¿POR QUÉ FRACASAN LOS PAÍSES HOY EN DÍA? INSTITUCIONES,
INSTITUCIONES, INSTITUCIONES.
A PROPÓSITO DEL LIBRO DE ROBINSON Y ACEMOGLU
(PARTE III).
Miguel Angel Herrera Zgaib
Una semblanza política de Álvaro Uribe Vélez.
Acemoglu y Robinson se preguntan cómo es posible que
Colombia resista por tantos años semejantes contrastes, entre áreas urbanas
como Bogotá y Barranquilla, y "partes significativas del país (donde
el Estado) proporciona pocos servicios públicos y prácticamente ninguna ley y
orden." (p. 446)
Dan como explicación plausible la que llaman una
"relación simbiótica" que "surge porque los políticos nacionales
explotan la falta de ley de las zonas periféricas del país, mientras que el
gobierno nacional deja libertad a los grupos paramilitares" (p. 447)
En seguida viene la directa mención al expresidente Uribe y
a su antecesor Andrés Pastrana. Así comienza la cita:
"Este patrón se hizo particularmente evidente a partir
del año 2000". Esto es, cuando están iniciándose las conversaciones de paz
en San Vicente del Caguán entre el gobierno de Pastrana y la guerrilla de
las Farc-ep.
Los autores se refieren a Uribe así:
"En 2002, Álvaro Uribe ganó las elecciones
presidenciales. Uribe tenía algo de común con los hermanos Castaño: su
padre había sido asesinado por las Farc. Realizó una campaña en la que
repudiaba los intentos de la administración anterior de hacer las paces con las
Farc.
En 2002, su porcentaje de votos era 3 puntos porcentuales
superior en zonas con paramilitares. En 2006, cuando fue reelegido, su
porcentaje de votos era 11 puntos porcentuales superior en esas zonas."
(p. 447)
Acemoglu y Robinson, con suficiente distancia de Colombia,
infieren lo siguiente:
"Si Mancuso y sus compañeros podían entregar el voto
para la Cámara (la traductora dice el Congreso) y el Senado, lo podían hacer
también en las elecciones presidenciales, sobre todo para un presidente
fuertemente alineado con su visión mundial (en favor de la guerra contra el terrorismo,
lanzado por G.W. Bush, añadido mío) y que probablemente sería indulgente con
ellos."
Los investigadores refuerzan su aserto citando una
declaración de Jairo Angarita, "el segundo de Salvatore Mancuso y exlíder
de los bloques Sinú y San José de las Auc, en septiembre de 2005, estaba
orgulloso de trabajar para la reelección del mejor presidente que hemos tenido nunca".(p. 447)
El "nuevo" Congreso y los resultados:
Reelección y Justicia y paz.
Robinson y Acemoglu hablan ahora sin tapujos sobre el
Congreso, y sus representantes paramilitares:
"Una vez elegidos, los senadores y congresistas paramilitares votaban lo que Uribe quería, sobre todo los cambios en la constitución para que él pudiera ser elegido en 2006, lo que no estaba permitido...A cambio, el presidente promulgó una ley profundamente indulgente que permitió a los paramilitares desmovilizarse." (p. 447)
Los autores comentados hacen la siguiente apreciación al respecto:
"La desmovilización no significaba el fin del
paramilitarismo, sino simplemente su institucionalización en grandes zonas de
Colombia y el Estado colombiano, de las que se habían adueñado los paramilitares
y que se les permitió mantener." (p. 447)
Esta situación "novedosa" está en correspondencia
con la estrategia de descarado desmonte de la promesa del Estado social de
derecho y su reemplazo desde las regiones por el autodenominado Estado
comunitario de los propietarios, en cumplimiento descarado, a sangre y fuego,
de uno de los 100 puntos del programa del dos veces presidente de Colombia.
La Colombia que "ganó" Juan Manuel Santos.
Juan Manuel Santos,
prometió en el momento más álgido de su campaña, cuando estaba detrás de la
intención de voto que favorecía a Antanas Mockus, famoso por el lema:
"todo no se vale", que cuidaría como un padre de familia ejemplar los
"huevitos" protegidos por su antecesor, el ganadero, terrateniente
"gran elector" de Santos.
Mockus recordaba su petición de renuncia directa a
Álvaro Uribe, cuando se comprobó la compra de los votos de dos congresistas;
así consiguió el cambio del "articulito" para su reelección, mediando
el delito de cohecho, el 28 de mayo de 2006. Una causa judicial aún no
concluida.
Para los neo-institucionalistas, vinculados con
prestigiosas universidades estadounidenses, de la "Ivy League", esta
es la precaria condición del sistema político nacional, después del cambio de
mando en 2010:
"En Colombia, muchos de los aspectos de las
instituciones políticas y económicas han pasado a ser más inclusivos con el
tiempo. Sin embargo, ciertos grandes elementos extractivos permanecen. La falta
de ley y los derechos de propiedad inseguros son endémicos en grandes zonas del
país, y esto es consecuencia de la falta de control por parte del Estado
nacional de muchas partes del país, y la forma particular de falta de
centralización del Estado en Colombia." (p. 447)
Una luz de esperanza en el túnel
A pesar de lo dicho, los académicos, autores de "Por qué
fracasan las naciones", aventuran el siguiente pronóstico:
"No obstante, esta situación no es un resultado
inevitable, sino una consecuencia de la dinámica que refleja el círculo
vicioso:
las instituciones políticas de Colombia no generan
incentivos para que los políticos proporcionen servicios públicos, ley y orden
en gran parte del país y no les ponen límites suficientes para evitar que hagan
tratos implícitos o explícitos con los paramilitares y los criminales."
(p. 448)
A las puertas del nuevo ciclo electoral, lo que advierte
acá Acemoglu y Robinson está superado? Han hecho algo Santos y quien fuera su
ministro estrella, Germán Vargas, han hecho algo en tal sentido, o por el
contrario, sigue cuidando con efectivo celo los más "preciados
huevitos" de quién fuera su principal padrino político y sus aliados.
La conclusión, para desgracia de la ciudadanía coombiana, y
la inmensa mayoría de su población es otra. La situación diagnosticada por
estos académicos extranjeros se mantiene; y ha empeorado con el descarado
ejercicio del neoclientelismo presidencial.
Peor aún, el régimen para-presidencial no ha sido
desmontado, y los herederos de la para-política se encuentran bien asentados en
sus territorios, y dispuestos a jugar las cartas del triunfo con el mejor
postor en favor de sus intereses.
Mientras tanto
Mientras tanto, las
fuerzas de izquierda, y quienes se identifican con la democracia duermen la
siesta " de los justos", y se arremolinan en el incómodo canapé
republicano, que no han sido capaces de reparar, porque se esmeran en competir
entre ellas, sujetas al síndrome de las pequeñas diferencias doctrinarias.
Después de lo hecho por la generación del Centenario, nada
o casi nada se avanza en el rediseño democrático de la república de los señores
de golilla y peluquín. Estamos en tiempo, pero ya "doblan las
campanas," por la sepultura definitiva de la prometido en la Constitución
de 1991.
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