30 de octubre de 2011

LA PROBLEMÁTICA UNIVERSITARIA Y LA COYUNTURA POLÍTICA
CONSIDERACIONES PRELIMINARES

Miguel Angel Herrera Zgaib

Profesor Asociado, Universidad Nacional de Colombia

Miguel.herrera@transpolitica.org


Una motivación inicial


Apreciado Carlos, como podrás leerlo en el blog Praxisur hice mención a tu intervención en la comisión política, en lo que tiene que ver con el enjuiciamiento a la "categoría" calidad que el colega Leopoldo no cuestiona en su texto “X,Y,Z…” que reproduzco en Praxisur con subrayados. De otra parte, bien sabes, porque lo has escuchado, que no comparto la propuesta de una constituyente circunscrita al ámbito de las universidades, porque en primer lugar, lo encuentro presa de un elitismo inconveniente, en la "rancia" tradición de claustros y colegiaturas que me huele a sacristía en materia del saber.

En segundo lugar, que aunque tiene inteligencia crítica y ptropuesta frente a quién decidirá en últimas: un Congreso corrompido, sobre la suerte de la reforma democrática o contrareforma autoritaria/totalitaria, no resuelve el problema en la base, que está afectado por la Ley general de educación donde se fomenta la pirámide de la calidad y las "competencias" democráticas, más la realidad de la estratificación en la base misma social y económica sobre la que tanto trabajaron en Francia Bourdieu, Passeron, y sus discípulos, y Herbert Gintis y Martin Carnoy, para Estados Unidos.

Me refiero a la crítica del "principio" de la igualdad de oportunidades, sin igualdad social, esto es, sin igualdad de condiciones que denunció Estanislao Zuleta, en la frustrada reunión de Los Robles, cuando el M-19 anunciaba su dejación de las armas, y su incorporación en la lucha política sin armas. Tal es la razón por la que en cambio, propongo una constituyente educativa que piensa y propone un orden educativo de arriba a abajo, desde ya, para hacer una interlocución franca con el gobierno de la dizque "prosperidad" democrática.

Una reforma intelectual y moral de nuevo tipo


Es importante recordar la historia de la lucha que nos remonta por lo menos a tres fechas, 1971, 1968 y 1918. De la primera quedó un logro, el cogobierno en las universidades públicas, y en particular, en la Universidad Nacional, lo cual se desmontó no solo por las disensiones internas, bajo "supuestos" maximalistas, sino como resultado del rectorado policía, que desmontó ese mecanismo en 1974 con la destitución del rector de entonces y la forma de actuación del CSU.

Dicho episodio anticipó en un cierto sentido las realidades políticas globales actuales en el plano de la Universidad Pública, con el antecedente, claro está, para Latinoamérica con los acontecimientos del 68 MEXICANO, que puso en las calles a los estudiantes y la gente del común, y que cerró la masacre de la Plaza de las Tres Culturas, y la posición consecuente de la rectoría de la UNAM con el liderazgo moral de Narro Robles.

La otra referencia es el grito de la U. de Córdoba de 1918, y el recuerdo no menos relevante, que quienes primero padecieron la reforma en términos de cogobierno fueron los mismos promotores, porque las primeras elecciones las ganaron sus rivales y detractores como lo registra el apartado de documentos en el libro que Juan Carlos Portantiero dedicó al movimiento estudiantil latinoamericano, Estudiantes y política en América Latina, 1918-1938. El proceso de la reforma universitaria (1978). Lo cual habla bien de sus promotores, en el sentido de no legislar en causa propia, y en procura excluyente de su propio favorecimiento. Una lección que también tiene que asumirse.

Se trata en suma, de lograr que la educación pública sea un asunto que involucre al conjunto de la ciudadanía en su carácter y potencia constituyente, con todos los riesgos que ello entraña. Es el paso inicial en un proceso democrático que los estudiantes, una intelectualidad renovada está en posibilidad de catalizar, en razón de lo que fuera una función especializada, la intelectual en la sociedad capitalista, aunque todos, recordaba Gramsci, todos los humanos fuéramos intelectuales. Hoy, en tiempos del posfordismo y la posmodernidad, lo reflexionan entre otros Paolo Virno y Maurizio Lazzarato, cuando se ha producido la subsunción formal y real del proceso de trabajo por el capital, la función intelectual la desempeñamos todos, y la aprovecha la lógica capitalista en su reproducción ampliada, local y globalmente.

De otra parte, está el texto que escribimos con Marco Aurelio, donde se inventaría desde la perspectiva de la autonomía política y la hegemonía cultural el rumbo de las luchas estudiantiles desde 1842 hasta 1984, con énfasis especial en lo experimentado después de 1867 con la Universidad nacional de Colombia. Me refiero en concreto al libro Educación Pública Superior, hegemonía cultural y crisis de representación política en Colombia, publicado en la colección Gerardo Molina N. 20., que puede ofrecer algún provecho para estas discusiones que en clave de presente permiten otear el futuro inmediato. Al igual que un trabajo posterior publicado por el IEPRI, escrito por Aura María Puyana y Mariana Serrano, Reforma o inercia en la Universidad Latinoamericana. UNAL/UNAM, publicado con Tercer Mundo. Bogotá, 2000.

Un colofón político

Estos elementos de reflexión despejarán en parte el panorama que se abre en esta discusión, de cara, igualmente, con las novedades de la coyuntura electoral de este 30 de octubre, que a todas luces, redefinen el escenario político nacional, con centro en Bogotá, donde todo parece indicar que se ajustan cuentas con la corriente autoritaria/totalitaria que encarnó la doble presidencia de Uribe.

Nosotros, el Grupo Presidencialismo y participación caracterizó esta coyuntura como una de degeneración democrática bajo el aparejamiento de un presidencialismo de excepción que agenció hasta 2010 la alianza para-política que es necesario desarticular en la mayoría de regiones y municipios, y que tiene en Medellín, uno de sus ejes principales y el más notable laboratorio urbano.

Porque Medellín y Antioquia fue la cuna del experimento de la parapolítica, la “refundación” de Colombia como lo documenta y resume el trabajo de Olga Béhar dedicado al rastreo de los 12 apóstoles. Ahora, este desenlace se revela en la disputa entre Aníbal Gaviria y Luis Pérez, con la tercería de Federico Gutiérrez que tiene el respaldo aparente del gran elector caído en desgracia, el expresidente Álvaro Uribe, cuya caída, y con la de él, el bipartidismo autoritario y excluyente encontrará la inflexión de su declive, y una fisura definitiva en el proyecto de dominación oligárquica que ha durado 200 años.

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