CON ANTONIO NEGRI:
UNA CONVERSACIÓN SIN CATEDRAL
Miguel Angel Herrera Zgaib
Profesor asociado, Ciencia Política, Unal, Bogotá
Director Proyecto Seminario Internacional A. Gramsci
Un preámbulo ejemplar
El último día de la visita de Antonio Negri a Bogotá
conversé con él en el hostal donde
residió temporalmente. Así culminó un proceso del que tuvimos noticia
cuatro meses atrás, cuando confirmó su visita.
Iba primero a Argentina, al Congreso sobre Baruch Spinoza en la
Universidad de Córdoba. Después seguía Quito bajo el abrigo académico de Flacso
(Ecuador). Luego, al fin del periplo, Bogotá, donde pernoctó la última semana
de su visita.
Antes le propuse
temas que incluían una intervención en el VII Seminario Internacional A.
Gramsci, porque en los últimos trabajos, Multitud y Commonwealth, él y Michael
Hardt mencionan categorías y problemas del legado gramsciano. Igualmente, el
interés por realizar una interlocución sobre la obra de Nicolás de Maquiavelo, su proyección
quinientos años después de la caída de
Florencia. En suma, tres italianos ilustres concitados para una reflexión cuyo
horizonte problemático tenía por territorio de prueba a Colombia y la Subregión
Andina, y tres asuntos, la democracia, la guerra y la segunda república.
Acariciamos también la oportunidad de hacer un diálogo
cruzado con la obra de Rancière, uno de los críticos de izquierda de la noción
de multitud y democracia, que él confronta con la concepción particular de
pueblo que apoya la praxis del demos griego. Rancière lo expuso en una
entrevista que le hizo Eric Alliez para la revista Multitudes. Por último, la oportunidad de establecer como
cierre del recorrido un diálogo de Toni Negri con las organizaciones sociales y
políticas colombianas en relación con los asuntos globales, regionales y
locales de más relevancia y urgencia.
Toni dijo que él tenía ochenta años. No esperaba recargarse
de quehaceres intelectuales. Habría tres momentos públicos en el programa
coordinado por Víctor Manuel Moncayo, ex rector de la Nacional y estudioso de
la obra de Negri. Así, él fungió la más de las veces como un académico
convencional, jugando el papel del profesor universitario, un ejercicio que le
está proscrito en Italia por haber condenado por su quehacer político contra el
Estado en los más vibrantes tiempos de la autonomía, los llamados “años del
plomo”, de la auto-valorización del trabajo.
Un contrapunto
necesario
Sin embargo, en los demás lugares de la tierra Toni es un
intelectual de izquierda que milita con la causa de las multitudes, un comunista ajeno a las fascinaciones
partidistas y a la academia per se. Ahora, en Colombia, fue, se dice, interlocutor del alcalde Gustavo Petro, quien habla con
frecuencia de multitudes y democracia, pero nunca de imperio y comunismo.
Y él tuvo también conversación privada con comunistas,
socialistas y libertarios, quienes han sido críticos acerbos, burlones de las
tesis de imperio, el poder constituyente, y el gaseoso sujeto “multitudes” en
el inmediato pasado. Acompasados con el tañir de las campanas de Atilio Borón y
su ortodoxia partidista en la
catilinaria contra el último Negri, el “revisionista”, a la espera impaciente de su “redención” del
reformismo.
Otra cosa fue cuando
lo escuchamos diez años atrás, virtualmente, contra viento y marea.
Inauguramos con Negri, bajo libertad condicional, desde Roma la serie de las
videoconferencias internacionales en el Auditorio León de Greiff, en la cátedra
Manuel Ancízar que compartimos la Facultad de Derecho y Ciencia Política con
Ciencias Humanas. El tema entonces fue Imperio, libro que llevaba dos años de
publicado recibiendo grandes reconocimientos y también críticas
implacables de todas las orillas.
Al respecto anunció
entonces que escribía y revisaba ya con Michael un segundo volumen, Multitud. Guerra y Democracia en la era del Imperio. La
sesión duró algo más de una hora, con traducción simultáena pero no hubo
registro visual. La ingeniera encargada de la logística olvidó
su grabación. A la postre solo quedó el registro sonoro, que pasamos en dos oportunidades, en la emisora
de la Nacional y en la Radio Nacional de
Colombia.
Una expectativa
mayúscula.
Con todo, la expectativa era mayúscula. Teníamos al fin en
persona a Toni Negri, crítico radical del orden capitalista, el trabajo alienado,
el Estado burgués, la nación, el pueblo y el poder constituido, así como la
forma partido y sindicato. Antes de esta visita tuvimos cuando menos dos
intentonas fracasadas. La primera con ocasión de la venida de Noam Chomsky a
Bogotá, que éste aplazó.
La siguiente
oportunidad aprovecharía la visita de Atilio Borón a Bogotá, el más conocido
crítico latinoamericano de la obra Imperio
en la publicación Imperio & Imperialismo, hecha por el exsecretario ejecutivo de Clacso. Este ensayo
lo premió Casa de las Américas que no ha hecho edición
alguna de Imperio o trabajos de Negri que sepamos. La ortodoxia marxista en
Colombia lo veía como el campeón a oponerle. El intercambio planeado
tampoco fue posible. Esta vez
Toni tuvo una intempestiva
recaída de salud.
En cambio tuvimos a Michael Hardt en otras dos oportunidades. Un primer ejercicio académico en persona,
compartido con la Universidad Javeriana. Fue la oportunidad para aclarar y
debatir a la obra Imperio, así como
la importancia de la multitud como nuevo sujeto político. Después en el V
SEMINARIO INTERNACIONAL A. GRAMSCI hicimos una conferencia virtual con Michael
desde la Universidad de Duke, en
conexión simultánea de la Nacional, La Universidad Javeriana de Cali, el Politécnico Grancolombiano, y Pedro Karczmarzcyk, investigador de la
Universidad de La Plata. La coordinación fue
del Grupo Presidencialismo y participación, y el Comité organizador de
los Seminarios Gramsci.
Aproximamos en el diálogo con Hardt la tópica de la hegemonía y la contra-hegemonía,
la actualidad del comunismo, la hegemonía, y su relación con lo Común, motivo
central del tercer volumen de la serie Imperio. La experiencia fluyó de modo
principal en torno a Multitud y Commonwealth, pero hubo un
breve sumario de Imperio. Con estos
antecedentes, la visita de Toni Negri iba a engalanar las deliberaciones del
VII Seminario, directa o indirectamente.
Un desenlace con
televisión pública
Este año no hubo
intervención directa de Negri en el Seminario Gramsci. Él tampoco se presentó
en el auditorio de Derecho y Ciencia Política, aunque la Facultad aportó la
mitad del costo de su visita. Como alternativa, desde el comienzo, busqué la posibilidad de realizar una
grabación para la televisión pública, el Canal Capital. Había comprometido el
interés de Hollman Morris, creando un espacio especial bajo el nombre de
“Diálogos” que inauguramos con la interlocución con Jacques Rancière, el 31 de
octubre, transmitida en la mañana y la noche a la audiencia capitalina dos
semanas después. La hicimos parte de las s deliberaciones del VII Seminario
Internacional A. Gramsci.
Con el entusiasmo de Leonardo, egresado de la Escuela de
cine, insistimos y se grabó la sesión final de Antonio Negri tenida en el
Auditorio León de Greiff. El tópico era lo común y el cuestionamiento frontal a
la separación privado/público que lo erosiona y parasita en el capitalismo.
Hubo un previo interludio de Víctor Manuel Moncayo, el anfitrión, con poca
mención sobre lo común. Eso sí hubo la traducción de varios ensayos publicada
como libro y vendida en los tres escenarios de las sucesivas conferencias.
Lo fundamental del proyecto televisivo se tradujo en la
grabación de la última conferencia, la cual
está desde entonces dispuesta para el público, y es la segunda realización
del recién creado espacio “Diálogos”, a
cargo del Canal Capital.
El Diálogo al Filo
del Tiempo
Con estos antecedentes tuve un diálogo con Toni Negri, la
más influyente figura viva del autonomismo obrero, un pensador dispuesto a
llevar a Marx más allá de Marx. Por tal motivo, un sacrílego de la vulgata
marxista. Calificado cuando ejercía su docencia en Padua como el maestro
cattivo, corruptor de juventudes.
La conversación sobre temas puntuales duró
veinte minutos, a partir de las 11.20 de la mañana del sábado 23 de
noviembre. Poco después Toni tomaría el avión de regreso a Roma. Lo sabía
cuando acordamos nuestro diálogo de despedida.
Anticipé mi llegada a la cita acordada por teléfono. A las
11.15, estaba en el foyer del Hostal Park Way en el barrio de la Soledad
enclavado en la localidad de Teusaquillo. Lo esperé en la sala de recibo, un
ambiente modernista con muebles demodé, un equipo de sonido y una chimenea en
el entorno. Toni aparecía cinco minutos después. Nos saludamos formalmente, subió
la escalera de caracol hasta su
habitación del segundo piso, donde cambió su atuendo y se puso más cómodo.
En el ínterin rememoré lo delgado que lucía, su pelo
bastante canoso, la estatura regular y su prominente nariz, un rostro amable que definía una mirada
penetrante. Evoqué por momentos cómo los reclusos de las cárceles fascistas
imaginaban físicamente a Antonio Gramsci, y la sorpresa que recibieron cuando
él fuera su compañero de celda. Tal y como se recrea en la película Los días de la cárcel.
Empecé la conversación ofreciéndole a Toni la versión
impresa y revisada de su primera conferencia sobre Spinoza y
Marx, cuya traducción publicó el espacio virtual Multitudes en español. Le
indiqué que la traducción tenía algunas deficiencias; p.e., se tradujo
excelencia por “excedencia”. Dijo que el traductor era bueno, pero, igual, él tenía que revisar
todo el texto que escribió originalmente el 31 de octubre, según figura en la
versión original. Porque había cosas que aclarar y precisar; y tomó las hojas
impresas consigo.
En seguida, pasamos al asunto de lo singular que trató en la conferencia inaugural del
auditorio Virginia Gutiérrez de Ciencias Humanas. Y cómo equiparar lo dicho por
Spinoza y Marx, porque Negri reconocía que Marx no emplea la expresión
“singular” en sus escritos. En la conferencia hubo un diálogo nutrido que abrió
nuevos interrogantes. El énfasis en lo singular destaca la relevancia del sujeto en la historia, la
productividad de la acción política. El recuerdo de lo escrito por Marx en los
Grundrisse, y el lugar que allí le reconoce a los individuos efectivamente
libres en el comunismo.
Esta parte inicial del diálogo se cerró con la recomendación
de un libro publicado este año en francés, donde se revisa la obra de Marx con rigor;
y que Negri ha estado leyendo y releyendo con provecho. Le dije que su
conferencia sobre Spinoza la asumía como un manifiesto metodológico
materialista, donde lo concreto se construía a partir del análisis de lo
singular en el que residía de modo potencial toda universalidad. Así se tomaba
posición sobre la concepciónr de idealista de la universalidad que parte de
Platón mismo.
Luego tratamos el asunto de la hegemonía como un modo de
introducir la reflexión actual sobre Gramsci y los trabajos de Negri y Hardt.
Le señalé que la propuesta de Multitud para caracterizar la época en términos
de democracia y guerra se correspondía con la reflexión de Gramsci que definía
la nueva estrategia revolucionaria durante la posguerra, cuando propuso la
guerra de posiciones en la democracia, diferente de la guerra de movimientos,
esto es, la que triunfara por la vía insurreccional en las condiciones de la
Rusia de Lenin. Lo cual, en suma, implicaba un cambio fundamental. Mientras
tanto, el quehacer del nuevo sujeto, las multitudes se constituía en una acción
contra-hegemónica que permitía una articulación de los grupos y clases
subalternas.
Al respecto, Negri comentó la influencia que tenía en
América Latina la interpretación que Ernesto Laclau hizo de hegemonía, y cómo
esta viene ligada con la centralidad dada al populismo, en particular, por
ejemplo, lo escrito en “Razón populista”, y en últimas equiparar populismo con
democracia. Lo cual no comparte, y también es conocida la crítica que hace
explícita Laclau a la noción de multitud.
Pasamos entonces a revisar lo dicho por otro de sus
críticos, Ranciére, quien señala cómo en Negri hay una metafísica manifiesta de
las fuerzas productivas que, en últimas niega la política como actividad
determinada por la economía. Y en particular, cómo Ranciére refiere a la
organización política como policía
contra la cual se rebela la verdadera política. Negri riposta diciendo, por una
parte, que Rancière es un anarquista, más aun que tiene “paura” de la política.
Que Negri refiere la política como acción, potencia, poder constituyente. Hago
referencia al escrito crítico de Rancière sobre Althusser, “La lección”, y
Negri reafirma que allí como ahora el problema es el alejamiento, el desinterés
de Rancière por la praxis política.
Yo vuelvo a propósito de la política, a plantearle que Gramsci
es un precursor de la que Negri y Hardt
llaman la nueva ciencia de la democracia; y cómo ésta está directamente
ligada a una comprensión compleja de la
política que no es reductible a dominación, coerción, coacción sino que es
también hegemonía, esto es, dirección, creación de consenso activo, distinta a
la legitimidad al modo como la formuló Max Weber, esto es, en tanto creencia en
el que manda por quienes obedecen. Que a este saber de la política, a la nueva
ciencia política Gramsci la llamó Filosofía de la Praxis, y lo distinguió del
determinismo propio de la sociología política.
Sobre este tópico Negri me invita a que le escriba en forma
breve sobre el asunto, y que él me responderá al respecto. Que no sean varias
páginas. Le prometo que serán mucho menos que las escritas para la conferencia
que leyó sobre Spinoza y Marx. Él sonríe, y cambiamos de tema.
El último asunto tiene que ver con el asunto de la última
conferencia: lo común. Le digo que mi impresión fue que en su improvisación
reflexiva cumplida en el auditorio León de Greiff, la mención explícita a lo
común, il commune, fue menor, y en cambio más amplia la reflexión sobre
aspectos relevantes de la obra colectiva, y que al filo de las 8 pm., le faltó
tiempo; y que la presentación de Víctor Manuel tampoco introdujo con algún
detalle el asunto. Él me insistió que al respecto era muy útil la selección de
artículos que como libro se estuvo vendiendo también ese día.
Yo aproveché para ligar
el tema del comunismo y la democracia, y preguntarle si para él sería
válido en términos de imaginario y orientación política afirmar que su
comunismo era un comunismo democrático. A lo cual asintió sin mayores comentarios.
Vino en seguida la despedida.
Me preguntó entonces dos cosas, que si el proceso de paz en
Colombia era viable, y que si mis estudiantes en la Universidad Nacional “sono
bravii”. A lo primero le dije que el proceso era complejo, y la participación
de la sociedad civil muy precaria, limitada por lo pronto a asuntos consultivos
sin ningún poder decisorio. No hubo comentarios de su parte. A lo segundo le
señalé que mis estudiantes eran del pregrado en Ciencia Política, y que en su
conjunto el estudiantado de la educación superior estaba en la lucha contra una
contra-reforma del gobierno, y que en ese momento la movilización le había dado
paso a la construcción de un proyecto alternativo de reforma.
Cuando me acompañaba a la puerta del hostal le solicité que
me firmara la versión en italiano del libro Multitud, lo cual hizo con su letra menuda
encabezándola con mi nombre. Antes lo había hecho en otro escenario con un
ejemplar en inglés de Imperio. Y le obsequié un ejemplar del libro que sobre la
educación superior y la hegemonía cultural en Colombia escribí en coautoría con
mi hermano Marco Aurelio. Él me preguntó que si Marco Aurelio era mi hijo, y le
aclaré que no. Resolviendo en seguida una curiosidad personal. Le dije, Toni,
tiene usted ascendencia judía. Me dijo, no.
Así concluyó nuestra entrevista, fugaz pero inolvidable. Sin
que yo hubiese grabado nada, aunque había preparado mi celular para hacerlo.
Todo caminó vertiginosamente robándole minutos a la inminencia del viaje de
Toni. El reloj marcaba las 11.45 de una mañana soleada. Me fui pensando en
varias preguntas que se quedaron suspendidas, pendientes, y, sobre todo, si
volveríamos a tener su visita en Colombia. En mi recuerdo quedó la calidez de
su talante combinada con la distancia propia de una reflexión responsable, y la
imagen de Negri, dos días atrás, compartiendo con los jóvenes y viejos que
querían tomarse una foto en su compañía. Lo hacía combinando en un instante,
gustoso, la figura del abuelo con la del maestro ignorante, el inolvidable Jacotot.