20 de diciembre de 2011


El filósofo y estudioso de la política, Justo Soto, profesor investigador de la Universidad Simón Bolívar, en San Cristóbal, nos comparte la conferencia que el vicepresidente de Bolivía, acerca del Estado, y en particular la experiencia boliviana actual enseña a ese respecto. N de la R.

RESONANCIAS DE ANTONIO GRAMSCI EN AMÉRICA LATINA



Alvaro García Linera,

En la Facultad de Derecho UBA. 09.04.10

Conferencia magistral: “La construcción del Estado”
(Parte I)


Muy buenas noches a todos ustedes, permítanme agradecer su presencia, su tiempo, su generosidad. En verdad me hallo profundamente emocionado por la presencia de cada uno de ustedes. Quiero saludar respetuosamente al profesor Sergio Caletti, decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, quiero saludar a Hugo Trinchero, decano de la Facultad de Filosofía y Letras, que han tenido la amabilidad de invitarme, primero a la entrega de este honor para mí como profesor y como investigador, como luchador, del honoris causa. Y de que me han invitado para que pueda compartir con ustedes unas horas, unos minutos de diálogo en la Universidad.

Quiero saludar muy respetuosamente a las representantes de las Madres y Abuelas de la Plaza de Mayo (aplausos). Madres, no solamente de los desaparecidos, sino de todos, de todos los que luchamos, de todos los que amamos la patria, de todos los torturados, de todos los perseguidos, de todos los comprometidos en esta América Latina. Por ustedes estamos aquí, de ustedes sacamos la energía para hacer lo que hacemos. Quiero saludar a los dirigentes, a los representantes de las distintas organizaciones sociales, a los embajadores presentes, congresistas, y en particular a mis compatriotas. Muy buenas noches queridos compatriotas.

Es el inicio de un ciclo de conferencias del posgrado de la Universidad, y como tal, por respeto a la Universidad y a las personas que han sido tan amables de invitarme, voy a moverme parcialmente en un lenguaje académico, por respeto y en un esfuerzo de brindar elementos académicos para nuestros profesores y estudiantes. Pero está claro que voy a hablar de lo más profundo que tiene el ser humano, de sus compromisos, de sus convicciones, de sus amores y sus pasiones sociales. Voy a hablar de mi pueblo, de Bolivia y de su revolución, voy a hablar de Evo Morales, del movimiento indígena. Voy hablar de lo que hoy estamos haciendo en la patria para transformar las condiciones de opresión.


He elegido para esta conversación trabajar el concepto de Estado, en sus características y en sus definiciones. Luego voy a pasar a definir el concepto de Estado en momentos de transformación revolucionara. Y voy a rematar luego en el horizonte de las transformaciones sociales, en el Estado, por encima del Estado y por fuera del Estado.

En la actualidad no cabe duda que en al ámbito de las ciencias sociales, en el ámbito del debate en los movimientos sociales, en las organizaciones sociales, en la juventud, en los barrios, en los sindicatos, en los gremios, en las comunidades hay un renovado interés por el debate por el estudio, por la discusión en torno al Estado, al poder.

Hay por lo general dos maneras de acercarse al debate en torno al Estado, en la sociedad contemporánea, latinoamericana y mundial: una lectura que propone que estaríamos asistiendo a los momentos casi de la extinción del Estado, casi a la irrelevancia del Estado.

Se trata de una lectura no anarquista… lindo sería que fuera una realidad del cumplimiento del deseo anarquista de la extinción del Estado. No, al contrario, es una lectura conservadora que plantea que en la actualidad la globalización, esta interdependencia planetaria de la economía, la cultura, los flujos financieros, la justicia y la política estuvieran volviendo irrelevante el sistema de Estados contemporáneo.

Esta corriente interpretativa, académica y mediática habla de que la globalización significaría un proceso gradual de extinción de la soberanía estatal debido a que cada vez menos los Estados tienen influencia en la toma de decisiones de los acontecimientos que se dan en ámbito territorial, continental y planetario; y emergería otro sujeto de los cambios conservadores que serían los mercados con su capacidad de autorregulación. Esta corriente también menciona que a nivel planetario estaría surgiendo un gendarme internacional y una justicia planetaria que debilitaría el papel del monopolio de la coerción, del monopolio territorial del la justicia que poseían anteriormente los Estados.

Permítanme diferir de esa lectura, porque si bien existe claramente un sistema superestatal de mercados financieros y un sistema judicial de derechos formales que trasciende las limitación territoriales del Estado, hoy en día lo fundamental es que los procesos de privatización que ha vivido nuestro continente, nuestros países, y los procesos de transnacionalización de los recursos públicos, que es en el fondo lo que caracteriza al neoliberalismo contemporáneo, lo han hecho no seres celestiales, no lo han hecho fuerzas transterritoriales, sino que quienes han llevado adelante estos procesos son precisamente los propios Estados.
Esta lectura extincionista del Estado , digámoslo así, olvida que los flujos financieros que se mueven en el planeta, no se distribuyen por igual entre las regiones y entre los Estados, que los flujos financieros no por casualidad benefician a determinados Estados en detrimento de otros Estados, benefician a determinadas regiones en detrimento de otras regiones. Y que esta supuesta gendarmería planetaria encargada de poner orden y justica en todo el mundo, no es nada más que el poder imperial de un Estado que se atribuye la tutoría sobre el resto de los Estados y sobre los pueblos del resto de los Estados.

Esta lectura extincionista por último olvida, como lo están mostrando los efectos de la crisis de la economía capitalista del año 2008 y 2009, que quien al final paga los platos rotos de la orgia neoliberal, de los flujos financieros y del descontrol de los mercados de valores, son los Estados y los recursos públicos de los Estados. En otras palabras, frente a esta utopía neoliberal de la extinción gradual del Estado, lo que van demostrando los hechos es que son los Estados los que al final se encargan de privatizar los recursos, de disciplinar la fuerza laboral al interior de cada Estado territorialmente constituido, de asumir con los recursos públicos del Estado los costos, los fracasos, o el enriquecimiento de unas pocas personas.

Frente a esta lectura falsa y equivocada de una globalización que llevaría a la extinción de los Estados, se le ha estado contraponiendo otra lectura que hablaría de una especie de petrificación también de los Estados, sería como su inverso opuesto. Esta otra lectura argumenta que los Estados no han perdido su importancia como cohesionadores territoriales. La discusión de la cultura, el sistema educativo, el régimen de leyes, el régimen de penalidades, cotidianas y fundamentales que arman el espíritu y el hábito cotidiano de las personas, siguen siendo las estructuras del Estado. A su favor también argumentan que el actual sistema mundo, en el fondo es un sistema interestatal, y que los sujetos del sistema mundo siguen siendo los propios Estados, pero ya en una dimensión de interdependencia a nivel mundial.

Sin embargo esta visión, digamos así defensora de la vigencia del Estado como sujeto político territorial, olvida que también hay ciertas decisiones y ciertas instituciones de carácter mundial por encima de los propios Estados: regímenes de derechos, ámbitos de decisión económica, y ámbitos de decisión militar. Incluso varios procesos de legitimación y construcción cultural, en otros países exceden a la propia dinámica de acción de los Estados.

Podemos ver entonces que ni es correcta la lectura extincionista de los Estados, ni es correcta la lectura petrificada de la vigencia de los Estados. Lo que está claro es que tenemos una dinámica, un movimiento y un proceso.

La globalización significa evidentemente un proceso de mutación, no extinción de los procesos de soberanía política. No estamos asistiendo a una extinción de la soberanía, sino a una mutación del significado de la soberanía del Estado.

Igualmente, lo que estamos viendo en los últimos 30 años es una complejización territorial de los mecanismos de cohesión social, y de legitimación social. Podemos hablar de una bidimensionalidad estatal y supra estatal de la regulación de la fuerza de trabajo, del control del excedente económico y del ejercicio de la legalidad. En otras palabras, hay y habrá Estado, con instituciones territoriales, pero también hay, y habrá instituciones de carácter supraterritorial que se sobreponen al Estado. Esto es más visible si tomamos en cuenta la propuesta que hace el profesor Wallerstein de este periodo de transición, de fases, entre una hegemonía planetaria, hacia una nueva hegemonía planetaria. En América Latina, en otros países, en Argentina, en Bolivia, esta tensión entre reconfiguración de la soberanía territorial del Estado y existencia y presencia de ámbitos de decisión supraestatales lo vemos a diario.

En los últimos 5 a 10 años hemos asistido a un regreso, a una retoma digámoslo así, de la centralidad del Estado como actor político-económico. Luego voy a ver los componentes internos del Estado, pero en principio es el Estado como sujeto territorial en el contexto planetario. Pero a la vez, -América Latina está viviendo dramáticamente eso- existen flujos económicos y políticos desterritorializados y globales, que definen muchas veces al margen de la propia soberanía del Estado, temas que tienen que ver con la gestión y la administración de los recursos del Estado.
Voy a dar un ejemplo para explicar esta complejidad de retoma de una centralidad del Estado, pero ya no como en los años 40 o 50, sino en el ámbito de construcción de otra serie de instituciones desterritorializadas.

El presupuesto del Estado es un ejemplo. Por una parte los procesos contemporáneos en América Latina de distribución de la riqueza, de potenciamiento de iniciativas de soberanía económica del país, de mejora del bienestar de las poblaciones, tiene que ver con un uso y disposición de recursos económicos que tiene el Estado, y esta es una competencia estrictamente estatal, territorialmente delimitada. Pero a la vez como las producciones de nuestros países cada vez están externalizándose, es decir, ampliándose más allá del mercado interno y se están dirigiendo a mercados internacionales, los ingresos que capta el Estado vía impuestos, vía ventas propias; cada vez depende menos de decisiones del Estado, que de los circuitos económicos de comercialización de esos productos.

De tal manera que si bien hoy los Estados están retomando en América Latina una mayor capacidad de definir políticas sociales, políticas de empleo, inversión en medios de comunicación, en medios de transporte, en infraestructura vial; a la vez está claro que esos recursos, la intensidad de esta distribución social, la intensidad de esta creación de infraestructura médica, educativa en favor de la población, depende más de la fluctuaciones de los commodities como llaman los economistas, de las mercancías que vendemos. Es distinto la soberanía de un Estado con el precio del petróleo a 185 dólares el barril, que a 60 o a 30 dólares el barril.

La capacidad de disponer el excedente económico para temas sociales, para temas de infraestructura, para inversión productiva, para educación, varía en función de esa variación de los precios, no solamente del petróleo; del gas, de los minerales, de los alimentos, de los productos que las sociedades producen contemporáneamente.

En este ejemplo entonces en el presupuesto está esta bidimensionalidad: por una parte hay soberanía y hay una retoma de la soberanía del Estado sobre estos recursos y sobre el uso del excedente económico, pero a la vez hay una dependencia de definiciones al margen del Estado, en cuanto a los volúmenes de esos excedentes a ser utilizados en beneficio de la población, porque estos dependen cada vez más de cómo se constituyen los precios a nivel internacional, a nivel internacional de esas mercancías.

Quiero entonces retomar el concepto de Estado. No porque en el Estado se concentra la política. Está claro que las experiencias sociales del continente, de Bolivia, de Argentina, del Ecuador, son experiencias que hablan de que la política excede al Estado, va más allá del Estado. Pero a la vez está claro que un nudo de condensación del flujo político de la sociedad pasa en el Estado, y que uno no lo puede dejar de lado al momento de materializar y objetivar una correlación de fuerzas sociales y políticas en torno al Estado.

¿Qué fue entonces de este sujeto que llamamos Estado? ¿A qué llamamos Estado? Es evidente que una parte del Estado es un gobierno, aunque no lo es todo. Parte del Estado es también el parlamento, el régimen legislativo cada vez mas devaluado en nuestra sociedad. Son también las Fuerzas Armadas, son los tribunales, las cárceles, es el sistema de enseñanza y la formación cultural oficial; son los presupuestos del Estado, es la gestión y uso de los recursos públicos. Estado es también no solo legislación sino también acatamiento de la legislación. Estado es narrativa de la historia, silencios y olvidos, símbolos, disciplinas, sentidos de pertenecía, sentidos de adhesión. Estado es también acciones de obediencia cotidiana, sanciones, disciplinas y expectativas.
Cuando definimos al Estado, estamos hablando de una serie de elementos diversos, tan objetivos y materiales como las FF.AA, como el sistema educativo; y tan etéreos pero de efecto igualmente material como las creencias, las obediencias, las sumisiones y los símbolos. El Estado en sentido estricto son pues entonces instituciones. No hay Estado sin instituciones.

Lo que Lenin denominaba “la máquina del Estado”. Es la dimensión material del Estado, el régimen y el sistema de instituciones: gobierno, parlamento, justicia, cultura, educación, comunicación; en su dimensión de instituciones, de normas, procedimientos y materialidad administrativa que le da vida a esa función gubernativa. Pero también entonces de ese conglomerado, de ese listado que hemos dicho que es el Estado, el Estado no es solamente institución, dimensión material del Estado, sino también son concepciones, enseñanzas, saberes, expectativas, conocimientos. Es decir, esta sería la dimensión ideal del Estado.

El Estado tiene una dimensión material, que describió muy bien Lenin, como el régimen de instituciones. Pero también el Estado es un régimen de creencias, es un régimen de percepciones, es decir, es la parte ideal de la materialidad del Estado; el Estado es también idealidad, idea, percepción, criterio, sentido común.

Pero detrás de esa materialidad y detrás de esa idealidad del Estado, el Estado es también relaciones y jerarquías entre personas sobre el uso, función y disposición de esos bienes; jerarquías en el uso, mando, conducción y usufructo de esas creencias. Las creencias no surgen de la nada, son fruto de correlaciones de fuerza, de luchas, de enfrentamientos. Las instituciones no surgen de la nada, son frutos de luchas, muchas veces de guerras, de sublevaciones, revoluciones, de movimientos, de exigencias y peticiones.

Tenemos entonces los tres componentes de todo Estado: todo Estado es una estructura material, institucional; todo Estado es una estructura ideal, de concepciones y percepciones; todo Estado es una correlación de fuerzas. Pero también un Estado es un monopolio. Voy a retomar este debate de monopolio y de democracia para estudiar Bolivia como gobierno de movimientos sociales. Un Estado es monopolio, monopolio de la fuerza, de la legislación, de la tributación, del uso de recursos públicos.

Podemos entonces cerrar esta definición del Estado en las cuatro dimensiones: todo Estado es institución, parte material del Estado; todo Estado es creencia, parte ideal del Estado; todo Estado es correlación de fuerzas, jerarquías en la conducción y control de las decisiones; y todo Estado es monopolio. El Estado como monopolio, como correlación de fuerzas, como idealidad, como materialidad, constituyen las cuatro dimensiones que caracterizan cualquier Estado en la edad contemporánea.

En términos sintéticos podemos decir entonces que un Estado es un aparato social, territorial, de producción efectiva de tres monopolios: recursos, cohesión y legitimidad. Y en el que cada monopolio, de los recursos, de la coerción y de la legitimidad, es un resultado de tres relaciones sociales. Tenemos entonces, utilizando brevemente a los físicos, que el Estado es como una molécula, con tres átomos y dentro de cada átomo tres ladrillos que conforman el átomo. Similar. Un Estado es un monopolio exitoso de la coerción, lo estudió Marx, lo estudió Weber; un Estado es un monopolio exitoso de la legitimidad, de las ideas fuerzas que regulan la cohesión entre gobernantes y gobernados, lo estudió Bourdieu; y un Estado es un monopolio de la tributación y de los recurso públicos, lo estudió Norberto Elías y lo estudió Lenin.

Pero cada uno de estos monopolios exitosos y territorialmente asentados está a la vez compuesto de tres componentes: una correlación de fuerzas entre dos bloques con capacidad de definir y controlar, una institucionalidad, y unas ideas fuerzas que cohesionan.

Uno puede jugar teóricamente la combinación de tres monopolios, con tres componentes al interior de cada monopolio. El monopolio de la coerción tiene una dimensión material: fuerzas armadas, policía, cárceles, tribunales. Tiene una dimensión ideal: el acatamiento, la obediencia, y el cumplimiento de esos monopolios, que cotidianamente lo ejecutamos los ciudadanos y necesidad de reflexionarlos, dimensión ideal del monopolio. Pero a la vez este monopolio y su conducción, es fruto de la correlación de fuerzas, de luchas, de guerras pasadas, sublevaciones, levantamientos y golpes, que han dado lugar a la característica de este monopolio. Igualmente con la legitimidad, el monopolio de la legitimidad territorial, tiene una dimensión institucional, una dimensión ideal y una dimensión de correlación de fuerzas. Igual el monopolio de los tributos y de los recursos públicos.

Tenemos entonces un acercamiento más completo al Estado como relación social, como correlación de fuerzas y como relación de dominación. El concepto que nos daba Marx del Estado como una máquina de dominación entonces tiene sus tres componentes complejos: es materia, pero también es idea, es símbolo, es percepción, y es también lucha, lucha interna, correlación de fuerzas internas fluctuantes.

Entre los marxistas, kataristas, e indianistas, es muy importante este concepto que no es solamente teoría, porque permite ver como asumimos la relación frente al Estado. Si el Estado es solo máquina, entonces hay que tumbar la máquina, pero no basta tumbar la máquina del Estado para cambiar al Estado. Porque muchas veces el Estado es uno mismo, son las ideas, los prejuicios, las percepciones, las ilusiones, las sumisiones que uno lleva interiorizadas, que reproducen continuamente la relación del Estado en nuestras personas. E igualmente, esa maquinalidad y esa idealidad presente en nosotros, no es algo externo a la lucha, son frutos de lucha. Cada pueblo es la memoria sedimentada de luchas del Estado, en el Estado y para el Estado.

Y entonces la relación frente al Estado pasa evidentemente desde una perspectiva revolucionaria por su transformación y superación. Pero no simplemente como transformación y superación de algo externo a nosotros, de una maquinalidad externa a nosotros, sino de una maquinalidad relacional y de una idealidad relacional que está en nosotros y por fuera de nosotros. Por eso los clásicos cuando hablaban de la superación del Estado en un horizonte post-capitalista, no lo ubicaban como meramente un hecho de voluntad o de decreto, sino como un largo proceso de deconstrucción de la estatalidad en su dimensión ideal, material e institucional en la propia sociedad.

Con este concepto de Estado, en lo genérico, que articula distintas dimensiones, quiero entrar a los momentos de transición de un tipo de Estado a otro tipo de Estado. Por lo general los teóricos han trabajado, en Sociología, en Ciencias Políticas… trabajan al Estado en su dimensión de estabilidad, pero poco se han referido al Estado en su momento de transición. Cuando se pasa de una forma estatal, a otra forma estatal. Y yo quiero referirme a ello, porque es justamente lo que hemos vivido, lo que puede ayudar a entender en términos de la Sociología y de la Ciencia Política el proceso boliviano contemporáneo.

Un Estado – este régimen de creencias de instituciones y dominación-, funciona con estabilidad cuando cada uno de esos componentes, de esos ladrillos que hemos mencionado, mantiene su regularidad y continuidad. Hablamos del Estado en tiempos normales. Pero vamos a usar el concepto de “crisis estatal general” de Lenin, para estudiar cuando esos componentes de Estado no funcionan normalmente, cuando su regularidad se interrumpe, cuando algo falla, cuando algo en la institucionalidad, en la idealidad, en la correlación de fuerzas que da lugar al Estado, se quiebra, no funciona, se tranca. En esos momentos hablamos de una crisis de Estado. Y cuando esa crisis de Estado atraviesa la totalidad de esos nueve componentes que hemos mencionado anteriormente hablamos de una crisis estatal general.

¿Cuáles son los componentes de una crisis estatal general? ¿Cuándo podemos hablar de que estamos pasando, no meramente de un cambio de gobierno, de un cambio de administración de la maquinaria del Estado, sino de un cambio de las estructuras de poder y de dominación a otras estructuras de poder y dominación? ¿Cuándo hay una crisis estatal general? ¿Y cómo identificamos una crisis estatal general? A partir de 5 elementos. El primero: el momento de la develación de la crisis. La transición de un Estado a otro Estado tiene varias etapas, digámoslo así. La primera etapa es cuando se devela la crisis de Estado, cuando se manifiesta y se expresa la crisis de Estado. ¿Qué significa que se exprese una crisis de Estado?

En primer lugar, que la pasividad, la tolerancia del gobernado hacia el gobernante comienza a diluirse. En segundo lugar, que surge inicialmente de manera igual, puntual, pero con tendencia a crecer, a irradiarse, a encontrar otros escenarios de aceptación, un bloque social disidente, con capacidad de movilizarse socialmente y de expandirse territorialmente en su protesta. En tercer lugar, una crisis estructural del Estado en su primera fase de develamiento surge cuando la protesta, el rechazo y el malestar, comienza a adquirir ámbitos de legitimidad social. Cuando una marcha, una movilización, una demanda y un reclamo sale del aislamiento y de la apatía del resto de la población y comienza a captar la sintonía, el apoyo, la complacencia de cada vez sectores más amplios de la sociedad. Por último, la crisis se devela en su primera fase cuando surge un proyecto político no cooptable por el poder, no cooptable por los gobernantes, con capacidad de articulación política y de generar expectativas colectivas.

Esto es lo que sucedió en Bolivia desde el año 2000 hasta el año 2003. Como ustedes saben, en Bolivia en el año 1985 hubo una retoma del gobierno y luego del Estado, del poder, por parte de las fuerzas conservadoras. En el año 1982, se habían retirado los militares del gobierno, había surgido un gobierno democrático de izquierda que había fracasado en su capacidad de administrar y de articular un bloque sólido de poder.

Surge una propuesta conservadora, entre el MNR, con una política de liberalización del mercado, privatización de empresas públicas, desregulación de la fuerza laboral, despido de trabajadores, cierre de empresas públicas, dando lugar a 20 años de régimen neoliberal. Presidentes como Víctor Paz Estenssoro, Jaime Paz Zamora, Sánchez de Losada, Banzer, Quiroga, representaron todo este largo periodo oscuro de neoliberalismo en nuestro país. Y la propuesta de ellos no solamente eran 20 años, eran 40, 50, 60 años de estabilidad política neoliberal.

Pero algo sucedió en Bolivia en el año 2000. A partir del año 2000, protestas locales, los productores de hoja de coca, la confederación de campesinos de las tierras altas, básicamente en el mundo indígena aymara. Protestas barriales en las ciudades más pobres que habían estado existiendo de manera dispersa, sin repercusión y sin irradiación, a partir del año 2000 comienzan a irradiarse. Uno podría preguntarse por qué paso ello, por qué protestas puntuales casi irrelevantes frente a un sistema político neoliberal, estable, sólido, comenzaron a adquirir mayor eficacia. Porque el régimen neoliberal de Bolivia, después de privatizar los recursos públicos estatales, empresas de mineras, empresas petroleras, de telecomunicaciones, empresas públicas, en las regiones, el año 2000 comenzó a afectar los recursos públicos no estatales. 20 años privatizaron recursos públicos estatales, y a partir del año 2000 intentaron comenzar a privatizar recursos públicos no estatales.

¿Cuáles son los recursos públicos no estatales? El sistema de agua. El sistema de agua, en el mundo campesino indígena boliviano es un sistema muy complejo de gestión y administración colectiva y comunitaria de esos recursos escasos. De regulación, administración. Fue en ese paso cuando el neoliberalismo pasa de la privatización de lo público estatal a lo público comunitario, a lo público no estatal, en que se va a producir este quiebre.

En una semana más el presidente Evo va a estar en Cochabamba, este sábado 10 de abril. Vamos a conmemorar 10 años de la guerra del agua, 10 años en que el pueblo cochabambino, en una articulación de productores de hoja de coca, de campesinos regantes que administran el uso del agua comunitaria, y jóvenes de barrios y de universidades, van a formar localmente un frente de movilización social que va a derogar una ley que va a expulsar una empresa extranjera, y que va a recuperar al dominio público estatal, de esa porción del agua. (aplausos).

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VII SEMINARIO INTERNACIONAL ANTONIO GRAMSCI

DEMOCRACIA, GUERRA Y NUEVA REPÚBLICA, 1512-2012.

GRUPO DE INVESTIGACIÓN PRESIDENCIALISMO Y PARTICIPACIÓN.

UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA

Carlos Bohrt; Sandro Mezzadra, Justo Soto, Francisco Hidalgo, Miguel Angel Herrera