, en el momento en que llevamos a los niños a la
escuela, mandamos a la hija a la universidad, nos paramos a hacer un reclamo
judicial, acatamos una orden administrativa, tomamos en cuenta una ley para
reclamar nuestros derechos; cuando hacemos eso, estamos haciendo Estado,
estamos reproduciendo Estado.
Y cuando
al interior de la izquierda salía la propuesta cambiemos el mundo sin tomar el
poder del Estado, lo que estábamos diciendo era que esas relaciones de
dominación en la familia, en la escuela, en la universidad, en el mundo del
trabajo; esas relaciones de subordinación que establece tal o cual ley, tal o
cual reglamento; esas relaciones de subordinación en el parlamento, el ejecutivo,
en los ministerios dejémoslas tal como están, y no cambiemos en el fondo el
mundo porque parte del mundo es el Estado y parte de la sociedad es el Estado.
La gran enseñanza para mí de América Latina en los últimos
diez años es responder a este debate de manera práctica, se ha respondido de
manera práctica y lo que ha dicho América Latina es, en mi lectura: “Es posible cambiar el mundo
transformando el Estado”. Aunque no únicamente transformando el Estado se
cambia el mundo, cuidado con tener una mirada tan exclusivamente estatista de
las cosas. Pero marginarnos de la lucha al interior del Estado, de la
transformación de la estructura del Estado, es simplemente renunciar a la lucha
social y es simplemente tener una actitud contemplativa hacia las relaciones de
dominación, en la sociedad y de la sociedad; es, en otras palabras, una
invocación a la impotencia política y América Latina lo que ha hecho es responder de otra
manera, ha comenzado a transformar el aparato de Estado. ¡Ojo! No solamente se ha
modificado el ámbito del Gobierno, porque eso sería entonces un simple cambio
de Gobierno, dejando intacta la estructura del Estado.
No, ha habido un cambio
de Gobierno, ha habido un cambio de estructura de decisión de los Gobiernos,
una modificación de las estructuras decisionales del Ejecutivo, una
modificación de la participación y presencia social de los sectores populares
en los parlamentos, en los municipios, en las gobernaciones. Una modificación
sustancial del órgano judicial, una modificación sustancial de la estructura
organizativa de la policía, de las Fuerzas Armadas, de la cultura, de las
tradiciones, de los sistemas simbólicos de la sociedad, de las legitimidades
colectivas; y cuando sucede eso estamos ante una Revolución.
Una Revolución no es solamente la imagen clásica de unos
revolucionarios Bolcheviques entrando al palacio de invierno con sus armas. Está
bien que esa sea la imagen clásica, pero esa es apenas la punta del iceberg, y hemos de llamar una revolución
política, cuando esta estructura completa de esta máquina relacional llamada
Estado es removida, es transformada; cuando sucede esto estamos hablando de
revoluciones políticas.
Hay
revolución política
Cuando se modifica no
solamente el órgano Ejecutivo, la persona que es presidente o las personas que
son ministros, sino cuando se modifica el origen social y el contenido social
del Ejecutivo y de las personas que están en la administración del Estado. Hay
revolución cuando se modifica la composición de clase de los parlamentos,
cuando se modifica la manera democrática de tomar decisiones fundamentales para
el país; parlamentariamente y extraparlamentariamente.
Hay revolución cuando
la disciplina, el orden simbólico, la enseñanza que se imparte en los centros
educativos se modifica y se transforma; hay revolución cuando las escuelas y el
sistema de enseñanza que aprenden nuestros niños, cuando el tipo de lectura que
le damos a los escolares, cuando la forma de enseñanza con la que transmitimos
conocimientos se transforma, se modifica sustancialmente; en ese momento
estamos asistiendo una revolución. (Revolución) es modificación de la
composición de clases de los gobernantes, del contenido de clase de las
decisiones de los gobernantes, de las formas decisionales con las que se
definen políticas públicas, modificación del orden de valores, del sistema
simbólico, del sistema normativo de una sociedad y eso es lo que se ha venido
dando en nuestros países.
Hubo una generación
que habíamos pensado ver eso mediante la lucha armada, que había imaginado que eso
se podía lograr y que no había más camino que hacerlo mediante grandes
sublevaciones armadas y casi una generación bella, heroica se inmoló en los
años 60 y 70 en esa perspectiva; pero la historia fue por otro lado aquí en
Venezuela, en Bolivia, Brasil, Perú. ¿Dónde no hubo luchas armadas,
sublevaciones, iniciativas guerrilleras? Lo logró Cuba y fue un momento
extraordinario que marcó la mitad del siglo XX, fue el paradigma de
transformación Revolucionaria y en el resto del Continente se intentó pero no
se logró. Cuando parecía que todo iba a quedar estático se da esa revolución
esperada pero ya no por vía de la lucha armada, ya no por vías de las
experiencias guerrilleras, sino por la vía democrática del voto, de la
construcción de liderazgos políticos como el del presidente Hugo Chávez, Rafael
Correa, Evo Morales.
No nos esperábamos los
intelectuales un camino así, teníamos una imagen más heroica de las
cosas, pero la historia siempre es distinta a lo que los intelectuales nos
imaginamos en la cabeza de café en café. La historia comenzó a pasar por otro
lado, sublevaciones, levantamientos, despertar democrático de las personas y a
partir del despertar democrático, modificación de la estructura de clases de
los niveles de decisión del Poder Ejecutivo, del Legislativo y a partir de ese
poder conquistado del órgano Ejecutivo, un efecto dominó de transformación en
las estructuras, en las ideologías y en las formas organizativas del resto del
aparato estatal.
No cabe duda de que el Continente está viviendo una profunda
revolución política. Hemos de llamar entonces revolución política, el segundo concepto que hemos utilizado aquí, a la
transformación de forma, de contenido y de condición social del conjunto de las
estructuras del Estado, instituciones, sistemas normativos, ideas y creencias,
y correlación de fuerzas; cuando estamos ante eso, estamos ante una revolución
de carácter político y eso es lo que está viviendo hoy el Continente.
¿Qué
profundidad tendrá esta Revolución política?
Eso es lo que estamos
debatiendo y lo que está en juego el día de hoy. ¿Hasta dónde llegará esa Revolución
política y cómo esa Revolución política se transforma, potencia, refuerza una
revolución social? Uso esas dos categorías que Marx utiliza para estudiar la
Revolución del 48: Revolución política que afecta el orden estatal y Revolución
social que afecta las estructuras económicas de la vida, de la sociedad y
culturales por supuesto.
Revolución política y
social. La revolución social habla de una Revolución mucho más profunda que
tendría que afectar el modo de producción de una sociedad, el modo de
distribución de las riquezas, el modo de la propiedad de los medios de
producción, el modo de la decisión de los recursos económicos de una sociedad.
Hemos avanzado en estos últimos 11 años como nunca había avanzado el continente.
Antes hubo una transformación continental de la vida política latinoamericana
pero fue de carácter conservador, de derecha, había un orden dictatorial en
todo el Continente.
Pero, fuera de esa coincidencia continental del orden
dictatorial nunca antes se había dado en el continente la presencia de
proyectos de Gobiernos revolucionarios y progresistas en la escala continental
como se está dando el día de hoy, nunca antes, es un privilegio estar en este
momento, unos con mayor radicalidad que otros, unos con mayor profundidad en lo
político, en lo social, el continente subconjunto es un continente a la
vanguardia de las luchas de los procesos mundiales, gobiernos revolucionarios y
progresistas. Con la excepción de dos países, el continente es un conjunto mirando
hacia la izquierda, hacia la emancipación y quedan solamente dos países a
contrapelo, un poco anclados en el pasado, anclados todavía en un mundo
neoliberal cada vez más decadente, más agresivo, cada vez más antihistórico y
el resto del continente apuntalando hacia otro lado.
¿Hasta dónde avanzará
esta revolución política?, ¿en qué medida esta revolución política continental
se convertirá y se consolidará como una revolución social?
Es algo que debemos ir viendo paso a paso, medida a medida. ¿Cómo se ha
modificado la composición de la propiedad de las riquezas en las sociedades?,
¿cómo se ha modificado la composición de la propiedad de los medios de
producción en las sociedades?, ¿qué papel tiene el Estado hoy respecto a antes?
En el avión en que venía hoy con la Embajadora, estábamos
revisando los libros de Lenin sobre el capitalismo de Estado. A su modo, la
reflexión de Lenin decía que no es capitalismo, porque es el Estado soviético
el que controla y permite llegar hasta cierto lugar: voy a permitir algo de
capitalismo y luego no lo voy a permitir; (es decir) éste no es necesario para
generar un conjunto de actividades económicas y comerciales.
Decía Lenin que el Estado
soviético va a permitir que haya economía de mercado, pero no esa economía de
mercado desbocada, sino una economía controlada en ámbitos por el Estado
soviético y la clave ahí, decía, es el poder soviético que manda sobre el
Estado, para impedir que estos ámbitos de existencia de economía de mercado o
de capitalismo empresarial se desborden.
Eso era lo que estaba leyendo ahí apresuradamente mientras la Embajadora me
daba unas notas para que trabajara sobre nuestros temas pendientes de Estado a
Estado.
Interesantes estas reflexiones de Lenin sobre el poder, sobre
la importancia de quién lo controla, para saber (hasta dónde) estos ámbitos de
mercado, de capitalismo empresarial e incluso de presencia de transnacionales,
porque Lenin aceptó un régimen de presencia de transnacionales para la
explotación del petróleo en su país porque ellos no tenían cómo hacerlo; él decía que eso no es ningún
peligro siempre y cuando garanticemos que el poder soviético, que el Estado
esté en manos de la clase trabajadora, que controle y vea hasta donde se expanden
y hasta donde no se expanden estos regímenes existentes y aun necesarios de
economía de mercado.
¿Cómo
está el régimen de propiedad?
Cómo está el régimen
de distribución de las riquezas, como está el régimen de la propiedad de la
tierra, el régimen de la generación de riquezas? Eso va a ir definiendo la profundidad de nuestra
revolución política como revolución social o simplemente sólo como revolución
política: transformación del Estado pero preservación del orden socioeconómico
o, al contrario, a partir de una revolución política su prolongación como
revolución social.
En el caso de Bolivia que es lo que yo puedo comentar, los
movimientos sociales han planteado recientemente al presidente Evo Morales una
mirada muy clara de nuestro Gobierno de movimientos sociales que necesitamos
consolidar. Ya tenemos, decían los compañeros: los indígenas eran los que
traían el agua, los que limpiaban los pisos, ahora los indígenas gobiernan, son
ministros, cancilleres, presidentes, parlamentarios (aplausos); es una
modificación radical de la composición de clases y de la composición de nación,
de la estructura estatal, una revolución no solamente política, sino
descolonizadora de gran envergadura.
De los 130 diputados, parlamentarios que tiene nuestra
Asamblea Legislativa, 87 son de organizaciones sociales, indígenas, campesinas,
obreras, barriales; tenemos gobernadores campesinos, gobernadores indígenas; de
las 337 municipalidades recientemente electas, por lo menos 270 están bajo
control de dirigentes sociales, campesinos, indígenas, obreros (aplausos); es
una revolución profunda en la estructura de clases del Estado, en la
composición de clase y en la composición nacional cultural del Estado, pero,
decían los compañeros, ya hemos dado este paso, decían los compañeros, los
dirigentes sociales.
Ahora hay que avanzar al ámbito económico, necesitamos
consolidar esto que tenemos en lo político, en lo estatal, en lo económico,
decían, y han propuesto un conjunto de leyes. Justamente en esa perspectiva de
consolidar el poder económico de los movimientos sociales, el presidente Evo ha pedido, no
recientemente, hace unos 8 meses, trabajar en conjunto los ministros sobre como
consolidamos el poder económico de los sindicatos, de los gremios, de las
comunidades, y el Estado sirve para eso, el poder estatal sirve para eso, el
poder estatal es una estructura relacional, sirve para redireccionar los
recursos del Estado.
Hace 10 años los recursos del Estado, del gas y del petróleo
iban al extranjero, hoy van al pueblo boliviano (aplausos); esa es una decisión
de Estado, de Gobierno, esa
es la importancia del poder del Estado, que uno pueda usar los presupuestos y
los recursos colectivos para orientar hacia una clase o hacia otra clase
social, eso depende de quién controla el mando estatal. Es posible a través del mando
estatal potenciar una clase social o debilitarla, no es irrelevante el Estado, dejar el Estado en manos de otros,
renunciando a la pelea del Estado es amarrarse de manos, de pies, y caer en la
actitud contemplativa de que la Revolución será un cataclismo que lo traerá el Espíritu
Santo, sin iniciativa humana. Lo que se trata es de rechazar precisamente eso.
El poder del Estado por
parte de otra composición de clase social permite reorientar, no sustituye a la
sociedad, permite reorientar, crear condiciones más favorables de
potenciamiento y reforzamiento de lo popular, de lo campesino frente a las
élites, frente a las transnacionales; eso se puede hacer a través del Estado.
Hace 10 años, en Bolivia, 2 países extranjeros controlaban el 40% del Producto
Interno Bruto de Bolivia. Bolivia estaba hipotecada hace 6 años atrás: el 40 %
del gas de extranjeros, el agua de extranjeros, la electricidad de extranjeros,
la leche de extranjeros, eso era Bolivia hace 6 años atrás, hoy ya no, todo eso
nos pertenece a nosotros y a partir de eso se toman las decisiones (aplausos).
¿Cómo definir esta etapa de luchas y transformación del
Estado y de la economía, de la cultura y de la sociedad?
Revolución en la estructura del Estado,
revolución política, social en proceso. Es un debate también muy interesante si
es socialismo o es transición al socialismo.
Son importantes las palabras porque las palabras
evocan las memorias de viejos debates, de viejas luchas, de clases trabajadoras
que lucharon, avanzaron, que conquistaron, que trabajaron, porque es la lucha
de nuestros pueblos, de los pueblos del mundo, ese es nuestro patrimonio y
tenemos que cargarlo nosotros, llevarlo, heredarlo. Decía un gran
científico somos enanos sentados en un gran módulo de gigantes y por eso
podemos ver más que ellos, no por nuestra altura sino porque estamos encima de
hombros más grandes que nosotros y tenemos que recoger el viejo debate, recoger
el clásico, recoger las viejas experiencias no para imitarlas sino para
montarnos en sus hombros, en sus debilidades, en sus virtudes para mirar más
lejos esta revolución, más allá que esos intelectuales.
Tenemos que heredar sin ningún tipo de
vergüenza, toda, toda, toda la experiencia del movimiento socialista,
revolucionario, comunista y de izquierda del mundo de los últimos 100 años; nos corresponde a nosotros cargar en
nuestras espaldas e ir más allá que ellos y hablar mejor que ellos, pero es gracias
a las luchas de ellos. A nuestro modo nosotros estamos haciendo eso y
debatiendo lo que dijo (Antonio) Gramsci, (Vladimir I.) Lenin, (Karl) Marx, lo
que dijo (Louis Pierre) Althusser, lo que dijeron los latinoamericanos. En
muchas partes están debatiendo cómo salen del neoliberalismo, aquí estamos más
allá y lo podemos ver más lejos.
¿Cómo denominar este proceso, cómo le colocamos
nombre, etiqueta? Ha habido cambios, una revolución política, y hay un proceso
de revolución social, ¿qué nombre tiene eso?, ¿transferir socialismo, o socialismo
mismo?, ¿qué es? Ese es un excelente debate; yo me permito retomar mi punto de
vista leninista, a mi modo, sobre este tema.
Inicialmente, en la revolución los bolcheviques
toman el poder, los bolcheviques toman decisiones,
lo que llamaron un comunismo
de guerra, había que controlar el precio del mercado, del comercio
exterior, de las empresas, tomar decisiones muy audaces y 2 años después
tuvieron que cambiar, y Lenin decía no podemos construir una sociedad por
voluntad, solamente en base a voluntad y escribió unos artículos. Bueno, en
nuestro país atrasado tenemos economía agraria tradicional, tenemos economía
pequeña productora campesina, tenemos capitalismo, está así la diversidad,
tenemos pedazos de experiencias soviéticas, es lo que hay que decir.
Pese a los esfuerzos, pese a las ideas de que todo
desapareció y ésta es la realidad del sistema, reflexiona Lenin sobre este tema y saca
algo que consideramos como una conclusión útil para nuestro debate
latinoamericano: él decía que entre el capitalismo y una sociedad no capitalista
hay un periodo de transición largo, que se caracteriza porque hay pedazos de
capitalismo que persisten, que están presentes en el Estado, en la
administración, en la burocracia, en el mercado, en el precio, en el salario,
en el comercio, en la propiedad y hay pedazos de otros regímenes económicos de
otro tipo, de otro tipo de sociedad que como lunares comienzan a funcionar.
Este periodo de
transición es una guerra, una lucha a muerte intestina entre estos pedazos de
la nueva sociedad que son como lunares que quieren expandirse y los pedazos de
la vieja sociedad que se resisten a irse, que buscan retomar el control y
expandirse. Entre ese periodo y las sociedades no capitalistas a las que
llamaba comunismo, está el socialismo. Es decir, para Lenin no era aún
el socialismo un nuevo modo de producción. El nuevo modo de producción sería el
comunismo, o el comunitarismo como ustedes quieran llamarlo, universal, de
carácter planetario; pero entre esto y la nueva sociedad como quieran llamarla,
hay un periodo de transición. A este periodo de transición, en su último texto,
Lenin lo llamaba el socialismo: no es un nuevo modo de producción, no es una
sociedad distinta a la capitalista, el socialismo sería retazos de capitalismo
peleando con los retazos de comunismo, peleando en una pelea interminable, sin
fin, complicadísima, de avances, de retrocesos, de idas y de venidas, de
ataques, de contraataques expansivos.
En ese sentido, el
concepto para definir el actual proceso revolucionario, como sentido, me gusta
en ese sentido leninista porque define esta pelea, porque todavía vemos
mercados, vemos empresas privadas y vamos a seguir viendo seguramente, y no hay
que escandalizarse de ello, y veremos economía de mercado y acumulación de
mercado. Sí, hay eso, hay eso y seguirá habiendo durante décadas, pero también
hay poder, poder político revolucionario, que regula, que reduce. Hay lunares,
pequeñas experiencias que intentan expandirse de otro régimen económico que ya
no se basa en el valor económico, que no se basa en la ganancia, sino que se
basa en el uso, en el servicio, en el valor de uso, usando las categorías de Marx.
¿Dónde habría
valor de uso enfrentado a valor de cambio, de la ganancia?
Cuando el Estado subvenciona la agricultura, por ejemplo;
allí no hay ganancia, la lógica de la ganancia y la acumulación, sino hay
lógica del uso de la satisfacción de las necesidades.
Si en los servicios básicos, llámese agua, electricidad o
telefonía, el Estado interviene regulando los precios, subvencionando los precios
y limitado las ganancias, la lógica de la ganancia comienza a ser combatida por
la lógica del valor del uso enfrentado al valor de cambio, es decir estamos
construyendo en ese pequeño detalle desde el Estado las raíces de una nueva
organización económica de la sociedad.
Si la educación es gratuita, si el Estado fomenta y le
arranca a la inversión política privada, el control de la educación y permite y
garantiza que la educación primaria, secundaria y universitaria el Estado la
paga, y pelea contra quienes dicen que la educación es una mercancía, a la que
aceden los que tienen dinero, está construyendo ese espacio nuevo de socialidad
y de valor de uso por encima del valor de cambio, de la ganancia, de
acumulación capitalista.
Si el Estado fomenta y apoya una empresa de trabajadores que
toman el control de esa empresa y con un crédito del Estado llevan adelante su
iniciativa, y la ganancia de esa empresa la distribuyen entre los propios
trabajadores, estamos ante ese destello, esa apertura, ese lunarcito expansivo
de una nueva economía, de una nueva socialidad.
El socialismo sería
este periodo de transición, de pelea intestina permanente entre las estructuras
económicas capitalistas de mercado y las nuevas estructuras emergentes de uso,
de comunidad, de comunitarismo, de sociedad, desde el Estado, desde la sociedad
civil, avanzando, retrocediendo. ¿Cuánto durará ese proceso de transición entre
dos modos de producir, entre dos modos de civilización universal? Puede durar
siglos, no hay una fecha definida, no lo define un decreto, no lo define la
teoría, lo define la vida práctica, la lucha práctica.
Pero en América Latina sin mucho aspaviento y a veces
haciéndolo más que diciéndolo, en varios de nuestros países se ha abierto este
periodo y / o se está por entrar a este periodo de transición en que se intenta
superar al capitalismo. Hay atisbos de la nueva sociedad, pequeños destellos
organizativos, fundamental desde el Estado. Lo ideal es que esos destellos que salen desde el Estado
sean luego o sean fundamentalmente sociales, porque solamente cuando la
sociedad en su conjunto asuma la economía en conjunto, cuando la sociedad en su
conjunto no requiera del Estado como máquina para construir el sentido de
horizontalidad, en ese momento, dentro de 100, 200, 300 años podemos decir que
hemos llegado a una sociedad Post capitalista Universal. Mientras tanto es
lucha, mientras tanto es ida y venida.
Pero entrando en ese periodo de transición, las tareas, una
vez controlado el poder político, las tareas, las contradicciones, los poderes
son de otro tipo. A este poder revolucionario seguirá la pelea y la lucha
contra el poder conservador que intentará de una u otra manera recuperar el
poder perdido, esa pelea no termina nunca. Hemos derrotado en una elección, los derrotaremos en otra
elección, pero siempre habrá un poder conservador financiado por las fuerzas
reaccionarias del mundo que intentará luchar contra el poder revolucionario, y
esas hay que enfrentarlas mediante métodos democráticos y mediante métodos revolucionarios,
y eso está clarísimo (aplausos).
Pero al interior del proceso de la transición surgen nuevas
contradicciones que un librito rojo que escribí y al que hago propaganda, a
este librito rojo le he llamado Tensiones
creativas, que no las habíamos hallado antes, que no las habíamos
encontrado ni en Lenin, ni en Marx, ni en Mao, no las habíamos encontrado pero
que aparecen en nuestro proceso revolucionario en Bolivia, pero creo que también aparecen, a su modo, con sus propias
características aquí en Venezuela.
Son
cuatro contradicciones
Que quiero mencionar para cerrar esta intervención. La contradicción entre el Estado
como monopolio y la sociedad y el movimiento social, como democratización del poder:
primera contradicción creativa.
Segunda contradicción,
lo voy a explicar luego una por una. Entre apego al núcleo duro de la revolución, de las clases sociales
populares movilizadas, y la necesidad de irradiarse hacia otras clases sociales
para construir lo que dice el título: hegemonía, es decir liderazgo intelectual
y moral, liderazgo en las ideas fuerza, liderazgo en la percepciones morales de
las personas de estas clases sociales dirigentes, que se expanden a lo popular,
a las clases medias e incluso a las clases empresariales altas. Segunda contradicción: núcleo
duro o expansión hegemónica, núcleo duro o expansión o irradiación.
Tercera
contradicción, de este período de transición: universalidad, lucha por
intereses comunes de todos, y lucha por los intereses gremiales y locales de
unos cuantos. La sociedad tiende a veces, pelea por lo universal; a
veces pelea por lo exclusivo, por lo gremial. ¿Cómo se atienden esas
contradicciones? ¿Cómo se resuelven esas contradicciones al interior del
pueblo, usando a Mao, al seno del pueblo? No es contradicción con la oligarquía, es contradicción
con tus cumpas, con un barrio, con unos hermanos campesinos, con unos obreros
que te paralizan la ciudad, que te bloquean la carretera porque te están
reclamando algo particular en detrimento de lo universal y de lo general para
todos. Tercera contradicción de este proceso, contradicción interna
creativa, que la pone en movimiento, no que la obstaculiza, que es parte de lo
nuevo, de la construcción de lo nuevo.
La cuarta
contradicción: expansión de la economía para satisfacer necesidades,
hidroeléctricas, carreteras, termoeléctricas, refinerías, o / y defensa de la
madre tierra, preservación del medio ambiente. Hay que meterle con todo para
generar más riquezas, porque hay que generar más riquezas para mejorar el salario
de los profesores, para construir más hospitales; pero hay otros que dicen: Me
estás destruyendo la naturaleza, me estás afectado el medio ambiente, detén esa
carretera, detén ese pozo, detén esa hidroeléctrica porque me estás afectando
la madre tierra. ¿Cuál de los dos, lo uno o lo otro?
Son cuatro
contradicciones, ya del proceso de transición, si ustedes quieren de la
construcción del socialismo, como transición.
La
primera contradicción
Un Gobierno
revolucionario es en su conjunto resultado de la emergencia de lo popular en el
Estado, de una avanzada, de una invasión social sobre el Estado anteriormente
controlado por unas cuantas familias privilegiadas.
Es lo que ha pasado en el continente. A ese tipo de Estado de unos pocos
(Antonio) Gramsci lo llamaba, no, no era Gramsci, era otro sociólogo boliviano:
Estado aparente. Un
Estado aparente porque parecía ser de todos, pero aparecía de unos cuantos, de
unas cuantas familias y de unas cuantas regiones; mientras había otras regiones
y otras clases sociales marginadas, identidades indígenas marginadas: Estado
aparente.
Lo que ha pasado en América Latina es la invasión, la
emergencia desde abajo, desde lo popular, desde lo plebeyo, desde lo indígena,
desde lo campesino, desde lo barrial, que rebasa, toma y transforma la
estructura del Estado: democratización de lo político, democratización de lo
social, democratización de las decisiones. Muy bien. Pero Estado es Estado, Estado es monopolio, Estado
es concentración de decisiones. El Estado por definición es una concentración
de decisiones, y la movilización, la participación y los movimientos sociales,
es por definición democratización de lo social.
Esa es una contradicción, ¿concentro decisiones o democratizo decisiones? Si
concentro excesivamente decisiones, el Estado se separa de la sociedad, vuelve
a constituirse una nueva élite del poder, riesgo de la revolución. Pero si
democratizo todas las decisiones me paralizo, ya no hay gestión, y al
mes siguiente o a los 6 meses vendrán a cobrarme cuentas los del barrio, los de
la comunidad, los de la fábrica, porque al fin y al cabo los compañeros lo que
quieren es que les construyamos su centro hospitalario, le construyamos su
carretera, le coloquemos su escuela, le habilitemos el centro laboral, eso
también lo quieren los compañeros y me van a cobrar cuentas en las elecciones
si no hemos hecho eso. Eso yo no lo veía cuando era profesor, compañero Enrique
Dussel; cuando estoy en el Gobierno me doy cuenta de eso, no se puede ver desde
afuera a veces (aplausos). Uno cabalga esa contradicción, como revolucionario
sabe que esas decisiones tiene que socializarlas, se juega la vida en la
participación de la sociedad; pero si caemos en el ultra democratismo, te paralizas como Estado, te
paralizas como Gobierno y cuando te preguntas qué cosa he hecho: nada, porque
me paralicé como gobierno.
¿Cómo encontrar el justo equilibrio? Para esta contradicción
al interior de los procesos revolucionarios, no hay solución, es cabalgar los
dos, es cabalgar que tienes que democratizar decisiones, pero también tienes
que tomar decisiones, para eso eres gobierno, para eso eres ejecutivo;
consultas y decides, consultas y decides, pero tienes que decidir, hay que
ejecutar. Estos cinco años o diez años de revolución en América Latina han permanecido
porque ha habido gobiernos que han ido transformando, tomando decisiones en el orden
social, en el orden político, en el orden económico de la sociedad. Para
nacionalizar hay que tomar decisiones, para construir un hospital hay que tomar
decisiones, para levantar una petroquímica hay que tomar decisiones, y si no
las construyes la gente te va a cobrar por tu falta de tomar decisiones; pero a
la vez no puedes perder de vista que tienes que consultar a las personas,
tienes que hacer participar a las personas, por lo tanto contradicción
(aplausos).
¿Cuál es la salida a
esa contradicción? No hay salida, hay que vivir la contradicción y hay que
vivir con la contradicción por 500 años, a cada momento, equilibrando,
consultando, decidiendo, consultando, riesgo de caer a un lado del precipicio,
riesgo de caer al otro lado del precipicio, hay que mantener el equilibrio, en
una delgadísima línea de participación y de ejecución, de ejecución y
participación. Primera contradicción creativa de la revolución.
Segunda
contradicción creativa
El núcleo duro de tu fuerza, lo popular; en el caso de
Bolivia, lo Indígena es el núcleo duro. El baluarte, la revolución, la
vanguardia del proceso revolucionario es tu núcleo duro, pero la sociedad es
más que el núcleo duro, y este núcleo duro ha de consolidarse en su proyecto de
Estado y de sociedad si es capaz de expandirse, de incorporar al resto de las
clases sociales. Este núcleo duro va ser capaz de consolidar el proceso
Boliviano, si es capaz de liderizar a otras clases sociales diferentes a ella.
Hegemonía es eso,
hegemonía es liderazgo intelectual y moral, y ¿qué es liderazgo intelectual y
moral? Es liderizar el sentido común de las personas, el sentido de lo justo,
de lo valedero, de lo que vendrá a futuro, del orden de las cosas, del sentido
de la sociedad, de cómo está organizado el país y hacia dónde debe ir. Eso
tiene que liderizar el sector indígena campesino.
Y liderazgo moral es haber trabajado en las percepciones
profundas, éticas de las personas. De lo justo, de lo injusto, de lo válido, de
lo inválido, haber trabajado el orden moral de las personas y de la sociedad
(aplausos).
En el fondo eso es
hegemonía, y una clase social o un bloque social revolucionario es hegemónico
porque tiene la capacidad de expandirse, intelectualmente, moralmente hacia
otras clases sociales distintas de ellas. Pero si te abres demasiado hay el
riesgo de que haya demasiadas concesiones, demasiadas flexibilizaciones que
hagan que tu núcleo duro dude de que sigue conduciendo el proceso. ¿Hasta dónde
te expandes? ¿Hasta dónde te contraes?
No hay salida, no hay
una respuesta, no la encuentro compañero profesor, no la encuentro y creo que
la opción es cabalgar esa contradicción: consolidar el núcleo duro y radiarse,
pero tampoco radiarse demasiado porque al final tu núcleo duro te abandona y
cuando haya problemas, ¿quién va a dar la cara por vos? No van a dar la cara
las clases sociales altas ni las medias, va a dar la cara tu núcleo duro, pero
si tu núcleo duro duda de vos ya no te va a defender; ese es el problema de la
construcción hegemónica, porque en la hegemonía uno tiene que ceder, uno tiene
que incorporar.
Esa es la idea de la política: tiene que ensamblar los
intereses de los otros, modificarlos y ensamblarlos, peor si ensamblas
demasiado y lo tuyo lo abres demasiado, y al final no tienes ni base, ni tienes
liderazgo, te vas a caer, es el riesgo de ser demasiado flexibles. Pero si me
encierro en mi núcleo duro, no tengo liderazgo, sigo siendo una minoría, sigo
siendo débil. Es complicado. La
construcción de hegemonía es un tema sobre el cual no hay una fórmula precisa,
es una construcción diaria, es un arte de conquista, de seducción, no hay una
norma; de hecho la política es la construcción de la hegemonía por definición,
y en eso no hay normas, no hay un procedimiento. Es la lucha la que va a
definir tu núcleo duro, la vanguardia revolucionaria, suficiente para
incorporar otras clases, para neutralizar a otras, pero sin debilitar tu núcleo
duro.
En esa habilidad política revolucionaria radica la
consolidación hegemónica de una revolución y, claro, mientras no logra eso
siempre corre el riesgo de un retroceso, siempre habrá el riesgo del regreso de
los conservadores, de la restauración conservadora, diríamos, siempre va estar
en riesgo una revolución.
Por eso Lenin decía que una revolución verdadera es grande
en la medida en que engendra una contrarrevolución tan grande como la propia
revolución. Es otra contradicción en vivo que hay que trabajarla
cotidianamente.
La
tercera contradicción creativa
De un proceso revolucionario está en lo general que
representa todo y lo particular de unos cuantos. Ha habido revoluciones porque
las sociedades, las amas de casa, los jóvenes, los profesionales, se han
cansado con lo que había, han reconocido que había que cambiar a la sociedad en
su conjunto, porque lo que había era intolerable, es decir, asumieron una
percepción universalista de su vida, se vieron en el ámbito general del
universo.
Pero pasado el flujo
revolucionario vienen los reflujos, como en Bolivia. Hubo una demanda por una
asamblea constituyente, una demanda para todos. Demandaron nacionalizar
hidrocarburos, beneficio para todos; es el momento del ascenso revolucionario.
Demandaron gobierno indígena, beneficio para todos; descolonización del país.
Pero luego vienen los reflujos, la revolución es un hecho por oleadas, no es un
tema permanente de movilización y ascenso social, se da y se baja, se da y se
baja; es la idea de la revolución que tenía Marx y en la práctica demostró que
tenía razón, las revoluciones son por flujos y reflujos, en un periodo largo.
Pero en los momentos de reflujos, ¿qué pasa? Que las
sociedades se despliegan en lo corporativo, es lo que nos pasó a nosotros. El
año pasado una marcha de compañeros nuestros, nuestros hermanos de tierras
bajas; ustedes saben que el movimiento indígena de Bolivia tiene presencia en
tierras altas, donde tienen presencia casi 6 millones de indígenas, y en las
tierras bajas, donde viven alrededor de 200 mil indígenas. La suma de esos 6
millones de indígenas en la parte alta y de los 200 mil de la parte baja da el
total de la población indígena de nuestro país, que son la mayoría.
Pues bien, nuestros hermanos indígenas de tierras bajas (200
mil) marcharon reclamando que las tierras fiscales, las tierras del Estado que
hemos expropiado a terratenientes, pasen a manos de solamente los pueblos
indígenas de tierras bajas, y que ya no se entregue tierras a los pueblos
indígenas de tierras altas que son 6 millones y que tienen menos tierras,
porque viven en el altiplano y ahí las propiedades son de una hectárea, media
hectárea, y en tierras bajas una extensión para la gente es de cien hectáreas,
doscientas hectáreas.
¿Qué hace un
gobierno?
Son tus cumpas, son
tus hermanos de lucha, has caminado con ellos, has luchado con ellos, pero
ellos te dicen: quiero que lo que es de todos solamente sea para mí, es decir,
el repliegue corporativo, individualista de la demanda.
Los procesos de transición tienen ese tipo de contradicciones, no hay que asustarse
frente a ellos. Hay que encontrar la vía democrática, la vía persuasiva, la vía
del intercambio mutuo para resolver ese tipo de contradicciones que afectan los
procesos revolucionarios y saber que en el mundo popular habrá momentos de lucha
generosa y momentos de repliegues particulares, repliegue focalista y luego un
momento de universalismo, y luego momentos de repliegue, hay que aceptar que
así es la vida, que así es el sector social, que así son los flujos y reflujos
de la movilización social.
Cuarta contradicción creativa.
Igualmente, un proceso revolucionario en
lo político tiene que tratar de traducirse rápidamente en resultados de
carácter económico, distribución de la riqueza, distribución de la propiedad,
generación de más riquezas. Generación de riqueza, distribución.
Después de tantos años de pobreza hay un despertar colectivo
general, de distribución de riquezas, de satisfacción de necesidades básicas y
para satisfacerlas necesitas recursos, necesitas dinero, y es en base al
trabajo, a la producción que sale ese dinero. Pero quieres lanzarte a hacer
esas cosas y vienen unos compañeros y te dicen, mire compañero, esta represa
que tú quieres construir para dar luz al país me va a afectar este bosque, vas
a tener que inundar esta área y vas a afectar a la madre tierra y no quiero que
lo hagas.
También tiene razón el compañero, también tiene razón, es un
tema que no habíamos tratado desde el marxismo, la preservación del medio
ambiente; quizás de los pocos que trabajaron fue Enrique, yo me acuerdo de él,
en los años ochenta. Por lo general los marxistas no veíamos éste tema y a
través de Enrique yo recuerdo la teoría de Marx de humanizar la naturaleza y
naturalizar al ser humano, pero ya en gobierno es complicado, necesitas tu represa
para dar luz y los compañeros te dicen, no hagas la represa porque me vas a
afectar la naturaleza.
¿Qué haces?, ¿qué haces como gobernante? Complicado. Si no
haces la represa no vas a tener luz, y con seguridad que te van a romper la
columna vertebral a los dos años porque no hay luz, y el pueblo mismo te va a
cobrar las cuentas junto con la clase media en las elecciones; pero si haces la
represa has afectado el bosque necesario para la reproducción del medio
ambiente y para ti como ser humano. ¿Cómo te mueves en esa contradicción?
No hay una salida, es vivir la contradicción, es llevar
adelante proyectos de inversión productiva que no afecten la estructura del
medio ambiente, que no la aniquilen, que no la depreden, pero la tienes que
afectar porque hasta respirar afecta la naturaleza, tienes que afectarla de
alguna manera para satisfacer necesidades básicas, pero a la vez tienes que
incluirla en tu preocupación diaria, en tu planificación de ejecución de
inversión los derechos de la madre tierra.
No en el sentido de los ambientalistas que tienen su celular
Blackberry, que viajan en avión, que tienen luz, que tienen agua, que se bañan
con agua caliente, que no les falta nada y reclaman por la madre tierra, porque
no les falta nada y reciben el financiamiento de alguna organización
extranjera. No están peleando por la madre tierra, están peleando por la idea
que tienen los extranjeros, de que como ellos han acabado los bosques nos toca
a nosotros ser los guardabosque de los depredadores del Norte; eso tampoco
tiene que ser así.
Tiene que haber un
comportamiento ético, pero al ojo del movimiento indígena se da esta tensión:
compañeros que te reclaman ejecución, obras, repartición de recursos y
compañeros que te dicen no me toques la madre naturaleza; es una contradicción
interna, creativa que un gobierno revolucionario no puede eludir, no puede
mantenerse al margen, tiene que recoger las dos vertientes. De hecho, el
socialismo en el siglo XXI tiene un rostro ambientalista, tiene un rostro de
protección de la madre tierra, pero también de necesidades básicas (aplausos).
Contradicciones creativas al interior de los procesos
revolucionarios. He mencionado estas cuatro, seguramente habrá muchas más: monopolio,
democratización; núcleo duro, expansión y radiación hegemónica; interés
general, interés particular; desarrollo que satisfaga necesidades básicas,
preservación de la naturaleza; cuatro contradicciones del proceso
revolucionario, las estamos viviendo hoy, las seguiremos viviendo y emergerán
otras en el futuro. No importa, es así la vida, son así los procesos
revolucionarios,
Decía
Marx
Los procesos
revolucionarios avanzan, retroceden, se caen, vuelven a levantarse, vuelven a
caminar, vuelven a caer, hasta que en algún momento se podrán consolidar; estamos
en esos momentos de avanzar, de retroceder, de caer, de levantarse, no hay una
ruta especial.
Los clásicos no nos
han dado una fórmula que eluda, al contrario, nos han dado la fórmula de
entender que toda revolución verdadera engendra contradicciones, es lucha
permanente, es lucha continua, por eso es que los revolucionarios tenemos que
asumir que así es la vida, que así son las revoluciones y gracias a Dios que
son así, lucha, lucha y lucha hasta que nos muramos. Muchísimas gracias.
Edición: Miguel Angel Herrera Zgaib,
director, Grupo Presidencialismo y participación. UNIJUS/COLCIENCIAS. Julio 31 de 2013. Bogotá, Colombia.
Subrayados: Justo Soto. Profesor
investigador, U. Bolivariana, San Cristóbal (Ven).
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